Entregaron una medida rebosante

Entregaron una medida rebosante

Sé, que atreverse a hablar de la vida consagrada una seglar es todo un reto, pero quizá sea bueno que alguien plasme como se ve -desde fuera- esta realidad tan sorprendente.
Entro en el tema, con admiración y respeto, pero siendo consciente de que, lo que pueda compartir distará infinito de la realidad.
Sin embargo, siento alegría y gozo al tratarlo pues, en primer lugar admiro profundamente la Vida Consagrada y además, tengo gran cariño por esas personas, algunas muy cercanas a mí.
Después, porque creo que acercándonos a ellas y a su manera de vivir, aprenderemos a mirar con ojos nuevos y podremos mostrarles -un poquito- el inmenso agradecimiento que merecen.

UN CANTO A LA VIDA
Quizá mucha gente no estará al tanto de que, el día 2 de Febrero, festividad de la Presentación del Señor, la Iglesia la dedica como: Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Y a mí me parece que, en este momento de la historia en el que la vida consagrada está tratada con tan poco respeto, tratar el tema puede ser un momento de gracia y encajarla en este día un privilegio, pues ¿qué es, la realidad de la vida consagrada, sino un canto a la Vida?
Todos queremos vivir: vivir a “tope”, vivir muchos años, vivir bien. Tener calidad de vida, presentar en nuestra vejez un aspecto intachable… y, no escatimamos esfuerzos para lograrlo, pero al final nos damos cuenta de que con tanta inquietud por aparentar, nos hemos olvidado de lo esencial: De Vivir.
Quizá sea esta una de las razones, por las que La Vida Consagrada no siempre esté valorada como se merece; muchos creen que, es algo que está ahí y que no sirve para nada. Opinan que, a ella pertenecen unas personas “raras” que se cierran en un convento para no enfrentarse con la realidad de nuestro mundo… Pero ¡qué gran equivocación!
Por eso, nuestro querido Papa San Juan pablo II, tan cercano a todas las realidades de la Iglesia, quiso darle el lugar que merecía -poniéndola en el candelero para que todo el mundo pudiese verla- celebrando así la primera Jornada de la Vida Consagrada -el día 2 de Febrero del año 1997-.
Y estas fueron las asombrosas palabras, que pronunció El Papa el día de la inauguración:
“Esta jornada quiere ayudar a toda la Iglesia a valorar, cada vez más, el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo, de cerca; mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quieren ser, para las personas consagradas, una ocasión propicia para renovar sus propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor”

LA GRACIA DE LA ENTREGA
Es lógico que, en un mundo donde todo se mide por la productividad, por el porte, por la indumentaria… no quepa la paradoja que ofrece la Vida Consagrada -de darlo todo desde la mayor gratuidad- Por eso es preciso, presentar al mundo el gran Don que supone para la Iglesia una realidad como esta.
Al ponernos ante ella es fácil de comprobar, que no es un invento humano, sino una gracia de Dios. Pues ¿cómo entender con nuestro criterio limitado que, un/una joven, con una carrera universitaria terminada, con un buen puesto de trabajo, iniciando una juventud prometedora y con un físico notable… pueda dejarlo todo para ofrecer su vida a Dios?
Realmente, visto con nuestra pobre mirada: corta y miope, es imposible entenderlo, pero visto con los ojos del alma se entiende perfectamente. Pues lo esencial es invisible a nuestros ojos, solamente es perceptible con los “ojos” del corazón.
Ante esta realidad, lo que comprobamos al mirar a nuestro derredor, es la falta de vocaciones que sufre la Iglesia, sobre todo en los países ricos. Una circunstancia que nos interroga y nos cuestiona a todos, pero que poco hacemos por remediarla.
En la sociedad del bienestar, donde intentan sacar a Dios de nuestra vida, no puede extrañarnos lo que comprobamos. La auténtica vocación brota de un encuentro con el Señor y, ciertamente, no vivimos en una época donde proliferen tales encuentros.
Es verdad que se multiplican las reuniones, los mensajes, los WhatsApp, las comidas y cenas de trabajo… pero los encuentros con el Señor… eso, ya es otra cosa. Estamos esperando que Dios entre en la técnica moderna, para poder conectar con la juventud de hoy. Somos incapaces de darnos cuenta de que, lo que a Dios le gusta es el encuentro personal; sin pantalla por medio. Le gustan las miradas profundas, las palabras cálidas, los silencios prolongados… difícil cuestión para los que vivimos sumergidos en los grandes proyectos y el ruido estridente.

LOS FINES DE LA VIDA CONSAGRADA
El primer fin que tiene la vida consagrada es, alabar a Dios y glorificarlo por toda la humanidad. Ya que, esta debería de ser la condición de todo ser creado.
También tiene el propósito, de enriquecer a la Comunidad Cristiana con todos sus carismas.
Y, cómo no, ofrecer a los demás todos esos edificantes frutos, nacidos de una vida vacía de sí mismos y entregada a los demás.
La Vida Consagrada es, la respuesta a una llamada profunda, sentida en el corazón de la persona y acogida con generosidad. Estas personas, sorprendentes, deciden seguir su vida, caminando tras las huellas de Cristo; y con una radicalidad, que supera nuestros torpes criterios. Lo hacen desde: La castidad, la pobreza y la obediencia.
¡Qué sería del mundo sin estas personas!
Desde mi experiencia personal, puedo hablaros de la apertura tan impresionante que muestran cuando te acercas a ellos/as.
– La alegría los inunda.
– Su excelente manera de escuchar y compartir.
– Lo informados que están de las realidades de la vida.
– Como piden a Dios, cada día, por todo y por todos.
– Como gastan su vida a favor de los demás.
– Como presentan, ante el Señor, las realidades concretas de nuestro mundo.
Ellos son el pulmón de la Iglesia, el aire que necesita para respirar. Es como si, a través suyo, inspirásemos y espirásemos al Espíritu Santo, en ese aire que no se ve, pero que se necesita para que exista vida.
Ellos son, junto a nosotros, parte del Cuerpo Místico de Cristo, por eso aportan su multitud de carismas. Todos conocemos diversidad de órdenes religiosas, tanto de hombres como de mujeres: Las hay de clausura, dedicadas a la oración y adoración al Santísimo; a la enseñanza; al servicio de los desfavorecidos; otras se dedican a atender en los hospitales; hay misioneros/as que sirven en los países más pobres de la tierra… pero todos unidos en un mismo sentir y un mismo pensar: servir a Cristo. Siendo Luz para cuantos los rodean y, ofreciendo su afluencia de dones, con la fuerza del Espíritu Santo.

TODOS SOMOS CONSAGRADOS
Otra cosa importante, que nos recuerda esta jornada es que, todos somos consagrados. Nos consagraron al Señor en nuestro Bautismo y nos seguimos consagrando cada vez que repetimos esas admirables promesas, como puede ser en el momento de rezar el Credo en la Eucaristía. Por eso tenemos que valorar la Vida Consagrada, como un toque de atención para revisar los compromisos hechos a Dios y a los hermanos, desde nuestra realidad personal.
De ahí, el acierto del Papa al elegir el día de la Presentación del Señor para insertar esta Jornada, pues estoy segura de que con ello quiso poner a María como el Faro para iluminarnos y el Cobijo para ofrecernos a Dios.
¡No fue casualidad! Este día presenta la liturgia, cómo el anciano Simeón reconoce a Dios en aquel niño que portaban aquellos jóvenes padres. Y lo reconoce porque estaba preparado. Había vivido una entrega incondicional al Señor; de ahí que, cuando aquel joven matrimonio pone a Jesús en sus brazos llega a sus ojos, despiertos, tal destello de luz, que ante el asombro de María y José, declara a gritos que es “luz de la naciones y gloria para su pueblo Israel…”
Acaba de aparecer la respuesta. Solamente los que tienen sus ojos puestos en el Señor, los que van gastando su vida por Él son los que serán capaces de descubrirlo, sin importar el ropaje con el que quiera presentarse.
Pero es sorprendente que, el resto de los que estaban en el templo no lo reconocieron, solamente los que habían permanecido en oración y a la escucha en su presencia, fueron capaces de reconocerlo.
¡Qué gran toque de atención para nosotros! ¡Qué importante saber unir acción y contemplación! Pues, eso tan difícil para nosotros, es precisamente lo que hacen, sencillamente, los consagrados.

SE TRATA DE DARLO TODO
Por tanto, se trata de entregar una medida rebosante. Se trata… de darlo todo. De hacer una apuesta de verdad.
Sería bueno, que esta jornada nos llevase a revisar la diferencia que existe entre nuestra manera de medir y la manera de Dios.
Él, siempre dará mucho más de lo que nosotros podamos darle, pero admira profundamente, que siendo Dios cuente con nosotros para llevar a cabo su obra.
A Él, le gusta ver nuestra medida llena; le agrada nuestra generosidad, nuestro desinterés, nuestra entrega… Y ¿Quiénes mejor para darnos ejemplo que los que lo dieron todo?
Será bueno que esta semana busquemos tiempo de oración y ejemplos de gente que lo dejó todo por Cristo.
Posiblemente conozcamos a algunos personalmente, pero si no tomemos el evangelio y empecemos por los apóstoles, por María… busquemos personas de todos los tiempos, hasta llegar a nuestros días; personas a las que podamos designar con nombres y apellidos…
Después tengamos ratos grandes de silencio y acogida, pidiendo al Señor la gracia de: saberle responder, como ellos lo hicieron.

Permaneced en mi amor

Permaneced en mi amor

Estamos finalizando la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y estoy segura que todos nos hemos sensibilizado con esta situación. Hemos asistido a la liturgia, a alguno de los momentos de oración que nos han ido ofreciendo distintas confesiones, a conferencias, a charlas… Pero ¿ahora qué? ¿Aparcamos esta realidad hasta el año que viene o seguimos trabajando y orando por ella?

De ahí que os invite a no olvidarlo y a seguir elaborando nuestra unidad.

Cuando Jesús pronuncia el Sermón de la Cena sabe bien que, una de las cosas en la que más debe de insistir es en la de La Permanencia. Permanecer, perseverar no es fácil y por mucho entusiasmo que se tenga en el comienzo, con el paso del tiempo las cosas se van enfriando. Por eso, Jesús no duda en pronunciar estas admirables palabras recogidas en el evangelio de Juan.
“Como el Padre me ama a Mí, así os amo Yo a vosotros. Permaneced en mi amor.
Pero sólo permaneceréis en mi amor, si obedecéis mis mandamientos, lo mismo que Yo he obedecido los mandatos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os digo todo esto para que participéis de mi gozo y vuestro gozo sea completo” (Juan 15, 9 – 12)

El nuevo desafío de Jesús no tarda en aparecer. Después de que todos seamos uno, nos reta a permanecer juntos en el amor.
Yo creo que Jesús no se ha dado cuenta de que, si ponernos de acuerdo ya es bastante dificultoso, continuar de acuerdo, es casi imposible.
Sin embargo Él no desiste. No solamente se ha dedicado a declararnos su amor, sino que nos pide que permanezcamos -trabajando juntos- hasta que eso de “Permaneced en su amor” sea una realidad. Y yo creo que una declaración de amor como esta, espera siempre una respuesta generosa.
Es cierto, que el planteamiento suena raro en un mundo que huye del compromiso, que no acepta que le hablen de permanencia, de perseverancia… donde el evangelio está aparcado para unos y modificado para otros… Pero, es precisamente en este mundo donde Jesús ha querido dejar esta opción aunque seamos pocos los que optemos por permanecer en el amor de Cristo en plenitud.
No obstante los planes de Dios no son como los nuestros. De ahí que Jesús no dude en acogernos a todos como acogió a los doce el día de la Cena, sin importarle lo más mínimo cuál sea nuestra situación, ni nuestra realidad; Él nos sigue repitiendo que la unión con Él sostiene nuestra identidad de cristianos y que solamente -la vida vivida en Él- puede transformar el cosmos y la historia.

Y aquí estamos nosotros, unidos al Señor, injertados en su cuerpo y formando todos una fraternidad.

¡Qué bien sabía Jesús lo que decía! Él, injertado en el Padre por el Espíritu era capaz de amar y dar vida sin ninguna limitación.
Y es, ese mismo Jesús el que hoy nos vuelve a hacer esa oferta. Injertémonos en Él -verdadera vid- con un corazón auténtico, sincero, abierto y generoso.

Para que, cuando nuestra oración se centre en la Unidad de los cristianos, seamos capaces de preguntarnos antes:
¿A qué vid estoy injertado?
¿Dónde y de qué alimento mi vida?
¿Me sacia la savia que recibo?
¿Reconozco a Cristo como la verdadera Vid?
¿Qué clase de sarmiento soy?
¿Doy frutos dignos?
¿Soy consciente de que sin Dios no puedo hacer nada?
¿Estoy convencido que esto nos ayudará a vivir la unidad?

Más, las palabras de Jesús continúan.
“Os digo todo esto para que participéis de mi gozo y vuestro gozo sea completo”
Pero ¿qué significa participar del gozo de Jesús en el contexto ecuménico? Es el Papa Francisco el que nos lo dice así: “La gratitud, en el contexto ecuménico, significa ser capaz de alegrarse de los dones de la gracia de Dios presentes en otras comunidades cristianas; una actitud que abre la puerta a un compartir ecuménico de los dones y a aprender unos de otros” No puede estar más claro. Si toda vida es un don de Dios, tenemos que acogerla y aceptarla como salida de sus manos, dándole gracias por ello; pero tendremos que ponerla al servicio de los demás, si realmente queremos que se manifieste que todos estamos injertados al mismo y auténtico Señor.
Y para que esta realidad llegue a los demás:
• ¿De qué manera podríamos los cristianos, de diferentes religiones, recibir y compartir los dones que Dios nos ha dado a cada una personalmente?

Ahora ya, solamente nos queda decirle al Señor:

Señor:
Tú has querido quedarte con nosotros
para saciar nuestra hambre de fraternidad, de justicia, de paz…
Pues, bien sabes que tenemos sed de unidad.
Sed, de amor, de ternura, de bondad, de misericordia.
Sed de tu Palabra de vida, de la verdad de tu evangelio.
De la comunión con tu Iglesia y de la fuerza de tu Espíritu.
Por eso te pedimos Señor: que ablandes nuestro corazón.
Haznos abiertos a los demás.
Abre nuestros ojos a lo nuevo y auténtico.
Nuestras manos a la acogida y el perdón.
Y graba en nuestro fondo, la súplica que nos hiciste,
en aquella noche santa:
Os pido qué permanezcáis en mi amor.

No ha llegado mi hora

No ha llegado mi hora

Jesús ha salido de las aguas fangosas del Jordán, donde se metió para bautizarse y donde, ante la sorpresa de todos, el Padre habló “Este es mi Hijo, el amado, ¡escuchadle!” Pero Jesús salió del agua callado, y solamente los más cercanos se dieron cuenta de que aquellas palabras iban dirigidas a Él, el resto no se enteraron de nada. Sin embargo, la sorpresa no tardaría en llegar –a todos- y con ella -La hora de Jesús-.

Suceso que tendría lugar, poco tiempo después cuando Jesús es invitado a una boda, a la que asistirá con sus discípulos –pues ellos ya forman parte de su familia- y junto a ellos su madre. María.

SE CELEBRABA UNA BODA EN CANÁ

De nuevo me sitúo ante unos versículos del evangelio sobre los que hemos oído predicar montones de veces. Y… ¡cuántas enseñanzas guardamos en el corazón de todo lo escuchado! Sin embargo, lo que el evangelista presenta en esta escena, no tiene fondo. La enseñanza rezuma novedad por todos los poros y eso lo demuestra el que, en el siglo XXI, sigamos tratando el tema como un descubrimiento.
El motivo por el que he tomado la decisión de adentrarme en uno de esos siete signos que, el evangelista Juan presenta en su evangelio, se debe a que quiero tratar de ahondar más en el significado que en el signo, ya que el signo es lo que realmente mostramos.
No obstante, tengo que confesar que no me resulta fácil ofreceros estas líneas. Sé bien que muchos de los que lo vais a leer, sois especialistas en esta materia y me podéis dar lecciones de todo esto, pero perdonarme que comparta lo que, en esta ocasión me dice a mí la Palabra de Dios.

LA HORA DE JESÚS

Jesús sabía que lo más importante de su vida era La Hora. “La hora en la que el Hijo del Hombre sería glorificado” por tanto, realmente su Hora no había llegado. De ahí lo sorprendente del suceso.
Jesús, acude a la boda que le han invitado, para acompañar a los nuevos esposos y, aunque en ella se va a realizar el signo de convertir el agua en vino –ante la sorpresa de todos-, lo esencial está en que por ese hecho se le va a asignar a Jesús su Identidad de Mesías. Este es el gran significado del signo, que Jesús entra en la boda como el hijo de María y sale como El Mesías esperado. Por eso Jesús ha tomado la decisión de llevar a sus discípulos con él, porque allí precisamente será, donde sus seguidores comenzarán a creer en Él.

Pero hay en todo ello algo digno de ser destacado y es: la sensibilidad de María y su libertad para proponer y esperar.
Es realmente alentador saber que hay alguien que quiere transformar lo que hay en nuestras “tinajas” si le dejamos actuar. Una transformación, que se realiza en este momento presente, cuando somos capaces de acoger confiados la Palabra que Jesús pronuncia sobre el agua rutinaria de nuestras vidas. Y aquí está nuestra agua transformada en vino, en el mejor vino; un vino que tenemos que ofrecer a los demás y ofrecer el mejor vino a los demás significa, no guardarnos lo buen que tenemos sino ponerlo a circular generosamente.
Hacernos presentes en las realidades de los otros y reconocer su deseo de ser comprendidos y alentados.
Por eso Caná, es el lugar perfecto para aprender todo esto de María, porque ella nos muestra allí, esa mirada transformadora que es capaz de descubrir el potencial que esconde cada persona, a la vez que nos dice: “haced lo que Él os diga” porque ella sabe –mejor que nadie- que Jesús siempre da más de lo que se le pide.

Pero esto no ha terminado, el evangelista nos dice que lo mejor todavía está por acontecer.
En aquel momento de la historia donde las bodas tenían una duración tan larga, era normal que se acabase el vino; sin embargo, eso era un fracaso para los novios pues el vino –que era la bebida oficial- era el signo del amor y formaba parte del ritual, por eso lo preparaban con mucha antelación y se calculaba con mucha precisión la cantidad que se necesitaría para esos días.
Además se elegía a un maestresala para que fuese el responsable del vino, pero a veces se descuidaba y sucedía este imprevisto, un imprevisto que se vivía como una auténtica tragedia, porque esto quería decir que se acababa la fiesta, se acababa la boda. Además era el novio el que tenía que dar la noticia, por lo que con vergüenza y dolor hacía callar a todos para decirles: podéis iros, la boda ha terminado.

De ahí que el vino fuese algo realmente especial en las bodas. Los invitados sabían que la palabra vino en la Palabra de Dios significaba amor y que en la biblia significaba: alegría, fidelidad, comunión, paz, perdón. Y todo eso se había acabado en aquella boda, un descuido del maestresala lo había permitido.
Pero allí estaba María. Y María se enteró. Pero ¿cómo se enteró? Pues porque no estaba sentada a la mesa con Jesús y sus discípulos; María estaba de pie, sirviendo atenta y supervisando las mesas para que todo saliera bien… iba y venía… y es la primera en entrar en la bodega, en el subterráneo, por eso se da cuenta de que las ánforas están vacías. Por eso, incluso antes que el maestresala se enterase, ella ve el problema y acude al único que tiene poder para subsanarlo.
Y esa María –nuestra madre- es la que está de pie en nuestra vida; la que supervisa nuestro interior para ayudarnos a que todo esté en su punto; la que entra en nuestras bodegas, en nuestro subterráneo y se encuentra con nuestro problema y lo lleva al único que puede repararlo: a Jesús.

Pero Jesús le responde con unas palabras que a simple vista podrían parecer duras. “Mujer no entres en mi vida, mi hora no ha llegado” (Aquí tenemos otra palabra ante la que podríamos detenernos largamente, pues ninguno de nosotros solemos decir a nuestra madre: mujer. Pero este no es el momento de detenernos en ello, sin embargo si Jesús la llama mujer en los dos momentos más significativos de su vida algo grande tendrá que encerrar esa palabra) Y María no sintiéndose ofendida por las palabras de su hijo sino alagada y alabada dice a los que estaban sirviendo el vino: ¡haced lo que Él os diga!

María entiende que ha llegado el momento y María es, la que marca la Hora. “Mujer, mi hora no ha llegado, pero porque tú me lo pides estoy dispuesto a adelantarla”
Jesús le está diciendo que ella es la mujer perfecta, porque por su Fiat el Verbo se ha hecho carne.
Y aquí tenemos a María marcando el comienzo, de dar a luz a la nueva humanidad.
Por su sensibilidad y su ruego, Jesús pasa de ser la persona a la que acompañan sus discípulos, a ser la persona en la que hay que creer. Por eso, donde está María comienza el discípulo su camino de fe y aprende a descubrir quién es Jesús.

No nos cansemos de poner todas nuestras necesidades
en manos de María, para que ella las lleve a Jesús.
Pues ella es: la Medianera de todas las gracias.

(Ya veis que el artículo queda incompleto, pero no quiero abusar de vuestra amabilidad. Quizá en otro momento vuelva a retomarlo)

Todo se hizo por la palabra

Todo se hizo por la palabra

Dios se ha instalado entre los hombres. “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado… Es: el consejero admirable, el Dios poderoso, el Padre Eterno, el príncipe de la Paz” Pero el pesebre era un sitio provisional, solamente unos pastores y algunas gentes de los alrededores conocieron la noticia y Él, no ha venido para unos pocos, ha venido para todas las personas, de todos los continentes, de todos los tiempos… y a todas ellas es a las que quiere dirigir lo mejor de su ser.
Estas concisas palabras de Juan, avalan la realidad:
“En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios” (Juan 1,1-5)

José y María, han callado porque ha aparecido La Palabra. Ha llegado el tiempo de la escucha, el tiempo de Dios. Más, no sólo contemplan en silencio al recién nacido, su silencio será la manera de contemplarlo durante toda su vida. Y lo hacen así, porque ellos –mejor que nadie- saben, que como nos apunta S. Juan: “en la Palabra estaba Dios, porque la Palabra era Dios” Pero:
• En nuestra vida ¿Qué lugar ocupa la Palabra?

EN LA PALABRA ESTABA LA VIDA
Si en la Palabra estaba Dios, en la Palabra ha de estar la vida, pues la Vida es Dios.
¡Con la cantidad de veces que hemos escuchado este prólogo del evangelio de Juan y las pocas que nos hemos parado a observar que en esa Palabra estaba la vida!
Al escribir esto me daba cuenta de la coherencia que Dios nos enseña en su manera de actuar. Él siempre cumple su Palabra y, no sólo eso, sino que “la Palabra de Dios nunca pasará” (Mateo 24, 35)
Dios creó al ser humano con unas palabras: “Hagamos al hombre” Dios toma la condición humana con unas palabras: “Concebirás y darás a luz un hijo” Jesús nos salva con unas palabras: “Nadie me quita la vida. Yo la doy”. La persona humana da la vida con un Sí quiero; manera de sellar un compromiso. Todos tenemos un nombre: y esa palabra, con la que todos te identifican contiene tu vida…
Pero la vida hay que vivirla. La vida hay que experimentarla. La vida hay que transmitirla… Dios nos creo con una palabra, pero necesitó derramar su sangre para redimirnos.
• ¿Qué encierran mis palabras?
• ¿Qué trasmiten?

María fue portadora de salvación al pronunciar una palabra ¡Hágase! pero necesitó pasar por cada acontecimiento que le deparó la vida hasta llegar al Calvario con su hijo. Nosotros con comprometimos con unas palabras ¡Sí quiero! Pero tenemos que vivir nuestra realidad pasando por todos los hechos desconocidos que se nos van presentando.
Con un “Sí quiero” nos casamos; pero, hacer una familia cuesta mucho esfuerzo y el sacramento dura toda la vida. Con un “Sí a Dios” es sellado un sacerdote, un consagrado, una consagrada…; pero tendrá que seguir repitiendo ese sí, día a día, pues será sacerdote y consagrado-a hasta la eternidad.
Sin embargo, no todos nos situamos ante la vida de la misma manera. Hay quien ama la vida y, las palabras que salen de su boca ayudan a vivir. Otros sin embargo, viven llenos de angustia y lo que sale de su boca produce derrota y abatimiento, siendo capaces de dejar a la persona hundida en su desolación. No son capaces de comprender el dolor de los demás, ni de ayudarles a salir del hoyo en que se encuentran.
Hay jóvenes que dicen “querer vivir la vida a tope”; pero cuando se encuentran frente a ella no les gusta demasiado, por lo que no les importa destrozarla a base de cosas llamativas: alcohol, droga, diversión incontrolada… Tampoco les importa segar la primera vida que se les pone delante con una palabra hiriente, para sentirse más fuertes. Ellos no miden lo que dicen y sus mensajes reflejan el resentimiento que hay en su corazón. Quizá no han encontrado a nadie que les enseñase a amar, regalándoles amor desde la gratuidad.
Sin embargo, encontramos otras personas que entregan la vida por los demás. Sus palabras son gratuidad. Son “dulces como la miel”; son, como nos lo dice la palabra de Dios: fecundas… y hacen que muchos despechados empiecen a saborear y a amar su existencia.
Son palabras que iluminan. Que son capaces –de poner en pie- son capaces de mandar ese destello de luz, que muestra el camino por el que se debe seguir. Son, ese faro luminoso, que brilla en mitad de la noche dejando ver con nitidez todo aquello que nos rodea; son, las que nos ayudan a ser capaces de vencer nuestra oscuridad, para introducirnos en la única Luz verdadera: Cristo.
“Pues la vida era la luz de los hombres y la luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no pudieron vencerla, porque la Palabra, era la luz verdadera que, ilumina a todo ser humano” (Juan 1, 4)

Y es que la Luz, es la que hace posible la vida. ¿Qué pasaría en la tierra si el sol se apagase? Pero el mundo de hoy vive ajeno a todo esto. Haciendo verdaderos esfuerzos por apagar la luz de Dios. Por tapar la Luz del Verdadero Sol: Cristo. Brilla demasiado y eso no nos gusta, deja al descubierto excesivas cosas que queremos ocultar.
No somos capaces de darnos cuenta de que, sin Ella vamos perdiendo el camino, vamos dispersados y desorientados… la oscuridad se va adueñando de nuestra sociedad, de nuestro mundo… aunque la gente no quiera aceptar que está sumergida en la tiniebla.
Por eso necesitamos, que Dios llene de claridad nuestra existencia. Necesitamos ver la belleza de cuanto nos rodea, tomar conciencia de tantas cosas hermosas como Dios nos regala cada día. Necesitamos tomar decisiones correctas, portarnos con dignidad, regalar bondad, llenarnos de Dios, llevar a Él nuestras oscuridades para que las clarifique…

Y aquí estamos. Estrenando un nuevo año que Dios nos regala. No podemos vivir cómo si no hubiera pasado nada en nuestra vida. Dios nos ha visitado de nuevo, ha venido a nacer una vez más en cada uno de nuestros corazones. La Palabra ha aparecido en nuestra vida y -como María y José- a nosotros solamente nos queda callar y escucharla. Pues realmente, como dice Arbeloa:
El silencio es el único rumor que hace Dios
cuando pasa por el mundo.

26 de enero, Jornada de Formación sobre la Biblia

26 de enero, Jornada de Formación sobre la Biblia

El próximo día 26 de enero, sábado, tendrá lugar (Dm) la jornada anual de formación organizada por la Comunidad de Nazaret.

En este caso, la temática será, continuando la del año pasado:

La Biblia: Conócela Más, Rézala Mejor

Jesús, hombre poderoso en obras y palabras (Lc 24,19)

 

La jornada tendrá lugar en la “casa de San Ignacio”, en La Ventilla, Madrid (C/ Geranios 30) , metro Ventilla.

Está organizada por la Comunidad de Matrimonios de Nazaret, pero abierta a cualquiera que quiera ir. Será durante 1 día, a partir de las 11,00 de la mañana, hasta las 18:00 aproximadamente.

El formato será una conferencia por la mañana y otra por la tarde, con un espacio para trabajar en grupos después de cada conferencia, y puesta en común al final del día.

El ponente, en las dos conferencias, será  Pablo Alonso, S.J. (Doctor en Sagrada Teología, Licenciado en Ciencias Bíblicas, Licenciado en Filología y Profesor de la UPComillas en el área de Sagrada Escritura y Evangelios).

 

Programa
11:00. Llegada y 1er tema: Poderoso en sus palabras: El difícil lenguaje de Jesús en su predicación
12:30. Trabajo en grupos
13:30. Eucaristía
14:00. Comida-descanso
16:00. 2º Tema: Poderoso en sus obras: Las curaciones de Jesús.
17:00 Trabajo en grupos
18:00. Puesta en Común.

La comida se compartirá entre todos los asistentes, a partir de lo que traiga cada uno para compartir.

Precio: 10 € /persona.

Apuntarse en el email: comunicacion@matrimoniosnazaret.es

 

Hacia dónde nos dirigimos… ¿Vamos a Belén?

Hacia dónde nos dirigimos… ¿Vamos a Belén?

Cuando me disponía a plasmar el artículo de esta semana, me costaba trabajo elegir lo que podría poner en tan poco espacio de todo lo que nos presenta la Navidad. ¡Llevo tantos años escribiendo sobre la Navidad -me decía-!
Pero de pronto mi planteamiento ha dado un giro: ¡hablar de la Navidad! Pero cómo se puede hablar de la Navidad, cuando la Navidad es silencio, acogida, entrega, disponibilidad… Apertura a los planes de Dios, a los silencios de Dios, a la manera de actuar de Dios… A su modo desconcertante de llegar… ¿Cómo poder plasmar lo que se funde en lo profundo?

VAMOS A ADORAR AL MESÍAS
Cerré los ojos y me sitúe en el momento actual. Faltan escasos días para que Jesús nazca y veo que la gente no se dirige a Belén, todos llevan la dirección contraria. Unos van hacia el centro comercial, otros hacia el destino de vacaciones, la mayor parte están ultimando los preparativos para que no falte nada esa noche… Pero eso de dirigirse a la Cueva de Belén parece pasado de moda.
Hay que comprender que las cuevas están es despoblado y nosotros somos gente de ciudad, de pueblos acomodados… ya nadie visita los sitios inhóspitos, es más las cuevas que acogían animales están prácticamente derruidas.
De ahí, que no podamos llegar a la Cueva de Belén hasta que no seamos capaces de dejar el asfalto y caminar por un sendero incómodo, lleno de piedras y maleza. Ni tampoco llegaremos si lo que buscamos es encontrar cosas sorprendentes -como acostumbramos a buscar en cualquier visita turística- Pues ¿quién pretenderá ver en la cueva de Belén algo que le alegre la vista? ¿Qué se puede encontrar en ella, que invite a viajar para observarlo? ¡NADA! Allí todo es pobreza, escasez, penuria, miseria…
Sin embargo, es sorprendente observar, que nadie puede llegar a ella y quedar indiferente. La presencia de los jóvenes allí albergados, de los que la esposa está a punto de dar a luz, parece atraernos a la vez que nos extraña. ¿Cómo habrán elegido ese lugar tan sombrío, para tan feliz acontecimiento? ¿Tan pobres son, que no pueden elegir algo mejor?
¡Qué poco entendemos de entrega! ¡Qué poco entendemos a Dios!
La serenidad de la esposa nos deja asombrados. Allí no hay ginecólogo, ni matrona; allí no hay desinfectantes, ni material quirúrgico; tampoco agua corriente, ni siguiera un calefactor para dar un poquito de calor al Niño que está a punto de llegar.
Mientras el esposo –un poco asustado- va limpiando el lugar para hacer la estancia más confortable, pero al margen de lo que el sitio ofrece, encontramos a los jóvenes llenos de gozo, esperando lo más preciado de su alma, lo más deseado: Su querido Hijo.

MOMENTO DE ADORACIÓN
Sin embargo, hay algo que nos desconcierta. Aunque a simple vista en aquel espacio no haya nada propio de admiración, aquellos jóvenes esposos y su manera de actuar gritan por sí mismos, que ellos no son una pareja convencional, que su interior esta lleno de -ese algo- que supera cualquier acontecimiento; que su interior está lleno de Dios.
Por eso, después de vislumbrar su realidad, nadie puede quedar impasible. Ante cuantos contemplan el misterio aparece -ese momento tan especial- que hace caer de rodillas para que la admiración dé paso a la Adoración. A la Adoración del Misterio de Dios.
Pues, ¿quién puede contemplar el nacimiento de Jesús, sin caer de rodillas y adorarlo?

LA NAVIDAD DE HOY
Sin embargo creo que, antes de llegar a la adoración, deberíamos ponernos ante el Señor y plantearnos desde el silencio lo que es la navidad para el mundo moderno, para el tiempo presente y lo que es para nosotros. Porque necesitaríamos conocer la verdadera realidad, de lo que la Navidad significa para los que vivimos en este momento de la historia.
Para ello podríamos preguntarnos:
• ¿Cómo será, este año, nuestra Navidad?
• ¿Cómo la vivirá cada país?
• ¿Será una Navidad como costumbre?
• ¿Será una Navidad, como fecha para recordar?
• ¿Será, una Navidad organizada por los grandes y pequeños comercios?
• ¿O será una Navidad, en la que dejemos a Dios, nacer en cada ser humano de la tierra?

PERCIBIENDO LA NAVIDAD
Es verdad que, ni siquiera en la primera Navidad los contemporáneos de Jesús, fueron capaces de percatarse de ello. Fueron pocos los que la detectaron y los que lograron encontrarla, tuvieron que ser avisados por unos Ángeles; ¡ni siquiera la auténtica Navidad fue percibida por el ser humano! Sin embargo nada de lo que pasó, pudo impedir que la Navidad tuviera lugar como estaba previsto.
Más, seguimos viendo con tristeza que, las cosas han cambiado poco. Veintiún siglos después, continuamos sin tomar conciencia de que Jesús vuelve a salvar a nuestro mundo y no es porque no hayamos arreglado este año: las calles, los comercios, los colegios, las casas… con adornos, árboles y luces; el motivo, por el que nos damos cuenta de ello es, porque echamos de menos la alegría, el entusiasmo, la sorpresa, la felicidad…
La gente casi no quiere ni oír hablar de Navidad. Tanto es así que, ni siquiera encontrará un sitio en las noticias más importantes del año ni saldrá destacada en los periódicos de mayor tirada, ha habido demasiado paro, demasiados muertos, demasiadas víctimas, demasiados escándalos, demasiado sufrimiento… como para hablar de la auténtica Navidad, por eso una vez más, intentaremos tapar tanto dolor con más derroche de alcohol, comidas y regalos para poder situarnos en las fechas que, a pesar de todo, seguimos añorando.
Por eso creo que, este año, sería importante poner un letrero en un sitio visible de nuestra casa donde se leyese:
“Señor: como esta Navidad estaré muy ocupado
y tal vez, no pueda ir a verte a la Cueva de Belén,
te pido que Tú vengas a mi casa para verme a mí”

NAVIDAD: ENCUENTRO Y CARIÑO
Pero, como aquellos pastores de la primera Navidad, habrá muchas personas dispuestas a encontrarse con Dios, a vivirla con autenticidad, capaces de grabar en su interior: el “Dios-con-nosotros”
Es Mateo el evangelista más reiterativo en pretender cincelar en cada corazón, esa presencia-encuentro, que encierra: el Dios-con-nosotros.
Mateo quiere alertarnos, de la imagen de Dios en nuestra vida, abarcando todos sus momentos:
– Dios en nuestra vocación.
– Dios en nuestra misión.
– Dios en nuestra oración.
– Dios en el hermano que camina a nuestro lado…
Lo que pasa es que, a nosotros, no siempre nos viene bien el llevar a Dios tan pegado. Es verdad que, cuando tantos acontecimientos nos desbordan, nos sorprenden, nos golpean, nos desconciertan… somos los primeros en colocar a Dios junto a nuestras vicisitudes. Pero cuando nos encontramos metidos en esas opciones, que sabemos que a Dios no le gustan demasiado, nos resulta incómoda su presencia y no es, que queremos prescindir de Él, simplemente queremos tenerlo a la distancia justa para que no nos comprometa.
Por eso la Encarnación nos desconcierta. El compromiso de un Dios que se encarna tiene demasiado riesgo, y familiarizarse con ese Dios que no viene a ocupar un lugar privilegiado, sino a vivir nuestra misma realidad, se nos escapa de la mente. Nosotros podemos “reconocer”, con relativa facilidad, a ese Dios que está en el templo; pero “reconocerle” en cada persona es pedir demasiado, aunque ese sea el templo que Él ha elegido para habitar. Por lo que no cabe duda, que debemos plantearnos en serio, que nuestra vida necesita una nueva Navidad.

CONTEMPLANDO LA NAVIDAD
Acabamos de hacer un planteamiento de la Navidad en el que, la contemplación y la adoración forman una unidad. No las abordemos someramente. Dediquémosles tiempo. Dejamos a Dios que nos ayude a contemplar y adorar a su lado.
Dejemos aparte, todo eso que nos gustaría saber de qué y cómo pasó; preocupémonos más bien de sentir lo que estaba pasando. Sabiendo que esa contemplación-adoración quedará incompleta si no llegamos: Al verdadero Encuentro.
Así, cuando el ruido de la calle cese para nosotros; cuando las inquietudes se relativicen; cuando el silencio impere y la boca calle; sin decir nada y diciéndolo todo; sin pretender nada y anhelándolo todo… se producirá el verdadero encuentro, ese encuentro que llena el alma de certeza y seguridad. Ese encuentro del Tú a Tú, de la cercanía de Dios, del trato de corazón a corazón… Es la entrada, a ese mundo de Dios donde no se va a conquistar nada, porque todo es gracia y don.
Es el momento, en que ya no se necesitas conocer a Dios intelectualmente, sino sentirlo y vivirlo. Es entonces… cuando el encuentro se hará experiencia, notando –desde lo más profundo- que ha llegado a nuestra vida, la verdadera: NAVIDAD
Por tanto, no escatimemos esfuerzos para dejar nacer –a Dios-: en nuestro corazón, en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestros hijos…
No nos empeñemos en hacer en su honor celebraciones costosas que no tienen nada que ver con la realidad. Él no necesita nada de eso.
– Él se contenta con un rinconcito, del corazón, para sembrar una semilla.
– Él necesita que nos dejemos traspasar por un rayo de su luz.
– Necesita sacarnos de nuestros condicionamientos.
– Necesita que seamos, ahí donde nos ha tocado vivir, constructores de: fe, esperanza, alegría, ilusión.
Y cuando esto haya ocurrido, cuando lo hayamos experimentado… nos daremos cuenta de que, Dios realmente ha nacido en cada uno de nuestros corazones. Llegando a nuestra vida:
La verdadera Navidad.

¡¡¡OS DESEO CON TODO MI CORAZÓN UNA FELIZ NAVIDAD!!!

 

Foto de Ben White en Unsplash.

La alegría está en la esencia de Dios

La alegría está en la esencia de Dios

El ritmo del Adviento ha cambiado. La liturgia que hasta ahora nos había invitado a despertar y convertirnos, hoy da un giro y nos invita a la alegría y ¿por qué? Pues, porque después de descubrir y sanar todos esos lados oscuros que acompañaban nuestra vida no podemos hacer otra cosa que desembocar en la alegría que produce toda sanación.
Pero hay algo que no podemos perder de vista, el gozo auténtico siempre nos llega como Don, porque brota de Dios.
No es algo que podamos comprar a base de diversión, placer, ociosidad… El gozo del que nos habla el evangelio y que nos viene a traer Jesús está: en el dar y darse; en el arrepentimiento, en el perdón, en reconocer que somos débiles, que fallamos demasiadas veces, que no somos perfectos… En la escucha de la Buena Noticia y en la experiencia de Dios.
Porque, cuando Dios llega y se inserta en nuestra vida el gozo y el amor surgen a borbotones; no tenemos nada más que acercarnos a todas esas personas que optaron por el Señor, para ver plasmada esta realidad en su vida. Es el cambio que produce el encuentro con Cristo.

CON UN CORAZÓN ALEGRE
Desde el primer momento, en el que Dios tiene contacto con el ser humano, nos damos cuenta de que, en lo único que piensa es: en crearlo feliz, en hacer que viva con gozo y alegría.
Para ello le hace el más preciado regalo que pudiésemos pensar: le regala, además de la vida, la creación salida de sus manos esa de la que leemos: “Y vio Dios, que todo era bueno…” Ahí puso al ser humano, en medio de todo el universo como dueño de aquella obra maravillosa salida de su poder y de su amor.
Además Dios, lo dota de entendimiento e inteligencia para que sepa apreciarla y le da un corazón para que pueda sentirla y amarla; porque el Señor quería que ese ser que había creado llevase implícita la alegría y el gozo, que le produjesen la felicidad.
Estas cualidades, hacen que la persona humana se sienta dichosa cuando entra en armonía con la naturaleza y en comunión con el hermano, es algo que ha pasado en todos los tiempos; antes de que Jesús viniese a la tierra, allá en el Antiguo Testamento, ya encontramos hombres y mujeres disponibles, llenos de esa luz interior que les hacía caminar hacia el Dios desconocido del Antiguo Testamento, experimentando la alegría que proporciona el encuentro con el Absoluto. Pero la inmensa mayoría vivían la opresión y la desolación; huyendo para encontrar una vida más digna entre las mayores dificultades, por un desierto que los deja desolados; sin recursos, sin comida para saciar el hambre que los asola… Y a punto de abandonar todo, pero sin saber donde ir en lugar de encontrar la liberación, se encuentran en una cautividad que los aplasta.
¿No os suena esto como conocido? ¿No os parece que tiene total actualidad? Después de años y años pasando Dios por nuestra vida, seguimos tan esclavos como aquel pueblo que buscaba la liberación ¡cuánta gente esclava conocemos en el siglo XXI! Esclava del placer, del tener, del sobresalir, de ser los primeros, de buscar darse un gusto a cualquier precio… Han perdido lo más esencial: la armonía con la naturaleza y la comunión con el hermano, han perdido la dicha de sentir a Dios.

Pero Dios en su inmensa misericordia quiere liberarnos a nosotros también de tanta opresión y nos manda personas que como Juan Bautista, para que nos ayuden a salir de tanta esclavitud.
Personas que vienen a anunciarnos la Buena Noticia, esa noticia que llenará de alegría al mundo, pero que muchos rechazan ávidos de informes sensacionalistas.
La gente de hoy ha confundido lo que es la verdadera alegría, con el placer de satisfacer su necesidad del momento. La gente de hoy cree que los cristianos somos gente triste y amargada que hemos optado por el Señor porque no podíamos hacer otra cosa, pero se equivocan.
Claro que la alegría que podemos tener es frágil y quebradiza y que muchas veces hemos oído decir que: “no hay alegría completa” pero a nadie se nos pide imposibles. Es verdad que nuestra finitud siempre nos separará de ese deseo completo que tenemos de felicidad y alegría, pero el encuentro con el Señor –en esa humilde Cueva- nos proporcionará el gozo de sentirnos salvados por el mismo Dios.
Me encantaría que todos pudiesen oír que nadie queda excluido de esa dicha, de esa alegría, de ese gran gozo que anunciará el Ángel la noche de Navidad y que lo será para todo el pueblo: tanto para ese pueblo de Israel, que tanto ansiaba la llegada del Salvador, como para todo el pueblo, ese pueblo innumerable de todos los que al trascurrir de los tiempos –donde estamos incluidos nosotros- acojamos el mensaje y nos esforcemos por vivirlo.

LA SOCIEDAD TECNOLÓGICA
Creíamos que después de tantos años, esa situación que nos parece espantosa estaría superada, pero se da la paradoja de que, en el momento actual la gente está más apesadumbrada que en otras ocasiones.
La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer pero le resulta difícil hacer llegar a las personas la alegría. Posiblemente ha olvidado donde tiene el origen y buscándola donde no está: en el confort, en el dinero, en la seguridad… solamente, encuentra tedio, aflicción y tristeza, para desgracia de tantos como solamente confían en sí mismos.
¿Será que la gente, en especial los que tienen la responsabilidad, se sienten impotentes de dominar el progreso industrial y la planificación de una sociedad más humana? ¿Será que ante ese porvenir incierto que nos espera nos echamos para atrás? ¿Será que vemos a la sociedad demasiado amenazada? ¿O se tratará más bien de sed de amor y vacío difícil de llenar?
No tenemos nada más que abrir los ojos, para contemplar sufrimientos físicos y morales: opresión de la gente, parados en la fila de Cáritas, víctimas de atracos y violaciones, personas desplazadas, hundidas despechadas… Pero quizá no sea lo peor, lo nuclear está en que los problemas se abordan con un espíritu alejado de Dios, salido de su cauce; un espíritu endurecido e indiferente que no conoce la alegría y pretende que los demás también la ignoren.
Oímos decir a los entendidos, que las cosas no mejorarán y los hechos lo demuestran; pero nosotros sabemos que el último fundamento de la alegría es el amor es Dios y que, como Dios ama, es capaz de reír. Quizá sea esta la clave de que nosotros no riamos; no reímos porque fallamos en el amor.
El amor, es la lleve que, puede abrir lo recóndito del corazón humano. Si la sociedad fuese capaz de respira amor, aparecería dentro de ella un clima de tranquilidad, de seguridad, de serenidad, que inundaría a todos sus miembros; y no es que los problemas se eludiesen, ni que los conflictos desaparecieran, simplemente es, que esas lóbregas complicaciones, se verían con realismo y esperanza y se trabajaría para que mejorasen, porque el rayo de luz siempre está allí -en el horizonte- y al respirar amor, las personas, no podríamos hacer otra cosa que sonreír y alegrarnos.
Por eso esta semana sería un buen momento, para revisar como vamos de alegría, ya que ella es el termómetro que mide nuestro amor. Os invito por tanto, a guardar un rato de silencio junto al Señor para preguntarnos:
• Cuando miro mi realidad ¿afloran en mí sentimientos de alegría?
• ¿En qué aspectos de mi vida, surge el regocijo del deber bien hecho?
• ¿Cómo acepto el que, a veces, no logre encontrar sentimientos de satisfacción, cuando hago las cosas con empeño?
Pues, sea cual sea nuestra realidad, recordemos siempre que:
Nuestra vida está llena de pequeñas alegrías,
y que en nosotros está el saber reconocerlas

Un SI a la conversión

Un SI a la conversión

Si la semana pasada se nos presentaba la actitud de despertar a lo nuevo, a lo que perdura, a lo auténtico… donde veíamos la gratuidad de la salvación plasmada en el encuentro de las dos madres, en este momento la llamada es personal. Es -para cada uno en particular- y se nos llama a colaborar en ese Plan de Salvación que Dios tiene para toda la humanidad. Porque la experiencia de salvación no se da solamente cuando Dios nos ofrece su gracia, su ternura, su fidelidad… sino cuando esta gracia se ve realizada en la vida del ser humano, lo mismo que se vio cumplida en la vida de María.
Por tanto, Jesús no es solamente aquél a quien esperamos, sino aquel que espera algo de nosotros. Aquel que a través de su precursor nos pide un cambio en profundidad; un cambio hondo de mentalidad y de corazón… nos pide: la conversión. Y la conversión implica:
• Un cambio de actitud.
• Un esfuerzo para hacer fecundas nuestras funciones: de donación y entrega.
• Y una renovación interior, que nos lleve a optar por Cristo para esperar su venida.

ESPERANDO LA SALVACIÓN
Cuando esperamos a alguien de importancia o queremos quedar bien con un invitado nos esmeramos en que todo esté en orden cuando él llegue. Si la persona que esperamos es alguien muy querido y muy íntimo, al que hace tiempo que no vemos, lo que más nos importa es tener todo hecho para que cuando llegue nos quede tiempo de estar junto a él, de escucharle, de conversar, de sentirle… En el primer caso tratamos de ofrecerle lo mejor que tenemos, en el segundo le ofrecemos lo que somos.
También existe la posibilidad que la persona a la que hemos invitado sea alguien que nos ha sacado de algún apuro o nos haya hecho un gran favor… ¡Qué prolíferos seríamos entonces con él! ¡Seguro que no escatimaríamos esfuerzos para agradecer, considerablemente, el favor prestado!
De nuevo, este año, llega a nuestra casa y a nuestra vida un invitado de excepción. Un invitado que cumple todos los requisitos:
• ¿Cómo lo recibiremos?
• ¿Acaso no es alguien importante para nosotros?
• ¿Acaso no es alguien muy querido?
• ¿Acaso no hemos recibido favores de Él?
• ¿Acaso no nos ha sacado de ningún apuro?

Sin embargo posiblemente ni siquiera nos hemos parado a pensarlo ¡hay tanto que hacer en vísperas de navidad! Es más, quizá ya tengamos pensado como vamos a celebrar la Nochebuena, lo que vamos a cenar, qué regalos vamos a ofrecer… Pero no se nos ha ocurrido mirar nuestro interior; ni siquiera hemos pensado si tenemos alguna actitud que cambiar, para que Jesús se sienta cómodo al llegar. Porque, me imagino que ¡aunque sea de pasada, habremos pensado que llegará!
Qué importante darse cuenta de que, esto no significa que haya que hacer actos aislados más o menos costosos, sino dar paso a la mentalidad de Jesús, que anuncia y vive lo que ha anunciado. Porque convertirse es ver la vida con los ojos de Cristo y eso nos exige un esfuerzo para abrir la mente, abandonar los conceptos prefabricados que tenemos y permanecer despiertos.
• Pero ¿es esta mi realidad?
• ¿De verdad vivo, lo que anuncio?

PRECURSORES DEL ADVIENTO
La segunda semana de Adviento nos presenta un personaje muy especial. Nos lo brinda la liturgia y vuelve a aparecer un año detrás de otro, es como el signo fundamental de conversión.
A su luz, nuestro camino torcido busca otra dirección; las montañas de egoísmo, individualismo, materialismo… se abajan y los valles de aislamiento, ingratitud, olvido e indiferencia van descendiendo.
Pero ha llegado un tiempo en que, este mensajero empieza a ser desconocido para la mayoría y su mensaje no llegará a demasiada gente. Hoy lo normal no es hablar de estas cosas. Y el precursor es alguien ignorado para muchos. Por lo que no os extrañará si os digo, que Jesús hoy necesita nuevos precursores para anunciar su venida y precisamente en ese grupo nos encontramos nosotros.
Sin embargo no podemos engañarnos, el grupo de “proclamadores” tienen que cumplir unos requisitos:
• Gritar lo escuchado.
• Predicar lo vivido.
Los precursores han de ser fieles a lo que proclaman, por tanto tendrán que gritar a todos, lo mismo que gritaba Juan, verdadero precursor:
– Preparad el camino al Señor.
– Enderezad las sendas por donde camináis, pues habéis cogido el camino equivocado.
– No sigáis elevando esos valles de poder que, lejos de aliviaros os aplastan.
– Descended del pódium de la fama, ese que creéis que os engrandece, pues solamente lo sencillo y austero da la felicidad.
– Haced que lo escabroso se iguale. Hay demasiada desigualdad en nuestro mundo y eso es abrumador para el ser humano.
Pero, como hacía Juan, hay que predicar con el ejemplo y tantas veces decimos lo que no hacemos, que nuestra predicación no llega a la gente.

Por eso hoy más que nunca, debamos seguir las indicaciones del Bautista. ¿Acaso os parece que no está vigente lo que Juan predicaba? Observad a ver si os suena a actualidad:
– El que tenga dos túnicas que dé una.
– El que tenga comida que haga lo mismo.
– No exijáis nada fuera de lo establecido.
– No uséis la violencia, ni hagáis extorsión a nadie.
– Y conformaos con vuestra paga.
Cómo cambiaría nuestro mundo si, durante este adviento, mucha gente tomase en cuenta este mensaje y lo pusiese en práctica:
Con la cantidad de personas que, se cruzan en nuestro camino, y ya no tiene: ni para comer, ni para vestirse, ni casi para sobrevivir…
Con los ancianos, que se encuentran solos, porque no tienen recursos para pagar a alguien que los atienda.
Con las personas maltratadas, víctimas de la violencia de los resentidos, que buscan descargar su furia en los que se hallan en inferioridad.
Con las jóvenes madres, obligadas a abortar, que se encuentran solas en esa sala donde se halla el instrumental perfecto para matar al hijo de sus entrañas.
Así podríamos seguir aumentando situaciones que nos desbordarían, pero no podemos pasar por alto la que se apunta al final: “y conformaos con vuestra paga” ¡Ay si todos nos conformásemos con nuestra paga! Posiblemente la primera consecuencia que encontraríamos sería la disminución del paro y que los bienes llegasen a todos.

Por eso, no nos cansemos se orar al Señor para que nos dé la gracia de la conversión, pues como decía S. Agustín:
Si la misericordia de Dios es infinita,
no podemos cansarnos nunca de pedir perdón.

 

Foto de DAVIDSONLUNA en Unsplash.

Nos preparamos para el adviento

Nos preparamos para el adviento

Ante nosotros aparece un nuevo Adviento. Y digo nuevo porque Dios no quiere “clones” Él es siempre novedad, siempre primicia y quiere que, fijándonos en Jesús, cada uno caminemos hacia Él, con nuestra vida, nuestra realidad y nuestra historia.

Y aquí tenemos un tiempo propicio para hacerlo. Un tiempo privilegiado de la Iglesia: El Adviento.

Este año, quiero abrir el Adviento presentando ya a María, pues –como todos sabéis- por ser el 25 aniversario -de la dedicación de la Catedral de la Almudena- la Santa Sede ha concedido un año jubilar –Año Santo Mariano- en el que será bueno acercarnos a la Madre para descubrir lo que significa tener los mismos sentimientos de Cristo que, como dice nuestro Cardenal D. Carlos Osoro, “no es ni más ni menos que no considerar el poder, la riqueza y el prestigio como los valores supremos de la vida. Pues estos no responden a la sed profunda del corazón”

CON UN CORAZÓN ESPERANZADO
En la gran pantalla del mundo observamos, como la programación completa de nuestra vida, se va emitiendo sin parar. Vidas entrelazadas, acontecimientos esperados e inesperados… todo fluyendo sin que nadie pueda detenerlo, mientras la mayoría de la gente duerme sin ser consciente de ello. No son capaces de observar que las situaciones de la vida no esperan, siguen pasando por mucho que nosotros nos hayamos adormilado.
Y, en esa gran pantalla, acogiendo cada acontecimiento del ser humano, cada resquicio de la creación: feliz o desdichado; alegre o molesto; bueno o malo… DIOS. Dios, como fuerza capaz de equilibrar los diversos aspectos de la vida, por los que cada persona tiene que pasar y que tan difícil resulta conciliar: amor, armonía, felicidad, trabajo y bienestar.

Aquí lo tenemos. Ante nosotros se presentan, dos vidas entrelazadas, acogiendo sin objeciones la acción de Dios en su existencia. Capaces de equilibrar los aspectos más inesperados e insospechados y aceptando –desde la más profunda humildad- ese plan de Dios capaz “de desconcertar a los más sabios y entendidos” en el que se delega a la mujer la misión de continuar la obra salvadora.

LAS DOS MUJERES DEL ADVIENTO
María es una mujer del Antiguo Testamento y su vida discurre, insertada en ese momento histórico.
Es una mujer de pueblo, sin cultura –pues a las mujeres no se les permitía saber- y preparada para estar sometida. Por su parte, se había ofrecido, a servir al Señor desde su virginidad, por tanto no aspiraba, como el resto de las jóvenes, a ser madre del Mesías prometido.
Cerca de ella: otra mujer. Una prima suya, de edad avanzada y estéril, muy apenada porque no podía tener hijos y, en la sociedad machista en que vivía la culpa de la esterilidad era siempre de la mujer.
Y sorprende comprobar que, los dos primeros capítulos de Lucas, estén dedicados a ellas. Sin embargo Lucas quiere plasmarlo así, porque sabe que el encuentro de esas dos mujeres, pondrá de manifiesto el comienzo de la historia de salvación.
Lucas había descubierto que, en ese encuentro, acababa de unirse: el Antiguo Testamento con el Nuevo, las palabras: “Mirad que hago nuevas todas las cosas” empezaban a cumplirse. Y en ese mismo instante, terminaba de aparecer: El Adviento.

EL ADVIENTO
El Adviento, en la forma de escribir de Lucas tenía dos constantes:
• Dos anuncios.
– Uno concedido a: Zacarías –Antiguo Testamento.
– Otro dedicado a María -Nuevo Testamento.
Como consecuencia de los dos anuncios se produce:
• Un encuentro: el de dos mujeres embarazadas.
• Y, como resultado: dos nacimientos:
– El del Precursor: Profeta del Altísimo
– El del Hacedor: Hijo del Altísimo.
De nuevo la acción de Dios, poniendo vida donde hay esterilidad: De nuevo creando, salvando y amando.
Y, en esa sociedad, donde la mujer era “algo” Dios se encarga de depositar su confianza en esas dos mujeres, irrelevantes, y por mediación de ellas enviar al Salvador y a su profeta.
Allí están las dos, dispuestas a todo, sin importarles las consecuencias que el hecho pudiese acarrearles. Lo que Dios les había pedido, no era fácil de asimilar para la gente, pero ellas –llenas de gozo- lejos de deprimirse y esconderse, irrumpen en alabanza a su Señor.
María diciendo: “¡Qué se haga como tú quieras, mi Señor!
Isabel, sin embargo, es capaz de decir: “¿De dónde que venga a visitarme la madre de mi Señor? Cuando advertí tu presencia, la criatura, que va a nacer, saltó de gozo en mi seno”

Aristóteles decía que “la esperanza es el sueño del hombre despierto” y yo creo que la liturgia de Adviento lo ha entendido de forma admirable.
Todos los ciclos de la liturgia, empiezan el Adviento señalando la grandeza de saber confiar, de tener esperanza y más, nosotros, que tenemos a la Virgen de la Esperanza en un lugar muy privilegiado de nuestro corazón.
De ahí que me parezca que, no puede ser más oportuno el tema de la esperanza, que cuando se trata de pedir al Señor por los jóvenes y ponerlos en sus manos.
Se empiezan a oír voces de que los jóvenes están despertando, de que es el momento de los jóvenes y nosotros, no podemos quedarnos de brazos cruzados en una misión tan importante. Pues si esperamos a Dios, que viene a salvarnos, ¿no sería un contrasentido que dejásemos de esperar en aquellos que lo tendrán que anunciar en el futuro? Ellos son los futuros maestros, los futuros médicos, los futuros gobernantes de la nación, los futuros sacerdotes…
Y nos cuestiona oírles decir que no creen, que son agnósticos, que lo que han visto no los convence… y vemos cada día más claro el por qué de su increencia; no les hemos dado razones sólidas para esperar. ¿Qué puede esperar una persona en paro, después de haberse esforzado para tener una buena preparación? ¿Qué puede esperar un joven que ve el deterioro de la familia, de las comunidades, de la Iglesia? Esas personas están dormidas, no ven con claridad, su visión está distorsionada y hasta que no despierten no serán capaces de ver la realidad.
De ahí la importancia de velar. De estar pendientes de ellos, de trasmitirles un testimonio creíble, de hacerles saber que, para que una vela alumbre han de juntarse dos substancias: Cera y pavesa, por eso las personas no podemos ser luz por nosotros mismos, necesitamos una segunda substancia, necesitamos a Dios.
¡Cuánto tenemos que aprender de María! Ella vive desde la libertad más plena. Ella ha dejado las esclavitudes, ella ha entrado en el mundo de Dios.

83º Marcha Familiar: Camino de las trincheras – La Jarosa

83º Marcha Familiar: Camino de las trincheras – La Jarosa

Día: 4 Noviembre 2018, Marcha Familiar

Salida 9:30.- Muro de la presa de La Jarosa (pueblo de Guadarrama)

Desnivel: 185 metros.

Distancia a recorrer 5 km. Ruta circular.

Duración: unas 3 horas

Regreso: hacia las 4 de la tarde

Material: Botas (o zapatillas de deporte), bastones, mochila, ropa de abrigo, gorra, chubasquero, crema solar, gorro, guantes, comida, agua

Cómo llegar al punto de salida (unos 48 km):

1.- Nacional A-6

2.- Salida 42 hacia Guadarrama-Alto de los Leones (o Alto del León, o Alto de Guadarrama) siguiendo la antigua carretera N-VI.

2a.- Si te pasas se coge la siguiente salida hacia Guadarrama (Escorial- Guadarrama) y en la rotonda del pueblo se empalma con el anterior itinerario.

3.- Se atraviesa todo el pueblo de Guadarrama siguiendo la calle que es la N-VI (En esa calle se puede comprar el pan en la acera de la derecha).

4.- Se deja a la derecha la carretera que va a Cercedilla y a los 300 metros se coge la primera calle a la izquierda (Avda de la Serrana –no lo pone al principio sino al final).

5.- Se tuerce a la derecha y se sigue hacia arriba por esa calle. Se pasa por debajo de la autopista y casi al final se tuerce a la derecha. Se ve ya la presa.

Allí hay aparcamiento (por si el otro está lleno). Un poco más abajo a la izquierda hay aparcamiento y más adelante junto al muro de la presa hay aparcamiento (allí la carretera gira para bordear el pantano en dirección a los chiringuitos de la Jarosa, donde ya hemos estado). Allí empieza el camino.

Itinerario.-

Seguiremos los puntos rojos. Se propone un paseo circular siguiendo el trazado marcado por la antigua vereda del agua, para llegar a una zona en la que se conservan restos de fortificaciones de la Guerra Civil que permiten tener una visión sobre una parte de este patrimonio histórico de Guadarrama poco conocido, y que ilustra de forma muy clara lo que supuso mantener la vida en este frente durante los años de guerra.

Cinco paneles informativos nos instruyendo sobre la ruta: Embalse de la Jarosa.-

Trilogía de la reforestación.- Vereda de agua.- Arañando la tierra.- La vida en el frente.-

Iremos viendo trincheras, casamatas y otros tipos de edificaciones militares que jalonan los alrededores del Embalse de La Jarosa. El paseo por el bosque nos pondrá en forma. Las vistas nos van a gustar. Son solo cinco km. aptos para niños que se inician en la marcha, con sus pequeñas subidas que piden un poco más de esfuerzo. Hay una fuente que por la época del año puede no tener agua.