ACLAMANDO LA NATIVIDAD DE MARÍA

 

Por Julia Merodio

 

MARÍA.- Regalo de Dios

Después de este merecido descanso vacacional, reanudamos nuestra comunicación en una semana dedicada a la Madre.

Para nadie es ajeno que el próximo sábado, día 8 de Septiembre, se celebra la Natividad de María; por lo tanto será fiesta en una gran multitud de pueblos y ciudades de nuestra geografía. Por eso la gente sencilla, que tanto quiere a la Madre, lo entiende bien y la honra con esplendor. Las Ermitas se adornan y embellecen, los altares se llenas de flores, los cirios regalan su mejor luz y los corazones se ensanchan para cantar su grandeza.

Pero no olvidemos que, las flores que más le gustan a María y que deberían adornar nuestra vida, son las flores de la donación, la obediencia, la mortificación, la dulzura, la alegría…Todas esas virtudes que adornaron el alma de María y la hicieron Luz resplandeciente de generación en generación. Por eso, han de ser esas virtudes las que nos hagan cirios encendidos que irradien luz y calor a este mundo frío y apagado.

Sin embargo es importante recordar que María contaba para ello con la fuerza del Espíritu Santo, hecho que parece “trasnochado” a nuestra sociedad “fina y sofisticada” Es verdad que, aunque muy de vez en cuando solemos tener presentes al Padre y al Hijo, pero el Espíritu Santo, es el gran olvidado y a pesar de habitar en nuestro corazón ni siquiera lo percibimos.

No obstante, aquí está María, la llena de Dios, la llena del Espíritu Santo, ella lo recibió como nadie, lo acogió, lo brindo a los demás… y lo vivió; por eso en la existencia de María encontramos, agolpados, la gran multitud de dones del Espíritu.

MARÍA.- Sabiduría de Dios

Cuando nos paramos para asimilar tantas virtudes como adornaban el alma de María, solemos fijarnos siempre en el Magníficat o en algún trozo de evangelio que hable de ella. Es más, podemos situarla en la Cueva de Belén, en las bodas de Caná, al pie de la Cruz, orando junto a los discípulos… pero rara vez la asociamos con los dones de Espíritu Santo y, nadie como ella los vivió y los experimentó. Por eso, quizá sea hoy un buen momento para reflexionar sobre ello.

Dice un autor que el Don de la Sabiduría es el “buen gusto por las cosas de Dios” y me parece tan acertado que creo, es esa la clave por la que María llenaba de sentido todo lo que hacía. Ella era capaz de agradar, de sufrir, de disfrutar, de discernir… A María la marcaba el saber conjugar: la espontaneidad con Dios y la familiaridad con la gente; de ahí que a su entorno llevase alegría y confianza hechas vida. Ya que la sabiduría siempre da sabor: Buen Sabor. ¡Qué poco saben de ella las personas de nuestro mundo!

Hoy se lleva otro tipo de sabiduría: la que da prestigio y hace crecer la cuenta corriente, la que embota los sentidos y endurece el corazón; y hemos cambiado:

  • La Sabiduría: don de saber gustar, por la sabiduría del consumismo.
  • La Sabiduría de disfrutar, por la del ruido que intoxica.
  • La Sabiduría de respetar, por la de “subir” pisando a los demás.
  • La Sabiduría de saber reposar, por la del mundo de las prisas. Queriendo hacer lo que nunca hacemos y llegar a donde nunca llegamos.

Ciertamente es una triste manera de vivir, el estar continuamente desconformes  con nuestra realidad y buscando algo que supere a lo ya vivido. Vamos a pararnos, en este día dedicado a la Madre, para observar cuál es nuestra realidad y pidámosle, con fuerza, al Espíritu Santo a través de María el, valioso, Don de la Sabiduría.

MARÍA.- Ciencia de Dios

María era pobre e irrelevante. Sus posesiones se ceñían a lo imprescindible para vivir, estoy segura de que si los “cacos” de nuestros días, cuyos procedimientos son cada vez más sofisticados, hubieran aparecido por aquellos parajes, jamás se hubieran fijado en su casa para llevarse algo que pudiera merecer la pena.

No puede haber, un hecho más adecuado, para demostrar que los verdaderos tesoros están dentro de nosotros mismos y por lo tanto no se pueden robar. María, entre otros muchos, poseía el “Tesoro del Saber”

Sé que suena raro afirmar que, una joven analfabeta a la que no se le permitía tener una cultura, por el mero hecho de ser mujer, poseyera el “Tesoro del Saber” Sin embargo, María, sabía lo que ignoran muchos de los grandes sabios de la tierra y, también muchos de los que nos parecen cercanos y se cruzan con nosotros normalmente. María sabía que Dios la amaba desde la eternidad, conocía que era la hija querida del Padre y, por si fuera poco había sido elegida para ser la Madre del mismo Dios. Ella poseía el gran DON de sentirse querida por toda la Trinidad y trataba de saborearlo y disfrutarlo con paz y alegría.

María sabía pronunciar la palabra “Padre” de manera especial; se lo había inspirado el Espíritu Santo; el que hace sentir por dentro, el que hace sagrada la Palabra de Dios el que ayuda a “Gustar”, íntimamente, el sabor de la Fe.

María escuchaba a Dios, con toda la creación. Todo le hablaba de Él. Recordaba, constantemente, que el mismo Dios la había creado y se sentía llena de la profundidad magnánima de sus Dones.

MARÍA.- La Consejera que nos lleva a Dios.

María estaba inundada del Don de Consejo, por eso puede servir de unión a todos los que buscamos un camino que nos acerque a Dios. Pero ella guarda veladamente esta realidad, no se pavonea de ello; su humildad no se lo consiente, se reconoce pobre y pequeña y ayuda en silencio a los demás.

Sin embargo, en nuestro tiempo, la gente es distinta tiene el gran defecto de creer que todo lo sabe, que todo lo puede, que tiene recursos suficientes para solucionar cualquier situación que se le pueda presentar y, ciertamente, en este momento de la historia solemos prescindir del consejo divino.

Sin pretenderlo, hemos perdido la capacidad de mirar a los ojos de los demás, respetar el dolor de los otros, escuchar en silencio los sentimientos que irradia la gente… Hoy tenemos respuesta para todo, pero no somos capaces de escuchar esas respuestas que nos llegan en un rato de oración, esas respuestas que nos hacen capaces de consolar más allá de lo que nos atreveríamos a esperar.

Por eso, hoy es un día para acercarnos a la Madre, a la Virgen bajo cualquier advocación, porque ella es: La llena de Dones y Carismas.

No dejéis de poneros un rato en su presencia. No dejéis de admirarla y alabarla, en ese día. Ella es nuestra madre. La llena de gracia. Interioricemos todos esos dones que la adornaron y, hoy, nos ofrece, pidámosle que nos ayude a abrirnos, como ella, a la Acción del Espíritu para que grabe todos estos signos en nuestro corazón y nos haga portadores de luz y esperanza para un mundo que tato lo necesita.