por Admin-Web-QC | Dic 3, 2011 | Montañeros NZRT
Os envío la descripción de la marcha infantil de diciembre. Nuestro montañero mayor, Vicente, nos envía esta nota para que os animeis todos los que querais.
Es marcha para todos y tambien para niños. Por eso digo que los mayores que quieran andar y no se quieren quedar a comer se pueden volver a Madrid pues esta muy cerca y hay tiempo.
La idea es que vengan niños y me imagino que siempre habra algun padre que nos ayude. Los padres o alguno de los dos se pueden volver a Madrid y volver a buscarlos.
Queremos que puedan venir los niños a la montaña con sus padres desde pequeños por eso hemos puesto esta marcha muy corta pero a la vez empinada y que ellos entretenidos suben como si tal cosa. Y asi conocemos tambien la ermita de los remedios que es una maravilla y podemos tener un rato de juegos juntos (balon, columpios, carreras o lo que se nos ocurra…) Si va algun hermano mayor podian ayudar a ello.
En mayo tenemos otra marcha en plan familiar para que vengan madres, padre, abuelos menos andadoras también con preciosas vistas para ir conociendo nuestra comunidad de Madrid.
El plan es el siguiente:
16ª Marcha: Cerro de San Pedro (1425 m.) (Colmenar Viejo), 4 diciembre 2011. MARCHA INFANTIL
Salida 10:00 h. Aparcamiento de tierra de casilla peones camineros de la Ctra. 625 a Guadalix de la Sierra
Desnivel: 450 metros
Distancia a recorrer ida y vuelta: 4 km.
Regreso: hacia las 5 de la tarde
Material: Botas o deportivas, ropa de abrigo, chubasquero, gorro, guantes, comida y agua (¿prismáticos?)
Descripción: Marcha muy corta pero con algún tramo de fuerte pendiente. Las vistas no defraudan; son impresionantes. Tiempo para juegos
Cómo llegar al punto de partida.- Se toma la carretera de Colmenar- Navacerrada (M-607) desde la Plaza de Castilla. Veremos la indicación hacia Guadalix de la Sierra y la indicación hacia las FAMET (base de helicópteros del Ejército). Cogemos esa salida que esta en el km 33,300. Seguimos la carreterra local 625 hacia Guadalix de la Sierra. En el k. 2 vemos la base de FAMET, en el 2,400 la Ermita de los remedios y en el 7,400 está la casilla abandonada de los Peones Camineros con un aparcamiento de tierra a la derecha. Ahí se inicia la marcha. (El cerro de S. pedro se lleva viendo todo el camino desde Madrid y la casilla caminera se ve desde unos kilómetros antes a la subida de una cuesta). Madrid-Casilla camineros = 40 km.
Descripción: Queremos que venga el mayor número posible de niños para pasar un día juntos. También se admiten abuelas marchosas. Desde los cinco años pueden hacer la subida. Que se acostumbren a traer cada uno su mochilita con el agua y el bocata.
Es fácil la subida; saltaremos tres veces una tapia y tendremos unas vistas preciosas de la sierra y de Madrid.
Podemos tener la misa en el campo si el tiempo es bueno y si no, la podemos tener en el colegio del Recuerdo a la vuelta.
Bajaremos a comer al área recreativa que está junto a la Ermita de los Remedios, la patrona de Colmenar. Allí hay fuente y columpios. Jugaremos y visitaremos la ermita con su área arqueológica con necrópolis visigótica del siglo VI a.C. y restos romanos, los preciosos miradores a la Cuerda Larga y el recuerdo del rodaje de la película del CID.
Los padres podéis dejarnos a los niños y nosotros nos ocupamos y volver a recogerlos. Estamos buscando monitores de tiempo libre para que nos ayuden.
Montañeros: Si quisierais podéis volveros a comer a Madrid pues da tiempo. Merece la pena conocer este monte. Fácil pero emblemático.
Próxima salida: 21 de enero 2012 al Cancho Gordo (sierra de la Cabrera)
por Admin-Web-QC | Nov 28, 2011 | Rincón de Julia
ORACIÓN PARA ADVIENTO
Por Julia Merodio
Ha comenzado el Adviento. Y, algunos años, nos cuesta empezarlo más que otros.
Porque sabemos bien que, cada Adviento es: una nueva tarea, un nuevo compromiso y un nuevo esfuerzo.
Pero, a pesar de todo, queremos empezarlo con: entusiasmo, con alegría renovada, con ilusión siempre nueva.
Sabemos, que Dios viene; viene cada día y está a nuestro lado: en nuestra familia, nuestros amigos… en las cosas sencillas y en nuestra misma persona.
Pero eso no nos impide decirle: ¡Ven pronto Señor! ¡Ven, de nuevo; ven una vez más, a nuestra vida! ¡Te necesitamos!
Gracias, por este tiempo de adviento, que nos regalas.
Gracias, por darnos la oportunidad, de comenzarlo de nuevo.
Gracias, por tu nueva presencia, que nos envuelve.
Ayúdanos, a llenar este adviento de: paz, de solidaridad, de amor, de esperanza, de entusiasmo… Para decirte cada día, desde lo profundo de nuestro corazón: ¡Ven, Señor, Jesús!
ORAMOS –A DOS COROS-
Queremos preparar tu llegada, Señor.
Queremos alabarte, sentirte, recibir tu amor profundo.
Queremos glorificarte y cantar para Ti.
Queremos despertar, levantarnos, mirar hacia arriba…
Queremos despertar al que duerme.
Acompañar al que camina solo por la vida.
Al que no cuenta contigo y pasa de Ti.
Y a los que están sumidos en los sueños de la muerte.
Queremos ser vasija de barro, que Tú llenes con tu gracia.
Queremos ser, sandalia para los pies descalzos.
Cantimplora para saciar la sed del caminante.
Candela que alumbre a los que caminan en la noche.
Por eso, te necesitamos, Señor. Te necesitamos,
para que libres de obstáculos nuestro sendero.
Te necesitamos más que el agua en el desierto.
Más que el aire para respirar.
Más que el sueño para nuestro descanso.
Contigo, el camino se hará más fácil y llevadero.
Las crisis tendrán salida y las preguntas respuesta.
Contigo, nuestro corazón se llenará hasta su fondo.
Y no habrá obstáculo que no seamos capaces de superar.
TEXTO EVANGÉLICO Isaías 41, 17- 20
Yo, el Señor, os responderé. Yo, el Señor, no os abandonaré. Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros y acacias y mirtos y olivos; plantaré, juntos en la estepa: cipreses, olmos y alerces.
Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado.
PARA LA REFLEXIÓN
Un año más, aparece ante nosotros el tiempo de Adviento y nosotros nos encontramos en el umbral de la puerta esperando entrar en él.
Todavía no hemos sido capaces de darnos cuenta que el Adviento está insertado en nuestra vida como algo innato en ella.
Que Dios no viene y se va según llegue o termine el Adviento. Que Dios llega a nuestra vida hoy y vendrá mañana, lo mismo que se hizo presente ayer. Porque Dios viene, siempre viene; el problema radica en que nosotros seamos capaces de verlo y acogerlo.
Pero también hacen falta precursores que griten su llegada y todos vemos que escasean demasiado. Por eso, en este tiempo de Adviento, tendremos ante nosotros una petición permanente. Pediremos al Señor, que mande sacerdotes a tantos sitios donde nadie hablará del Adviento. Que se acuerde de suscitar vocaciones en su iglesia.
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En lo que a todos respecta, se trata de estar atentos a su venida, de ser capaces de detectar su llegada, de descubrir sus pasos caminando con los nuestros.
Lo que pasa es, que no siempre resulta fácil situarse en el umbral de la puerta y esperar a Dios.
De ahí, este tiempo de Adviento, tan significativo y predilecto, que nos ayuda a introducirnos en el silencio para escuchar sus pasos y esperar su llegada.
Es triste que solamente unos pocos seamos conscientes de ello. La sociedad actual no está preparada para entrar en el silencio y, todavía menos, para ser paciente ante la llegada de acontecimientos; por eso el Adviento pasa desapercibido sin que muchos de los que comparten con nosotros se enteren de que ha llegado. Y es que… ¡cuesta tanto esperar! ¡Cuesta tanto silenciarse!
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Nosotros sabemos que estar conectados con el Señor no es fácil. A veces, nos gustaría que nos hablase de otra manera, que se presentase de diferente forma, que nos avisase de sus llamadas y las hiciese de manera más convencional, porque hemos visto demasiadas veces que, muchos se van cansados de esperar; no han sido capaces de reconocerlo. Otros, quizá la mayoría, se van porque han pensado que esto no iba con ellos.
Fijaos en lo que os digo – dice Dios- Yo, sí sabía bien, que esto iba a pasar, por eso os he regalado un nuevo Adviento.
Quizá fuese bueno que, durante ese tiempo, os preguntaseis, vosotros, los que no os habéis marchado:
– Cuando estoy en el umbral de la puerta: ¿A qué Dios espero?
– Cuando llamo, ¿por qué Dios pregunto?
– Cuando me abre ¿lo reconozco?
– Sé que llega el tiempo de Adviento. ¿Entro en él, abierto a las sorpresas de Dios?
– ¿Me he planteado que, quizá, esté yo llamando a la puerta de un dios, que no es el Dios de Jesucristo?
– ¿O, quizá, que el Dios que me abre, no es el que me gustaría encontrar al otro lado de la puerta…?
TODOS
Señor:
Yo sé que estás en las ternuras manifestadas.
En las bondades regaladas,
En los enfados perdonados.
En los encuentros inesperados.
Sé que estás, Señor:
En las indiferencias superadas.
En los silencios acogidos.
En el reencuentro sugerente.
En las emociones compartidas.
Estás, en la calma de la oración.
En el silencio del alma.
En la paz del corazón.
En la fidelidad al compromiso adquirido.
En la unidad de sentirnos hermanos.
Y en las emociones con sabor a Dios.
PETICIONES -Espontáneas-
PADRENNUESTRO
ORACIÓN FINAL
Madre: Queremos, como tú, ser Adviento, desde nuestra realidad personal; desde el puesto donde Dios nos ha situado; desde nuestra manera de comportarnos.
Enséñanos: la forma de estar abiertos, a la voluntad de Dios; de estar siempre disponibles y de vivir de modo pleno y comprometido la realidad del mundo.
Ayúdanos a ser Adviento para los demás, desde un estilo de vida sencillo como el tuyo, basado en la espera y el compromiso.
Haz que nos esforcemos por conseguir, un crecimiento personal, que nos identifique cada día más contigo, en que de verdad haya una coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
Y que, todo esto, se traduzca en una acción de gracias, por tantos dones recibidos; porque ellos son, los que nos hacen acoger con alegría, las sorpresas de Dios.
por Admin-Web-QC | Nov 23, 2011 | Rincón de Julia
UN REY DESCONCERTANTE
Por Julia Merodio
Hemos llegado a la semana en que, la Iglesia nos presenta a Jesucristo Rey del Universo, uniendo la salida y la entrada de los dos ciclos litúrgicos.
Y es que Cristo siempre está, en lo que ya se va y en lo nuevo que viene; está en todo lo que va muriendo y en todo lo que va resucitando; en aquello que nos produce desolación y en nuestras ansias de salvación; está en lo efímero y caduco y en el despertar a la vida… y sigue siendo el mismo cuando intenta pasar por uno de tantos, como cuando lo proclamamos nuestro Señor y Rey.
LA GRANDEZA DE UN REY QUE DESCONCIERTA
Parece mentira, que haya pasado tantas veces en mi vida por esta fiesta, sin haberme percibido de lo que de verdad se enseña en ella. Y es que la Palabra que nos muestra el ciclo A es algo sorprendente e inesperado.
El Rey que nos muestra la Palabra de Dios es, cuanto menos desconcertante. Vive en medio de los suyos, en medio del mundo, en medio de la historia y sin embargo, en el evangelio observamos que no es conocido por ninguno de los que llegan a Él; ni por los que lo han atendido, ni por los que lo han desatendido.
Por otro lado, un Rey que pide de beber, de comer, que se siente enfermo, derrotado, en la cárcel… ¿qué clase de Rey puede ser? Ciertamente, muy distinto a los que nosotros conocemos.
Hoy los reyes salen en las revistas, los vemos en la televisión, en los medios de comunicación… Nos enseñan sus mansiones, su séquito, sus vasallos… y cuanto más sorprendente es su corte mayor es su relevancia.
Es más a todos nos gustaría ser amigo de los reyes, eso daría un gran prestigio a nuestra posición social; sin embargo, cuando se trata Cristo Rey, no sé si opinamos lo mismo.
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
En el antagonismo de nuestra sociedad, entre otras cosas observamos que, según va subiendo la estima por los reyes de la tierra, va descendiendo el aprecio por el Rey que hoy se nos presenta. Sin embargo:
– ¿Quiénes de los que leemos esto no sabemos, que Jesucristo es Rey?
– ¿Quiénes no estamos dispuestos a seguirle?
– ¿Quiénes le negaríamos algo, si al pedírnoslo se presentase “en las debidas condiciones”?
El problema por tanto radica en que, el Rey, al presentarse de maneras tan “desconcertante” nos hace que sin remedio pasemos de largo.
De ahí que venga a mi mente este relato del Mendigo de Tagore que todos conoceréis, pero que merece la pena recordarlo.
“Había estado pidiendo de puerta en puerta por la calle de la ciudad, cuando desde lejos apareció una carroza de oro. Era la del hijo del Rey. Pensé: ésta es la ocasión de mi vida; y me senté abriendo bien el saco, esperando que se me diera limosna sin tener que pedirla siquiera; más aún, que las riquezas llovieran hasta el suelo a mí alrededor. Pero cuál no fue mi sorpresa cuando, al llegar junto a mí, la carroza se detuvo, el hijo del Rey descendió y extendiendo su mano me dijo: « ¿Puedes darme alguna cosa?» ¡Qué gesto el de tu realeza, extender tu mano!… Confuso y dubitativo tomé del saco un grano de arroz, uno solo, el más pequeño, y se lo di. Pero qué tristeza cuando, por la tarde, rebuscando en mi saco, hallé un grano de oro, solo uno, el más pequeño. Lloré amargamente por no haber tenido el valor de dar todo“
El cuento no puede estar más cerca de nuestra realidad. Cuando se trata de darse, de esforzarse por el otro, de aceptar incluso el sufrimiento por el bien del otro… nuestra ambición nos lleva, a esa entrega mediocre que da las migajas, lo que le sobra y cuando no le queda más remedio
Así vemos, en El Mendigo de Tagore, que su problema consiste en que, el comportamiento de aquel rey lo desconcierta, no le da tiempo a reaccionar, es cogido por sorpresa.
En el evangelio, sin embargo, en el texto que se nos presenta, el problema radica en que, aquellos a los que se les pedía ayuda, no fueron capaces de conocer al Rey en el rostro de los que suplicaban.
De ahí que, quizá sea bueno que, este año, en este día tan significativo, nazca en nosotros el ansia de aprender a distinguir los múltiples rostros de nuestro Rey, los Rostros de Dios.
MOMENTO DE ORACIÓN
Creo que, el conocer los múltiples Rostros de Dios, es algo tan revelador para nosotros, que deberíamos hacerlo en oración ante el Señor. Por eso quiero pediros que nos detengamos, que nos silenciemos, que tomemos una actitud relajada… y que, desde esa paz, hagamos desfilar por nuestra mente todos esos rostros que conocemos y aquellos que, quizá sin conocerlos podemos imaginar.
Vamos a empezar mirando las caras de las personas.
¿Qué nos dicen esos rostros?
— Normalmente decimos:
Tiene cara de bueno.
“ “ malo.
“ “ ambicioso.
“ “ cobarde…
Observemos los rostros de los niños hambrientos.
De las mujeres maltratadas.
Miremos un rostro asustado, lleno de miedo, con cicatrices…
Miremos rostros de personas que no son de nuestra raza.
Personas con defectos en el rostro.
Veamos, también, personas con rostro afable, sonriente, bondadoso.
Personas: acogedoras, dulces, delicadas…
Miremos el rostro de un niño:
Sus ojos penetrantes.
Su mirada limpia.
Veamos el rostro de un anciano:
Esa cara cansada, suplicante, llena de aceptación…
¡Hay tantas caras!
Cada uno seguiremos, un rato largo, mirando caras, poniendo rostros, viendo pasar personas:
– Los rostros de las personas que viven con nosotros. Familia, comunidad, Iglesia, trabajo, actividades… y buscando en cada situación el Rostro de Dios.
En un segundo momento, vamos a hacer lo mismo, pero dejando que sean ellos los que, nos digan sus necesidades y nos comuniquen la clase de ayuda que nos reclaman.
EN BUSCA DE UN ROSTRO
Todo el que busca: camina y nosotros hemos decidido ponernos en camino en busca del Rostro de Dios.
Decididamente hemos salido al camino y con gran sorpresa, hemos encontrado a mucha gente, que como nosotros, deseaba encontrar el Rostro de Cristo.
Los había de muchos países, de distintas lenguas, de variedad de razas… Allí estábamos todos juntos, en el camino; sin conocernos, sin vernos, pero sintiéndonos cercanos; apoyándonos los unos en los otros; sabiendo que todos tenemos un mismo deseo “encontrarnos con el Rostro de Dios” y una misma súplica “Señor haz que brille tu Rostro y nos salve”
Entre tanta gente era sorprendente ver rostros cansados, desilusionados, expectantes… Eran los rostros de los pobres, los solos, los tristes… Ahí estaban caminando con los demás, aunque no se les prestaba demasiada atención ¿cómo imaginar que ellos eran el Rostro de Cristo?
Había otros rostros que, casi estorbaban; hay que reconocer que inquietaban demasiado. Eran los marginados, los despreciados, los que son “poca cosa”, los “molestos”; esos a los que despreciamos… pero que, sin saberlo, también portaban a Jesús y que, evidentemente, tampoco detectamos.
También hemos encontrado rostros perdidos, sin rumbo. Les daba igual llegar a un sitio que a otro, ellos no se sentían apreciados por nadie. Eran los que no tenían fe. Al vernos se han unido a nosotros para hacer el camino a nuestro lado. Todavía no conocían el Rostro de Jesús, por lo que les era más difícil reconocerlo; pero de lo que tampoco estoy segura es, de que nosotros fuésemos capaces de mostrárselo.
Sin embargo tengo la certeza de que bastará con que, un día, puedan ponerse delante del Señor, para que su mirada, inunde de luz sus corazones.
MOMENTO DE ORACIÓN
Es bueno que, de nuevo volvamos a la oración, para preguntarnos:
- ¿Qué Rostro de Dios suelo mostrar yo?
- ¿En qué ocasiones muestro ese falso Rostro de Dios?
- ¿Cuándo muestro el verdadero Rostro de Cristo?
Porque sería triste que, tanta gente, después de mucho buscar encontrase un Rostro distorsionado del Señor. Por eso, si hay una exigencia, para ser portador del Rostro de Dios está es: la autenticidad. ¿Soy auténtico-a?
No podemos mostrar el rostro de Dios que nos apetece, ni un rostro que guste, ni el rostro que exijan las circunstancias. Tenemos que mostrar un rostro legítimo, un rostro en el que los demás descubran el, genuino, Rostro de Dios. Por eso es necesario, que no nos cansemos de preguntarnos:
– ¿Qué rostro muestro a los que viven a mi lado?
– ¿A los que se cruzan conmigo?
– ¿A los que me ven ayudando en la Parroquia?
Al verlo ¿podrán decir, con certeza, que es el verdadero Rostro de Cristo?
Por eso, antes de terminar la oración, miremos a Cristo largamente hasta que penetre nuestro fondo, cambie nuestro corazón y su Rostro, se grabe de tal manera en el nuestro, que los que nos vean sientan en el alma su abrazo de amor.
por Admin-Web-QC | Nov 23, 2011 | Rincón de Julia
N de R: Ver “oracion para adviento“, en esta misma web, en el rincón de Julia.
Por Julia Merodio
Necesito que vengas, Señor.
Necesito que vengas a calentar este frío
mundo en el que habito.
Necesito que deshagas esa fría niebla que
nos tapa la realidad.
Porque necesito volver, al sendero que conduce, al verdadero encuentro contigo.
EL ADVIENTO COMO NOVEDAD
Lo primero que se me plantea, al ponerme un año más, a escribir sobre el Adviento es preguntarme ¿acaso puedo aportar algo nuevo a lo ya dicho? Y realmente observo que me resulta difícil.
Así, sigo mirando la palabra Adviento, una palabra que me resulta grata, apacible, gozosa… pero que, como su nombre indica se refiere a lo que ha de venir y pienso ¿cómo saber lo que vendrá? ¿Cómo conocer el futuro? Sin embargo me doy cuenta que la respuesta la hallo en la misma Palabra de Dios, el evangelio nos lo dice: ¡Estad atentos a los signos!
Paso a observar el entorno, la realidad actual, el mundo donde habito y presto atención ¿qué signos detectamos en lo que nos rodea? La verdad es que no son demasiado halagüeños. Vemos que:
– Lo de Dios ya no vende.
– Las Iglesias se vacían.
– El consumo nos taladra.
– La fama no tiene cabida en lo que nosotros hemos elegido.
– El estilo de vida que se nos marca nos aparta de la realidad…
¿Qué hacer?
Por otro lado, podemos caer en la trampa, de ver el Adviento como uno más ¡hemos vivido tantos Advientos! ¡Hemos escuchado, tantas veces, predicar sobre las mismas Palabras!
Sin embargo Jesús, llega a nosotros para decirnos: “Mirad que hago nuevas todas las cosas” ¡También vuestro Adviento!
EL ADVIENTO ES VIDA
Y vemos que, de repente las fichas del puzzle empiezan a encajar. Y lo del Adviento deja de ser algo bonito, que sólo produce ternura, para convertirse en vida, en tarea, en misión, en esperanza…
Hemos llegado a lo nuclear. Toda nuestra vida es un Adviento y en ella no cabe lo etéreo sIno lo real.
Todo está por aparecer, todo por llegar… Nada se nos va a dar hecho y la manera de hacerlo -bien o mal- tendrá una repercusión, no sólo en nuestra realidad, sino en toda la sociedad, en la creación entera.
Y es que el Adviento, como todo lo importante de la vida, “no necesita del mucho hablar, sino del sentir” de la manera en que, hemos de trabajarnos cada uno, para vivir abiertos a las sorpresas de Dios.
Porque mi Adviento y el vuestro, ha de ser único. Y lo mismo que, cada nuevo día es igual al anterior y somos nosotros los que lo hacemos diferente; lo mismo tenemos que hacer con el Adviento.
Por tanto, lo primero a tener en cuenta es que, el Adviento no es algo que se irá cuando acabe la Navidad, es algo que permanece. El Adviento es consubstancial a nuestra vida y por lo tanto permanece en ella, aunque seamos incapaces de reconocerlo. Toda nuestra vida es un Adviento y cada uno tendremos que hacer el nuestro: único, intransferible; ni mejor ni peor que el de al lado, simplemente distinto.
LOS SIGNOS DEL ADVIENTO
Uno de los gritos del adviento es la llamada a permanecer en vela, a estar atentos… y una de las primeras cosas que se nos piden es, la de prestar atención a los signos que lo determinan:
– La búsqueda.
– La preparación.
– Y la esperanza.
Es verdad que en toda persona hay un trasfondo de esperanza. Pero también es importante, dedicar un tiempo a descubrir ese mundo de deseos que hay dentro de nosotros, pues solamente lo que de verdad queremos y deseamos es lo que anhelamos con ilusión y alegría.
Por eso, nosotros, los que tenemos la gracia de vivir este adviento junto a Jesús, debemos de tomárnoslo en serio.
Tomemos conciencia de que nadie puede hacer las cosas por nosotros, y que, lo que no hagamos se quedará sin hacer. Lo esencial de la persona es intransferible; y tendremos que descubrir, que asumir, que aceptar… las responsabilidades que nos depare la vida. Ya que, solamente cada uno en particular podremos responder, de cómo las hemos hecho crecer y madurar, en favor nuestro y de los demás.
MOMENTO DE SILENCIO
Nos ponemos en presencia del Señor. Nos damos cuenta del momento tan privilegiado en el que nos encontramos. Nos detenemos para observar la grandeza del Adviento.
Para este momento de oración, podemos tomar el cántico de Zacarías, persona que también vivió su adviento personal. Él nos dejó estas bellas palabras:
“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”
Vivimos en un mundo complejo. Todos deseamos una familia mejor, una iglesia mejor… Deseamos que descienda el paro, que haya menos violencia, que no nos bajen el sueldo, que nos dejen vivir en paz… Nos quejamos de cómo esta todo, no nos fiamos de nadie, esperamos –no con demasiada esperanza- que algún día cambie, esperamos que cambien las cosas, que cambien los demás, pero sería bueno que delante de Dios tomásemos conciencia de que, si cambiásemos nosotros, todo irá un poquito mejor.
Para ello, vamos a fijarnos en el transcurso de un día cualquiera, y vamos a ir observando:
¿Qué he hecho, en este día?
¿Qué actividades han ocupado mi tiempo libre?
¿Qué sentimiento han provocado en mí?
Observemos, que expectativas nos llevaban a vivir, de esa determinada manera.
¿Buscábamos la aprobación de los demás?
¿La popularidad?
¿El éxito?
¿El quedar bien?
Al no conseguir nuestras ilusiones, nuestros deseos
¿Qué sentíamos dentro?
¿Sentíamos un vacío difícil de llenar?
¿Somos conscientes de que, una vez más, viene Jesús a llenar nuestro vacío?
¿Lo creemos de verdad?
¿Cómo pensamos prepararnos para esperarlo?
¿Nos cambiará en algo su llegada?
Sólo Dios es más fuerte que el mal. Por eso, en este momento de silencio y calma, digámosle cada uno desde lo profundo de nuestro ser: Tú conoces mis limitaciones Señor, Tú sabes lo poco que puedo, cuando solamente cuento con mis fuerzas. Por eso quiero que mi grito para este Adviento sea: Señor, ¡ven a salvarnos!
Sálvanos de:
- Las excusas que ponemos, para no llevar el mensaje a los demás
- De nuestra pereza para darnos a los hermanos.
- De nuestra sordera para escuchar tu Palabra.
- De querer quedar por encima de los demás.
- De la superficialidad con que vivimos el evangelio.
- De la insensibilidad por las cosas del Señor.
- Del egoísmo que tanto disimulamos.
- Y sobre todo, de esa rutina que trata de taparnos, la esperanza
de que, lo mejor, siempre está por aparecer.
por Admin-Web-QC | Nov 14, 2011 | Rincón de Julia
Por Julia Merodio
Ahí están. Son los carteles que anuncian el Día de la Iglesia Diocesana.
Al verlos parecen decir que, el tiempo pasa y los curas ya están pidiendo otra vez; pero bueno, es algo que se soluciona con algo de dinero y la situación queda aparcada, dejándonos tranquilos hasta el año siguiente.
¡Ah sí! ¿Y dices eso tú, que eres de los que van a misa, llevas a los niños a catequesis, celebras los sacramentos en la Iglesia y dices tener fe?
ANTE UNA REALIDAD PALPABLE
Todos hemos oído decir a personas que se declaran creyentes, que creen en Dios pero no en la Iglesia.
Más también hemos oído decir desde el seno de la Iglesia, que es:
- Una comunidad de creyentes.
- La gran familia de Dios.
- Cuerpo de Cristo.
- Sacramento de Salvación…
Y todo esto para qué ¿para qué solamente funcione un día al año? Qué pasa ¿qué el resto del año dejamos de ser Iglesia y pertenecemos a otra cosa? Realmente si lo hacemos así, los carteles de la Iglesia Diocesana dejan de tener sentido para nosotros.
Sin embargo, si la Iglesia forma parte de nuestra familia, si la consideramos nuestra casa, si pertenece a nuestra realidad… sobrarán los planteamientos para pasar a vivirla como algo nuestro. Ya no tendremos que dar unas monedas para ayudarla, porque con ella compartiremos nuestros bienes; ya no iremos a ayudar un poco, estaremos dispuestos a servir en lo que se nos necesite; ya no facilitaremos un poco de nuestro tiempo, estaremos disponibles a tiempo completo… La consideraremos como algo propio, algo de lo que somos responsables y, por lo que, esos talentos que Dios nos ha regalado, los pondremos a disposición de los demás para que trabajen a favor de ellos.
QUÉ PODEMOS DECIR DE LA IGLESIA
Todavía resonarán en vuestros oídos, las palabras de Benedicto XVI, en la Misa que celebró en Cuatro Vientos “La Iglesia no es una simple institución humana, la Iglesia está unida estrechamente a Cristo. De tal manera que el mismo Cristo se refiere a ella como “Su Iglesia”
Sin embargo, esta no suele ser una frase muy dada en nuestro vocabulario, ¿quién, al referirse a la Iglesia, es capaz de decir “Mi Iglesia”?
No sé si el problema radica en que, la Iglesia es la gran desconocida. Tampoco sé si reside en que, se habla poco de ella, pero sí sé que, hablar de la Iglesia no es fácil, la Iglesia, ¡es tanto a la vez! Que, ¿cómo expresarlo?
Yo, tengo clara conciencia de que, no soy experta en nada y que quizá sea un atrevimiento por mi parte el tocar este tema, pero os compartiré lo que guardo dentro, eso que he aprendido viviendo dentro de la Iglesia.
La Iglesia es el =Sacramento de Dios= Es la señal visible que nos orienta, nos anima, nos ayuda, nos anuncia…
En una Comunidad en marcha que peregrina hacia Dios, que crece en la fe, que da testimonio de caridad ayudando a cuantos la necesitan y que alienta nuestra esperanza, en el camino de la vida
El Vaticano II definió a la Iglesia como: “Sacramento de Salvación” El Vaticano I como: “Una ciudad levantada entre las naciones”
Por tanto, la Iglesia, nace para ser un indicativo que nos muestre:
- Quién es Dios.
- Cómo es.
- Y por donde se mueve.
La Iglesia es la señal visible del Reino, anunciada por Jesucristo. Ella no es Dios, ni es el Reino, ni es la salvación… sino una señal que grita y reproduce en su interior: El proyecto de Dios.
Sólo, los que han sido capaces de dejarse encontrar por el Señor, pueden entender con nitidez todo esto.
Lo vemos con claridad ¿por qué Pablo y Pedro y el resto de los apóstoles… hablaron de ello de manera tan eficaz? ¿Por qué tantos santos como conocemos hablaron de ello de ese modo? Porque se abandonaron al proyecto de Dios con todas sus consecuencias.
Ellos no necesitaron carteles publicitarios reclamando su ayuda, no necesitaron palabras sugerentes, ni recompensas a su donación… ellos lo dieron todo, lo entregaron todos, lo cedieron todo… por eso al final se encontraron, no sólo con la Iglesia, sino con el mismo Dios.
INSERTADOS EN LA IGLESIA
Si, como apunto unas líneas más arriba, decir Iglesia no es igual a decir Dios, empezamos a comprender que, Dios, es mucho más grande que la Iglesia. Ya que la Iglesia, es el grupo de cristianos que camina hacía Dios, lo decimos muchas veces: Somos el pueblo de Dios.
Y es verdad; pero la Iglesia, también, es enviada y tiene una misión concreta: Dejar a todos señales: de su estilo de vida, de sus palabras, de su mensaje, de su compromiso, de su acogida a los necesitados…
Por lo que deberé preguntarme:
¿Se puede contar conmigo para construir la Iglesia del futuro?
¿Cómo ayudo a su sostenimiento?
¿Qué puedo aportarle?
¿Qué papel tengo, en el servicio al Reino de Dios?
La Iglesia es tarea de todos, por lo tanto tarea mía –personalmente- y sé que todo, lo que le perturbe a ella, me afecta a mí. Porque como proyecto de Dios, la vida de la Iglesia, nos afecta a todos, De ahí que tengamos que juntarnos con los que trabajan para el bien común, para realizar nuestra labor donde se beneficie al mayor número posible de gente.
Parece que esto empieza a aclararse. Trabajar para el Reino, ayudar en la construcción del Reino, no es cuestión de servir un rato ni dar lo que nos sobra, sino hacerlo siempre y con generosidad. Porque todos sabemos, que correr un rato produce agujetas, es necesario seguir corriendo para que los músculos se fortifiquen.
No escatimemos esfuerzos a ese proceso de salvación que produce el seguimiento de Jesús. Cuando nosotros nos renovamos se renueva: la familia, la comunidad, la Iglesia, el mundo…
No nos cansemos de preguntarnos, una y otra vez:
¿Señor: qué quieres que haga?
¿Dónde quieres que trabaje?
¿Qué quieres que cambie?
¿Qué quieres que aporte?…
CUANDO CAMBIE LA IGLESIA
Hay una frase, que ya es reiterativa en el entorno: “La Iglesia tiene que cambiar y si no cambia se quedará sin gente” ¿Lo creéis de verdad?
A mi me parece que la Iglesia de hoy no necesita una nueva legislación, ni una nueva teología, ni de nuevas estructuras, ni de una nueva liturgia… Lo que la Iglesia de hoy necesita, es recibir de nuevo, la efusión de Espíritu, porque todo lo que hagamos, sin el Espíritu es como un cadáver, es un cuerpo sin alma.
Necesitamos, por tanto que:
- Alguien nos arranque el corazón de piedra y nos ponga uno de carne.
- Que Alguien nos infunda nuevo entusiasmo, nueva inspiración, nuevo vigor, nueva fuerza…
- Necesitamos perseverar en nuestra tarea sin desánimo, con frescura; con fe en el futuro y en las personas con las que trabajamos por el Reino.
- Necesitamos una nueva llamada, en el camino.
- Necesitamos encontrar personas, llenas de Espíritu, que nos presenten la salvación.
– Como Pablo.
– Como María.
– Como los Apóstoles de todos los tiempos.
Porque el Espíritu del Señor, no desciende sobre edificios, aunque se trate de la Iglesias suntuosas, desciende sobre los individuos para ungirnos como a ellos. Dios no unge a los proyectos que hagamos, por buenos que sean, sino a cada uno personalmente; los proyectos vendrán después.
El Espíritu es el alma y el corazón, de cada persona; no de las máquinas ni de los adelantos por deslumbrantes que parezcan. Es la esencia del interior, del alma. Pues todos sabéis que, Sólo Dios puede dar la fe, pero a nosotros nos corresponde, dar testimonio de ella.
MIRANDO MI INTERIOR
Comenzamos silenciándonos por dentro. Tomamos conciencia de que queremos ser Iglesia y por lo tanto seguidores de Jesús.
Tratamos de caer en la cuenta de que, el seguimiento de Jesús, no puede hacerse mecánicamente, ni mágicamente sino a nuestro paso y a nuestro ritmo; a su tiempo y a su hora y Él tiene, uno distinto, para cada uno de nosotros.
Me sitúo ante mi realidad personal.
Dedico un tiempo a observar mi camino. Ese, donde Dios ha querido ubicarme dentro de la Iglesia.
Me detengo para comprobar cuál es mi Misión en ese contexto, de mi vida, el mío propio, personal…
Observo mi tarea dentro de la comunidad, parroquia, arciprestazgo… al que pertenezco. Miro detenidamente como la realizo.
¿La hago con cariño?
¿La ofrezco con amor?
Después de un largo silencio me vuelvo a preguntar:
- ¿Ayudo a la Iglesia necesitada?
- ¿Qué significa para mí ayudar a la Iglesia?
- ¿Qué quiero decirle, al Señor, sobre este momento de gracia que me ha regalado?
- ¿Qué creo, que me diría Él a mí?
Todos tenemos unos valores que, a veces no son los de Jesús; por eso, vamos a pedirle al Señor que cambie nuestros valores por los suyos. ¡Tomémonos tiempo para ello! No tengamos prisa.
Nos detenemos, de nuevo, en nuestra realidad, para preguntarnos: ¿Y yo cómo entiendo mi vida?:
– Como vocación.
– Como tarea.
– Como misión.
Desde este planteamiento, vamos a situarnos en las necesidades que tiene la Iglesia, sobre todo en este momento de crisis tan duro para alguno de nuestros hermanos.
Después nos preguntaremos:
¿Qué puedo hacer yo para remediar esas necesidades?
¿Dónde puedo ayudar?
¿Con qué disponibilidad cuento?
¿Con qué medios?
Terminemos dando gracias, de manera espontánea, por este gran regalo que supone para nuestra vida, el pertenecer a la Iglesia de Jesucristo.
por Admin-Web-QC | Nov 5, 2011 | Montañeros NZRT
15ª Marcha: Cerro de la Carrasqueta (1649 m.): 13 noviembre 2011
Camino al embalse de La Jarosa (pueblo de Guadarrama) (unos 48 km.)
Como ir:
1.- Nacional A-6
2.- Salida 42 hacia Guadarrama- Alto de los Leones (o Alto del León, o Alto de Guadarrama) siguiendo la antigua carretera N-VI.
2a.- Si te pasas se coge la siguiente salida hacia Guadarrama (Escorial- Guadarrama) y en la rotonda del pueblo se empalma con el anterior itinerario
3.- Se atraviesa todo el pueblo de Guadarrama siguiendo la calle que es la N-VI
4.- Se deja a la derecha la carretera que va a Cercedilla y a los 300 metros se coge la primera calle a la izquierda (Avda,. de la Serrana –no lo pone al principio sino al final) y se sigue hasta el final.
5.- Se tuerce a la derecha y se sigue hacia arriba por esa calle. Se pasa por debajo de la autopista y se sigue casi hasta el final. Se ve ya la presa.
6.- Se tuerce a la derecha y pasando por debajo del muro de la presa se rodea el embalse completamente, hasta llegar a un área de merenderos. El primero no nos interesa y seguiremos hasta el último que se llama “El Cordobés”.
7.- Aparcar allí por donde se pueda. Si siguiéramos la carretera que traemos, muy cerca del quiosco está ya la barrera que corta el paso.
8.- En esa zona nos juntaremos y emprenderemos nuestra marcha a las 10 horas.
Ficha:
Salida 10:00 h..- Embalse de la Jarosa (1.107 m.)
Desnivel: 500 metros
Distancia a recorrer ida y vuelta: 6 km.
Regreso: hacia las 5 de la tarde
Material: Botas, ropa de abrigo, chubasquero, gorro, guantes, comida y agua (¿prismáticos?)
Descripción: Marcha corta pero con algún tramo de fuerte pendiente. Las vistas no defraudan; son impresionantes. Veremos el Valle de los Caídos a nuestros pies. A veces se ven venados.
Nota.- En el pueblo de Guadarrama cualquiera os informa sobre la Jarosa y allí es sencillo encontrar el quiosco. Lo más fácil es seguir el itinerario que os he dibujado en el mapa y explicado más arriba. Desde el pueblo hay otros atajos por calles para llegar a la carretera de la Jarosa.
Próxima salida: 4 de diciembre 2011. Marcha infantil al cerro de S. Pedro (Colmenar Viejo)
por Admin-Web-QC | Nov 5, 2011 | Rincón de Julia
LA ENSEÑANZA DE UN MATRIMONIO BÍBLICO
Por Julia Merodio
Sé que os va a extrañar que os ofrezca este tema. Realmente, nunca me había detenido a reflexionar sobre un Matrimonio Bíblico, aunque en mis escritos, los personajes bíblicos, fluyan con normalidad; pero eso de fijarme en un matrimonio no se me había ocurrido y el que la idea hay venido a mi mente, me ha parecido sugerente.
He pensado que, nada sería más oportuno para una comunidad de matrimonios que un tema como este y dado que la Iglesia celebra el día 5 de noviembre la fiesta de Zacarías e Isabel, he pensado tomarlos a ellos como referencia.
ZACARÍAS E ISABEL
Hace mucho que no os ofrecía, un tema de familia, para nuestra reflexión y la verdad es que, cuando elegí éste, no pensaba que me llevaría mucho más lejos de lo que todos conocemos sobre los personajes, sin embargo, ha resultado que, a medida que me voy sumergiendo en él, voy entrando en un pozo sin fondo de discernimiento, enseñanza y testimonio.
Ciertamente, ¡cuántas cosas nos perdemos, por este ritmo frenético de vida que nos marca la sociedad actual!
HACIENDO DEL TEXTO ACTUALIDAD
Es difícil traer a la actualidad una situación que parece totalmente caducada.
Hoy, la esterilidad, no sólo está exenta de repercusión negativa, sino que además, muchos de nuestros contemporáneos, lejos de considerar a los hijos como una bendición de Dios, los consideran como una verdadera carga de la que, demasiadas parejas, huyen para no complicarse la vida. Todos oímos con reiteración. ¿Qué pasará con mi trabajo si me quedo embarazada?
Y lo que es peor todavía, hay muchas parejas que no pueden quedarse embarazados porque no podrán ir de vacaciones, comprarse el coche de sus sueños… e, incluso, porque “no les apetece”… Consecuencias que ya empiezan a ver la luz en el momento actual.
Y ¿qué decir de lo de ser justos y caminar sin tacha en los preceptos del Señor? Hasta la forma de decirlo está obsoleta y trasnochada. Hoy ser justo es sinónimo de apocado, cobarde, acomplejado…
Sin embargo, a mí me parece que esto no puede darse por hecho y archivarlo sin más; quizá pueda enseñarnos más de lo que, a simple vista pueda parecernos.
LA ENSEÑANZA DEL TEXTO
El hilo conductor, de todo lo que se nos muestra este pasaje, es el amor. Zacarías e Isabel, han tomado la decisión de amar y no dejan que nada ni nadie los frene. Juntos aceptan su realidad, la suya propia que nada tiene que ver con la de su vecino. Y saltando por encima de los prejuicios y las contrariedades viven una historia de amor plena en entrega, respeto, fidelidad, donación… ¡gran enseñanza para los que vivimos en este tiempo tan próspero y adelantado, que nos lleva a pensar solamente en nosotros mismos sin importarnos lo más mínimo lo que les ocurre a los demás!
Pero, al mismo tiempo, no se quedan anclados en la negatividad y lo antiguo, ellos están abiertos a lo nuevo, están abiertos a la alianza, a lo que un día se prometieron ante Dios. Y esa apertura se confirma en el fruto de sus entrañas, algo inesperado e imposible para ellos, pero posible para Dios.
Ahí está viendo la luz, la grandeza de su alianza; las leyes caen derruidas, las palabras bonitas sobran, los aderezos quedan anulados… allí sólo queda lo autentico, lo grandioso, lo que sólo se puede ver y apreciar con los ojos del alma.
¿QUÉ PUEDE ENSEÑAR TODO ESTO A UNA RELACIÓN ACTUAL?
Cuando a Zacarías se le comunica que va a ser padre, no se lo cree. Él conoce bien la realidad y sabe que su mujer, no solamente es estéril, sino que, además, se le han pasado los años de concebir. Más, ante su incredulidad, nos dice el relato, que Zacarías se queda mudo.
Si nos adentramos en la realidad matrimonial, observamos que algo de eso nos pasa también a nosotros. Según va pasando el tiempo, percibimos cómo las negatividades de cada uno van apareciendo.
Al casarnos anhelamos: un hombre maravilloso, una mujer perfecta,…y, nos vamos encontrando con lo humano, lo frágil, lo perecedero… nos vamos cansando, nos vamos decepcionando, nos vamos acoplando… empezamos a vivir “dos vidas” y, antes o después, nos empiezan a entrar ganas de dejarlo todo.
Pero el Señor, lo mismo que a Zacarías nos manda mensajeros, motivaciones…. Para decirnos: esto tiene remedio hay gente que puede daros la receta y, también, como él, no nos lo creemos ¡Cómo solucionar esa costra pesada que llevamos a los hombros de soledad, decepción y aburrimiento! ¡Eso no lo solucionan ni los más expertos psicólogos matrimoniales!
Como a Zacarías, eso nos lleva a quedarnos más mudos de lo que ya estábamos. ¿Para qué dialogar si antes de que abra la boca el otro, ya sé lo que me va a decir?
Es ahora cuando aparece la enseñanza del pasaje, mostrándonos la grandeza de estar abiertos a la novedad que llega. ¡Lo bueno del otro siempre está por aparecer!
Creo que, en esto no hay que insistir más. Pues ¿quiénes, de los que lo estáis leyendo, no lo habéis comprobado ya?
Si volvemos al relato nos damos cuenta de que, las entrañas de Isabel se hicieron fértiles ¡No puede creerlo! Pero también nosotros podremos comprobar que, si trabajamos nuestra relación, nuestra vida se vuelve fértil ¡Es una admiración que surge de cuantos lo han intentado!
Los dones que teníamos guardados empiezan a fluir; la entrega, el respeto, el dialogo, la escucha… comienzan a ser realidad; notamos cómo vamos madurando en particular, a la vez que esa maduración hace crecer nuestra relación de pareja. La alegría vuelve de nuevo a nuestra vida y todo el entorno, empezando por los hijos, los padres, la familia… gozan de más felicidad.
Es por eso, por lo que os invito a trabajar vuestra relación. Para ello es importante hacer silencio y preguntarnos, cada uno personalmente, para después ponerlo en común, no sólo estas preguntas que os sugiero sino todas las que a vosotros os vayan surgiendo.
- ¿Cómo va nuestra relación en este momento?
- ¿Hay alguna tristeza que todavía esté instalada en nuestro camino?
- ¿Hemos superado los momentos de desesperanza o todavía queda alguno instalado sin piedad?
- Después, pasemos ratos recordando juntos, esos momentos en que nuestros ojos se abrieron y vimos al otro en plenitud.
- Esos momentos de encuentro en que nos abrimos por dentro y regalamos al otro esa vida que albergaba nuestro corazón.
- Traigamos al presente, esos sueños que nos han sido difíciles realizar pero que hoy se han reavivado.
MOMENTO DE ORACIÓN
No podríamos terminar sin observar qué aporta, también, todo esto a nuestra fe. De ahí que podemos ponernos en presencia de Dios para acoger en oración esta última parte.
A mí, lo primero que me sugiere todo esto es que, lo mismo que necesitamos dos pies para andar, necesitamos “lo divino y humano del amor” para que nuestra relación funcione.
Si enamorados significa amor-a-dos, del texto nos impresiona que se refiera a los dos esposos a la vez y no lo haga por separado.
Si la pareja está compuesta por dos individuos y, para más dificultad, uno masculino y otro femenino; la realidad nos dice que cada uno tendrá su espiritualidad, ya que eso es personal e intransferible, pero la grandeza radica en irla viviendo al unísono en vez de separadamente.
A nosotros –mi marido y yo- nos alerta del respeto que hemos de regalarnos, para acoger sin interferir el ritmo del otro, el paso del otro, la senda del otro… pero, sobre todo, de la nobleza de juntar los dos ritmos para caminar juntos, para rezar juntos, para realizar actividades juntos.
Es por esto, por lo que os adjunto, las preguntas de rigor, para que las vayamos interiorizando y respondiendo delante del Señor:
- ¿Interfiere en mi vida, la manera de vivir el otro su fe?
- Si es así ¿lo he dialogado con él- ella?
- ¿Me he preocupado de preguntar al otro si le gusta o no cómo vivo mi fe?
- ¿Qué responsabilidades de tipo religioso tenemos juntos?
- ¿Tenemos alguna separados?
- ¿Interfieren en nuestra relación?
- ¿Reservamos algún momento del día para orar juntos?
Aquí os dejo plasmados los sentimientos que me han ido surgiendo según desarrollaba el tema, espero que os ayuden a amar con más fuerza, a renovar vuestros ojos a la hora de miraros y a sentiros mucho más cerca el uno del otro.
por Admin-Web-QC | Oct 29, 2011 | Rincón de Julia
por Admin-Web-QC | Oct 20, 2011 | Rincón de Julia
por Admin-Web-QC | Oct 7, 2011 | Rincón de Julia
MARÍA PORTADORA DE FE
N de la R: Julia Merodio, colaboradora en esta web desde hace mas de 1 año, recibirá el premio “escritor del año Betania” el día 20 de Octubre de 2011. Felicidades Julia! Mas info en: www.betania.es
Por Julia Merodio
En este grandioso día quiero acercarme al Pilar de la Virgen, aunque se me haga un nudo en la garganta.
El Pilar es un sitio muy especial para mí. Allí he visto rezar a mis padres, he visto a mi padre, arrodillado, hacer vela ante la Virgen, porque era Caballero del Pilar, he visto a la gente llorar, emocionarse, cantar, suspirar… pero, sobre todo, he visto a la gente rezar.
Por eso, no puedo dejar de alegrarme, cada mes de octubre con esta fiesta tan significativa para mí y que he vivido tantas veces, cuando residía en Zaragoza.
UN MES EMINENTEMENTE MARIANO
Además de destacarse en octubre la fiesta del Pilar, octubre es un mes eminentemente mariano al conjugarse dos fiestas de la Virgen: la del Rosario y la del Pilar, cuya festividad –como todos sabéis se celebra el día 12. Y este gozo que produce, el acercarse a la Madre, quiero hacerlo extensivo a toda la Hispanidad y a toda la Iglesia, a la vez que pido a María una bendición muy especial para todos sus hijos.
Por eso hoy quiero empezar mi oración vistiéndome de gala, desde lo más profundo y con todo Aragón que entona jotas vibrantes y canta a la Virgen, confesar mí fe diciendo:
“Este pueblo que te adora, de tu amor,
favor implora,
y te aclama y te bendice,
abrazado a tu pilar”
ACERCARSE A LA MADRE
Para llegar a Dios hay que acercarse a la Madre. Ella lo sabía muy bien, cuando decide posarse en aquel Pilar, para ser el punto de referencia de sus hijos, su sosiego, su mediadora.
Ella quería tener un lugar de cita y encuentro donde siempre pudiésemos encontrar su presencia; y así, cuenta la tradición que, a orillas del Ebro los ángeles nos trajeron un Pilar. La Virgen podía haber buscado cualquier otra manera de hacerse presente, pero elige esta: una columna alta para invitar a todos a mirar a Dios.
Una columna firme, que refleje una fe fuerte, contra la que no pueda la desconfianza, el escepticismo, ni la increencia de nuestro tiempo. Y, encima de ese Pilar, una Virgen pequeña, humilde y hermosa. Ella está allí, en el centro de la majestuosa Basílica, esperando a sus hijos para participar de sus añoranzas, sus proyectos, sus fracasos. Ella, con su amor de Madre, comparte angustias, dolores, gozos y esperanzas de cuantos puedan llegar.
Pero al Pilar se va, sobre todo, a orar; y ¿quién mejor que la Madre para enseñarnos la manera de comunicarnos con el Señor?
VOY A VER LA VIRGEN
Si hay una expresión que me llegaba al alma era esta: Voy a ver la Virgen, o vengo de ver la Virgen.
Y es que la gente que dice esto, ha entendido que, si la Madre ha venido a visitar a sus hijos, ahora son ellos los que quieren visitarla y, tanto es así que, siempre ves personas caminando hacia El Pilar, -para eso-, para ver a la Virgen. No es necesario nada más. Con verla basta.
Cuando llegas a la Basílica, te conmueve observar la cantidad de miradas a la Virgen. Todos esos ojos clavados en Ella. Hay labios que no se mueven; estoy segura de que algunos de ellos ni siquiera saben rezar. Pero no importa ellos la miran en silencio; están seguros de que la Madre, siempre entiende lo que los hijos le quieren decir, aunque sus labios estén callados. María, conoce mejor que nadie, el mensaje de la mirada: esa mirada de arrepentimiento, de alegría, de dolor… y conoce también, lo que significa bajar los ojos por el llanto, por la enfermedad, por el dolor de un corazón herido… Y ahí sigue firme, esperando a cada hijo que la necesita.
Ve a verla donde te encuentres, La Madre es la misma bajo cualquier advocación. Si no te es fácil hacerlo busca una estampa de la Virgen. ¡Mírala! Aunque te parezca ridículo hacer eso en este mundo indiferente y frío. Eleva tu mirada a María. Os repito que Ella es: la Luz hermosa, el claro día, la que nos lleva por el camino del bien y nos ayuda a ser felices.
LA ORACIÓN DE MARÍA
María es la primera en poseer a Dios, en albergarlo en plenitud. Por eso, la oración de María rezumaba certeza, fe, confianza… De ahí que, si queremos encontrar una oración brotada de la disponibilidad de una “pobre de Dios” es la de María. Así nos lo deja plasmado en el Magnificat. En él la Madre se sitúa ante su Señor desde la libertad de un ser creyente y entregado a realizar, en todo, los designios de su Señor.
Y todos sabemos que, cuando estos ingredientes toman fuerza en una súplica, se convierten en gratuidad:”Engrandece mi alma al Señor”. Ella sabe que ha sido escuchada, ha sido elegida, ha sido sellada. En sus labios no hay engaño y su súplica ha subido hasta Dios.
Por eso, los días en los que, conmemoramos una festividad de la Virgen, deben ser invitaciones a mirar a María, a hablar con ella, a escuchar lo que nos dice, a interiorizar su deseo de que mejoremos nuestras vidas.
Ella es la Madre que nos entiende, nos ama, quiere lo mejor para nosotros, y sobre todo, es la que sabe de verdad lo que le gusta a su Hijo. Ella nos enseñará a corresponder al Don de Dios y a confiar en Él. Ella nos ayudará a tener limpio el corazón para escucharle.
Por eso, ante este derroche de gracias, llegamos a su presencia para decirle en silencio:
Madre: a Ti acudimos porque queremos llegar a Jesús de tu mano; pídele que nos de la gracia de parecernos a Ti: recibiéndolo como tú lo recibiste, siguiéndolo como tú lo seguiste y amándolo como, sólo tú, supiste amarlo.
CON FLORES PARA MARÍA
Otra cosa que impresiona el día del Pilar, es la fuerza con la que cada persona se levanta. Ese día amanecíamos con ánimo renovado: había que depositar a los pies de la Virgen ese ramo de flores que, con tanto amor habíamos comprado; y, ese otro ramo de inquietudes y certezas que albergaba nuestro corazón.
Cada flor, era un mensaje callado, que la Virgen entendía de forma especial. Cada capullo, era ese propósito de seguir madurando a sus pies. Cada paso, marcado en aquella larga fila, era un suspiro de inquietud para llegar hasta la Madre. Y una vez allí: besarla.
Venerarla en aquella columna que, beso a beso se ha ido desgastando hasta formar una oquedad en la que, casi no cabe la cara. Luego hacerle llegar esa oración callada salida del corazón, llena de fe, de súplica, gratitud, perdón esperanza, amor… pero con la seguridad de que todas llegarían al corazón de la Madre.
La Basílica del Pilar se llena de gente de tal manera, que a penas puedes moverte a ningún lado. La megafonía hace que podamos seguir la Eucaristía desde donde nos encontramos, aunque no podamos, ni siquiera, ver el altar.
De pronto un eco inunda todo el templo. A nuestros oídos llega el himno a la Virgen. La gente se emociona; los rostros se llenan de lágrimas y, en cada rincón se oye con nitidez:
“Pilar Sagrado faro esplendente, rico presente de caridad; Pilar bendito, trono de gloria, tú a la victoria nos llevarás.
Cantad, cantad, himnos de honor y de alabanza. Cantad, cantad a la Virgen del Pilar”
INUNDADOS DE GOZO
Si hay algo que, ese día no puede faltar, son los cantos y cantamos porque estamos desbordados de alegría.
Tenemos a la Madre dentro del alma. A la Madre que es morada de Dios, luz hermosa, faro esplendente que ilumina nuestros corazones y los llena de amor. Pilar sagrado, columna donde se instala la Virgen y descansa nuestra confianza en Dios.
¡Cómo lo experimentó, el Apóstol Santiago, cuando en un determinado momento de su predicación se siente cansado, sin fuerzas para seguir! Él desea pararse, detenerse, instalarse… le cuesta continuar; pero sale a su encuentro la Madre. Ella se le muestra como la columna fuerte, firme y segura en la que puede apoyarse para no desfallecer.
Hermosa lección para los que vendríamos después. Ella sigue esperándonos, en la Columna, a cada hijo que necesita sus cuidados y su cariño. Ella es el refugio de pecadores, el consuelo de los afligidos, el Sagrario que nos muestra a Dios.
Desde su Pilar nos repite, una vez más, a cada hijo: Cuando los acontecimientos de la vida te pesen demasiado, cuando las fuerzas te fallen y sólo pienses en huir… ¡Levántate! ¡Vuelve a empezar! No estás solo. Yo estoy contigo. Aquí sigo esperándote para colmar el ansia de tu corazón.
Después de escuchar esto que María nos dice, no podemos menos que caer de rodillas y llenos de agradecimiento alabar a la Madre y decirle desde lo profundo de nuestro corazón:
Bendita tú, María, que nos sigues protegiendo, nos sigues dando vida para que te cantemos; aunque no sepamos música ni tengamos un oído especial.
Bendita tú que nos esperas para que te dediquemos nuestra plegaria; aunque no seamos escritores ni poetas.
Para que te hablemos; aunque no podamos pronunciar palabra porque nos embarga la emoción.
Y bendita tú, Madre, luz hermosa, claro día, que nos vienes a visitar.
MOMENTO DE ORACIÓN
Volvemos al silencio, nos serenamos y poniéndonos cerca de la Virgen, dirigimos a ella la mirada.
¡Mirad, de nuevo a la Virgen! ¡Miradla en su Pilar! Allí está para introducirnos en el corazón de lo auténtico; ya que con su entrega, su silencio y su hágase hizo posible que dijésemos: Padre a Dios.
Allí está para mostrarnos su inmenso poder de acoplamiento, a todas las circunstancias de la vida, pasando siempre desapercibida.
¿Qué nos dice, para nuestra forma de vivir, este proceder de María?
¿Hay alguna similitud entre nuestra vida y la suya?
¿Qué quiero decirle al Señor en este día tan privilegiado?
¿Dé qué quiero darle gracias?
Por fin terminamos con esta oración a María:
Madre: No dejes nunca de protegernos.
- Ayúdanos a estar a tu lado.
- A ponernos al servicio de los demás.
- A esforzarnos para, que todas nuestras manos se unan y formen una cadena que llegue hasta los confines de la tierra.
- Porque sabemos Madre, que en la alegría y el dolor Tú nos estrecharás entre tus brazos. Y estando contigo sentiremos la dicha de vivir la paz, el gozo, la alegría, el amor,… o lo que es lo mismo: la plenitud de Dios.