por Julia Merodio | Feb 14, 2017 | Rincón de Julia
Tenía preparada la oración –que dirijo los martes- para esta semana, cuando al poner la fecha me encuentro que estamos a 14 de Febrero y como -todos los medios de comunicación nos recuerdan, es el día de S. Valentín, día de los enamorados- Me quedé parada. ¡Tantos años escribiendo y nunca me había parado a escribir sobre este tema! Pero… ¿Es qué acaso un adorador no es una persona enamorada?
Pensé en S. Valentín y me di cuenta de que si hay algo de gran valor que anide en el corazón de todos los santos es el amor.
Sin embargo ¿por qué entre todos ellos es S. Valentín el patrono de los enamorados, si además S. Valentín era sacerdote de Jesucristo? Pues -porque como todos los demás santos- estaba tan enamorado del Señor, que no le importaba arriesgar su vida por Él. Y precisamente él lo hacía para defender el Sacramento del Matrimonio, casando cristianamente a las parejas durante el tiempo de persecución. Pero, como a todo el que arriesga su vida por el Señor, le costó caro; termino dando su vida en el martirio como máxima manifestación de amor.
Por eso es, realmente triste que, algo de tan valioso se haya convertido en “regalitos”, consumo, derroche y parafernalia sin que vaya más allá de todo eso.
Pero, aquí estamos nosotros, esta mañana. Nosotros, que nos decimos adoradores ¿o nos da pudor usar esa palabra? Enamorados del señor ¿enamorados? ¿Seguro? Quizá no. Pero no importa vamos a pedir con fuerza al Señor que nos ayude a enamorarnos de Él como Él está enamorado de nosotros.
Porque nos hayamos dado cuenta de ello o no, Dios está enamorado de nosotros. Y no lo digo yo lo dice Él. Leemos en Isaías 43:
- Eres precioso a mis ojos y te amo.
- Llevo tatuado tu nombre en la palma de mi mano.
- No temas, eres mío.
- Yo te he redimido, te he llamado por tu nombre.
- Por eso, cuando pases por el agua, yo estaré contigo.
Y los ríos no te anegarán.
- Y si pasas por el fuego no te quemará, ni la llama te abrasará.
- Porque, yo soy tu Dios, tu salvador, el que te rescaté.
¿Creéis que hoy algún enamorado, podrá decir palabras tan bellas y sinceras?
Pues este es nuestro Dios, del que estamos, o deberíamos estar enamorados.
Pero un enamorado no es el que viene los martes y los sábados a pasar un rato con el Señor porque no tiene otra cosa que hacer.
Un enamorado del Señor, es el que viene, no sólo los martes y los sábados –sino todos los días- a regalarle al “Señor del tiempo”, no el tiempo que le sobra sino el que le falta.
Un enamorado del Señor, es el que se sienta aquí junto al Señor para que Él le haga, como Él quiere que sea.
Un enamorado del Señor, no es el que viene aquí huyendo del mundo, sino porque quiere comprometerse con Él.
Un enamorado del Señor es, el que es capaz de perdonar, de respetar, de solidarizarse, de aceptar a todos en la diversidad.
Un enamorado del Señor, es el que sabe ver en los hermanos un sacramento, un signo de la presencia de Dios; pero no sólo en algunos, sino en todos y está atento para no profanar nunca ese templo donde habita Él, ni con gestos ni con palabras.
Un enamorado del Señor, no es el que puede mostrar las durezas de sus rodillas por el tiempo que ha estado arrodillado, sino el que es capaz de demostrar que han desaparecido de su corazón las durezas de su indiferencia, de su indecisión, de su intolerancia, de su egoísmo.
Un enamorado del Señor no es el que –simplemente tiene las manos juntas-, sino el que las tiene abiertas para dar, tendidas para ayudar, arremangadas para servir. Pero además sabe juntarlas para alabar y dar gracias.
Un enamorado del Señor es el que hace de su vida un evangelio, pues muchos -será el único evangelio- que leerán en su vida.
Pero, todo esto, no es algo bonito de escuchar. Esto hemos de llevarlo a nuestra vida, a nuestra casa a nuestra realidad.
Posiblemente la gente se sorprendería, si nuestro regalo del Día de S. Valentín de este año, fuese una invitación a vivir desde la gratuidad. A no hacer de la vida un negocio: Te doy si me das; te quiero si me quieres; te entrego esto según lo que tú me des a cambio; porque esto es mío y esto y esto… todo “para mí”. A seguir buscando el sentido más hondo de lo que Jesús quiso decirnos con eso de “Amad como yo os he amado”
Y en los matrimonios: Qué importante sería volver a descubrir lo que Dios quería de nosotros cuando nos pensó juntos.
Que importante sería pedirle hoy a S. Valentín que nos ayudase a cuidar los detalles y esfuerzos que exige el vivir cada día el uno para el otro, en una entrega libre, enriqueciendo la personalidad de cada uno y juntos viviendo para los demás.
Que importante sería que hoy nos planteásemos cómo cuidar a nuestra familia. Cómo amarla, como acogerla… aunque no piensen como nosotros, aunque no nos traten como nos gustaría, aunque a veces pensemos que no merecen nuestro amor…
Qué importante sería que, nos detuviésemos a ver las cualidades de los demás, a aceptar sus dificultades, a ver si –realmente- les damos el tiempo que necesitan, a ver si los tratamos con cariño, paciencia, atención…
Pues hoy, día de los enamorados, tiene que ser un día importante para que el Señor, nos ayude a amar de tal forma, que seamos capaces de aceptarnos como somos incompletos, limitados, con carencias de todo tipo… porque aceptar los límites del otro nos ayudará a evitar decepciones y nos dará fuerzas para afrontar la realidad desde el amor.
Hoy tiene que ser un día para amar desde la generosidad, para tener mucho más en cuenta la realidad de los que viven a nuestro lado y para pensar que un enamorado del Señor no tiene que tener miedo a dar la vida como Él la dio.
Por eso ya, solamente nos queda dar gracias porque Dios nos regaló su amor, porque nos amó primero, porque nos enseñó a amar y vamos a pedirle su gracia para que nos ayude a amar como Él amó.
por Julia Merodio | Dic 16, 2016 | Rincón de Julia
Hoy, 18 de Diciembre, en la parroquia Sta. Mª de la Esperanza, a la que tengo el honor de pertenecer- sonarán fuerte las campanas tocando a fiesta y es que, este día para la Comunidad Agustiniana, es un día de gran solemnidad, un día dedicado a la Madre: Santa María de la Esperanza
La parroquia está adornada para la ocasión y cuantos pertenecemos a ella, estamos orgullosos de tener como madre a la Virgen en esta advocación.
A mí, personalmente, me gusta de manera especial verla representada en los íconos como “La Virgen del Signo” me parece una cosa preciosa, que María nos muestre a Dios dentro de ella, albergado en su seno, como si estuviera en un precioso Sagrario.
Sin embargo, eso que resulta tan grato de contemplar, quizá nos desborda un poco cuando pensamos en que, Dios Creador, decidiese entrar en las entrañas de una mujer para nacer como uno de nosotros.
Pero no es extraño. Yo creo que a María, también le costaría acostumbrarse a contemplar la evolución del niño en sus entrañas y más aún, a verlo crecer después como un niño, un joven o un adulto más del pueblo.
Y es que la esperanza de María, no se redujo solamente al tiempo de la gestación y el nacimiento. La esperanza de María tuvo que ser renovada cada día. María tenía que recurrir a ella al ver que los acontecimientos le superaban más de lo que podía imaginar. ¿Cómo podía ser que, una criatura indefensa, necesitada del cuidado materno para alimentarse, para aprender a andar, a hablar…, fuera el Hijo del Altísimo?
Todo esto que conocemos de la vida de María, nos está enseñando a ensanchar la mirada, a no quedarnos atrapados en lo que vemos, porque el que ha hecho maravillas en ella, lo puede todo. El problema está en que solamente lo perciben los que tienen limpios los ojos del corazón, los humildes, los creyentes…
La esperanza es la virtud de los que creen sin ver y María es, la creyente que tuvo que aceptar constantemente, mirar con ojos de fe lo que le iba sucediendo de forma sorpresiva.
Pues, sin saber cómo, se había insertado en el mundo de las paradojas, había entrado en un mundo al revés. Gracias a que, el vivir junto -a la gran misericordia-, la hizo capaz de transformar su mirada hasta ser capaz de mirar con ojos misericordiosos.
Por eso, al purificarse la mirada de María, comienza a ver lo que es capaz de hacer Dios en los que realizan sus planes. Empieza a ver que las maravillas no provienen de ella, sino de lo que Dios ha sido capaz de hacer a través suyo. Y su alma explota de júbilo y de su boca sale el sublime canto del Magníficat.
María, después de verse inundada del amor de Dios, sabe mirar -con amor- los ojos suplicantes de los cansados, de los que la escuchaban recitar su bello canto, de la pobre gente que trabaja de sol a sol, de los que luchan por darles algo de comer a sus hijos… de esa gente que nunca ha gozado de abundancia, víctima de un mundo mal repartido
El canto de María no era para los autosuficientes, ni para los que creen saberlo todo, ni para los que están llenos de cosas que no usan… tampoco para los dogmáticos, ni los intransigentes, ni para los que no son capaces de recibir nada porque se creen superiores a los demás…
María cantaba porque sentía que venía un tiempo nuevo en el que la historia se leería desde abajo, desde los últimos y menospreciados de la tierra.
Ella intuía que algún día, los ciegos, los cojos, los leprosos, los deprimidos, los fracasados, los desheredados, los solitarios, los enfermos… se abrirían paso hacia la vida.
No puede estar más claro. María era una mujer de esperanza. Ella había experimentado en su carne que Dios no defrauda y quería comunicarlo por doquier. Ella sabía que la esperanza no se alimenta, ni se sostiene por un optimismo caprichoso, Que la esperanza no dependía de versen realizados todos sus deseos. Ni llegaba como fruto del esfuerzo de los proyectos bien hechos.
Ella sabía que la esperanza es una gracia, que anida en el corazón del que se sabe amado por Dios
Que la esperanza, se fundamenta en la Palabra comprometida de Dios, de enviarnos un Salvador.
Sabía… que la esperanza, se alimentaba del testimonio de quienes han confiado en Dios y no han quedado defraudados
Sabía… que la esperanza, es el resultado de quienes saben interpretar que todo sucede para bien.
María sabía… que la esperanza, sobre todo en momentos de dificultad, sabe acallar las voces de la angustia, y aguarda en silencio la acción providente del que lo puede todo.
Porque la esperanza es el fruto bendecido de quienes confían en un Dios misericordioso que es capaz de llevarnos tatuados en la palma de sus manos.
Pues la esperanza es… el distintivo de quienes creen que la realidad presente es pasajera y tienen la certeza de que lo mejor está por llegar.
Por eso nosotros, los que amamos a la Virgen de la Esperanza, los que esperamos en ella, no podemos vivir como los que no esperan nada ni a nadie.
No podemos vivir como los que no creen en que, un futuro mejor es posible… Nosotros tenemos la Palabra de Dios revelada por Jesús.
En ella se nos dice: que los que confían en el Señor, son como la casa edificada en roca, que no tiemblan aunque llegue la adversidad, porque ellos están seguros.
Nos dice, que los que esperan en el Señor, se mantendrán vigilantes como lámparas encendidas provistas de aceite.
Nos dice que los que esperan en el Señor, son como los árboles plantados al borde del camino junto a la corriente, que no temen la sequia porque ellos se mantendrán frondosos.
Nos dice, con rotundidad:
¡Espera en el Señor!
¡Sé valiente!
¡Ten ánimo!
¡Espera en el Señor!
por Admin-Web-QC | Feb 19, 2015 | Rincón de Julia
Por Julia Merodio.
Como años anteriores, al llegar en la liturgia el día de los difuntos, hacemos un alto en el camino para orar por ellos. Porque ¿Quién no tiene ya, alguien cercano, junto a Dios? Por eso nos resulta tan entrañable, ponernos en su presencia y, desde Él sentirlos cerca, tan cerca que pueda parecernos que los estamos palpando en nuestro corazón.
GRITANDO ALELUYA
Si de verdad creemos lo que nos dice San Pablo “que en la vida y en la muerte somos del Señor” no nos costará demasiado el gritar ¡Aleluya! Porque aleluya quiere decir: Alabado sea Dios y precisamente esta es la razón para la que estamos en esta vida.
Vivimos para alabar a Dios. Alabarlo desde nuestro trabajo; desde nuestro respeto a lo creado; desde nuestro silencio para orar; desde cada momento, en que algo de nosotros va muriendo, para que vivan los demás… porque así contribuimos a transformar cada cosa, cada situación, cada circunstancia en señal capaz de mostrar la grandeza de Dios, para que por medio de ella todos Lo vean y Lo alaben.
Esto se hará posible cuando seamos capaces de reconocer su voluntad y cantarle a través: de cada persona que se cruce en nuestro camino, de cada acontecimiento que aparezca en nuestra vida, del cuidado que pongamos en custodiar sus obras…
También ha sido esta la razón por la que nuestros seres queridos han ido gastando su vida. Dios, en un gesto grande de amor, quiso regalarnos su existencia; quiso que nos acompañaran en este mundo; quiso hacerlos fecundos en valores para que nos los ofrecieran a nosotros… pero sobre todo quiso hacerlos: hijos suyos. Hijos queridos que lo reconociesen como Padre y lo acogiesen como Padre.
¡Ciertamente, ha de ser esto grandioso, en una sociedad donde hay tantos niños carentes de padres!
ESTAR CON DIOS
De pequeños todos queremos estar con Dios, que nos hablen de Dios… Sin embargo de mayores, cuando quizá, queremos saber menos cosas de Él, se convierte en nuestra vida en: un deseo y un destino.
Lo queremos o no caminamos hacia la muerte. Pero no hacia un absurdo, como pueden pensar los que no creen, sino hacia los brazos de Dios que nos esperan abiertos.
Es un paso que, cuando menos nos causa respeto; un paso que hemos de dar solos, nadie podrá acompañarnos por mucho que lo deseen; sin embargo si hay algo que podemos hacer para completar ese paso, para fortalecerlo, para que nos sienta cerca el que se va; y es, el de ofrecer oraciones y cultos que puedan confortarlos, ya que ellos siguen vivos junto a Dios. ¡Qué importante ofrecer por ellos la Eucaristía, donde la pasión de los que se han ido, y la de Cristo confluyen!
Es reconfortante saber que, aunque para el que no cree, la muerte se convierte en derramar lágrimas sin ver una salida; para el que cree, por muchas lágrimas que derrame -cosa normal-, la muerte se convertirá:
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1º.- En una separación física, donde ya no veremos: sus ojos, su rostro, su cuerpo… pero sabiendo, por la fe, que esa persona vive, que está con el Señor y vive para el Señor.
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2º.- Recordaremos que todos llegaremos allí. Por lo que hemos de prepararnos en la gran catequesis de la vida, sabiendo que cuando se nos oscurezca todo y nuestros ojos se cierren, veremos a Dios tal cual es. Pero ¿lo creemos de verdad?
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Por eso, donde Dios está están los nuestros y porque son tan nuestros como de Dios; es desde Él, desde donde queremos compartir esa felicidad, esos momentos entrañables que nadie podrá quitarnos.
Es verdad que nuestra vida sigue, como sigue el deseo de llenarla de buenas obras, para podérselas ofrecer.
De ahí que creo llegado el momento en el que le pidamos, para ellos, a Dios el descanso y la paz, esa paz que solamente Dios puede darnos.
EN ORACIÓN ANTE EL SEÑOR
Para la oración de esta semana es preciso que nos acerquemos, a ese momento en quela vida de Jesús, está llegando al límite.
Es verdad que esto no es muy sugerente para el mundo de hoy. A la sociedad moderna la Pasión de Cristo le trae sin cuidado, solamente busca la diversión y la fiesta, aunque los dejen sumidos en la desorientación, la oscuridad y la confusión. A veces, parece que nos movernos en un mundo que no ve, que no quiere ver; que ver, la realidad le asusta demasiado.
La gente, con la que nos cruzamos, parece sentirse insegura. Vamos por la vida como viajeros que no sabemos ni de donde venimos ni a donde vamos. Nos movemos, como en un viaje a la deriva, con la existencia vacía y cubiertos de sombras.
Pero cuando a nuestra vida llega una muerte, sobre todo si es inesperada, o se trata de alguien joven, aflora en nosotros la sensibilidad dormida y nos hace conscientes de que Alguien, realmente importante en nuestra vida, como es Cristo, también ha vivido esa misma realidad; y todo por amor. Por ese amor auténtico que nos profesa a ti, a mí y a toda la humanidad, sin excluir ni siquiera a aquellos que le estaban arrebatando la vida.
Y, precisamente este amor, es el que hace que nos sintamos sostenidos, en nuestra adversidad, por la mano del Padre. Este amor es el que da sentido a nuestra pena. Este amor es el que nos enseña, la grandeza de un corazón.
Porque Jesús, aún en este lamentable estado, nos da firmeza para aceptar nuestras cruces; nos tranquiliza cuando, nuestro ser, se sume en la duda; nos da claridad, cuando nos vemos envueltos en tinieblas; y nos dirige, por el camino recto, cuando nos ve cansados y titubeantes.
Por eso este año y en este día tan significativo para nosotros, queremos escuchar de nuevo sus admirables palabras, aunque los esfuerzos que haga Jesús, para brindárnoslas, nos paralicen el alma.
“Todo está consumado”
Sabemos, que hay situaciones en la vida, que no tienen marcha atrás. Esta es una de ellas. ¿Quién no ha pasado por la experiencia de decir, ante un ser muy querido al que vemos sufrir de manera que hiela el alma, -qué Dios se acuerde de él cuanto antes-?
Son, esas realidades absolutas, que encierran estas mismas palabras: Todo está consumado.
En silencio ante el Señor, comprobamos que esto no es exclusivo de unos pocos. Todos tenemos que morir; todos tenemos que sufrir; todos llegaremos a la consumación total.
Sin embargo nos asusta hablar de ello. Cómo hablar de muerte, en un momento de la historia en el que, se lucha por no envejecer, por no sufrir enfermedades, por no mostrar el deterioro que produce el paso del tiempo…
Hoy, que no sólo se cuida el cuerpo, sino que se rinde culto al cuerpo, se nos ha olvidado cuidar el alma.
Por eso es tan importante situarnos ante esta realidad. Aunque no lo queramos, en este momento de la historia, sigue habiendo muertes y quizá, más crueles que en otras épocas. Vemos que se mata a una persona, simplemente porque cae mal, porque no hace lo que otro quiere… Contamos, con cifras escalofriantes los accidentes de tráfico, muchas veces en gente joven; vemos atracos, violaciones, secuestros…
Se presentan ante nosotros fronteras infranqueables, imposibles de atravesar y, ante ello ¿Qué hacer? La mayor parte de las veces no podemos hacer nada. Lo queramos o no: Todo está consumado.
Ante el Señor de la vida, recordemos casos concretos por los que nosotros hemos pasado o estamos pasando.
Pidámosle que nos conforte, que nos ayude, que nos dé fuerza para seguir adelante
JUNTO A LA CRUZ DE CRISTO
Sin embargo hay cosas que no están consumadas, que tienen solución y, yo creo, que sería bueno que las mirásemos hoy desde la Cruz de Cristo.
Podemos mirar, este mundo moderno, donde nos toca vivir, lleno de desigualdades. En él existen países ricos donde prima la comodidad, haciéndonos renunciar a las exigencias de la salvación, pero en ellos residen muchas pobrezas, entre las que podríamos apuntar: el paro, el aborto, la desigualdad social, el individualismo…
Hoy no aceptamos a nadie que nos hable de renuncia, de donación, de muerte. Pero, por mucho que avance el progreso, nadie podrá escapar de esta realidad consumada.
La muerte no tiene edad y menos, la muerte que nos buscamos nosotros mismos esperando encontrar la felicidad.
También hay, mucha muerte, en la familia. Problemas de todas las clases: esposos que no se toleran; hijos que menosprecian a sus padres; malos entendimientos entre hermanos; fracasos económicos; familiares que han fallecido, quizá a temprana edad y… muertes, con mucho sufrimiento…
¡Todo está consumado! Nos decimos.
Pero no es cierto, hay muertes de las que podemos salir. Acerquémonos hoy a Jesús para que nos enseñe a distinguirlas y cuando, de verdad, nos lleguen esas pruebas a las que no podemos escapar; entonces sí, entonces acerquémonos a Jesús para decir a su lado:
“Todo está consumado; hágase tu voluntad, Padre”
Es necesario, por tanto, aprender a vivir para saber morir. Morir, un poco cada día, aprendiendo a dar retazos de nuestra vida a los demás, como lo hizo Jesús; sabiendo abrir el surco y dejar el grano en la tierra hasta que salga transformado. Sabiendo:
- Que cuando alcanzo lo que busco, algo termina en ese momento.
- Cuando poseo lo que ansiaba, algo está finalizando.
- Cuando mis sueños se hacen realidad, la vida me presenta una nueva alternativa.
- Que cuando me parece que creo, se presenta ante mí una nueva duda.
- Cuando digo que espero, llega a mí la siguiente desesperanza.
- Y cuando digo que amo, noto que empieza a disminuir mi entrega.
- Pero, sabiendo también, que llegará un momento, en que no tendré nuevas oportunidades; entonces, como Jesús y junto a Jesús, tendré que decir: todo está consumado.
Julia Merodio
por Admin-Web-QC | Oct 12, 2012 | Rincón de Julia
MARÍA PÓRTICO PARA EL AÑO DE LA FE
Por Julia Merodio
Todos sabemos que el día 11 de Octubre da comienzo el año de la Fe, proclamado por nuestro querido Papa Benedicto XVI.
Es magnífico que haya elegido para su partida la víspera del Pilar, fiesta que conmemora, ese momento tan especial en que, según la tradición, la Virgen se aparece al Apóstol Santiago a orillas del Ebro, para consolarle y animarle en su ingente tarea de evangelización. Y precisamente, eso mismo es lo que, ante nosotros acontece casi dos mil años después.
En un momento de la historia en que, como aquellos primeros tiempos del cristianismo, tampoco se acoge a Jesucristo, en un tiempo en que sus seguidores escasean: unos por hacer oídos sordos y otros porque deciden abandonar y e irse, surge ante nosotros ese toque de atención para activar nuestro compromiso a proclamar el evangelio de Jesucristo y a ampliar nuestra vocación misionera. Y lo mismo que hace tantos años de nuevo se realiza el impulso, proclamando este Año de la Fe, junto a María, primera creyente y primera evangelizadora.
¡Qué don tiene Benedicto XVI, para situar estos momentos de gracia que se nos van presentando en el camino de la vida!
Más, hay otro detalle que no puedo pasar por alto. El Año de la Fe da comienzo con nuestros Obispos en oración. Lo mismo que los apóstoles, el Papa ha querido que la Iglesia entrase en el Año de la Fe, en silencio, con sosiego… llegando al fondo donde se encuentra Dios y, delicadamente, ha decidido que los acompañase María, en ese Sínodo de los Obispos, que dará comienzo el día 7 de Octubre y se prolongará hasta el día 28 del mismo.
Y ahí está María como Madre y protectora, instruyendo a los apóstoles, animando a los mártires, fortaleciendo a los débiles, consolando a los tristes… porque no hay ni un solo hijo que no tenga un sitio especial en el corazón de la Madre.
Por eso, si María no dejó solos a los seguidores de su Hijo en los comienzos de la cristiandad, ¡cómo iba a dejarnos solos a nosotros, en estos momentos tan arduos, por los que estamos pasando!
María conoce mejor que nadie que, el desafío que su Hijo nos ha planteado, desde una valentía que nadie igualará, tiene un hondo calado y no todos serán capaces de acogerlo. Ella sabe que este momento de la historia requiere Pilares firmes en Fe y seguros en la Esperanza y ¿quién mejor que la Madre para ayudarnos a conseguirlo?
Pero también el día 11 de octubre, fiesta de la Divina Maternidad de María, hace 50 años del nacimiento del Concilio Vaticano II y ¿puede haber algo que muestre más un testimonio de FE que el Concilio Vaticano II?
Juan XXIII, en sus apuntes espirituales que él mismo escribía y que se publicaron después de su muerte con el título “Diario del alma” escribe lo siguiente: “Compendio de grandes gracias hechas a quien tiene poco estima de sí mismo, pero que recibe las buenas inspiraciones y las aplica con humildad y confianza”
¡Qué verdad! ¿Acaso alguien, al ver proclamado Papa a Juan XXIII, debido a su edad, podría haber supuesto que realizaría el Concilio Vaticano II, que tanto bien ha hecho a la Iglesia?
Qué bien conocía Jesús nuestra naturaleza humana cuando fue capaz de decir: “Si tuvieseis Fe como un granito de mostaza, diríais a esta montaña muévete allí y esta se movería…”
Y ahí está la semilla que dejó. Juan XXIII fue para el mundo el Evangelio de los sencillos. Porque el evangelio es el Don que el Padre da a los sencillos, a los que todo lo esperan de Él.
Por eso, cada expresión de Juan XIII es un impulso para aumentar la Fe. Para decir al Señor: Señor yo creo pero aumenta mi Fe.
Hay un tercer evento que completa la terna, la publicación del Catecismo de Iglesia Católica hace 20 años y del que hablaré más adelante.
Y son, precisamente personas, como las que han hecho posibles estos eventos; personas como María, como los apóstoles, como Juan XXIII, como Juan Pablo II, como Benedicto XVI… las que hacen falta en el año de la FE. Personas que sean capaces de trasmitir la FE cristiana en la Nueva Evangelización, pretensión del Papa al proclamar este acontecimiento.
No personas que quieran ir imponiendo un nueve evangelio, sino personas que acepten que, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
Personas capaces de dar una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los seres humanos y de los pueblos, a los nuevos contextos que nos muestra la cultura actual… por medio de los cuales podamos expresar nuestra identidad cristiana buscando el sentido de nuestra existencia.
Porque proclamar La Nueva Evangelización, como nos pide el Papa, significa promocionar una cultura mucho más asentada en el evangelio; es el mismo texto, que se habla del Sínodo de los obispos, el que lo expresa así: “Este Sínodo será como un nuevo cenáculo en el que los obispos, como los apóstoles, reunidos en oración con la Madre de Cristo, preparan los caminos pala la nueva Evangelización”
No puede estar más claro. Se nos necesita a nosotros. Se necesita a cualquier persona desde su realidad concreta. Se necesitan personas insertadas en empresas, colegios, política, trabajo social, empresarios, gente de la cultura, cantantes, actores… nadie puede quedar excluida.
Se necesitan personas normales, sencillas, con más o menos conocimiento, con pocos o muchos años, personas alegres y gozosas, más ricas o más pobres… personas que lleven el tesoro dentro del corazón.
Personas capaces de responder a la llamada. De llevar la Buena Noticia a todos los rincones de la tierra.
Personas que lo den todo y para siempre… personas entre las cuales nos encontramos tú y yo.
Por tanto hemos de ponernos en pie. Estamos en el Año de la FE. Un largo camino se abre en nuestro horizonte. Tenemos algo grande que hacer… algo que nos hará, realmente felices.
por Admin-Web-QC | Sep 11, 2012 | Rincón de Julia
ACLAMANDO LA NATIVIDAD DE MARÍA
Por Julia Merodio
MARÍA.- Regalo de Dios
Después de este merecido descanso vacacional, reanudamos nuestra comunicación en una semana dedicada a la Madre.
Para nadie es ajeno que el próximo sábado, día 8 de Septiembre, se celebra la Natividad de María; por lo tanto será fiesta en una gran multitud de pueblos y ciudades de nuestra geografía. Por eso la gente sencilla, que tanto quiere a la Madre, lo entiende bien y la honra con esplendor. Las Ermitas se adornan y embellecen, los altares se llenas de flores, los cirios regalan su mejor luz y los corazones se ensanchan para cantar su grandeza.
Pero no olvidemos que, las flores que más le gustan a María y que deberían adornar nuestra vida, son las flores de la donación, la obediencia, la mortificación, la dulzura, la alegría…Todas esas virtudes que adornaron el alma de María y la hicieron Luz resplandeciente de generación en generación. Por eso, han de ser esas virtudes las que nos hagan cirios encendidos que irradien luz y calor a este mundo frío y apagado.
Sin embargo es importante recordar que María contaba para ello con la fuerza del Espíritu Santo, hecho que parece “trasnochado” a nuestra sociedad “fina y sofisticada” Es verdad que, aunque muy de vez en cuando solemos tener presentes al Padre y al Hijo, pero el Espíritu Santo, es el gran olvidado y a pesar de habitar en nuestro corazón ni siquiera lo percibimos.
No obstante, aquí está María, la llena de Dios, la llena del Espíritu Santo, ella lo recibió como nadie, lo acogió, lo brindo a los demás… y lo vivió; por eso en la existencia de María encontramos, agolpados, la gran multitud de dones del Espíritu.
MARÍA.- Sabiduría de Dios
Cuando nos paramos para asimilar tantas virtudes como adornaban el alma de María, solemos fijarnos siempre en el Magníficat o en algún trozo de evangelio que hable de ella. Es más, podemos situarla en la Cueva de Belén, en las bodas de Caná, al pie de la Cruz, orando junto a los discípulos… pero rara vez la asociamos con los dones de Espíritu Santo y, nadie como ella los vivió y los experimentó. Por eso, quizá sea hoy un buen momento para reflexionar sobre ello.
Dice un autor que el Don de la Sabiduría es el “buen gusto por las cosas de Dios” y me parece tan acertado que creo, es esa la clave por la que María llenaba de sentido todo lo que hacía. Ella era capaz de agradar, de sufrir, de disfrutar, de discernir… A María la marcaba el saber conjugar: la espontaneidad con Dios y la familiaridad con la gente; de ahí que a su entorno llevase alegría y confianza hechas vida. Ya que la sabiduría siempre da sabor: Buen Sabor. ¡Qué poco saben de ella las personas de nuestro mundo!
Hoy se lleva otro tipo de sabiduría: la que da prestigio y hace crecer la cuenta corriente, la que embota los sentidos y endurece el corazón; y hemos cambiado:
- La Sabiduría: don de saber gustar, por la sabiduría del consumismo.
- La Sabiduría de disfrutar, por la del ruido que intoxica.
- La Sabiduría de respetar, por la de “subir” pisando a los demás.
- La Sabiduría de saber reposar, por la del mundo de las prisas. Queriendo hacer lo que nunca hacemos y llegar a donde nunca llegamos.
Ciertamente es una triste manera de vivir, el estar continuamente desconformes con nuestra realidad y buscando algo que supere a lo ya vivido. Vamos a pararnos, en este día dedicado a la Madre, para observar cuál es nuestra realidad y pidámosle, con fuerza, al Espíritu Santo a través de María el, valioso, Don de la Sabiduría.
MARÍA.- Ciencia de Dios
María era pobre e irrelevante. Sus posesiones se ceñían a lo imprescindible para vivir, estoy segura de que si los “cacos” de nuestros días, cuyos procedimientos son cada vez más sofisticados, hubieran aparecido por aquellos parajes, jamás se hubieran fijado en su casa para llevarse algo que pudiera merecer la pena.
No puede haber, un hecho más adecuado, para demostrar que los verdaderos tesoros están dentro de nosotros mismos y por lo tanto no se pueden robar. María, entre otros muchos, poseía el “Tesoro del Saber”
Sé que suena raro afirmar que, una joven analfabeta a la que no se le permitía tener una cultura, por el mero hecho de ser mujer, poseyera el “Tesoro del Saber” Sin embargo, María, sabía lo que ignoran muchos de los grandes sabios de la tierra y, también muchos de los que nos parecen cercanos y se cruzan con nosotros normalmente. María sabía que Dios la amaba desde la eternidad, conocía que era la hija querida del Padre y, por si fuera poco había sido elegida para ser la Madre del mismo Dios. Ella poseía el gran DON de sentirse querida por toda la Trinidad y trataba de saborearlo y disfrutarlo con paz y alegría.
María sabía pronunciar la palabra “Padre” de manera especial; se lo había inspirado el Espíritu Santo; el que hace sentir por dentro, el que hace sagrada la Palabra de Dios el que ayuda a “Gustar”, íntimamente, el sabor de la Fe.
María escuchaba a Dios, con toda la creación. Todo le hablaba de Él. Recordaba, constantemente, que el mismo Dios la había creado y se sentía llena de la profundidad magnánima de sus Dones.
MARÍA.- La Consejera que nos lleva a Dios.
María estaba inundada del Don de Consejo, por eso puede servir de unión a todos los que buscamos un camino que nos acerque a Dios. Pero ella guarda veladamente esta realidad, no se pavonea de ello; su humildad no se lo consiente, se reconoce pobre y pequeña y ayuda en silencio a los demás.
Sin embargo, en nuestro tiempo, la gente es distinta tiene el gran defecto de creer que todo lo sabe, que todo lo puede, que tiene recursos suficientes para solucionar cualquier situación que se le pueda presentar y, ciertamente, en este momento de la historia solemos prescindir del consejo divino.
Sin pretenderlo, hemos perdido la capacidad de mirar a los ojos de los demás, respetar el dolor de los otros, escuchar en silencio los sentimientos que irradia la gente… Hoy tenemos respuesta para todo, pero no somos capaces de escuchar esas respuestas que nos llegan en un rato de oración, esas respuestas que nos hacen capaces de consolar más allá de lo que nos atreveríamos a esperar.
Por eso, hoy es un día para acercarnos a la Madre, a la Virgen bajo cualquier advocación, porque ella es: La llena de Dones y Carismas.
No dejéis de poneros un rato en su presencia. No dejéis de admirarla y alabarla, en ese día. Ella es nuestra madre. La llena de gracia. Interioricemos todos esos dones que la adornaron y, hoy, nos ofrece, pidámosle que nos ayude a abrirnos, como ella, a la Acción del Espíritu para que grabe todos estos signos en nuestro corazón y nos haga portadores de luz y esperanza para un mundo que tato lo necesita.
por Admin-Web-QC | May 24, 2012 | Rincón de Julia
Por Julia Merodio
Comenzar diciendo que la vida de María no deja indiferente a nadie, no posee novedad alguna ¡Cuánto se ha escrito sobre ella! ¡Cuánto sabe la religiosidad popular de su grandeza! Sin embargo, el presentar a María como esposa no es tan habitual y, aunque estoy segura de que, los que podáis acceder a este artículo, lo conoceréis muy bien, os invito a que de nuevo lo repasemos juntos.
El que haya escogido esta temática para el artículo de hoy, no es para nada casual, hay dos motivos que me llevan a ello. En primer lugar, despedir el mes de Mayo, mes dedicado a María y el segundo, aportar mi granito de arena al Congreso Mundial de las Familias que se celebrará en Madrid –España- los días 25, 26 y 27 de Mayo. (www.congresomundial.es)
“Familia, ¡cuánto vales y cuanto significas…!
Eres tierra sagrada, espacio para la esperanza de los hombres y del propio mundo –el mundo que vamos construyendo todas las personas de la humanidad-
Familia, la Iglesia reclama tu mano y tu responsabilidad. La Iglesia espera mucho de ti.
Te define esperanzadoramente: lugar privilegiado para la humanización del ser humano y del mundo.
Tú, mi Señor y mi Dios, loado seas por la familia, por todos esos hombres y mujeres, que creen y se esfuerzan por todo lo que conlleva ser: FAMILIA”
María, era una mucha de corta edad cuando Dios le pide permiso para desarrollarse en su seno y convertirla en su madre. Sería la portadora de la salvación para todo el género humano, tan sólo tendría que insertarse para tal fin, en una familia como todas las nuestras. Sin embargo, aunque María era una joven de su tiempo, capacitada para tal misión:
- No entraba en sus planes la maternidad pero, sin embargo, es elegida para ser madre.
- No entraba en sus planes ser famosa y va a ser nuestra referencia.
- No entraba en su mente poder educar a un hijo y educó, nada más y nada menos que: al Hijo de Dios.
La manera, de su elección, sobrepasa toda mente humana; por eso, antes de ver a María como esposa y madre, recordaremos el comienzo de su historia de amor.
María, no tenía título, ni fama, ni dinero, ni poder; pero resultó elegida. Elegida entre todas las jóvenes de todos los continentes. Elegida por unanimidad y sin ningún voto en contra.
Todavía la tierra no sabía nada, cuando el Cielo ya gozaba de la gran noticia. Será consultada, se le pedirá permiso y una criatura humana tendrá en su mano la respuesta de la salvación.
Hasta los más indiferentes sienten vértigo, al mirar de frente semejante el reto. La inmensidad del hecho seguro que, no deja indiferente a nadie.
Todo se había puesto en marcha. Mientras la gente de su tiempo come, trabaja, se divierte y duerme… alguien está en vela; alguien cuyo amor es: inmenso, incomparable, inestimable…
Y el emisario no se hace esperar. María estaba haciendo las labores propias de una joven de su tiempo y nada podía prever de lo que se estaba gestando.
De pronto, algo la inunda de luz y se oye una voz que pronuncia su nombre: “No temas María”
Ella, pasa del susto al asombro y no sale de la incomprensión… “Porque has hallado gracia delante de Dios” ¿Hallar gracia ella? ¿Por qué…? Ella, que no conocía nada más que a la gente cercana, entre las que se contaban unas cuantas vecinas que coincidían al ir a la fuente.
María solamente contaba con su gran fe, su profunda esperanza y la gracia de Dios; pero, su cuerpo era de la misma carne que el nuestro, con los mismos interrogantes, las mismas dudas y los mismos riesgos. Sin embargo, no vacila al decir: “Hágase como Tú quieras, mi Señor” Tu voluntad es mi voluntad y mis planes tus planes: “De acuerdo mi Señor”
Estoy segura que al pronunciar aquellas palabras su cuerpo tembló, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Sabía que acababa de sellar un compromiso; intuía que su misión no era fácil… pero sabía muy bien de quién se había fiado y eso le bastaba.
María queda sola y en silencio. ¡Qué madurez la suya!
Todas las jóvenes del país estaban esperando ser elegidas para tan gran misión. Si hubieran sido ellas las elegidas hubieran corrido a contarlo, hubieran ido a los círculos donde se difundían entonces las noticias. Ella, no. Ella, calla. Ante una misiva de tal magnitud queda serena, en paz, sosegada… no grita, ni llora, ni salta… Ella, acepta en silencio.
María, acababa de aceptar la misión de ser madre, sin objeciones, sin réplicas, aunque sabe bien “lo que se le viene encima” No le han dado un libro de instrucciones, ni unas cláusulas de comportamiento, pero es consciente de que, se ha metido en un buen lío difícil de solucionar.
– ¿Cómo será esto? –Preguntó-
– Todo es posible para Dios –le contestaron-
Pocas palabras para darle tranquilidad.
Sin embargo ella no ha puesto condiciones, no ha pedido seguridades, ni escoltas, ni doncellas, ni coches de caballos para el transporte… Sólo, con su fe al descubierto, firma un cheque en blanco. Conoce tan sólo el depositario; pero ella sabe que puede fiarse de Él: Y se fía.
María queda embarazada. El cómo había sucedido, no será fácil de creer. Tras los primeros desconciertos de, algo tan inesperado, viene la comunicación del hecho a sus padres y, por supuesto, a José con quien estaba comprometida.
La cosa era ardua y difícil. ¡Con lo fácil qué le hubiese resultado hoy quitarse el problema de encima! Abortar y punto.
Sin embargo, esto tan familiar para nuestro mundo “civilizado” entonces ni les pasaba a las jóvenes por la cabeza.
En tiempos de María la esterilidad era sinónimo de castigo divino y las jóvenes se sentían afortunadas de poner engendrar un hijo. A diferencia de nosotros, no importaba quedarse sin vacaciones ni prescindir del “cochazo” con el que pudiesen soñar, el hijo tenía el lugar que merecía sin estar supeditado a que a la joven le “apeteciese” tenerlo o no.
Entonces las dificultades se miraban de frente. De ahí que María no dude llegar hasta sus padres para comunicarles el hecho. Aunque sus padres la conocían bien y tenían total seguridad en ella, el absurdo de lo que cuenta no se hace creíble; sin embargo ellos saben intuir que, el corazón de María rebosaba certeza, mientras el suyo se llenaba de confianza.
Lo de José fue distinto. José, era un hombre como todos los demás y esto le superaría; por eso María no quiere que se entere por terceras personas y llena de valentía, abre su alma ante él para compartirle todo lo que ha ocurrido.
La inquietud de José es evidente. El hecho le sobrepasa. Sin embargo nota la veracidad de las palabras de María. Hay cosas que, por mucho que la razón no quiera entender, son acogidas por el corazón y esta era una de ellas.
Pero ¿cómo enfrentar la realidad ante la gente del pueblo? Estaba a tiempo, no se habían casado y era libre para tomar la opción que estimase más conveniente. Huiría en silencio.
Sin embargo, el amor lo puede todo. José estaba enamorado de María y María de él y, cuando se está enamorado, todo es posible. José, amaba a María sin límite, confiaba en ella sin límite y la aceptaba sin límite. Sellarían su amor y nada ni nadie podría destruirlo.
Los primeros desconciertos y dudas de José se habían desvanecido y su interior va afianzándose en amor y confianza a María, ¡Se necesita fidelidad y amor para aceptar un hecho de tal magnitud! Y, en esa adhesión a alguien que forma contigo una unidad, cree lo que ella le acaba de contar.
Los dos unidos, se preparan para afrontar con entereza lo que más dolor va a causarles. Los comentarios de la gente.
Si en nuestro tiempo hay comentarios punzantes, imaginaos entonces: “Con lo buena que parecía y mira… para que te fíes de la gente. Y él, a saber en qué estará metido, para casarse con ella…”
Palabras que, taladraban como dardos unos corazones que, nada tenían que ocultar.
Estos comentarios no parecen nuevos. Una y otra vez se van clavando e hiriendo a personas que, lo están pasando mal porque las circunstancias les han sido adversas y su único pecado ha consistido en acoger y aceptar.
Pero, aunque parezca que no vamos a ser capaces de salir de esa situación difícil, las cosas van poniendo todo es su lugar. Y, una vez aclaradas las cosas, María y José se desposan formando una familia ejemplar.
El amor que se profesaban les facilitó mucho las cosas. María era portadora de Dios y en su seno se había depositado el mayor tesoro de la historia; un regalo que compartiría con José. Juntos tendrían que responder de la custodia de su Hijo. El Hijo de Dios.
“Para Dios no hay imposibles” le había dicho el Ángel. Todo consistiría en mantenerse a la escucha.
Pero nada especial se oía ni se intuía. El embarazo era normal, la vida era normal y solamente su amor, su fidelidad y su confianza les hacían seguir adelante con alegría.
Las habladurías del pueblo sobre su próxima maternidad se iban calmando. Ellos, se han instalado en su casa y, aunque no sea gran cosa, es su hogar. La normalidad va llegando cuando, de pronto, aparece un nuevo sobresalto: Un edicto de Roma.
Inesperado golpe para la pareja. No están en condiciones de hacer un viaje tan largo. De nuevo tendrán que repetir el Sí. Las cosas vuelven a ser difíciles. Otro, diálogo profundo, antes de tomar una decisión.
José prefiere ir solo ya que María esta muy avanzada en la gestación y tiene miedo a que puedan aparecer sorpresas en el viaje. Él sabe que en el pueblo hay mujeres que atienden el parto y correrá menos riesgos. Pero ella no quiere separarse de su marido; desea que esté con ella en ese momento tan grandioso para los dos.
Deciden arriesgarse y se ponen en camino. Un camino duro e incierto. María se siente animada; José va con ella. Él es joven y fuerte, todo irá bien. Cualquier problema que surja, juntos, podrán solucionarlo.
Que importante para nuestra vida que los esposos vayan juntos por el camino. Pero ahora eso es difícil. Trabajan los dos con horarios realmente largos. Las empresas los absorben… y solamente tienen ganas de llegar a casa para descansar.
Pero en casa les espera más trabajo del que podrían suponer. Eso los irrita; ya no son capaces de hablar; por eso, más que hablar, gritan y… cerca, muy cerca, los niños bebiendo a sorbos toda esta desavenencia.
Es un momento en el que necesitaríamos que alguien nos abriese sus brazos para acogernos, para regalarnos su fortaleza, para decirnos: No os preocupéis. Si os queréis de verdad, juntos lograréis lo que os habéis propuesto. Vuestras fuerzas unidas serán capaces de haceros seguir adelante.
Aquí tenéis ese Alguien ¡Escuchadla! ¡No lo desoigáis! Ese Alguien es: María. María de Nazaret.
María es una mujer israelita, humilde, pobre, sencilla… pero que tuvo la grandeza de saber renovar de nuevo, el Sí incondicional del primer encuentro. Ese SÍ que, día a día, sin saberlo, tiene que volver a repetir, una y otra vez.
Así es la vida humana. La tuya y la mía. Un día, lo mismo que María, decidimos compartir la vida con otra persona. Todo era bonito, esperanzador… y decidimos formar una familia donde vivir nuestra realidad.
Todo iba bien. Incluso nuestro principio tuvo menos sobresaltos que el de ellos. Pero aparecieron los problemas, las limitaciones del otro. Era necesario renovar nuestro sí, como lo hicieron ellos; pero muchos se han quedado en el camino por miedo a pronunciarlo.
La Madre siente que el parto va a llegar de un momento a otro. José no la deja ni un instante. Pregunta a uno y a otro para encontrar un sitio donde María pueda descansar. Se siente triste ante tantas negativas. Por fin le indican una cueva a las afueras que sirve para resguardar los animales. Él sabe que ese no es sitio para María. Él había soñado algo muy distinto para recibir a su hijo, pero cae la noche y no hay tiempo para más. Mañana buscará algo que se ajuste debidamente a lo que ella merece.
Llegan al sitio indicado. Es mucho peor de lo que podía imaginar. María lo tranquiliza. José trata de adecentarlo un poco. Separa a un lado los animales y hace una lumbre para estar calientes ya que el frío de la noche empezaba a dejarse notar.
Y en estas circunstancias que se escapan a nuestro entender humano, aparece ante nosotros un Bebé en el que reposa el mismo Dios.
En este momento quiero acercarme a tantas embarazadas, en todo el mundo, que no reciben atención de nadie. Quiero tener muy presente a, esa jovencita de Méjico que me escribió pidiendo ayuda y después de querer abortar tuvo la valentía de seguir adelante con su embarazo. Lo está pasando mal, lo sé y sé que cuando me escribe se me encoge el alma.
El padre del niño la ha abandonado y sus padres, aunque la acogen con muchas reservas, no le hacen la vida demasiado fácil. Está muy cerca del momento del parto y todavía no la ha podido ver un médico porque no cuenta con recursos económicos y encima es muy difícil contactar con ella porque no le dejan que se comunique con otras personas.
Ellas son, como María, personas con un corazón grande y, estoy segura, que esos hijos serán una alegría para su corazón y para el mundo.
María es el parangón de la fuerza de una mujer. Por eso pasa por todas las situaciones de la realidad femenina: es una mujer; se enamora; vive un difícil noviazgo; se convierte en esposa y madre; y, siendo aún muy joven, se quedará viuda.
Toda persona, en cualquier estado de su vida puede verse reflejada en María, pues ella pasó por todas las experiencias.
Pero María es la mujer fuerte. Todavía le queda mucho que pasar. De momento un Ángel, en sueños avisa a José para que salga huyendo a Egipto ya que, el mismo rey, busca al niño para matarlo.
De nuevo la incertidumbre, la precariedad, de nuevo… rumbo a lo desconocido.
José, coge al niño y a su madre y se ponen en camino”
Esta situación inesperada los va a convertir en inmigrantes.
Llegan a un país desconocido, sin hablar el mismo idioma, sin apenas herramientas para trabajar, sin conocer a nadie ¿Cómo salir adelante?
De nuevo la incertidumbre; otra vez a empezar. Ante ellos una nueva tarea a desempeñar.
Lo mismo que María y José, nosotros también pasamos en nuestra vida muchas situaciones que nos sobrepasan. Nos toca vivir, realidades que nos incomodan; y, para distraernos, se presentan ante nosotros ambientes, acontecimientos, anuncios, personas… que tratan de no dejarnos pensar, para llevarnos a su terreno. Que importante estar alerta y fijarnos en la actuación, de María y José, para responder a nuestra responsabilidad y nuestro compromiso de ser nosotros mismos sin dejarnos manipular.
Hemos de sentarnos juntos y tomar conciencia de todas esas cosas que nos esclavizan y de las que nos queremos liberar, ya que ellas nos están impidiendo SER, lo que en realidad queremos ser: Una Familia.
Pensaremos también que, no todas las esclavitudes que nos martirizan son conocidas. Hay muchas que ignoramos, pero que nos atan de igual manera. Dependemos:
- De la opinión de los demás.
- De la buena imagen.
- Del perfecto resultado de nuestras acciones.
- De que las cosas siempre funcionen bien.
- Del rendimiento, del prestigio, del éxito…
Vivimos en una sociedad donde nos programan, nos fomentan la ansiedad, el tener más que los otros, el quitarnos de encima las responsabilidades. El no tener hijos, porque eso ata; el deshacernos de los padres porque complica la vida y el dejar al otro si no cumple las expectativas que teníamos de él-ella.
Hay veces, que nos resulta imposible sacar tiempo para mirarnos a nosotros mismos, para prepararnos a ser esposos, padres de familia…, para buscar y, sobre todo, para esperar.
Por eso quiero invitaros hoy, ante este Congreso Internacional de la Familia, a que os detengáis, para saborear, tantas cosas fenomenales como ocurren a vuestro alrededor; tantas cosas como vivimos sin darnos cuenta de ello: esa sonrisa, esa amistad, ese apretón de manos…
Seamos valientes. Vivamos lo que deseamos vivir. Dejemos esas ataduras que conocemos; esas que no nos atrevemos a confesar; esas que nos aprisionan y nos impiden ser nosotros mismo; esas que intentamos camuflar diciendo que es nuestra manera de ser…
Pensemos que tenemos ante nosotros una vida plena. Tomemos conciencia de la capacidad que se nos ha dado de observar, de ver, de escuchar, de sentir, de dar… En nuestra vida sigue teniendo cabida el asombro, la sorpresa y la esperanza. Porque existir es Esperar. Es esperar, las pequeñas cosas de la vida diaria, o las cosas grandes que a veces no llegarán. Es tener la fuerza para afrontar las situaciones que nos dejaran desilusionados y frustrados. Pero lo importante será, que hayamos sido capaces de decirnos, desde lo profundo del corazón:
Siempre esperaré en ti, porque sé que juntos encontraremos cuanto desea nuestro corazón.