15 de Junio: Acto Comunitario Fin de Curso

Como todos sabéis, el próximo 15 de Junio celebraremos nuestro Acto Comunitario de Fin de Curso con la Eucaristía en Maldonado y la posterior Cena con Espectáculo en el Hotel Alcázar. Sirva este mail para comunicaros que mañana Martes 5 de junio, y el Jueves 7 de 20:00 a 21:00 serán los últimos días en que estaremos vendiendo las entradas para dicha Cena. La venta se realizará en los locales de nuestra Comunidad en Maldonado 1a. El jueves podéis aprovechar los que vengáis a la oración que celebramos a la misma hora para, posteriormente, comprar las entradas.

También se pueden comprar las entradas mediante transferencia a la cuenta de Nazaret en Unicaja, 2103/1056/46/0030007172, indicando el nombre y número de los que asistirán a la cena y el concepto “entradas cena”. Hemos prorrogado hasta el próximo viernes 8 de junio la fecha límite para adquirirlas por este medio. Como las transferencias tardan unos días en llegar a la cuenta, os ruego que llaméis a Loreto Pombo al 659 166 600 para confirmar que la habéis realizado.

El precio de la cena es de 33€ por persona, que os agradecería llevaseis cambiado si compráis las entradas directamente en nuestros locales.

Cualquier duda que tengáis, llamad a Loreto Pombo…

Animaos y Asistid!!

23 Junio: 21 Marcha Montañeros a la Cruz del Mierlo

Subida a la Cruz del Mierlo

(por la ruta de las cabras al Collado de Valdehalcones)

21ª marcha Montañeros de Nazaret

Sábado 23 junio 2012

Salida: 9 h. Aparcamiento de la Ermita de San Isidro (El Boalo)

Desnivel: 490 metros al Collado de Valdehalcones).

Distancia a recorrer, 4 km en ruta circular (unas 4-5 horas).

Regreso: Hacia las 17 horas.

 

Material: Botas, algo de abrigo, chubasquero, gorra, crema solar, cámara fotos, agua, comida…

Cómo llegar al punto de salida (leed despacio):

El Pueblo de El Boalo (junto a Mataelpino) está a 48 km de Madrid ( 40 minutos en coche) y    la Ermita de San Isidro se encuentra a las afueras del pueblo a unos 2 km. Todos en El Boalo la conocen. Allí hay un buen aparcamiento y un área recreativa con mesas y fuente.

Salir desde la Plaza de Castilla por la Carretera de Colmenar (M-607) y desviarse en dirección a Cerceda – Navacerrada. En Cerceda  cogemos la desviación a El Boalo.

Atravesamos con cuidado el pueblo por la carretera (que es calle) y al final hay una rotanda bien clara.

Allí torcemos a la derecha y cogemos la Avd.de los Prados y a los pocos metros a la izquierda, y en cuesta, tomamos la calle Vallejuelo que continua en calle Cañada que todavía es asfaltada y pronto se convierte en pista de tierra buena. Ya se ve de frente la Pedriza y a  la izquierda la ermita. (En el pueblo todos la conocen).

Descripción de la ruta: Empieza y acaba en la ermita. Es corta pero empinada y contamos con tiempo para hacerla al ritmo del más lento. Pasamos por el risco de la Encina (que lo vemos encima de nosotros) y lo bordeamos por la derecha  donde nos empezamos a encontrar con esculturas en hojalata de cabras y lobos. Allí empieza el tramo más interesante pues el camino se convierte en una canal que treparemos ayudados por unas clavijas (lo más divertido para los niños).  Las vistas desde el Collado de Valdehalcones no las olvidaremos. Visitaremos la cruz del Mierlo o Mirlo y contaremos su emocionante historia que se remonta al siglo XIX en la época de los bandoleros escondidos en la Pedriza. Bajaremos, como podamos, por el barranco del Robledillo al punto de partida.

En caso de pérdida el móvil de Vicente es el seisdosocho 879 000 y el de J.L. Blanco seisceronueve 345 865.

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Próxima marcha: 14-15-16 de septiembre a Gredos. Saldremos el viernes 14 hacia las 4 de la tarde para ir a dormir al refugio de Gredos. El día15 subiremos a la Portilla de la Reina con posibilidad de bajar a 5 Lagunas. El día 16 saldremos del refugio para Madrid con misa en el monte. Están reservadas 20 plazas en régimen de media pensión (unos 50 €). Los presidentes llevan la lista.

Argumentario sobre la Financiación de la Iglesia

Por su interés y porque debemos estar al tanto de la actualidad, adjunto el Documento realizado por la Conferencia Episcopal sobre la Financiación de la Iglesia y el Régimen de Fiscalidad.

ARGUMENTARIO SOBRE ASUNTOS ECONÓMICOS

 

Financiación de la Iglesia y régimen de fiscalidad

 

 

¿El Estado financia a la Iglesia?

 

Para su sostenimiento, la Iglesia no recibe nada de los Presupuestos Generales del Estado. Los contribuyentes eligen libre y voluntariamente, cada año, poner la X en la Declaración de la Renta. Esto supone, aproximadamente, un 25%  del total de la financiación de la Iglesia.

El artículo 16 de la Constitución Española de 1978 establece que los poderes públicos “mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones”. Por otra parte, el Acuerdo sobre Asuntos Económicos entre la Santa Sede y el Estado Español, de enero de 1979, establece que “el Estado se compromete a colaborar con la Iglesia Católica en la consecución de su adecuado sostenimiento económico, con respeto absoluto del principio de libertad religiosa” (art II.1). Es un Tratado internacional a todos los efectos, constitucional y refrendado por las Cortes Españolas en octubre de 1979, con abrumadora mayoría en el Congreso (273 votos a favor) y ningún voto en contra en el Senado.

Cooperación y colaboración no es financiación directa, ni subvención.

¿La Iglesia ahorra al Estado?

 

Es muy difícil conocer con exactitud la cantidad que la Iglesia le ahorra al Estado. Solo en el campo educativo, donde este cálculo es mucho más sencillo, podemos afirmar que, según datos del propio Ministerio de Educación, una plaza en un centro público tiene un coste anual de 3.518 euros. En un centro concertado, esa misma plaza cuesta al erario pública únicamente 1.841 euros. Únicamente por este concepto, y tomando como base los datos de gasto público del Ministerio de Educación en 2009, la Iglesia ahorra al Estado 4.399 millones de euros.

¿No debería la Iglesia renunciar a todos sus bienes a favor de los más pobres y, de manera especial, renunciar a las inmensas riquezas que posee (museos, catedrales, etc.)?

 

“La Iglesia puede disponer de bienes para alcanzar sus propios fines”, que son: sostener al clero y a sus ministros, anunciar la Palabra de Dios, mantener el Culto, ejercitar la caridad (CDC, canon 1254)

La Iglesia es depositaria de un importante patrimonio cultural que a lo largo de los siglos han sido creados o recibidos por distintas instituciones de la Iglesia. Este patrimonio no se plantea como una riqueza en sí misma, ni supone un tesoro económico o fuente de negocio. Se ha planteado siempre como servicio a los demás, es un tesoro cultural para todos, pero en ningún caso un tesoro económicamente rentable. Más bien todo lo contrario.

¿La Iglesia solo aporta un 1% del presupuesto de Cáritas?

 

Este es un bulo que corre por internet y redes sociales. Confunden aportación de la Iglesia con la donación de la CEE y ni siquiera ese dato sería correcto a día de hoy, porque la aportación- mediante el donativo extraordinario- supone el 2% del presupuesto de Cáritas Española. Se trata de un donativo que se viene realizando en los últimos cuatro años. Los obispos, en la Plenaria de noviembre de 2008, decidieron donar a las diferentes Cáritas diocesanas el 1% del total del Fondo Común Interdiocesano, lo que supuso entonces una aportación de 1,9 millones de euros. La cantidad se ha ido incrementando anualmente hasta situarse en el 2,17%. En 2011, se han donado 5 millones de euros. Y en estos cuatro años, se ha entregado un total de 13,8 millones de euros.

Además, cuando se habla de la escasa aportación del 1% se toma como base el presupuesto presentado por Cáritas Española y no se hace referencia alguna a las Cáritas diocesanas, una verdadera red que llega a todos por medio de las Cáritas parroquiales.

Cáritas, sí; Iglesia, no

 

Se critica en la misma línea de lo anterior que el 65% de los fondos de Cáritas (Española) proceden de donaciones privadas. La gran mayoría de esos fondos provienen de instituciones y personas de la misma Iglesia. Se intenta argumentar que todo lo más que hace la Iglesia por Cáritas es “albergarla” en sus locales parroquiales.

Cáritas no solo pertenece a la Iglesia sino que es la misma Iglesia, en su estructura más fundamental que es la parroquia. Los miles de voluntarios de la Iglesia, que realizan actividades sociales, no nacen por generación espontánea. Son miembros de la Iglesia que han recibido el anuncio de la Buena Noticia y viven y alimentan su fe en la comunidad eclesial. Esa experiencia es la que da razón de ser a toda su actividad.

¿La Iglesia no paga el IBI?

Es falso. La Iglesia paga el IBI de todos los inmuebles que no estén exentos por ley.

¿La Iglesia es la única que, en algunos casos, está exenta del pago del IBI?

También es falso. Tampoco lo pagan, entre otras, las Fundaciones, las Asociaciones de utilidad pública, las federaciones deportivas, los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias evangélicas, las comunidades hebreas y musulmanes. En Madrid, por ejemplo, no pagan el IBI: el museo del Prado, la SGAE, el Hotel Ritz, el Palacio de Liria, etc.

Está regulado en la llamada Ley de mecenazgo (ley 49/2002)

¿Qué sentido tiene que “algunos” en “algunos” casos no paguen el IBI?

Se trata de una medida de incentivo fiscal con la que el Estado reconoce las actividades de interés general que realizan muchas instituciones. Es lógico que el Estado promueva e incentive –también fiscalmente- a quienes trabajan a favor del bien común.

 

 

 

¿La Iglesia no paga tasas municipales?

Sí las paga (basuras, vados de garajes, etc.). No hay ninguna exención prevista en la Ley sobre el pago de estas tasas.

La Ley le da la razón a la Iglesia, pero en este momento tan duro de crisis, ¿no podría hacer un gesto ante la sociedad y renunciar voluntariamente a la exención del IBI?

 

La Iglesia hace gestos reales y diarios en favor de los que más lo necesitan. Muchos obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos han hecho signos visibles, reduciéndose el sueldo, y otros muchos lo han hecho y no Guardar lo han dicho.

¿A la Iglesia no le afectan los recortes?

Como a todo el mundo, porque vive en el mundo, al lado de los que más sufren. Este año, por ejemplo, a pesar de seguir subiendo el número de contribuyentes que han puesto la X en su Declaración de la Renta, la recaudación ha sido menor, porque menores han sido, en general, los ingresos de los contribuyentes.

¿La Iglesia vive en un paraíso fiscal?

La Iglesia en España no dispone de un régimen fiscal privilegiado sino que se rige, en su aplicación práctica, por el mismo régimen que se aplica a otras instituciones no lucrativas del país y al resto de confesiones religiosas.

Los católicos ni tenemos ni queremos tener privilegios, pero tampoco ser discriminados.

¿Y si hubiera un cambio en la legislación fiscal?

La Iglesia estará siempre a lo que dicte la Ley. Si hubiera un cambio en la legislación fiscal, estaría a lo que dictara la norma, siempre con el límite de los beneficios previstos en los Acuerdos, que tendrán rango superior.

¿Y si tuviera que pagar impuestos de los que ahora está exenta, peligraría la misión de la Iglesia?

La Iglesia va a seguir cumpliendo su misión con los medios de que disponga. Lógicamente, si se dispusiera de menos recursos, las actividades podrían resentirse, pero como afirmamos en la Memoria de Actividades, cada euro que se invierte en la Iglesia rinde como 2,5 en el mercado. Con más o con menos, seguiremos haciendo mucho por tantos que todavía necesitan tanto.

www.conferenciaepiscopal.es

María: La esposa fiel

Por Julia Merodio

 

Comenzar diciendo que la vida de María no deja indiferente a nadie, no posee novedad alguna ¡Cuánto se ha escrito sobre ella! ¡Cuánto sabe la religiosidad popular de su grandeza! Sin embargo, el presentar a María como esposa no es tan habitual y, aunque estoy segura de que, los que podáis acceder a este artículo, lo conoceréis muy bien, os invito a que de nuevo lo repasemos juntos.

El que haya escogido esta temática para el artículo de hoy, no es para nada casual, hay dos motivos que me llevan a ello. En primer lugar, despedir el mes de Mayo, mes dedicado a María y el segundo, aportar mi granito de arena al Congreso Mundial de las Familias que se celebrará en Madrid –España- los días 25, 26 y 27 de Mayo. (www.congresomundial.es)

“Familia, ¡cuánto vales y cuanto significas…!

 

Eres tierra sagrada, espacio para la esperanza de los hombres y del propio mundo –el mundo que vamos construyendo todas las personas de la humanidad-

 

Familia, la Iglesia reclama tu mano y tu responsabilidad. La Iglesia espera mucho de ti.

Te define esperanzadoramente: lugar privilegiado para la humanización del ser humano y del mundo.

Tú, mi Señor y mi Dios, loado seas por la familia, por todos esos hombres y mujeres, que creen y se esfuerzan por todo lo que conlleva ser: FAMILIA”

María, era una mucha de corta edad cuando Dios le pide permiso para desarrollarse en su seno y convertirla en su madre. Sería la portadora de la salvación para todo el género humano, tan sólo tendría que insertarse para tal fin, en una familia como todas las nuestras. Sin embargo, aunque María era una joven de su tiempo, capacitada para tal misión:

  • No entraba en sus planes la maternidad pero, sin embargo, es elegida para ser madre.
  • No entraba en sus planes ser famosa y va a ser nuestra referencia.
  • No entraba en su mente poder educar a un hijo y educó, nada más y nada menos que: al Hijo de Dios.

La manera, de su elección, sobrepasa toda mente humana; por eso, antes de ver a María como esposa y madre, recordaremos el comienzo de su historia de amor.

María, no tenía título, ni fama, ni dinero, ni poder; pero resultó elegida. Elegida entre todas las jóvenes de todos los continentes. Elegida por unanimidad y sin ningún voto en contra.

Todavía la tierra no sabía nada, cuando el Cielo ya gozaba de la gran noticia. Será consultada, se le pedirá permiso y una criatura humana tendrá en su mano la respuesta de la salvación.

Hasta los más indiferentes sienten vértigo, al mirar de frente semejante el reto.  La inmensidad del hecho seguro que, no deja  indiferente a nadie.

Todo se había puesto en marcha. Mientras la gente de su tiempo come, trabaja, se divierte y duerme… alguien está en vela; alguien cuyo amor es: inmenso, incomparable, inestimable…

Y el emisario no se hace esperar. María estaba haciendo las labores propias de una joven de su tiempo y nada podía prever de lo que se estaba gestando.

De pronto, algo la inunda de luz y se oye una voz que pronuncia su nombre: “No temas María”

Ella, pasa del susto al asombro y no sale de la incomprensión… “Porque has hallado gracia delante de Dios” ¿Hallar gracia ella? ¿Por qué…?  Ella, que no conocía nada más que a la gente cercana, entre las que se contaban unas cuantas vecinas que coincidían al ir a la fuente.

María solamente contaba con su gran fe, su profunda esperanza y la gracia de Dios; pero, su cuerpo era de la misma carne que el nuestro, con los mismos interrogantes, las mismas dudas y los mismos riesgos. Sin embargo, no vacila al decir: “Hágase como Tú quieras, mi Señor” Tu voluntad es mi voluntad y mis planes tus planes: “De acuerdo mi Señor”

Estoy segura que al pronunciar aquellas palabras su cuerpo tembló, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Sabía que acababa de sellar un compromiso; intuía que su misión no era fácil… pero sabía muy bien de quién se había fiado y eso le bastaba.

María queda sola y en silencio. ¡Qué madurez la suya!

Todas las jóvenes del país estaban esperando ser elegidas para tan gran misión. Si hubieran sido ellas las elegidas hubieran corrido a contarlo, hubieran ido a los círculos donde se difundían entonces las noticias. Ella, no. Ella, calla. Ante una misiva de tal magnitud queda serena, en paz, sosegada… no grita, ni llora, ni salta… Ella, acepta en silencio.

María, acababa de aceptar la misión de ser madre, sin objeciones, sin réplicas, aunque sabe bien “lo que se le viene encima” No le han dado un libro de instrucciones, ni unas cláusulas de comportamiento, pero es consciente de que, se ha metido en un buen lío difícil de solucionar.

– ¿Cómo será esto? –Preguntó-

Todo es posible para Dios –le contestaron-

Pocas palabras para darle tranquilidad.

Sin embargo ella no ha puesto condiciones, no ha pedido seguridades, ni escoltas, ni doncellas, ni coches de caballos para el transporte… Sólo, con su fe al descubierto, firma un cheque en blanco. Conoce tan sólo el depositario; pero ella sabe que puede fiarse de Él: Y se fía.

María queda embarazada. El cómo había sucedido, no será fácil de creer. Tras los primeros desconciertos de, algo tan inesperado, viene la comunicación del hecho a sus padres y, por supuesto, a José con quien estaba comprometida.

La cosa era ardua y difícil. ¡Con lo fácil qué le hubiese resultado hoy quitarse el problema de encima! Abortar y punto.

Sin embargo, esto tan familiar para nuestro mundo “civilizado” entonces ni les pasaba a las jóvenes por la cabeza.

En tiempos de María la esterilidad era sinónimo de castigo divino y las jóvenes se sentían afortunadas de poner engendrar un hijo. A diferencia de nosotros, no importaba quedarse sin vacaciones ni prescindir del “cochazo” con el que pudiesen soñar, el hijo tenía el lugar que merecía sin estar supeditado a que a la joven le “apeteciese” tenerlo o no.

Entonces las dificultades se miraban de frente. De ahí que María no dude llegar hasta sus padres para comunicarles el hecho. Aunque sus padres la conocían bien y tenían total seguridad en ella, el absurdo de lo que cuenta no se hace creíble; sin embargo ellos saben intuir que, el corazón de María rebosaba certeza, mientras el suyo se llenaba de confianza.

Lo de José fue distinto. José, era un hombre como todos los demás y esto le superaría; por eso María no quiere que se entere por terceras personas y llena de valentía, abre su alma ante él para compartirle todo lo que ha ocurrido.

La inquietud de José es evidente. El hecho le sobrepasa. Sin embargo nota la veracidad de las palabras de María. Hay cosas que, por mucho que la razón no quiera entender, son acogidas por el corazón y esta era una de ellas.

Pero ¿cómo enfrentar la realidad ante la gente del pueblo? Estaba a tiempo, no se habían casado y era libre para tomar la opción que estimase más conveniente. Huiría en silencio.

Sin embargo, el amor lo puede todo. José estaba enamorado de María y María de él y, cuando se está enamorado, todo es posible. José, amaba a María sin límite, confiaba en ella sin límite y la aceptaba sin límite. Sellarían su amor y nada ni nadie podría destruirlo.

Los primeros desconciertos y dudas de José se habían desvanecido y su interior va afianzándose en amor y confianza a María, ¡Se necesita fidelidad y amor para aceptar un hecho de tal magnitud! Y, en esa adhesión a alguien que forma contigo una unidad, cree lo que ella le acaba de contar.

Los dos unidos, se preparan para afrontar con entereza lo que más dolor va a causarles. Los comentarios de la gente.

Si en nuestro tiempo hay comentarios punzantes, imaginaos entonces: “Con lo buena que parecía y mira… para que te fíes de la gente. Y él, a saber en qué estará metido, para casarse con ella…”

Palabras que, taladraban como dardos unos corazones que, nada tenían que ocultar.

Estos comentarios no parecen nuevos. Una y otra vez  se van clavando e hiriendo a personas que, lo están pasando mal porque las circunstancias les han sido adversas y su único pecado ha consistido en acoger y aceptar.

Pero, aunque parezca que no vamos a ser capaces de salir de esa situación difícil, las cosas van poniendo todo es su lugar. Y, una vez aclaradas las cosas, María y José se desposan formando una familia ejemplar.

El amor que se profesaban les facilitó mucho las cosas.  María era portadora de Dios y en su seno se había depositado el mayor tesoro de la historia; un regalo que compartiría con José. Juntos tendrían que responder de la custodia de su Hijo. El Hijo de Dios.

“Para Dios no hay imposibles” le había dicho el Ángel. Todo consistiría en mantenerse a la escucha.

Pero nada especial se oía ni se intuía. El embarazo era normal, la vida era normal y solamente su amor, su fidelidad y su confianza les hacían seguir adelante con alegría.

Las habladurías del pueblo sobre su próxima maternidad se iban calmando. Ellos, se han instalado en su casa y, aunque no sea  gran cosa, es su hogar. La normalidad va llegando cuando, de pronto,  aparece un nuevo sobresalto: Un edicto de Roma.

Inesperado golpe para la pareja. No están en condiciones de hacer un viaje tan largo. De nuevo tendrán que repetir el Sí. Las cosas vuelven a ser difíciles. Otro, diálogo profundo, antes de tomar una decisión.

José prefiere ir solo ya que María esta muy avanzada en la gestación y tiene miedo a que puedan aparecer sorpresas en el viaje. Él sabe que en el pueblo hay mujeres que atienden el parto y correrá menos riesgos. Pero ella no quiere separarse de su marido; desea que esté con ella en ese momento tan grandioso para los dos.

Deciden arriesgarse y se ponen en camino. Un camino duro e incierto. María se siente animada; José va con ella. Él es joven y fuerte, todo irá bien. Cualquier problema que surja, juntos, podrán solucionarlo.

Que importante para nuestra vida que los esposos vayan juntos por el camino. Pero ahora eso es difícil. Trabajan los dos con horarios realmente largos. Las empresas los absorben… y solamente tienen ganas de llegar a casa para descansar.

Pero en casa les espera más trabajo del que podrían suponer. Eso los irrita; ya no son capaces de hablar; por eso, más que hablar, gritan y… cerca, muy cerca,  los niños bebiendo a sorbos toda esta desavenencia.

Es un momento en el que necesitaríamos que alguien nos abriese sus brazos para acogernos, para regalarnos su fortaleza, para decirnos: No os preocupéis. Si os queréis de verdad, juntos lograréis lo que os habéis propuesto. Vuestras fuerzas unidas serán capaces de haceros seguir adelante.

Aquí tenéis ese Alguien ¡Escuchadla! ¡No lo desoigáis! Ese Alguien es: María. María de Nazaret.

María es una mujer israelita, humilde, pobre, sencilla… pero que tuvo la grandeza de saber renovar de nuevo, el Sí incondicional del primer encuentro. Ese SÍ que, día a día, sin saberlo, tiene que volver a repetir, una y otra vez.

Así es la vida humana. La tuya y la mía. Un día, lo mismo que María, decidimos compartir la vida con otra persona. Todo era bonito, esperanzador… y  decidimos formar una familia donde vivir nuestra realidad.

Todo iba bien. Incluso nuestro principio tuvo menos sobresaltos que el de ellos. Pero aparecieron los problemas, las limitaciones del otro. Era necesario renovar  nuestro , como lo hicieron ellos; pero muchos se han quedado en el camino por miedo a pronunciarlo.

La Madre siente que el parto va a llegar de un momento a otro. José no la deja ni un instante. Pregunta a uno y a otro para encontrar un sitio donde María pueda descansar. Se siente triste ante tantas negativas. Por fin le indican una cueva a las afueras que sirve para resguardar los animales. Él sabe que ese no es sitio para María. Él había soñado algo muy distinto para recibir a su hijo, pero cae la noche y no hay tiempo para más. Mañana buscará algo que se ajuste debidamente a lo que ella merece.

Llegan al sitio indicado. Es mucho peor de lo que podía imaginar. María lo tranquiliza. José trata de adecentarlo un poco. Separa a un lado los animales y hace una lumbre para estar calientes ya que el frío de la noche empezaba a dejarse notar.

Y en estas circunstancias que se escapan a nuestro entender humano, aparece ante nosotros un Bebé en el que reposa el mismo Dios.

En este momento quiero acercarme a tantas embarazadas, en todo el mundo, que no reciben atención de nadie. Quiero tener muy presente a, esa jovencita de Méjico que me escribió pidiendo ayuda y después de querer abortar tuvo la valentía de seguir adelante con su embarazo. Lo está pasando mal, lo sé y sé que cuando me escribe se me encoge el alma.

El padre del niño la ha abandonado y sus padres, aunque la acogen con muchas reservas, no le hacen la vida demasiado fácil. Está muy cerca del momento del parto y todavía no la ha podido ver un médico porque no cuenta con recursos económicos y encima es muy difícil contactar con ella porque no le dejan que se comunique con otras personas.

Ellas son, como María, personas con un corazón grande y, estoy segura, que esos hijos serán una alegría para su corazón y para el mundo.

María es el parangón de la fuerza de una mujer. Por eso pasa por todas las situaciones de la realidad femenina: es una mujer; se enamora; vive un difícil noviazgo; se convierte en  esposa y  madre; y, siendo aún muy joven, se quedará viuda.

Toda persona, en cualquier estado de su vida puede verse reflejada en María, pues ella pasó por todas las experiencias.

Pero María es la mujer fuerte. Todavía le queda mucho que pasar. De momento un Ángel, en sueños avisa a José para que salga huyendo a Egipto ya que, el mismo rey, busca al niño para matarlo.

De nuevo la incertidumbre, la precariedad, de nuevo… rumbo a lo desconocido.

José, coge al niño y a su madre y se ponen en camino”

Esta situación inesperada los va a convertir en inmigrantes.

Llegan a un país desconocido, sin hablar el mismo idioma, sin apenas herramientas para trabajar, sin conocer a nadie ¿Cómo salir adelante?

De nuevo la incertidumbre; otra vez a empezar. Ante ellos una nueva tarea a desempeñar.

Lo mismo  que María y José, nosotros también pasamos en nuestra vida muchas situaciones que nos sobrepasan. Nos toca vivir, realidades que nos incomodan; y, para distraernos, se presentan ante nosotros ambientes, acontecimientos, anuncios, personas… que tratan de no dejarnos pensar, para llevarnos a su terreno. Que importante estar alerta y fijarnos en la actuación, de María y José,  para responder a nuestra responsabilidad y nuestro compromiso de ser nosotros mismos sin dejarnos manipular.

Hemos de sentarnos juntos y tomar conciencia de todas esas cosas que nos esclavizan y de las que nos queremos liberar, ya que ellas nos están impidiendo SER, lo que en realidad queremos ser: Una Familia.

Pensaremos también que, no todas las esclavitudes que nos martirizan son conocidas. Hay muchas que ignoramos, pero que nos atan de igual manera. Dependemos:

  • De la opinión de los demás.
  • De la buena imagen.
  • Del perfecto resultado de nuestras acciones.
  • De que las cosas siempre funcionen bien.
  • Del rendimiento, del prestigio, del éxito…

Vivimos en una sociedad donde nos programan, nos fomentan la ansiedad, el tener más que los otros, el quitarnos de encima las responsabilidades. El no tener hijos, porque eso ata; el deshacernos de los padres porque complica la vida y el dejar al otro si no cumple las expectativas que teníamos de él-ella.

Hay veces, que nos resulta imposible sacar tiempo para mirarnos a nosotros mismos, para prepararnos a ser esposos, padres de familia…, para buscar y, sobre todo, para esperar.

Por eso quiero invitaros hoy, ante este Congreso Internacional de la Familia, a que os detengáis, para saborear, tantas cosas fenomenales como ocurren a vuestro alrededor; tantas cosas como vivimos sin darnos cuenta de ello: esa sonrisa, esa amistad, ese apretón de manos…

Seamos valientes. Vivamos lo que deseamos vivir. Dejemos esas ataduras que conocemos; esas que no nos atrevemos a confesar; esas que nos aprisionan y nos impiden ser nosotros mismo; esas que intentamos camuflar diciendo que es nuestra manera de ser…

Pensemos que tenemos ante nosotros una vida plena. Tomemos conciencia de la capacidad que se nos ha dado de observar, de ver, de escuchar, de sentir, de dar…  En nuestra vida sigue teniendo cabida el asombro, la sorpresa y la esperanza.  Porque existir es Esperar. Es esperar, las pequeñas cosas de la vida diaria, o las cosas grandes que a veces no llegarán. Es tener la fuerza para afrontar las situaciones que nos dejaran desilusionados y frustrados. Pero lo importante será, que hayamos sido capaces de decirnos, desde lo profundo del corazón:

Siempre esperaré en ti, porque sé que juntos encontraremos cuanto desea nuestro corazón.

Nuestro Dios es un Dios que ríe

Por Julia Merodio

Cuando la semana pasada os planteaba el tema de la alegría, quedaba claro que nuestro Dios es un Dios gozoso y entusiasta, capaz de vivir en fiesta; lo que ya no quedaba tan claro es que, ese Dios de la fiesta y el gozo fuese un Dios que ríe.

Es sorprendente comprobar que, en nuestra iconografía no aparezcan, o aparezcan muy pocas imágenes y cuadros de Jesús riendo. Es verdad que, en todas nuestras representaciones de Jesús, hemos sido capaces de plasmarlo con semblante alegre, agradable, satisfecho, acogedor… pero riendo, en raras ocasiones por no decir en ninguna. Y yo me pregunto ¿acaso Jesús no reiría en las Bodas de Caná? ¿Y en los banquetes de los que nos habla en el evangelio?

 

Ante esta realidad no es extraño que al ver a unos cristianos tan serios y parcos en expresiones de alegría, la gente piense que nos hemos olvidado de reír, o lo que es peor que lleguen a pensar que ser cristiano lleva implícito ocultar la risa.

 

Sin embargo nada más lejos de la realidad. Fue el mismo Dios el que nos creo con la sonrisa “puesta” La risa en tan consubstancial al ser humano como el llorar, o el parpadear, de ahí que Jesús no iba a ser una excepción; digo yo, que él también nacería con la sonrisa “puesta” como cualquier bebé.

Lo que pasa es que esto de la risa debe de ser cosa muy seria, tan seria que, en este momento de la historia han tenido que aparecer clases de “risoterapia” para llevar a la gente a no perder tan hermosa cualidad.

Más, es significativo que, cuando la gente no sabía nada, sobre los músculos que se movían al reír y todos sus beneficios al hacerlo, la gente riese abiertamente y con demasiada frecuencia.

Ciertamente, hasta que no aprendamos a reír no podremos comprender a nuestro risueño Padre, Dios, con el que es fácil reírse de esas propuestas, a veces, graciosas capaces de llevar a la risa a cuantos lo acompañaban en el camino.

Fijaos cómo se reirían los paisanos de Zaqueo que, al ver llegar a Jesús se sube, ridículamente, en aquel sicómoro ¡alguien tan importante como él! Y no es de extrañar que semejante situación también a Jesús le produjese risa y quizá fuese riendo como le mandase bajar de allí. Pero debía de ser algo tan cotidiano que a nadie le produjo extrañeza, ni siquiera al mismo Zaqueo, él baja con naturalidad sin que le viniese a la mente la idea de denunciar a Jesús por ridiculizarlo, cosa tan implantada en nuestros días, Zaqueo lejos de reprocharle lo que había hecho lo invita a comer, dejándose salvar por Él.

Y ¿no os parece, qué Jesús reiría después de pronunciar cada Bienaventuranza? ¡Bienaventurados los pobres…! Y Jesús sonrió. Hoy diríamos que eso no tiene ninguna gracia ¡qué lástima! Nos hemos hecho mayores y hemos dejado de sorprendernos.

Creo que, es importante situarnos en la escena. Jesús, ante aquellos rostros expectantes que lo taladraban con la mirada, quiere mandarles un resquicio de esperanza y lo hace con esas sorprendentes palabras. Es curioso que los que lo escuchaban no se sintiesen humillados, ni ridiculizados.

Quizá no hayamos sido capaces de captar las dos características que encuadran el hecho.

La primera está en comprobar que Jesús no les deja con un regusto a frustración. Jesús después de cada Bienaventuranza les ofrece una recompensa: Bienaventurados los que son tan libres, que escogen el camino de la pobreza, porque ellos serán saciados. Dios los llenará.

La segunda consiste en que, Jesús, no ofrece las Bienaventuranzas,  sentado en un trono, ni sobre la atalaya de un suntuoso castillo, con sus buenos escoltas y rodeado del séquito real; Jesús les habla a su altura y con una claridad que pueden entenderle. Jesús está allí con ellos, en el mismo lugar y Jesús viste como ellos, una simple túnica y unas sandalias similares a las suyas, de ahí que lejos de irritarles sus palabras, les consuelen y les den algo de la felicidad que no poseen. Y todos reirían y Jesús con ellos.

No hay que ver nada más que la manera que tenían de acercarse a Él. Todos le buscaban. Y es que Jesús era una persona divertida; lejos de pronunciar impresionantes sermones, les contaba parábolas amenas, tan entretenidas que nadie tenía prisa por irse.

Nos lo cuenta el mismo evangelista. Dice que se les hace tan tarde, que el mismo Jesús, apiadándose de ellos les da de comer y lo hace tan abundantemente que, Jesús al verlos saciados, se siente dichoso y riendo da gracias al Padre por su derroche de bondad.

Los que vivían a su lado debieron de aprenderlo muy bien. ¿Alguien se imagina a Pedro y a Juan dando la mano al paralítico, al que estaban curando, con un rostro amargado? ¿Acaso Pedro y los demás apóstoles, al dar testimonio de Jesús pondrían cara de resignación y amargura? ¡Cómo se graba en el corazón la sonrisa de un rostro! Por eso la sonrisa de Jesús se había grabado en la cara de sus discípulos.

Pero claro después de insistir tanto sobre la risa de Jesús, es posible que alguno podamos preguntaros y ¿cómo sería la risa de Jesús?

La risa de Jesús creo que sería preciosa y natural. Yo me la imagino  como la de esa madre que, con un poco de carne picada y un puñado de arroz, es capaz de hacer comida para todos sus hijos y nietos que se encuentran en paro y al verlos tan dichoso sentados a la mesa y saciando su hambre, aunque su corazón llore, su cara muestra una amplia sonrisa, muy similar a la sonrisa de Dios.

Sería también, como la de ese padre que con una escasa pensión ha acogido en su cada a la familia de sus hijos, a los que les han quitado el piso, para que tengan un techo donde cobijarse y una sopita caliente.

La sonrisa de Dios sería como la de esas personas de cáritas que, cada día preparan comida y bocadillos para cuantos van llegando.

Y como la de aquel misionero, que ha cambiado su bienestar, por la más absoluta precariedad para que niños y mayores puedan sonreír.

Me la imagino, también, como la de ese sacerdote que, sin ninguna comodidad, está en aquel pueblo perdido y atiende a los ancianos y enfermos de la zona.

La sonrisa de Dios sería como la de esos jóvenes que acompañan a niños con problemas y son capaces de hacer que la sonrisa llegue a su cara.

O como la de esos ancianos que ahora cuidan de sus nietos porque sus hijos tienen un horario estresante y unos sueldos muy bajos y los divierten contándoles cada día las mismas aventuras.

O esas monjitas de clausura que sonríen mirando la Custodia, a la vez que su boca se llena de risas al pedir por todo y por todos; porque ellas saben mejor que nadie, que ese al que se lo piden lo puede todo y que pase lo que pase, vela por sus hijos.

Y Jesús sigue riendo cuando descubre a esas personas que saben que, para ser feliz no hace falta tener cosas inservibles, ni almacenar lo que nunca se va a utilizar, porque la risa brota, simplemente, cuando se tiene un corazón sencillo capaz de abrirse para albergar una débil y frágil semilla, capaz de  hacer germinar y fructificar todas las bondades y generosidades que Dios va poniendo en él, porque sabe que los demás al comprobarlo y compartirlo reirán de gozo y de paz.

Por eso me atrevería a pediros que vayamos por la vida con la sonrisa puesta, regalándola a cuantos se crucen en nuestro camino, pues creo que no podemos imaginar, lo que le debe de gustar a Dios ver la sonrisa en un rostro.

La Alegría: Signo evidente de Resurrección

LA ALEGRÍA: Signo evidente de Resurrección

Por Julia Merodio

 

Los que de verdad, queremos vivir este tiempo de Pascua, en el que estamos inmersos, todo nos incita a la alegría, al gozo, a la alabanza, a la acción de gracias…

Sin embargo, cuando salimos a la calle, cuando nos insertamos en la vida, esta alegría se difumina haciéndonos topar con rostros tristes, expectantes, interrogantes, apenados… Personas incapaces de entrar en la fiesta, en la celebración y en la dicha.

Nuestra sociedad no está pasando su mejor momento. La crisis, el paro, el malestar general, el descontento en todos los ámbitos… salta a la vista y no hay día que no nos levantemos con un sobresalto mayor que el anterior, hecho que nos impide encontrar esos signos de Resurrección que tanto ansiamos.

Sin embargo, nosotros sabemos bien, que Dios nos creo para ser felices. Es más si nos adentramos en el evangelio de Jesucristo, encontramos en él, ese hilo conductor que es la alegría y el gozo, cualidades que nos hacen afianzar nuestro criterio de que, algo de fondo está fallando en nuestra realidad, llevándonos a vivir esta discrepancia continua entre lo que nos gustaría hacer y lo que hacemos; entre lo que nos gustaría ser y lo que somos.

Más, la vida de Dios, al contrario de lo que la gente cree, lejos de sacarnos del mundo nos inserta en él; lejos de alejarnos de los desfavorecidos, nos acerca a ellos; lejos de rechazar a los molestos, nos invita a acogerles y ayudarles.

 

El que, el evangelio nos presente la alegría y el gozo, no es óbice para ocultar la realidad de la existencia con toda su crudeza; al contrario de lo que muchos piensan, el Evangelio nos brinda la realidad sin reservas, sin distorsionarla… pero con la grandeza de ver, hasta en los hechos más dolorosos un resurgir de resurrección que nos lleva a la dicha.

No podemos tenerlo más cercano. Acabamos de pasar la Semana Santa, nadie puede negar el dolor que despliegan los acontecimientos que hemos contemplado:

  • Un inocente condenado a  muerte.
  • Unos seguidores incondicionales, que no dudan en huir cuando las cosas se ponen mal.
  • Unos amigos capaces de abandonarle, negarle, traicionarle.
  • Unos poderes públicos y religiosos haciendo los “chanchullos” en la noche para no ser vistos, saltando las normas, mintiendo sin piedad y falsificando los hechos, para seguir apoltronados en ese poder que los tenía atrapados

¡Cómo respiran al ver que se habían salido con la suya! ¡Qué orgullosos se sienten de haber conseguido humillar al mismo Dios!

Sin embargo era, ese mismo Dios libertador, el que estaba esperándolos para darles la gran lección, para invitarlos al cambio, para decirles que por muy oscura que sea la hora más álgida de la noche, siempre será sacudida por el amanecer.

Gran enseñanza para este mundo singular en el que, la alegría y el gozo, no proliferaban demasiado. Pero esto no es nada nuevo, lo mismo pasaba en aquel momento en el que Jesús resucitó.

Los pobres eran tan pobres que les resultaba imposible alegrarse y los ricos eran tan ricos que lejos de estar alegres se sentían asqueados de tanta orgía y despilfarro. De entrada parece que Jesús tampoco tuvo las cosas demasiado fáciles, acabamos de plasmar por todo lo que tuvo que pasar.

Al ver esta realidad la gente cree, que los cristianos vivimos una vida de privaciones y dolor, que somos personas tristes y mortificadas, que tenemos que pasarnos la vida cumpliendo normas que no nos gustan… Nada más lejos de la realidad, lo que Dios quiere es que sus hijos estén siempre gozosos. El gozo, lo encontramos en todo lo que suena a Dios. Lo mismo lo veremos plasmado entre los frutos del Espíritu Santo, que en su llegada al mundo en la más extensa miseria; pero todos hemos constatado que, en su nacimiento los que lo veían se llenaba de gozo.

Sin embargo, advertimos con tristeza, que esta realidad, muchos la rechazan abiertamente, no quieren esforzarse por vivir desde la alegría, la verdad y la libertad, no quieren acoger las demandas de los demás, no quieren compartir con ellos, ofrecerles sus dones, no quieren vivir como resucitados… y, ahí está el resultado:

  • Un mundo que ríe, pero que no está alegre.
  • Un mundo que disfruta a tope, pero no encuentra el gozo.
  • Un mundo que se mueve sin parar, pero no es libre.
  • Un mundo que hace obras de arte admirables, pero no tiene tiempo para regocijarse con ellas…

Por eso nosotros, queremos vivir de otra manera. Nosotros hemos comprobado que, cuando dejamos de hacerlo así, cuando no nos dejamos llevar por lo efímero, se produce el milagro.

Somos capaces de mirar a nuestra familia, a nuestros compañeros de trabajo, a nuestro grupo, a nuestra comunidad… con ojos nuevos, con mirada resucitada.

Somos capaces de dejar que esa vida de resucitado nos inunde, que entre dentro de nuestra casa, de nuestra actividad… hemos sido capaces de abrirle la puerta, de quitar obstáculos, de acogerla en lo profundo de nuestro  ser.

Por eso la resurrección ha llegado y el gozo la preside. Porque, la resurrección, no es algo inalcanzable, es algo que ha llegado ya… que sigue llegando, que nos llega hoy –precisamente hoy-

  • La palabra de consuelo más importante, la podemos pronunciar hoy.
  • La sonrisa más sincera, la podemos regalar hoy.
  • El compartir más desinteresado, lo podemos realizar hoy.
  • El abrazo más cálido, lo podemos conceder hoy.
  • Porque, también la Resurrección entra en cada una de nuestras vidas, para llenarlas de una profunda alegría, HOY.

Dejémonos alcanzar por el Resucitado, dejemos esa vida rutinaria y opaca que nos envuelve, dejemos el cansancio, la apatía, el tedio… Dejemos que Jesús Resucitado nos repita de nuevo ¡¡Alegraos!!

No lo hagamos como meros espectadores, desde la distancia, acojámoslo como la mejor noticia que pudiera llegar hasta nosotros, como si nos llegase una brisa suave que refrescase nuestro rostro, como si el agua fresca bañase nuestro ser, como si la luz de la mañana hiciera resplandecer nuestra existencia.

¡¡Alegraos!!! ¡Puede haber noticia mejor! ¡Puede haber regocijo más hermoso! A nosotros, solamente nos corresponde, acoger o rechazar esta alegría, desde nuestra libertad de hijos muy queridos por nuestro Padre: Dios.

La Fé: ¿Algo pasado de moda?

LA FE: ¿ALGO PASADO DE MODA?

Por Julia Merodio

 

En este mundo estresado y estresante en el que nos movemos, en el que las noticias se suceden a un ritmo trepidante y nos envuelven de manera inevitable, la gente ya no tiene tiempo de volver atrás, lo pasado no le seduce y mucho menos si ese pasado puede cuestionar su vida lo más mínimo.

Desde esta perspectiva observo que, cada vez hay menos gente que se acerque a la Palabra de Dios; la Biblia ya no atrae y si encuentras ofertas relacionadas con ella, suelen ser de autores que la distorsionan a gusto del consumidor, con el fin de vender más libros.

Tampoco se encuentran profetas valientes capaces de hacer llegar su voz a cuantos están inmersos en esta equivocación, cada uno va a lo suyo tratando de quedar bien con todos, colgando la etiqueta de “tolerancia”

Y yo me pregunto, si Jesús volviera de nuevo a convivir con nosotros ¿qué nos diría?

 

Es triste observar que cuando hablamos de lo auténtico solamos hacerlo  en pasado o condicional, pocas veces en presente. No nos damos cuenta de que esto es un error, que la vida de dentro no es algo del pasado, porque entre otras cosas no pasa, permanece.

 

Jesús no tiene que volver. Jesús no es un mago que aparece y desaparece –como creen muchos- Jesús permanece está aquí. Está en cada uno indiscriminadamente,  aunque no seamos capaces de reconocerlo, para darnos vida, para ayudarnos en el camino, para fortalecernos, para alentarnos… Lo que pasa es que, con la luz de nuestro corazón apagada, nos resulta difícil verlo.

Pero, es hoy, precisamente hoy, cuando Jesús vuelve a mostrarnos sus llagas, esas llagas todavía abiertas por el dolor y la indiferencia de la humanidad. Esas llagas que delatan nuestra irresponsabilidad, nuestra equivocación, nuestra indiferencia… Más ¿acaso hay alguien a quién le guste mirar unas llagas? Los que vivimos en la actualidad no queremos ver esas cosas. Huimos de los molestos, de los que muestran dolor, de los fastidiosos…  y más, si ellos nos hacen ver nuestra forma equivocada de vivir.

Sí, sí, ya sé que esto requiere echar mano de la Fe. Sé que, ciertamente en este momento de la historia, esa Fe no vende; que la confianza se ha perdido y que muchos quieren hacernos ver que estas generosidades han pasado de moda ¿será verdad?

Si echamos un vistazo a la situación que vivimos nos damos cuenta de que, los que nos decimos cristianos, los que pretendemos vivir desde la fe, no siempre somos capaces de hacerlo responsablemente; es más, hay demasiada gente que todavía lleva puesto el traje de la primera comunión, no ha sido capaz de progresar, se ha quedado estancada, reduciendo su fe a unas simples fórmulas caducadas, que muchos aprovechan para ridiculizar un Don tan grandioso y preciado como es el Don de la Fe.

Y no es extraño, muchos piensa que la fe es algo que se puede vivir separada de la vida, como si fuese algo que acoplamos a los acontecimientos; de ahí que, a Dios lo identificamos fuera de la tierra, arriba en el cielo, lo suficientemente lejos para que no nos cuestione.

Hemos olvidado que la fe es “un acto personal: es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela” y esto no lo digo yo, lo dice el catecismo de la Iglesia católica.

La Fe es creer que: Dios está en la vida de cada ser humano, no pasivamente sino activamente. La Fe es saber que a Dios le preocupan nuestros problemas, pero no solamente los que se salen de la normalidad, sino los problemas cotidianos, los de cada día.

La dificultad radica en que la Fe no se puede estudiar, ni hace falta tener una clase concreta de religiosidad para poseerla. La Fe se alimenta de las experiencias y vivencias de otros, cuando se saben contrastar con humildad.

Por eso en todo el proceso de la Resurrección en el cual estamos inmersos, los discípulos dan fe de lo que han visto y oído; no de algo etéreo, sino de algo real.

 

Sin embargo, todo esto que podríamos hacer con facilidad, se complica al tener que realizarlo en un mundo donde nos conciencian, insistentemente de que:

  • La religión es un “comecocos”,  un terreno donde se refugian las beatas y las personas inseguras que, no encuentran un sitio en esta sociedad culta y próspera.
  • La fe es algo anticuado, que no necesitamos los que tenemos: toda la clase de seguros a todo riesgo, para cualquier imprevisto que se pueda presentar.
  • Además, la gente te dice: yo tengo mi fe, mis creencias, mi Virgen, mi Dios… ¡Ah sí! ¿Acaso conocéis distintos tipos de fe, distintas Vírgenes, distintos Dioses…? ¡Esto si que es progreso!
  • Sin contar a los más listos que nos dicen: lo tenemos claro, Dios no existe, si no ¿por qué permite el mal en el mundo?

Esto mismo preguntaron cierto día una elocuente persona a  ALBERT  EINSTEIN y esto es, lo que él contestó: El mal no existe, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia del bien… El mal es una definición que la persona se ha inventado para describir la ausencia de Dios.

Aquí lo tenemos. Ante una pregunta que nos deja sin habla, llega Jesús y nos responde, enseñándonos sus manos y sus pies llagados, diciéndonos: Mirad, aquí tenéis los males del mundo, esos que os parece imposibles de resolver y que han sido sanados con mis heridas.

Ha llegado la gran novedad de Dios, un Dios que se nos comunica y se nos da. Un Dios que nos conforta en nuestra vida, un Dios que se nos regala como Palabra y como Alimento…

No dejemos de asimilar su mensaje, no dejemos de alimentar ese proceso de crecimiento en la Fe… Hagamos todo lo posible para que, esa Fe en Dios, eche raíces profundas en nuestra vida y en nuestra historia.

Orar la semana Santa con los Salmos

ORAR LA SEMANA SANTA CON LOS SALMOS

 

Por Julia Merodio

Al ponerme a preparar una temática, que pudiese brindaros un guión de oración para la Semana Grande, me he dado cuenta de que nunca os he ofrecido una oración con los Salmos para estos días y, precisamente en esos días santos, vemos por medio del relato de la Pasión, que la boca de Jesús recitó salmos en cada uno de esos momentos aciagos por los que iba pasando.

De ahí que este sea el esquema de oración que os ofrezco, para que por medio de él, estemos todos unidos en oración y adoración ante el Señor.

DOMINGO DE RAMOS.- Salmo 50

Ha llegado la hora. Jesús lo sabe mejor que nadie, por eso llama a los suyos para que se pongan en camino. Tienen que subir a Jerusalén. Muchos los siguen por las grandes maravillas que le vieron hacer, en especial por la última “La resurrección de Lázaro”.

Los apóstoles intuyen, por el gesto serio del Maestro, que las cosas no van bien y andan remisos. Pero Jesús sabe cual es la misión que ha de cumplir y nadie lo detendrá, llegará hasta el final; y cuando llegue revelará que el Dios entregado en la Cruz es el que da a todos la vida.

Sin nadie esperarlo al acercarse a Jerusalén Jesús decide entrar triunfalmente.

Esta es la única vez en todo el evangelio, que Jesús se deja proclamar Rey: en su “entrada triunfal en Jerusalén”.

Mas admira ver a ese Rey mandando a los suyos a buscar un pobre pollino ¿qué clase de rey es este?

Sin embargo parece que a la gente le gusta porque salen a su encuentro de todos los rincones para vitorearlo, aclamarlo: ¡Hosanna el Hijo de David!

Le ponen sus mantos de alfombra para que pase. Debe de ser gente humilde esta que lo aclama. Deben de ser los que lo vieron curar, multiplicar los panes, hacer milagros, hablar en el monte…. Los grandes, los acostumbrados a Herodes con sus soldados me imagino que se quedarían en sus casas.

Por eso sus seguidores son los pobres y los niños; porque, solamente ellos son capaces de alegrarse con las sorpresas, son capaces de maravillarse con sus signos, son capaces de ver que el sello de su coronación es el gozo y la paz.

EN ACTITUD ORANTE. Contempla a Jesús, percibe su intimidad, escucha lo que te dice, déjate contagiar por sus sentimientos…

Síguelo en silencio. Pídele que te dé fuerza para acompañarlo, no sólo en el triunfo, sino también en su pasión. Dale gracias por haberte permitido vivir esta cercanía con Él.

Pregúntale, también, por su Madre. Acompáñala en estos días tan dolorosos y difíciles para ella.

Pídele que te ayude a pasar junto a ellos las dificultades de tu vida y dile que te contagie de su fe para llegar a la resurrección.

Está claro que Jesús es un rey de misericordia, un Dios de bondad, por eso le vamos a decir:

Misericordia, Dios mío por tu bondad,

por tu inmensa compasión,

lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

 

Devuélveme la gracia de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso.

Enseñaré a los malvados tus caminos,

los pecadores volverán a ti.

 

PARA LA ORACIÓN

Señor, en Ti ponemos nuestro barro y nuestro amor,

porque reconocemos, que tu inmensa ternura

puede limpiar nuestro pecado.

Ante Ti, reconocemos nuestra condición de pecadores, nuestro egoísmo, nuestro juego sucio…

Pero conocemos tu amor sin límites y tu ternura de Padre.

Por eso, nos ponemos ante Ti para decirte: Señor: hemos pecado y nos sentimos avergonzados por el mal que hemos hecho.

Devuélvenos la alegría de la salvación; no tengas en cuenta nuestros fallos y líbranos de volver a caer en la red de la tiniebla.

Crea en nosotros un corazón puro y renuévanos por dentro con espíritu firme.

 

JUEVES SANTO.- Salmo 115

Es Jueves Santo. Y hoy, lo mismo que en el primer jueves Santo de la Historia, la unidad, la fraternidad y la comunión entre todos los seres humanos es la gran preocupación de Jesús, ya que Él quiere que sean el signo de los suyos.

Jesús quiere que, estas actitudes sean el reflejo que los caracterice ya que, ellas son la señal del cristiano el modo de proceder de un apóstol.

Dios, misterio de amor, unidad en tres personas, que viven dándose, amando y comunicándose con cada ser humano.

Y lo que es más sorprendente. Todo esto realizándose en un mundo lleno de imperfecciones.

Jesús quiere que todos seamos uno, sin elección de personas, sin separar a nadie. Él no elige a los libres de pecado sino a cada ser de un mundo traidor al que ha venido a redimir.

Aquí está el amor de Dios llegado al límite. El amor de Dios que pide al Padre la unidad, a pesar de estar palpando la existencia de la incomprensión, la traición, la hostilidad y el rechazo.

Unos seres así de mediocres son los que ama Jesús, por unas personas así es por las que está dispuesto a cargar con la Cruz.

 

EN ACTITUD ORANTE

En Esta noche santa, Jesús reza, suplica, pide…por nosotros, como lo hizo en el sermón de la Cena que Juan nos narra.

Ante estos hechos deberíamos estremecernos, caer de rodillas y decirle al Señor:

  • Aquí estoy, Señor, para que me prestes tus ojos cuando trate de mirar al mundo.
  • Aquí estoy para que me des fuerza para creer.
  • Aquí estoy para dejarme lavar los pies por Ti.
  • Aquí estoy dispuesto a vivir en unidad y fraternidad con todos los hombres.
  • Y sobre todo, aquí estoy, para decirte, balbuceando y temblando, que quiero comprometerme contigo hasta el final.

 

Queremos vivir en unidad

Esta noche queremos sentirnos más hermanos que nunca, Señor. Esta noche queremos vivir apiñados, como un racimo que deja escapar su néctar para que lo saboreen los que van llegando. Esta noche queremos sentir lo grande que es vivir en comunidad.

Una comunidad donde todos trabajemos por los demás, donde todos seamos piedras vivas que sostengamos el trozo que tenemos encomendado, donde seamos pan partido para que llegue a todos.

Tú quieres, Jesús, que todos seamos uno. Que nos sentemos alrededor de tu mesa para escuchar tu palabra y repartir tu pan. Tú quieres que nos marque la fuerza de tu Espíritu de amor. Tú quieres ser para nosotros el Centro y la Fuerza de nuestras vidas.

Tú nos dijiste, Señor, que nadie tiene amor más fuerte que el que da la vida por el amigo; danos la gracia de buscar fecundidad en nuestra relación familiar, nuestra relación con los amigos, con la comunidad; y sobre todo ayúdanos a saber morir contigo, cada día un poco; sabiendo que, cuando el grano de trigo muere, es cuando desprende fecundidad.

Por eso queremos repetirte:

El cáliz que bendecimos

es la comunión de la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señor el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.

 

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.

Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava,

rompiste mis cadenas.

 

PARA LA ORACIÓN

Estoy contigo, Señor esta noche,

porque tu amor da sentido a mi alma.

Estoy contigo, porque eres

mi salvación y mi esperanza.

Tú eres Señor: compasivo y justo,

guardas a los humildes, levantas al abatido

y salvas la vida de los que se encuentran en peligro.

Por eso, aquí me tienes esta noche, Señor.

Porque quiero ser fiel a la voz de tu llamada,

porque quiero ser seguidor de tu proyecto,

porque quiero romper las cadenas que me aprisionan

y seguirte con fidelidad hasta el final.

 

VIERNES SANTO.- Salmo 30

Jesús camina ya hacia la cruz. Ha pasado una larga noche en la que ha sufrido toda la clase de torturas y los salmos salen cada vez, con mayor dificultad, por la boca de este crucificado a punto de morir.

Por eso hoy es un día de Recogimiento ante la Cruz. La Iglesia, siempre unida a su Señor, lo ha entendido muy bien. Ni hoy ni mañana se celebrarán sacramentos. El altar va a estar completamente desnudo salvo en el momento de la comunión y los celebrantes vestirán de rojo, como signo del color del sacrificio.

Os invito a desnudar nuestra alma, a vivir con fuerza momento de la comunión con los hermanos. Demostremos, por fuera y por dentro, que queremos morir a todo lo viejo que tanto nos ata, para resucitar con Cristo a la vida en plenitud.

 

 

EN ACTITUD ORANTE

Miremos de nuevo la Cruz. Veamos a Jesús clavado en ella. No puede moverse. Ese es su sitio. Un sitio provisional, pero en este momento su sitio.

Con ello quiere enseñarnos que, hay unos momentos en la vida, a los que yo llamo: “el sacramento del estar” que son esos momentos en los que solamente se requiere guardar silencio, pero se necesita la presencia.

  • Es ese momento, de dolor, en el que no podemos entrar.
  • Ese momento, en el que nos encontramos, ante una muerte.
  • Ese momento, en que los hijos, reclaman la presencia de sus padres, para dejar de hacer, lo que harían si ellos no estuviesen.
  • Ese momento, en que se necesita saber que alguien está a nuestro lado.
  • Ese momento, en el que precisamos saborear que alguien nos ama en silencio.

 

Sumergidos en esta realidad recitemos lentamente:

A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado;

tú que eres justo, ponme a salvo.

A tus manos encomiendo mi espíritu:

Tú el Dios leal, me librarás.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,

sálvame por tu misericordia.

Sed fuertes y valientes de corazón,

los que esperáis en el Señor.

 

PARA LA ORACIÓN

—  Ya sé que te clavaron en un madero

por ser coherente con tu vida.

Ya sé que eres bandera discutida,

que ante Ti nada puede ser neutral.

Eres vergüenza y locura para el hombre que te rechaza,

pero sabiduría y poder para el que te acoge desde su corazón.

Eres, desde la Cruz, lealtad para la humanidad entera,

eres la manifestación de la gloria de Dios al hombre,

eres la fuente de la vida y el camino de salvación.

—  Por eso estamos, ante Ti Señor, callados y desconcertados,

fascinados y atraídos por tu presencia,

asombrados ante la grandeza y la valentía de tu vida,

en busca de lo verdadero y lo auténtico.

—  Tú proclamaste línea a línea, tu Evangelio, de par en par.

Tú pusiste la luz en lo alto para que alumbrase a todos,

Tú sembraste semillas de vida en nuestro corazón,

y dijiste que lo esencial residía en el amor.

—  Por eso necesitamos decirte hoy:

Que queremos vivir desde la verdad,

que queremos convertirnos,

queremos un cambio de corazón,

para ser fieles a las normas de vida que nos dejaste,

y coherentes a la hora de actuar.

Para así, mirar de frente tu Cruz sin bajar los ojos.

 

SÁBADO SANTO.- Salmo 43

Toda la Iglesia permanece en oración junto al sepulcro, en este día tan señalado. Es día de meditación, de contemplación, de oración.

Por eso he elegido el salmo 43 porque veo como el salmista llama a su Dios, en una hora de dolor y duda, en la hora de la muerte. Eso mismo suplicamos, nosotros, hoy a Dios.

¡Cuántos sábados Santos en la vida humana!

¡Cuántos silencios y cuántas esperas!

 

Vamos a decirle con el salmista, cada uno personalmente y,

 

EN ACTITUD ORANTE

Ten piedad, compadécete de mí Señor, recibe mis lágrimas porque estoy deprimido y mi alma se ha llenado de angustia. Nadie me toma en cuenta. Soy como algo sin valor.

Creía que tenía amigos y ahora me encuentro solo. Tan sólo me quedas Tú, Señor. Pero yo confío en Ti y te amo.

En tus manos pongo mi destino, mi vida, mi forma de conducirme porque creo en tu bondad y en tu misericordia.

Me has brindado tu perdón y al sentirme regenerado mi corazón ha saltado de gozo.

Gracias por alentar mi vida aún en las horas más amargas y duras.

 

Mi alma desfallece,

mis adversarios me insultan,

y todo el día me repiten:

¿Dónde está tu Dios?

 

Los acontecimientos, en los que el salmista, se ha visto envuelto vuelven a ser realidad. Todo ha quedado solo, la gente se ha ido y Tú, Señor, reposas  en el sepulcro, pero… ¡compréndelo! eran vacaciones y no había tiempo que perder, cada uno tiene sus problema.

Ya ves Señor como se va endureciendo nuestro corazón. Ni siquiera, viéndote muerto, somos capaces de agradecerte lo que has hecho por nosotros. Pasamos ante el sufrimiento de los demás como si no tuviésemos nada que ver en él.

Más, el sufrimiento, no desaparece porque no queramos verlo. A todos nos llega antes o después, no hay nada más que mirar en derredor nuestro. ¡Cuánta gente desfallece, como Tú, en este momento! ¡Cuántas vidas segadas por el tráfico, la guerra y la injusticia!… sin embargo preferimos no verlo, no enterarnos, no comprometernos. Mas la gente nos sigue preguntando, como al salmista ¿dónde está tu Dios?

Ante la pregunta, muchas veces, nos sentimos desconcertados, confundidos, pobres. Nos damos cuenta de que caminamos solos, lejos de Dios y vamos sin rumbo, sin meta fija, vamos a la deriva.

Hemos intentado buscar el camino verdadero pero cuando nos metemos en la vida de la exigencia y el evangelio, se burlan de nosotros y nos dejan desplazados. Nos llegan gritos de insultos y hacer de lo más sagrado, mofa y ridículo y nos damos cuenta de que las cosas no son tan distintas a las que a Ti te llevaron a esta situación.

Pero aquí estamos contigo Señor. Tú conoces nuestro corazón y nuestra entraña ¡Despierta ya! Ven, pronto, a rescatarnos y haznos sentir tu amor.

Me envolvían redes de muerte,

caí en tristeza y angustia,

invoqué el nombre del Señor

¡Señor salva mi vida!  (Salmo 116)

 

¡Qué fácil es tener fe cuando todo va bien! ¡Pero qué difícil resulta cuando Dios calla! ¡Cuánta gente estará en este momento en una situación similar! Cuánta gente increpando a Dios ¿por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué de esta forma tan inesperada? Sin darnos cuenta que estamos pidiendo explicaciones a una persona de treinta y tres años, que ha muerto en una Cruz y que su único delito consiste en haber amado hasta el extremo.

 

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único,

para que no perezca ninguno de los que creen el Él,

sino que tengan vida eterna”    (Juan 3, 15 – 17)

 

¡Que afán por querer tapar el sufrimiento! ¡Qué esfuerzos para enmascararlo! ¡Qué miedo sentimos al mirar de frente la muerte! ¿Cómo se nos puede pedir que contemplemos a un cadáver, tan demacrado, que deja el corazón encogido?

Pero Él nos ha enseñado, desde la Cruz, a mirar con ojos nuevos. Él nos ha enseñado a descubrir vida donde otros solamente ven sepulcros llenos de muerte.

Él nos ha dicho, desde la Cruz, con su voz temblorosa y tenue, las palabras más hermosas que se pueden escuchar. Él dejaba una inmensa paz en nuestro corazón hecho pedazos. Algo distinto, a lo habitual, estaba sucediendo, algo sublime estaba a punto de llegar.

Después de esto, ya no dudaré de mirar de frente la realidad, por dura que me parezca. La contemplaré en silencio, sin prisas. Viendo a Cristo inerte, reconoceré que yo también debo pedir perdón, que debo fijarme en Él y, aunque me resulte difícil, reconocerlo como mi Rey. Porque:

 

“El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre sus fieles.

 

DOMINGO DE RESURRECCIÓN Salmo 117

Cristo resucitado está presente entre nosotros. Sus signos son evidentes en toda la Iglesia. Pero este hecho extraordinario y único pertenece a un mundo que nos supera y sólo podemos asumirlo bajo dos importantes valores: la fe y la esperanza.

No esperéis demostraciones. No esperéis palpar ni probar los hechos; Jesús que conoce nuestra necesidad de hechos probados nos dice: “dichosos los que creen sin haber visto”.

Mas este hecho insólito tiene una señal muy concreta: su estilo de vida, y el estilo de vida del Resucitado ya empieza a palparse en la comunidad.

¡Mirad cómo se aman! Exclamaban los que por primera vez conocían a los seguidores de Jesús. Y es que los signos que distinguían la vida de sus seguidores eran: la relación fraterna, el ayudarse unos a otros en sus necesidades, el perdón de sus faltas, la superación para seguir a Cristo en un mundo lleno de perseguidores.

Pero estos signos, por los que se destacaba la Iglesia de los primeros tiempos, han de corresponder, también, a la nuestra y a nosotros nos toca estar alerta para irlos proclamando a los demás.

De ahí que sea preciso detenernos, ponernos delante del Señor y en silencio preguntarnos:

–                   ¿Qué signos he descubierto yo en la Iglesia, que me digan que esta es la Iglesia de Jesucristo? Piensa en algunos concretos.

–                   ¿Qué signos he mostrado yo para que la perciban los demás?

 

EN ACTITUD ORANTE

Así, en esta actitud orante, piensa delante del Señor qué significa para tu vida el que Cristo haya resucitado, pues sólo cuando este hecho tenga para ti una resonancia especial podrás invitar a todos a gritar con el salmista:

 

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia” (Salmo 117)

 

La luz pascual ilumina nuestros rostros que permanecían oscuros. La Luz pascual ha iluminado la fe dormida en tantos corazones. Y esa misma luz ha llegado hasta nosotros para exclamar con Sto. Tomás: “Señor yo creo, pero aumenta mi fe”.

Y es que, aunque nuestra vida está plagada de señales evidentes del amor de Dios, los ojos de nuestras almas no están lo bastante claros para ver con nitidez. Puede ser que las señales de la pasión sigan grabadas, todavía, en nuestros corazones, pero lo que los demás esperan de nosotros son signos de fe que lo demuestren. Ya que  solemos tener una clase de fe cuando nos acercamos a Dios y otra muy distinta para vivir entre los hombres, y lo que el Señor Resucitado espera de nosotros es esa coherencia para que cualquiera que se acerque a nuestra vida verifique por las obras que Cristo ha resucitado.

Y os aseguro que solamente el rostro que ha mirado a Cristo, sin cansarse, en la pasión podrá ser portador de la luz pascual, pues en él se habrá grabado, sin a penas darse cuenta, la gran bondad de Dios.

 

“La piedra que desecharon los arquitectos,

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo”

 

Hoy, ayer, mañana y siempre, está el Señor actuando en nuestra vida. Él es el amor derramado dentro de cada corazón. Él nos envía la gracia y el poder de su Espíritu de vida.

Él es la piedra angular que tantos, siguen queriendo rechazar, sin darse cuenta de que precisamente Él, y sólo Él, es el cimiento donde se apoyan nuestras vidas.

Él es la fuerza, el soporte, el cimiento, el pilar y la firmeza donde se apoya cada comunidad de creyentes. Él es el amor-fiel de Dios que sostiene al mundo y al hombre.

Ante el Resucitado entenderemos que su plenitud y verdad superan cualquier flaqueza, que las puertas del Reino están abiertas de par en par para el que quiere encontrarse con Él. Que su mesa está repleta de pan para los que buscan saciar su hambre, y que el que cumple su palabra nota la felicidad y el gozo en su corazón.

Por eso, nosotros, queremos vivir como resucitados desde la salida del sol hasta su ocaso, porque sabemos que el Señor es nuestro guía, nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida.

El Señor es para nosotros esa inmensa alegría nacida del agua y del Espíritu y esto nos mueve a vivir en una constante acción de gracias por esa gran misericordia que ha tenido con cada uno de nosotros. Él ha llenado nuestras vidas de dones y riquezas, Él nos ha regalado el don de la fe, del perdón, de la perseverancia.

Por eso hoy le pedimos un corazón grande, que no se guarde tantos beneficios para el sólo; que sepa compartirlos con los hermanos, que descubra que hay mucho más gozo en dar que en recibir, que sepa abrirse con generosidad a la novedad del evangelio y que tenga la seguridad de que el amor es el único camino que lleva a la felicidad.

 

“Señor, danos la salvación,

Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor;

el Señor es Dios: Él nos ilumina” (Salmo 117)

 

Ya nos ha llegado la luz de Dios. Nos ha llegado la salvación. Por eso nuestra boca susurra el aleluya y canta de gozo ante el derroche de generosidad salido de Cristo resucitado.

Por eso desde lo profundo del corazón exclama:

  • Yo sé que has resucitado, Señor, y quiero vivir a tu lado una vida que no termine.
  • Quiero junto a Ti que eres el amor-fiel entregado al hombre, amar a todos mis hermanos.
  • Quiero ser libre, y vivir esta libertad desde el proyecto de vida que me has encomendado.
  • Quiero caminar sin cansarme haciendo camino por mi paso en este mundo.
  • Quiero que mi vida seas Tú y que por Ti me mueva, viva y exista.
  • Porque quiero vivir para siempre esta vida eterna que eres Tú.
  • Creo en el Reino que me has prometido.
  • Creo en que el amor nunca muere.
  • Y creo… que al final, siempre, me esperarás Tú.
  • Gracias por haber hecho posible con tu resurrección esperar la vida eterna.
  • Gracias por haberme hecho capaz de esperar contra toda esperanza.

 

DOMINGO DE RESURRECCIÓN Salmo 117

Cristo resucitado está presente entre nosotros. Sus signos son evidentes en toda la Iglesia. Pero este hecho extraordinario y único pertenece a un mundo que nos supera y sólo podemos asumirlo bajo dos importantes valores: la fe y la esperanza.

No esperéis demostraciones. No esperéis palpar ni probar los hechos; Jesús que conoce nuestra necesidad de hechos probados nos dice: “dichosos los que creen sin haber visto”.

Mas este hecho insólito tiene una señal muy concreta: su estilo de vida, y el estilo de vida del Resucitado ya empieza a palparse en la comunidad.

¡Mirad cómo se aman! Exclamaban los que por primera vez conocían a los seguidores de Jesús. Y es que los signos que distinguían la vida de sus seguidores eran: la relación fraterna, el ayudarse unos a otros en sus necesidades, el perdón de sus faltas, la superación para seguir a Cristo en un mundo lleno de perseguidores.

Pero estos signos, por los que se destacaba la Iglesia de los primeros tiempos, han de corresponder, también, a la nuestra y a nosotros nos toca estar alerta para irlos proclamando a los demás.

De ahí que sea preciso detenernos, ponernos delante del Señor y en silencio preguntarnos:

–                   ¿Qué signos he descubierto yo en la Iglesia, que me digan que esta es la Iglesia de Jesucristo? Piensa en algunos concretos.

–                   ¿Qué signos he mostrado yo para que la perciban los demás?

–                   ¿Qué signos he descubierto en los otros que me hayan llevado a esta afirmación?

 

EN ACTITUD ORANTE

Así, en esta actitud orante, piensa delante del Señor qué significa para tu vida el que Cristo haya resucitado, pues sólo cuando este hecho tenga para ti una resonancia especial podrás invitar a todos a gritar con el salmista:

 

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia” (Salmo 117)

 

La luz pascual ilumina nuestros rostros que permanecían oscuros. La Luz pascual ha iluminado la fe dormida en tantos corazones. Y esa misma luz ha llegado hasta nosotros para exclamar con Sto. Tomás: “Señor yo creo, pero aumenta mi fe”.

Y es que, aunque nuestra vida está plagada de señales evidentes del amor de Dios, los ojos de nuestras almas no están lo bastante claros para ver con nitidez. Puede ser que las señales de la pasión sigan grabadas, todavía, en nuestros corazones, pero lo que los demás esperan de nosotros son signos de fe que lo demuestren. Ya que  solemos tener una clase de fe cuando nos acercamos a Dios y otra muy distinta para vivir entre los hombres, y lo que el Señor Resucitado espera de nosotros es esa coherencia para que cualquiera que se acerque a nuestra vida verifique por las obras que Cristo ha resucitado.

Y os aseguro que solamente el rostro que ha mirado a Cristo, sin cansarse, en la pasión podrá ser portador de la luz pascual, pues en él se habrá grabado, sin a penas darse cuenta, la gran bondad de Dios.

 

“La piedra que desecharon los arquitectos,

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo”

 

Hoy, ayer, mañana y siempre, está el Señor actuando en nuestra vida. Él es el amor derramado dentro de cada corazón. Él nos envía la gracia y el poder de su Espíritu de vida.

Él es la piedra angular que tantos, siguen queriendo rechazar, sin darse cuenta de que precisamente Él, y sólo Él, es el cimiento donde se apoyan nuestras vidas.

Él es la fuerza, el soporte, el cimiento, el pilar y la firmeza donde se apoya cada comunidad de creyentes. Él es el amor-fiel de Dios que sostiene al mundo y al hombre.

Ante el Resucitado entenderemos que su plenitud y verdad superan cualquier flaqueza, que las puertas del Reino están abiertas de par en par para el que quiere encontrarse con Él. Que su mesa está repleta de pan para los que buscan saciar su hambre, y que el que cumple su palabra nota la felicidad y el gozo en su corazón.

Por eso, nosotros, queremos vivir como resucitados desde la salida del sol hasta su ocaso, porque sabemos que el Señor es nuestro guía, nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida.

El Señor es para nosotros esa inmensa alegría nacida del agua y del Espíritu y esto nos mueve a vivir en una constante acción de gracias por esa gran misericordia que ha tenido con cada uno de nosotros. Él ha llenado nuestras vidas de dones y riquezas, Él nos ha regalado el don de la fe, del perdón, de la perseverancia.

Por eso hoy le pedimos un corazón grande, que no se guarde tantos beneficios para el sólo; que sepa compartirlos con los hermanos, que descubra que hay mucho más gozo en dar que en recibir, que sepa abrirse con generosidad a la novedad del evangelio y que tenga la seguridad de que el amor es el único camino que lleva a la felicidad.

 

“Señor, danos la salvación,

Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,

os bendecimos desde la casa del Señor;

el Señor es Dios: Él nos ilumina” (Salmo 117)

 

Ya nos ha llegado la luz de Dios. Nos ha llegado la salvación. Por eso nuestra boca susurra el aleluya y canta de gozo ante el derroche de generosidad salido de Cristo resucitado.

Por eso desde lo profundo del corazón exclama:

  • Yo sé que has resucitado, Señor, y quiero vivir a tu lado una vida que no termine.
  • Quiero junto a Ti que eres el amor-fiel entregado al hombre, amar a todos mis hermanos.
  • Quiero ser libre, y vivir esta libertad desde el proyecto de vida que me has encomendado.
  • Quiero caminar sin cansarme haciendo camino por mi paso en este mundo.
  • Quiero que mi vida seas Tú y que por Ti me mueva, viva y exista.
  • Porque quiero vivir para siempre esta vida eterna que eres Tú.
  • Creo en el Reino que me has prometido.
  • Creo en que el amor nunca muere.
  • Y creo… que al final, siempre, me esperarás Tú.
  • Gracias por haber hecho posible con tu resurrección esperar la vida eterna.

Gracias por haberme hecho capaz de esperar contra toda esperanza.

Citados en el Monte de la Transfiguración

CITADOS EN EL MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN

 

Por Julia Merodio

 

Los grandes acontecimientos, de la vida de Jesús, suelen estar siempre situados en un monte. Y es que, el Monte, tiene un gran significada bíblico.

El Monte significa:

  • Alianza.
  • Revelación.
  • Cercanía.
  • Pertenencia…

De ahí que, la cita de hoy, se sitúe en el Monte de la Transfiguración.

Jesús, sabe mejor que nadie, que sus discípulos –lo mismo que nosotros- necesitan: ver, oír y palpar… La fe, todavía no es su fuerte y andan, un poco, desconcertados; por eso, Jesús, los cita para subir al Monte.

Lo que, en el Monte contemplan les hará cambiar su existencia. Al ver a Jesús transfigurado toman conciencia de lo que supone la misericordia de Dios y el oír la voz, del Padre, les hace sentirse personas amadas y perdonadas; por eso, en su corazón endurecido; brota, al instante, un inmenso agradecimiento.

“Este es mi Hijo, el amado, ¡Escuchadle!”

Acaban de ver con claridad y oír con nitidez… Acaban de aprender que, todo el que acoge, a Jesús, en su vida y es capaz de subir al Monte con Él, quedará transfigurado y podrá mostrar, a Cristo, a los hermanos.

San Pablo que, al encontrarse con Jesús, ha sido capaz de cambiar su vida, hasta quedar transfigurado; es capaz de gritar con fuerza: “Ya no soy yo, es Cristo, quien vive en mí”

Sería bueno que, este año, fuésemos nosotros los que acompañásemos a Jesús, al Monte de la Transfiguración. Que nos pusiésemos a su lado para escuchar las palabras del Padre. Que oyésemos, lo mismo que: Pedro, Santiago y Juan ¡Venid conmigo! Que tomásemos conciencia de que nos llama, a cada uno, personalmente.

Pero, hemos de tener claro que, acompañarlo no será fácil. Se trata de:

  • Ascender. Y subir siempre cansa.
  • De ir ligero de equipaje. Seleccionando lo que, de verdad, es imprescindible, y eso no siempre es sencillo.
  • De estar abiertos a la novedad de Dios.
  • De acoger las Palabras del Padre.
  • Y, de bajar, a compartirlo con los hermanos.

 

Jesús, acaba de transfigurarse ante sus amigos. En el Monte han vivido una experiencia que los ha dejado sin habla. Pero tenía que ser así. Jesús, se había dado cuenta de que, el anuncio de la Pasión, había dejado desconcertados a sus seguidores y para sacarlos de su letargo, no tenía más remedio que, mostrarles su gloria.

Es verdad que, a pesar de todo, siguen sin entender –como nosotros- que la Pasión es el camino de la Resurrección.

La subida, al Monte, que Jesús les pide, anticipa la subida al Calvario y eso, sería demasiado para aquella gente ruda que le acompañaban; de ahí que tenga que fortalecer su fe antes de que lleguen, esos acontecimientos que, sin duda, les superaran.

Ellos admirados de lo que acaban de contemplar piden a Jesús quedarse allí, pero Él les dice que es preciso bajar a compartirlo con los que no han subido.

 

Es triste observar que, después de más de dos siglos de historia, las cosas no hayan cambiado tanto como esperábamos. Seguimos situados, en este tiempo de Cuaresma, con nuestra debilidad, nuestras tentaciones, nuestras incertidumbres… sumergidos, en un mundo, que trata de sofocar la Luz de Dios y su proyecto salvador; un mundo, en el que no tienen cabida, las actitudes que Jesús marca en el evangelio… por eso, Jesús quiere de nuevo, mostrarnos su camino, su proyecto y su nueva realidad.

Y nos signa una meta de altura. Una meta a la que no se puede acceder con “esas maletas” cargadas de seguridades y rutinas. Tradiciones y prácticas pegadas, como lapas, a nuestro interior.

Por eso es necesario, pedirle su gracia. “La gracia del Camino” Un camino en cuesta, cuya subida está llena de retos, de dificultades y de utopías.

Para escalarlo es preciso creer, en que arriba hallaremos: un mundo nuevo y una tierra nueva; donde habrá diferentes estructuras y una mejor justicia; una eminente política y una insigne Iglesia.

Un camino y un mundo donde, no haya, mapas ni rutas, marcadas de antemano, sino que todo se deje guiar por la fuerza del Espíritu.

Y, cuando ya nos hayamos dejado penetrar, de la gloria de Dios, bajar; bajar al mundo, a  la vida cotidiana, para: “Tomar parte de los duros trabajos del evangelio…”

Todo desde, una historia de salvación personal, única e intransferible – la nuestra- Sabiendo que, en la manera de vivirla nos jugamos el éxito o el fracaso de nuestra vida.

Es un trabajo arduo y constante; un esfuerzo que nos va cincelando y haciendo crecer. En él, nos desgastamos y cansamos, pero nos vamos afianzando en hacer un mundo más humano y fraternal.

La gloria que, Jesús, nos ha manifestado en el monte, nos ayudará a asimilar:

  • Nuestras derrotas y tropiezos.
  • Nos enseñará a aceptarnos, tal como somos.
  • A acoger el sentimiento de que somos efímeros y estamos de paso.
  • A aceptar que nuestra realidad es provisional

 

Yo creo que es necesario contemplar, un poco de esta gloria de Dios, en tiempos de crisis. Aunque Jesús, no se quede en el monte gozando de la gratitud y la amistad de los “escogidos” Jesús, baja para enfrentarse a la realidad del sufrimiento, de la oposición de cuantos le rodean y la, perspectiva, de la muerte.

Jesús, como leemos en la carta a los hebreos es: humano y humanizante; semejante, en todo, a sus hermanos hasta identificarse con ellos en las situaciones más duras de la vida.

Por tanto, el grito de Jesús, hoy será para repetirnos que, también a nosotros, nos espera un mundo desestructurado e individualista. Un mundo, en el que los cristianos, estamos en crisis de evangelización; Un mundo, donde nos resulta difícil, mirar desde Dios la realidad. Donde consideramos, arduo, identificarnos por amor, con todas las víctimas que sufren; Un mundo donde, se complica demasiado el vivir el evangelio, hasta las últimas consecuencias.

Bajar del Monte, significa:

–       Dar la cara en una sociedad plagada de paro, inseguridad y hambre.

–       Una sociedad, que cuestiona los fundamentos de la ley natural y quiere, quitarse de encima, a Dios y a los hermanos que se lo recuerdan.

–       Una sociedad que genera injusticia, apatía, desencanto…

–       Una sociedad, donde las muertes injustas, salen un día y otro, a flote en cada informativo.

–       Una sociedad, donde quieren hacernos creer que, el aborto ha dejado de ser un asesinato.

–       Una sociedad, donde la intimidad de la persona se pasea por el plató de televisión siendo vendida por dinero.

–       Una sociedad, en la que hombres y mujeres sufren la dureza del corazón humano.

Por eso necesitamos, “bajar del Monte” Bajar y ubicarnos en todas esas situaciones, a fin de darles un poco, de la Luz y el consuelo, que junto, a Jesús, hemos recibido.

 

 

20º Marcha Montañeros: Siete Picos, 13 Mayo 2012

20ª marcha Montañeros de Nazaret : Siete Picos – (Navacerrada-Camino Smith-collado Ventoso- Siete Picos-Telégrafo-Navacerrada).

13 mayo 2012

 

Salida 9:30 h. Puerto de Navacerrada (60 km de Madrid) 1.860 metros.

Desnivel: 300 metros.

Distancia a recorrer, 8 km en ruta circular (unas 4 horas).

Regreso: hacia las 5 de la tarde.

Material: Botas, ropa de abrigo, chubasquero, gorro, guantes, comida y agua. Opcional: cámara de fotos.

Descripción: En Madrid se coge la A-6 y en Villalba sale la desviación al Puerto de Navacerrada. Nos juntaremos en el mismo Puerto en la puerta del Restaurante “Las dos Castillas” que está junto al famoso Venta Arias. Podremos aparcar en el gran aparcamiento del Puerto o por donde se pueda.

 

Iremos por la carreterilla que lleva al albergue del Ejército del Aire en donde tomaremos el Camino Schmid hasta Collado Ventoso (1.892 m. y 1,15 horas). Por una corta y algo inclinada pendiente subiremos al 2º Pico (2.089 m.). Allí cogeremos la senda que recorre todos los picos. Intentaremos trepar a la cima de alguno de ellos. Esos roquedos son el paraíso de los chicos. No podemos dejar de ver la Ventana del Diablo en el tercer pico. En algún momento el descenso es fuerte pero siempre fácil. Si no nos perdemos pasaremos por la imagen de la Virgen de las Nieves donde tendremos nuestra oración. Regresaremos a Navacerrada por la zona de esquí del Escaparate. El Pico más alto es el 7º y tiene 2.138 m.

Las vistas son estupendas sobre las dos vertientes divisándose el extenso pinar de Valsaín por el Norte y los caseríos de Cercedilla, Los Molinos y Guadarrama por el Sur.

Marcha recomendada y que hay que hacer alguna vez en la vida. Este recorrido, por los Picos y el Camino Schmid, es un clásico para los montañeros madrileños que nos dará puntos de orientación para movernos por los montes de Guadarrama. El desnivel no es grande y el paisaje encantador. Las cumbres de los Picos con sus graníticas piedras son dignas de verse y nos ofrecerán estupendos restaurantes para compartir nuestras viandas y los espárragos si los hubiere. La variedad del terreno y del recorrido hace que no les sea aburrida a los niños además de ofrecerles posibilidades infinitas de triscar por las piedras.

Por favor sed puntuales. Se tarda una hora más o menos en llegar a Navacerrada. No sé como estará el aparcamiento pues depende de la época de ski.

Intentaremos tener la misa en el monte. Si no la tendremos a la vuelta en el Colegio del Recuerdo.

En caso de pérdida podeis llamar al móvil de Vicente es el seisdosocho 879 000 y el de J.L. Blanco seisceronueve 345 865.

 

Próxima marcha: día 23 de junio al collado de Valdehalcones por la ruta de las Cabrillas (La Pedriza)