María, sabiduría de Dios

María, sabiduría de Dios

Esta es la hora
en que rompe el Espíritu
el techo de la tierra,
y una lengua de fuego innumerable
purifica, renueva, enciende, alegra
las entrañas del mundo.
(Liturgia de las horas)

He elegido estas estrofas, de la liturgia de las horas, para comenzar la reflexión, porque creo que no puede haber un comienzo mejor.

“Señor, rompe el techo de la tierra y purifícanos, renuévanos, enciéndenos… alegra las entrañas de este mundo cansado y desalentado”

Pues, lo que en realidad necesita el mundo de hoy: no son leyes, ni decretos, ni órdenes, ni mandatos… necesita un nuevo Pentecostés, necesita recibir de nuevo… la efusión del Espíritu Santo.

Y eso, precisamente eso, es lo que vamos a celebrar este domingo: La Fiesta de Pentecostés. Pero no vamos a celebrarla como un recuerdo que pasó, sino como un presente. Porque el Espíritu Santo, no llegó y se fue. El Espíritu Santo llega -momento a momento- a dinamizar y fortificar nuestros corazones, nuestras acciones, nuestras decisiones, nuestras necesidades…

Aunque, por haber caído esta fiesta el último día de Mayo, seguiremos, una semana más, orando con María.

La verdad es que, cuando alguien se para a asimilar tantas virtudes como adornaban el alma de María, no puede desligarse del Magníficat ni puede dejar de lado, los versículos del evangelio que hablan de ella. Sin embargo, verla recibiendo el Espíritu –junto a los apóstoles- en Pentecostés, quizá se nos resulte un poco más sorpresivo.

Resulta fácil descubrir, a la Madre, en la Cueva de Belén, en las bodas de Caná o al pie de la Cruz; pero parece extraño encontrar -a la llena de dones y carismas- recibiendo los dones del Espíritu Santo –el día de Pentecostés- y sin embargo, nadie como ella fue capaz de recibirlos, de vivirlos y de experimentarlos con tanta profundidad. Por eso, me ha parecido que, la Fiesta de Pentecostés, sería un buen momento para volver a ofreceros uno de esos dones. Eligiendo para esta ocasión: El Don de Sabiduría.

Dice un autor que, el Don de la Sabiduría es el “buen gusto por las cosas de Dios” y me parece tan acertado que creo, que esa fue la clave por la que María pudo llenar de sentido todo lo que hacía.

Vuelvo a la realidad que nos acompaña. Me quedo en silencio. Veo que, todo lo que nos rodea carece de sentido. Las contradicciones entre lo que se dice y lo que se dijo; la impunidad con la que nos quitamos de encima lo que no nos gusta, el despotismo con que se habla, la falta de delicadeza hacía los que lo están pasando mal, la inmoralidad con la que nos gastamos el dinero que necesitaremos para seguir sobreviviendo…

Veo las imágenes de la televisión: la gente, -sobre todo jóvenes- incumpliendo las leyes; personas sin mascarilla, terrazas abarrotas sin guardar distancias… los dueños bloqueados, porque no pueden hacer nada y son los responsables y que, necesitan abrir para seguir viviendo… Es, realmente triste ver a donde hemos llegado. Pero no pensemos que esto es cosa de los demás, descubramos las veces que nosotros hacemos lo mismo. ¡Hay tantos que se han quitado “de encima”: responsabilidades! ¡Hay tantos padres “aparcados”! Y también hijos, y esposas, y maridos, y parejas… -que, incluso dan una apariencia perfecta ante los demás- Y… creo que al leer esto, nadie nos sentiremos capaces “de tirar la primera piedra” Entonces llega la gran pregunta: ¿Pero cómo hemos podido llegar a esto? Pues muy fácil. Hemos llegado a esto porque “hemos dejado de gustar las cosas de Dios” hemos dejado de vivir su evangelio, lo hemos sacado directamente, de nuestra vida…

Sin embargo, fijaos, María era capaz de gustar las cosas de Dios, de saborearlas, de saberlas mirar… porque usaba los ojos del corazón. De ahí que fuese capaz de agradar, de sufrir, de disfrutar, de discernir… realidades que son imprescindibles para nosotros, en este momento y que, sin embargo, no emergen por ningún lado, en el “tinglado” que nos hemos montado.

A María la marcaba el saber conjugar: la espontaneidad con Dios y la familiaridad con la gente. María, sabía –como nadie- llevar a su entorno la alegría y la confianza hechas vida. Y ahí estaba, poniendo en funcionamiento su sabiduría –aunque ni siquiera fuese consciente de ello-, allí estaba… dando siempre sabor: Buen Sabor.

¡Qué poco conocemos de todo esto, las personas que vivimos en la realidad actual!

Hoy, a pesar de toda la dureza que hemos vivido y estamos viviendo, queremos seguir pegados a la “sabiduría” que nos habíamos marcado: la que da prestigio y hace crecer la cuenta corriente; la que embota los sentidos y endurece el corazón. Parecía que estábamos cambiando pero, cuando hemos podido salir a la realidad, nos hemos dado cuenta de que seguimos siendo los mismos. Hoy, como antes, queremos cambiar:

  • La Sabiduría: don de saber gustar; por la sabiduría del consumismo.
  • La Sabiduría: don de disfrutar; por la del ruido que intoxica.
  • La Sabiduría: don de respetar; por la de “subir” pisando a los demás.
  • La Sabiduría: don de saber reposar; por la del mundo de las prisas.

¡Tanto que hablábamos en el tiempo del confinamiento! ¡Tanto que pensábamos hacer cuando terminase…! Pero, ya veis, seguimos queriendo hacer lo que nunca hacemos y llegar a donde nunca llegamos.

Realmente es una triste manera de vivir, pero desgraciadamente, parece que no hemos aprendido demasiado. Seguimos estando desconformes con la realidad que nos toca vivir y lejos de esforzarnos por cambiarla, buscamos cosas que nos ayuden a olvidar lo que hemos pasado.

Vamos a pararnos, en esta festividad de Pentecostés, -ubicada en el último día, del mes dedicado a la María- para observar cuál es nuestra realidad personal, pidiéndole con fuerza, al Espíritu Santo a través de ella, este valioso, Don de la Sabiduría.

Esa sabiduría escondida a los sabios de la tierra. Esa sabiduría que nos liberé de la indiferencia, de la falta de esperanza, de los prejuicios, del guardarnos los bienes para nosotros solos, de vivir para el tiempo… Esa sabiduría que nos lleve a gustar a Dios. Esa sabiduría… capaz de transformar nuestra vida haciéndonos capaces de compartir todos nuestros dones con los demás.

 Esa Sabiduría, de la que nos dice el Papa Francisco, que consiste: en verlo todo, con los ojos de Dios.

 

 

 

María, ciencia de Dios

María, ciencia de Dios

El mes de Mayo va pasando y quiero aprovechar estos días que faltan para dedicárselos María, nuestra Madre.

Al ponerme de nuevo, ante lo que nos rodea, veo que las cosas cambian despacio. Subidas y bajadas de muertos, de ingresos, de contagiados… Luchas por pasar de una fase a otra, si nos confinamos para no coger el virus, cae en picado la economía y si tratamos de salvar la economía, miedo a que suban los contagios. Total que ahí vamos buscando comités de expertos que siguen sin saber qué hacer, ni cómo moverse, para que todo el mundo esté contento. Por lo que de nuevo he decidido… acercarme a María.

Si alguno de los eruditos que están ahí, machacándose su inteligencia, para dar una solución acertada a la realidad que nos rodea leyese este título, creería que estaba de broma. María ¿Ciencia de Dios?

María, además de pobre e irrelevante, era una joven analfabeta a la que no se le permitía tener una cultura por el mero hecho de ser mujer, situación que hace impensable que poseyera el “Tesoro del Saber”

Sin embargo, aunque parezca sorprendente, María sabía lo que ignoran muchos de los grandes sabios de la tierra; lo que desconocen esas personas que se creen grandes y se nos presentan como superentendidos e ilustrados; esos que –de vez en cuando- se cruzan en nuestro camino mirando por “encima del hombro” Y es que los verdaderos tesoros y las auténticas respuestas están dentro, en lo profundo. Lo valioso ni tiene precio, ni se puede robar. Todo está en la entraña de la persona.

Si los “cacos” de nuestros días, cuyos procedimientos son cada vez más sofisticados, hubieran aparecido por aquellos parajes –donde María vivía-, jamás se hubieran fijado en su casa para llevarse algo que pudiera merecer la pena. Sus posesiones se ceñían a lo imprescindible para la subsistencia. Sin embargo ahí estaban sus verdaderos tesoros, en su interior, por lo que no podían ser robados ni desvalijados. Y ¡fíjate! Resulta que, al contrario de lo que se pudiese pensar, entre esos tesoros que adornaban la vida de María se encontraba: el “Tesoro del Saber”

María sabía que Dios la amaba desde la eternidad, conocía que era la hija muy querida del Padre y, por si fuera poco, sabía que había sido elegida para ser la Madre del mismo Dios. Ella poseía el gran DON de sentirse querida por toda la Trinidad y trataba de saborearlo y disfrutarlo, en su interior, con paz y alegría.

María sabía pronunciar la palabra “Padre” de manera especial; se lo había inspirado el Espíritu Santo; el que hace sentir por dentro, el que hace sagrada la Palabra de Dios, el que ayuda a “gustar” –íntimamente- el sabor de la Fe.

María escuchaba a Dios, con toda la creación. Todo le hablaba de Él. Recordaba, constantemente, que el mismo Dios la había creado y se sentía llena de la profundidad generosa de sus Dones.

María sabía que no le bastaba con rezar y socorrer a los desfavorecidos, sabía que además tenía que estar dispuesta a no entender.

      • Los planes de Dios.
      • Los silencios de Dios.
      • Las maneras de actuar de Dios
      • Su abandono…

Por eso sabía que necesitaba contemplar los acontecimientos con los ojos del corazón y la ciencia de Dios.

Acabamos de quedar descolocados. ¿Con que ojos y qué ciencia, miramos nosotros los acontecimientos que se nos van presentando? Todo lo indescriptible que nos iba asolando lo tapábamos. Nos habían dicho que esto era “un poco más que una gripe” y que cuando pasase, saldríamos para volver a la vida de antes. Pero nos hemos ido dando cuenta que no es así. Nos iban presentando, los aplausos, los cantos, las ocurrencias de muchos… pero no nos presentaban los dramas que existían detrás de los balcones, entre otras cosas, porque muchos ya no tenían ni para comer. Y ¿qué ha pasado? Que cuando hemos comenzado a salir, nos hemos ido dando cuenta de que mucha gente –sobre todo jóvenes- hacen lo que quieren, incumpliendo las reglas que se les van dando. Y… que es ahora cuando, los médicos y enfermeras han tenido que comenzar a alertarnos de la peligrosidad a la que estamos expuestos.

¡Qué distinto todo esto a lo que nos presenta María, aunque no nos paremos a pensarlo! Es fácil apreciar que, si por el Don de Consejo se le había permitido -a María- el  saber optar por lo recto, lo bueno, lo justo… lo que le agrada a Dios; por el Don de Ciencia se le concedió –lo mismo que a nosotros- valorar rectamente, las realidades que se le iban presentando, en el discurrir de su existencia. La diferencia está en cómo lo utilizó ella y cómo lo utilizamos nosotros.

Estamos hartos de ver que, los juicios de valor que nos ofrecen los políticos, los medios de comunicación, los “entendidos”… sobre los acontecimientos y vicisitudes que nos van apareciendo, están todos afectados por ideologías, partidismos, intereses y deformación; sin embargo Jesús nos advierte -muchas veces- que debemos rechazar todos esos criterios humanos, e ir a la luz de la Palabra que ilumina a todo ser humano y que tantos no conocen porque no la han querido recibir. –Es ya el prólogo del evangelio de Juan, el que lo dice de esta manera- “Vino a los suyos y los suyos no la recibieron”

De ahí, la necesidad de situarnos en la verdad. De permanecer firmes en esos criterios diferentes que nos hacen resultar incómodos -en este ambiente hostil y enrarecido en el que estamos inmersos- pero que son los que la gente necesita escuchar para saber por dónde debe seguir caminando.

Pidámosle al Señor que, como a María, nos conceda el Don de Ciencia. Ese Don que nos ayude a discernir entre la sinceridad y la falsedad que se mezclan ante nosotros como si fuese lo más normal. Que nos conceda, ese Don que nos haga valientes para denunciar la injustica; para ver lo que se funde detrás de las aparentes verdades; para descubrir la belleza y la armonía que contiene todo lo creado y que nos dé un conocimiento nuevo que, nos permita rehacer nuestra vida desde lo auténtico, tomando conciencia de nuestra identidad como Hijos de Dios.

Porque queremos que Él nos infunda esa ciencia de los niños, de los pequeños, de los que la gente deja relegados… pues sólo así podremos ver la altura, la grandeza, la sabiduría y la inmensidad de Dios. Solamente así dejaremos de ver grande lo que para Dios es insignificante.

Pidamos a Dios sin cansarnos, este magnífico Don

 

 

San Pascual bailón

San Pascual bailón

Me vais a perdonar que, de repente, cambie la continuidad de mis reflexiones, para presentaros a un santo que, quizá muchos, ni siquiera conozcáis. Pero todo tiene su por qué.

San Pascual Bailón, es el patrono del pueblo donde he nacido y por lo tanto muy querido por mí. Es verdad que, nunca había hablado de él, pero este año es obligado. Hoy 17 de Mayo, festividad de S. Pascual, por la circunstancia que estamos pasando, no se puede celebrar su fiesta –como viene siendo costumbre- por lo que muchos se alegrarán de poder recordarlo.

De ahí que, aunque nunca haya escrito sobre él, os aseguro que es alguien con una vida tan apasionante que, quedaréis sorprendidos al terminar de leer, ya que no solamente haré la reflexión sino que la intercalaré con curiosidades del pueblo y pasajes de su biografía, para que todos podamos conocer un poco más la vida de este singular santo. (Perdonarme si es un poco más extensa que de costumbre)

UNA FIESTA EN HONOR DE SAN PASCUAL

Cuando te adentras en la vida de un Santo tan cercano como S. Pascual, te quedas sorprendido. ¿Qué tiene de extraordinario San Pascual como para que, un pueblo se fije en él y lo nombre su Patrón?

Al llegar la fiesta de San Pascual -día 17 de Mayo- parecía que el pueblo empezase a florecer. Hablo de Maranchón, (aunque sepa que, es patrono de otros muchos pueblos) un pueblo con clima extremadamente árido, que esperaba ansioso esta fecha para comenzar su primavera.

El día de San Pascual, era una fiesta grande. Había, cómo no, Misa con procesión. Algunos niños aprovechaban ese día para tomar la primera Comunión. También había música en la plaza, donde repartían torta y limonada y se ponían tenderetes de confites y variedades.

Al pasar los años y disminuir los habitantes de los pueblos, esto se fue perdiendo. La gente emigró a ciudades grandes y cuando la fiesta caía entre semana, apenas había gente.

Pero, hace ya bastantes años, se decidió recuperar la fiesta y ahora se celebra el tercer domingo de Mayo. Por supuesto, se mantiene intacta la Santa Misa seguida de la procesión, que al llegar a la plaza mayor, se detiene para bailar “El Pollo” delante de la imagen. -Esto se debe, a que años atrás bailaban “el pollo” delante del Santo los que querían que les concediese una gracia, echando después caramelos “a repelea” para los niños-  De ahí que se ha adaptado al tiempo presente, para no perder su esencia.

Al salir de misa se sigue repartiendo la torta y la limonada, mientras se rifan los rollos del Santo y se saca el número de una rifa, algo que se hacía para sacar fondos y pagar la fiesta. Sin embargo, aunque ahora se sigue haciendo, la fiesta ha tomado mayor relevancia y viene una dulzaina para acompañar los actos religiosos y hacer baile en la plaza. Acompañándola, también -por la noche- un conjunto musical, algo que tiene muy buena acogida por el pueblo y, todo ello se debe a que ahora, se cuenta con los fondos del Ayuntamiento que la paga o ayuda a pagarla.

Hasta aquí os cuento, escuetamente, lo que ofrece la fiesta de San Pascual, no sólo a los que viven en el pueblo, sino también, para los que desean acudir a pasar el fin de semana. (Espero no haberme dejado algo que debiera compartir, pero me he ajustado a lo esencial para no alargarme)

Sin embargo, yo me sigo preguntando: ¿Habrá leído alguno, de los que celebramos la fiesta, la vida de San Pascual? ¿Qué nos dice a cada uno, en nuestra realidad, la existencia del Santo?

Puedo decir que, ese día en la Eucaristía, comulga mucha gente pero ¿Cuántos saben que San Pascual es el Patrono de la Eucaristía? ¿Qué implicación tiene todo esto en nuestras vidas?

Me cuestiona pensar que si un reportero llegase a grabar la fiesta, para sacarla en algún medio de comunicación, grabaría todo lo que os relato en la primera parte, pero quizá, ni siquiera daría una pincelada a la faceta religiosa. Y, ¿por qué? Muy sencillo, porque lo que el reportero busca es audiencia y, desgraciadamente, lo religioso, “hoy no vende” pero nos hemos preguntado ¿qué le parecería a S. Pascual esta situación? Porque es a él a quien estamos honrando.

Realmente es triste comprobar esta realidad, por lo que quizá sería bueno preguntarnos ¿qué está pasando? ¿Qué es lo que verdaderamente importa? ¿Amamos a Dios a través de los Santos, o utilizamos a los santos para comprar a Dios?

SAN PASCUAL, UN SANTO CARCANO

Quizá desencante a muchos, saber que el nombre de Pascual Bailón, no le vino porque bailaba ante el Sagrario –como se suele pensar- le vino por haber nacido en Pascua y porque Bailón era el apellido de su padre, pues eso que pensamos de que se derivarse de bailar, no parece tener mucha certeza, ya que Pascual era una persona, realmente tímida y parece que el bailar no era lo suyo.

Así dicen de él sus biógrafos: “Su nombre era el de Pascual, por haber nacido en la vigilia de Pentecostés. Fue hijo de Martín Bailón, con cuyo patronímico se le conoce; y está bien lejos de ser llamado por este nombre, como algunos, sin ningún fundamento, afirman, por haber bailado ante el Sagrario”

Sin embargo nadie puede negar que la virtud característica de S. Pascual, era la de amar la Eucaristía.

Pascual nació en una familia pobre, por lo que estaba abocado a vivir olvidado y sin relevancia; pero, por si fuera poco, al no tener recursos tuvo que ejercer el oficio de pastor, desde los siete años.

Al llegar a esta situación, entran en juego las palabras pronunciadas por Jesús, y que tanto se alejan de nuestra realidad: “Bienaventurados los pobres…” ¡Cómo entender esto, en un mundo donde lo que prima es la riqueza y el bienestar!

La Gracia siempre llega a quien Dios elige. La gracia no se adquiere a base de “puños” ni sabiendo mucho sobre Dios. La gracia se adquiere cuando la persona es capaz de abandonarse en sus manos, siendo capaz de decir desde lo profundo del corazón: aunque no sé nada, aunque no veo nada… sé bien, que Tú eres mi Señor y mi Dios.

En el tiempo en que vivió Pascual, año 1540 – 1592, no había Eucaristía todos los días, ni a diversas horas, ni había un medio de transporte para poder acudir a ella cuando se estaba en el campo…; pero nada de esto impidió a Pascual enamorarse de la Eucaristía.

Sin embargo, lo que Pascual sentía en su corazón, era algo inexplicable -pero que existía- Dentro de su ser escuchaba a Jesús diciéndole, como a cada uno de sus seguidores: ¿A quién buscas? Y Pascual sabía bien a quién buscaba: buscaba a Cristo. A Cristo Eucaristía. Por eso, el momento de la Consagración, era lo más grandioso que podía encontrar. Cuando, el sacerdote elevaba la Sagrada Forma, todo su cuerpo se estremecía de gozo, pareciéndole que tanta dicha le iba a hacer explotar de un momento a otro.

Por eso estaba tan alegre. Por eso servía sin reproche. Por eso acogía a los demás con tanta dulzura.

Porque es imposible acercarse a Dios, sin que el alma se te llene de una ternura hasta entonces desconocida. Y esa ternura es la que recibían, cuantos se le acercaban; esa ternura es la que les hacía ver que estaba inundado de Dios.

PEDIR PARA PODER DAR

La vida de San pascual desborda a cualquiera. Él pide para dar. Pero ¿Qué pide? ¿A quién le pide?

Al mundo de hoy no se le puede hablar de este tema. ¡Qué degradación tener que pedir! Por eso hoy no se pide nada, ni a nadie, incluyendo en ese “nadie” a Dios. La gente lucha, con todas sus fuerzas, por sobresalir y cualquier indicio de pobreza hunde a la persona en una gran depresión. Todos queremos valernos por nosotros mismos, por lo que hemos dejado de necesitar nada de Dios.

Y estos somos los que, precisamente, tenemos como patrono a San Pascual y lo festejamos, pero ya veis estamos muy lejos de imitarlo.

Sería preciso que oyésemos, al menos, alguna vez lo que el Santo nos grita con su vida: Bienaventurados los que conocen y aceptan su propia pobreza, los que eligen ser pobres, los que prefieren servir a ser servidos, los que quieren caminar por las sendas del amor, los que son capaces de regalar retazos de su vida para que puedan vivir los que se van muriendo, porque nadie se acuerda de ellos.

Esa es la pobreza de Espíritu que, Pascual quiere compartir con nosotros. La pobreza:

  • Del descenso.
  • De la interioridad.
  • La de bajar a nuestra nada.
  • La de llegar, a ese fondo, donde podamos encontrar el principio infinito de la vida:

La pobreza… que, lleva a la persona, a la grandeza de saber vaciarse para llenarse de Dios. Y para eso no se necesita ser teólogo; ni estar horas discutiendo con la gente sobre Dios, ni creer saberlo todo sobre Él. Para ello se necesita adentrarnos en la vida de un santo como San pascual y ver su infinita sencillez. Él no sabe, él gusta; él ha conseguido la sabiduría saboreando el evangelio. Es más, él ni siquiera sabe leer, ni escribir y se auto enseña para poder leer la Palabra de Dios, aunque sea torpemente.

Vuelvo a mostraros un retazo de su biografía:

“El oficio de pastor era duro, pero dejaba mucho tiempo libre que podía degenerar en ociosidad. Yo lo empleaba rezando, hablando y cantando con los amigos y labrando objetos de madera, como suelen hacer los pastores. En el cayado grabé una cruz; e hice también una pequeña Virgen que me servía para concentrar mi oración cuando no encontraba una ermita donde dirigir la mirada. Pero aún así, me sobraba tiempo, y mi carácter reservado se compensaba con la necesidad de conocer más cosas, de saber más. ¿Por qué no aprendía a leer?

Mi madre Isabel que, además de lindo parecer, era muy buena cristiana, tenía un devocionario que heredó de mi abuela. Como tampoco sabía leer me lo dejó; y yo, con mucha constancia y cabezonería -por algo era aragonés- empecé a preguntar a los compañeros que sabían algo por el nombre de las letras. Después, con el mismo método, aprendí a juntarlas formando palabras, hasta que logré no sólo entender lo que leía sino escribirlo también.

Todavía queda por ahí un «cartapacio» que me hice, siendo ya fraile, con las cosas que iba escribiendo.

Pero la verdad es que no resultó fácil aprender a leer y escribir; y mucho menos conseguir papel, tinta y pluma. Sin embargo la compensación fue muy grande. Además del rabel, podía llevar en el zurrón el rosario de junco y las horas de Nuestra Señora para rezar.

Más tarde, se escribiría de él: Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luís de Rivera al leerlas exclamó admirado: “Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes”

No puede estar más claro. San pascual, con su forma de vivir, nos muestra como la pobreza, de la que habla Jesús en las Bienaventuranzas, es el ascenso a la verdadera vida. Con ella llegan la libertad, la paz, el sosiego… la certeza, la esperanza… Pues cuando la persona logra quitarse todas esas ataduras que le aprisionan y deja de complacerse en las riquezas que le esclavizan, es capaz de entrar en esa verdadera paz que solamente puede darla el Señor.

LA EUCARISTÍA SACRAMENTO DE MI FE

Pascual necesitaba acercarse más a Dios, vivir más cerca de Él y el Señor, siempre rico en misericordia, pone en su camino a los Franciscanos. Nos lo sigue diciendo de esta manera:

“En los cuatro años que pasé trabajando como pastor por estas tierras hice grandes amigos, pero, sobre todo, me encontré con los frailes Alcantarinos que estaban fundando convento en Orito y en Elche. Estos religiosos pertenecían a la Orden Franciscana y, para ser más consecuentes con la vida de S. Francisco y con el Evangelio, habían hecho una Reforma -los Descalzos- de mayor austeridad y contemplación, siguiendo los pasos de S. Pedro de Alcántara.

Trabé una gran relación con ellos y pude comprobar que era la forma de vida que siempre había deseado vivir, hasta el punto de pedirles que me admitieran. Sin embargo las cosas grandes necesitan cierto tiempo para madurar; y mi decisión de hacerme fraile Alcantarino era para mí una cosa grande.

Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero… Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor”

          Pascual ya se había dado cuenta de que, la Eucaristía no termina nunca. Que ella está con cada uno de nosotros hasta la consumación de los siglos. Y sabía que, mientras el mundo sea mundo, la mesa se abrirá y se servirá la comida: Cuerpo y Sangre de Cristo entregados en la Cruz para la salvación del mundo ¡Si nos parásemos a pensarlo!

Pero nosotros, al tener tan fácil el acudir a la Eucaristía no la valoramos, es más, hasta la sustituimos por otras cosas con el pretexto de que son más importantes.

Sin embargo esas personas que lo han vivido, como lo más grandioso de la vida, la han orado y la han experimentado han sido unos enamorados de la Eucaristía. Sólo tenemos que fijarnos en San Pascual, ¡Cómo buscaba el momento de fundirse con el Señor!

De su corazón salían las más bellas formas, de decirle al Señor, lo que su corazón sentía. Y, así sin ninguna cultura podía escribir cosas tan bellas como las que os dejo para terminar esta reflexión:

“Jesús, dulce enamorado,
del alto cielo ha venido,
a ser Pastor del ganado,
que anda en el mundo perdido:
y como de amor herido
está el divino Pastor,
con silbos de amor la llama,
y, ¡ay Dios, qué fuerza de amor!

También la Virgen tiene un lugar muy privilegiado en su vida. Lo plasma así:

“Está una Virgen y Madre
y un Niño, que es hombre y Dios;
y en el seno de los dos
reposa el Eterno Padre:
quien busca bien que le cuadre
contra la mortal herida,
en Belén está la vida”

Espero que, después de esta vida tan sensacional, hagáis en vuestro corazón un lugar muy predilecto para La Sagrada Eucaristía. Que el momento de Comulgar sea algo vivido y experimentado; y, que os acordéis, de ahora en adelante, que El Papa nombró a San Pascual –un pobre pastor analfabeto- patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.

                                                                          

María, consejera que nos lleva a Dios

María, consejera que nos lleva a Dios

Como estamos en Mayo, mes dedicado a la Virgen, me ha parecido oportuno acercarme a la Madre para volverle a contar todo esto que nos ha descentrado –tanto en el sentido de enfermedad, como en el de muerte, como en el de economía…- A la vez que le preguntaba, pero… ¿qué nos está pasando? ¿Cómo hemos podido llegar a esto?

Me daba cuenta de que, se oyen ya demasiadas voces diciendo, que para salir de algo tan grande como lo que nos asola, se necesita pedir consejo a personas especializadas. Pues ¿cómo se puede poner normas a todo en general, cuando las realidades son tan distintas unas de otras?

Y pensaba que pedir consejo no es fácil, parece que si te dejas aconsejar es porque no sabes lo que tienes que hacer. Pero eso es un error, tan común como la vida misma. ¿Cuántas veces un hijo es capaz de oír el consejo de sus padres y actuar como le dicen? Nadie queremos que nos digan lo que tenemos que hacer, pero todos hemos escuchado decir a muchas personas  ¡Cómo hubiera cambiado todo si hubiera hecho caso de lo que  me decían!

Entonces me detuve en esa opinión y decidí pedir consejo a alguien especializada en la materia, eligiendo así a María, ya que ella paso por todas las vicisitudes que a nosotros se nos puedan presentar y todos sabemos que, el mejor consejero, es el que ya ha pasado antes por la misma situación. De ahí que ella poseerá las directrices necesarias para ayudarnos a vivir este destrozo.

Al ponerme junto a la Madre y trasmitirle mi ruego, quedé admirada de su discreción. Ella no entra en discusiones. Ella guarda veladamente, en su corazón, todas las situaciones adversas ya superadas, pero no se pavonea de ello, no presume de la manera de haberlas ido superando. Su humildad no se lo permite. Ella se reconoce necesitada y pequeña; comprobando así, cómo le había ayudado ese comportamiento a poner remedio a lo adverso. Ella nunca se miraba a sí misma; ni se imponía; ni pretendía salvar su prestigio, dejando a los demás abandonados a su suerte. Quedé callada ¡Qué distinta su actitud a la nuestra que creemos saberlo todo!

Porque, en este momento de la historia, tenemos el gran defecto de pensar que todo lo controlamos, todo lo sabemos, todo lo podemos… Creyendo además que, también, teníamos recursos suficientes como para solucionar cualquier situación que se nos pudiese presentar… y quizá, sea  ese la razón por lo que –al contrario de lo que hizo María- escogimos prescindir del consejo divino. Y meternos de lleno en el problema, sin caer en la cuenta de que el mayor problema que asola a la persona de hoy es, no reconocer la ausencia de Dios como verdadera ausencia.

No somos capaces de darnos cuenta de que, obrando así, perdemos la capacidad de mirar de frente el sufrimiento de los demás; de respetar el dolor de los otros, ante la muerte de sus seres queridos; de escuchar en silencio los sentimientos más hondos que discurren en el corazón de la persona…

Creemos tener respuesta para todo y somos incapaces de escuchar esas objeciones que, el Señor, nos sugiere en un rato de silencio ante Él y que nos harían capaces: de entrar en el camino adecuado, para poder consolar y reconfortar más allá de lo que nos atrevemos a esperar.

Por eso, os invito a que nos acerquemos a la Virgen; a la Madre del Buen Consejo, a la llena de Dones y Carismas, para que nos indique con qué criterio juzgar, opinar, persuadir… todo esto que inesperadamente se nos va presentando. Pidámosle que nos ayude a abrirnos, a la Acción del Espíritu Santo para que grabe sus Dones en nuestro corazón y seamos portadores de luz y esperanza en este mundo tan necesitado de soluciones a sus difíciles problemas. Un mundo que precisa razones para creer y oídos para escuchar; labios para pronunciar la verdad y corazón para sentir al ritmo del hermano.

La gente hoy no llega al interior del otro porque se comunica con una pantalla por medio (móvil, mail, redes sociales… y ahora con “mascarilla”) hablamos, miramos escuchamos… pero sin ver los rostros, sin percibir lo que dicen las miradas, sin dar un abrazo sentido… Y lo que es peor -después de este confinamiento- tendremos que seguir haciéndolo así, aunque con la ilusión de que cuando todo esto termine, apreciaremos más la grandeza de sentirnos.

¿Hubiera podido María percibir, lo que de ella quería el Señor, sin mirarle directamente? ¿Hubiera podido saber lo que era mejor para ella, sin estar en actitud de escucha? ¿Hubiera podido decir, “creo en Dios” Sin haberle dejado entrar en su vida?

María sabía que el don de Consejo se necesita para saber elegir lo que Dios quiere para cada uno; para optar por lo recto, lo bueno, lo justo… lo que le agrada al Señor; no para hacer lo que a mí me apetece sin importarme lo que les pase a los demás.

Por eso, pidamos con fuerza a Dios el don de consejo. Diciéndole: Queremos Señor, que Tú seas nuestro consejero en el silencio del corazón; que nuestras palabras sean el eco de las tuyas; que nos des tacto para ir por la vida dando testimonio en lugar de lecciones; que nos des capacidad para dar frutos en lugar de palabrería inútil y nos des fuerza para salir juntos, de todo esto que tanto nos deteriora.

 Después con paz, podemos preguntarnos:

    • Y yo  ¿qué consejeros escojo, para que guíen mi vida?
    • ¿Trato a los demás, con esa finura que sabe a Dios?
  • Podemos pasar un rato pidiendo, al Señor, -junto a María- que nos conceda el don de consejo.

Diciendo desde lo profundo del corazón:

       Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros.

Con esperanza en el alma

Con esperanza en el alma

Hoy sería fácil dedicar el artículo a hablar del día de la madre. Pero, el mal que nos asola no parece arreglarse. Llevamos ya demasiados días cerrados y hay gente, a la que le está pasando factura. De ahí que, me parezca necesario detenerme en ello.

Vamos viendo que, aunque el número de muertos, todavía es muy elevado y los contaminados -alrededor de mil al día- el gobierno ha decidido dejarnos ya dar un paseíto al aire libre. Eso sí, anunciando que solicitará una nueva prórroga del estado de alarma. Dándonos la noticia –poco a poco- para que no nos demos demasiada cuenta de su calado.

Y en ese -poco a poco- hemos llegado al mes de Mayo. Un mes que nos gusta a todos.

En mayo: el sol luce con más brillo, hace más calorcito, celebrándose además el día de la madre y ¿quién ha dado una lección mayor de amor, en este confinamiento, que las madres?  Por eso, a ellas quiero mandarles mi mayor felicitación. Sin olvidarme de las madres que hayan fallecido durante este tiempo dejando a la familia sumida en el dolor.

Pero esto, no puede llevarnos a dejar en un segundo plano, la Festividad del Buen Pastor que hoy celebramos. Un Pastor que ama a sus ovejas, las cuida, las defiende, las libera, las escucha… haciéndolo hasta ser capaz de dar la vida por ellas.

Él mismo lo ha dicho en (Jn. 10): “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” y nos lleva sobre sus hombros para que no nos dañemos y aprendamos a hacer nosotros lo mismo

Pero, hoy, es también un día para recordar que, todos estamos llamados a cuidar de los demás, desde la misión que se nos haya asignado.

Y a nosotros, ahora, la misión que se nos asigna es, rehacer –no sólo nuestra vida- sino la vida de cuantos la ven amenazada, poniendo a su disposición todo lo que somos y tenemos. ¡Ardua misión!

También los sacerdotes tienen su misión y los seminaristas y los consagrados… Pero, si todos tenemos una misión, que no espere el gobierno librarse de ella. El gobierno tiene la misión de proteger –como lo hace el Buen Pastor- a todas las personas que están bajo su dominio, sin ninguna exclusión. Sabiendo que esto no se puede hacer a base de ideologías ni imponiéndose a los demás.

Y es aquí donde nos llega el verdadero problema. Nuestra sociedad, comenzando por el gobierno, ha perdido el sentido de Dios y cuando se pierde el sentido de Dios, se pierde también el sentido de la persona, su dignidad, su vida, sus necesidades… y por muchos discursos que se hagan y por muchas palabras bonitas que se usen nunca podrán sustituir a lo esencial… No me lo estoy inventando, es algo con lo que convivimos.

La Encíclica «Evangelium Vitae» de San Juan Pablo II, ya en el año 1995,  nos dice así: «Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás»

Y, desgraciadamente, no hemos tenido que recurrir a ninguna reivindicación, para que esto se haya hecho realidad en esta pandemia.

De ahí, la importancia de realizar nuestra misión, por muy duras que sean las circunstancias. Sabiendo que, aunque la misión sea distinta, las directrices son comunes. Pues sea cual sea nuestra misión, habremos de realizarla desde la humildad, la disponibilidad y el servicio.

Mas, apuntaré otra de las características de la misión que necesitamos tener en cuenta. La misión, siempre pone a la persona en camino. Un camino incierto, lleno de sorpresas, de baches, de peligros que se presentarán cuando menos lo esperemos… pero un camino en el que no podemos pararnos, ni salirnos de él. Por lo que, no nos quedará más remedio que afrontar todo lo que nos llegue de negativo. Y para eso, necesitemos de manera especial a la Madre.

Y es a ella –a María- es a la que hoy, también quiero felicitar. Porque, ella –como Madre- es la que siempre está cerca de sus hijos más necesitados, de los hijos que sufren. Ella es para nosotros vida, dulzura y esperanza… como rezamos en la salve. ¡Qué cerca ha debido de estar de nosotros, la Madre, desde que comenzó la pandemia!

Porque, es sorprendente que, María –una joven: inculta, de pueblo…- fuera capaz de entender con tanta perfección lo que el Ángel vino a decirle. A María se le anuncia la misión de ser madre. Pero no sólo de Dios, sino de toda la humanidad. Y dice el evangelio, que se pone en camino. Y se pone en camino para servir, para ayudar, para darse…

¡Cómo vamos a necesitar nosotros fijarnos de la Madre, en este momento que estamos atravesando!

Pero, nada es estático en la vida. Todo cambia, todo se renueva. El que hoy está bien, mañana estará mal y el que está arriba, se encontrará abajo… Lo hemos comprobado. Podemos pasar de una situación a otra en un instante.

Pero nosotros somos dados a acomodarnos. Nos cuesta demasiado entrar en las novedades que se nos presentan, sobre todo, si son adversas.

Y aquí podemos comprobarlo. Llevamos demasiado tiempo viviendo esta realidad y habrá personas que ya se estén acostumbrando a ella. “Pues tampoco nos va tan mal” al fin y al cabo “tenemos lo necesario”

Pero esta no es la realidad. Tenemos que salir y salir dispuestos a trabajar -codo con codo- para que volvamos a la dignidad que necesitamos.

Y la primera que tendrá que salir, será la iglesia. Esa iglesia a la que pertenecemos y de la que formamos parte. Tenemos que salir del conformismo, hay muchas cosas que hacer. Cosas que no pueden esperar a mañana.

Es muy fácil decir: hombre, yo hago lo que puedo, Dios no me pide imposibles. Ayudo si es fácil; pido por la gente que lo pasa mal; me entristezco cuando veo imágenes de pobreza e indigencia en la televisión… ¿Qué más puedo hacer?… Pues te aseguro que puedes hacer muchísimo más.

Lo primero, ponernos en pie, arremangarnos, tener nuestras manos tendidas para ayudar… y, sobre todo, no avergonzarnos de vestirnos el uniforme de servicio. Ese uniforme del que nos habla S. Pablo en (Col,3,12) “Que vuestro uniforme sea: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada”

           Porque para arreglar lo que nos espera tendremos que hacer malabarismos, tendremos que andar por la cuerda floja… Esa cuerda en la que cada uno elegirá la manera de atravesarla. Si lo hacemos instalamos en el miedo, caeremos al vacio sin remisión, pero si lo hacemos con gallardía podremos llegar al otro lado sin dudarlo. Pero hay algo muy importante que no debemos olvidar. Para ser capaces de llegar al otro lado, necesitamos tener los ojos puestos en la meta y saber que nos espera algo grande por lo que batallar.

          Por tanto, que nadie se instale en el pesimismo. Que nadie pierda la esperanza. Que nadie viva sumida en la tristeza… porque eso nos quita el ánimo de seguir trabajando para la recuperación.

          Y, claro que después de tanto dolor habrá personas instaladas en el pesimismo.  Pero no caigamos en la trampa de pensar que el pesimismo es de otros. Cuando alguien se centra en sí mismo y solamente reconoce la palabra yo, yo, yo… va entrando en ese victimismo de: nadie me llama, nadie me comprende, nadie me apoya… Es necesario que pensemos en los demás para dejar de lado, ese centralismo que solamente nos lleva al desaliento.

          Necesitamos entrar en un mundo nuevo marcado por la experiencia. Estamos hartos de normas y obligaciones y necesitamos experiencia.

          Hay que dejar este mundo consumista que nos habíamos montado en el que íbamos a comprar una cosa y veníamos cargados de paquetes habiendo olvidado aquello que íbamos a comprar. Hay que saber que mientras nosotros lloramos porque se ha ido la luz cinco minutos, otros viven sin luz toda la vida.        

          Por eso os pido que hoy sea un día de alegría. Un día dedicado a la Virgen. Ella nos lleva en el corazón, como nosotros la llevamos en el nuestro. Alegrémonos de tener una Madre tan buena, la Madre del Buen Pastor y durante este mes, como nos pide el Papa, recemos el rosario pidiendo para que nos ayude a salir de esto que nos asola.

El que no pueda rezar el rosario, que rece un misterio; el que ni siquiera pueda rezar un misterio que rece un Ave María y tampoco se puede rezar un Ave María, pues… que coja una imagen de la Virgen y le mire un rato y le mande un beso.

 

Ella… es experta en leer corazones.

En el camino de la vida

En el camino de la vida

Los días van pasando y parece que la cosa no cambia demasiado. Subidas y bajadas en las cifras de enfermos y muertos, pero todo sigue más o menos.

La gente comienza a cansarse. Lo de la alegría y las caceroladas de las terrazas, ya no hace tanta gracia y el dolor cada día nos va llegando desde gente más cercana.

El drama que nos asola se comienza a palpar. Personas con establecimientos cerrados casi dos meses, afrontando pagos sin tener ingresos. Pedidos de personas que necesitan hasta lo más básico, familias destrozadas por la muerte de seres queridos -muchos sin tener una edad avanzada-… Personas que han perdido el trabajo…

Y resulta que, el pasaje de Emaús que este domingo se lee en el evangelio, comienza a tener una fuerte actualidad.

Dos de los discípulos de Jesús que, se habían unido a Él porque creían que a su lado iban a tener todo solucionado, se encuentran con que su Maestro ha muerto y reposa en un sepulcro, como todos los demás.

Su esperanza se ha desvanecido y solamente encuentran en su corazón tristeza, miedo y decepción. ¡Nosotros esperábamos…!

Nosotros también esperábamos una economía boyante, unas vacaciones idílicas, un aumento de sueldo… y demás promesas hechas a diestro y siniestro. Pero eso duró poco. Nos llegó lo que menos esperábamos y por unas cosas y otras nos encontramos metidos en una pandemia de la que nadie sabe cuándo, ni cómo vamos a salir.

Pero, nos dice el relato evangélico que, de pronto, Alguien se les une en el camino. Jesús que caminaba a su lado, sin que lo percibieran lo más mínimo, toma forma en su vida y aparece como un desconocido que se une a su caminar.

Pero ya veis, nada hay nuevo bajo el sol. También Jesús caminaba a nuestro lado, sin embargo preferimos no reconocerlo, ¡para qué complicarnos la vida! –Nos decíamos- Pero de pronto toma forma y lo hace para decirnos: mirad, hay muchas cosas que producen sufrimiento en la existencia y esta que padecéis, es una de las más fuertes; sin embargo el dolor y el sufrimiento no puede robaros la vida. Creíais que la felicidad estaba en el mundo que os ibais montando y ya veis la felicidad, no está en lo que sucede –por bueno o malo que sea- sino en cómo se acoge, como se enfrenta, como se asimila…

Estamos en Pascua, Jesús ha resucitado y Él hoy quiere manifestarnos que la tristeza, la oscuridad, la angustia, lo duro de la vida… nos  abre al misterio del Amor de Dios que es el que da sentido pleno a nuestra existencia.

Por eso sería bueno que, hoy nos dejásemos acompañar por el Señor para contarle todo lo que inquieta a nuestro corazón. Nosotros, en este momento, necesitamos más que nunca desahogarnos, necesitamos que alguien comparta ese fardo que llevamos cargado y que tanto nos pesa, necesitamos abrirnos a la presencia de Jesús Resucitado, para que nos muestre el camino acertado de cómo salir de esto.

Pero, no nos equivoquemos. Dios no nos dice que nos solucionará los problemas de la vida con una barita mágica. Jesús viene a iluminar nuestra vida, nuestro camino… para que seamos capaces de tomar las medidas precisas para remediarlo.

Y aquí lo tenemos. Ninguna receta milagrosa, ninguna solución definitiva, ninguna certeza. Simplemente una invitación a leer y a comprender. A descubrir que sólo Él, es capaz de hacernos entrar en el sentido de los acontecimientos; sólo Él, es capaz de enfocarlos con una luz más clara; sólo Él, es capaz de valorarlo todo con otros criterios más precisos. Jesús, enseñándonos a ver e interpretar –esta pandemia- de una manera nueva y diferente. Jesús, enseñándonos:

  • A no preocuparnos tanto por iluminar nuestra mente, sino a tener el coraje de arriesgar el corazón.
  • Jesús, haciéndonos caer en la cuenta, de la necesidad que tenemos de ver si nuestro corazón, “arde o no arde” dentro del pecho, ante lo que nos van presentando
  • Diciéndonos que la comprensión de su Palabra no es cosa de expertos, sino de gente que se siente necesitada de Alguien que pueda ayudarle.
  • Situándonos en una realidad nueva, para emprender el camino del amor a los demás. Del dar, del compartir…
  • Y enseñándonos dónde y cómo encontrar la fuerza para llevarlo a cabo: en su Palabra, y en la Eucaristía.  

Mas, parece que eso no nos gusta demasiado. Nosotros queremos resultados más rápidos y respuestas más concisas. Por eso abundan tantas “soluciones” como se brindan desde cualquier medio de comunicación, de taoístas, adivinos y videntes… que nos quitará el problema que llevamos encima dándonos fechas, datos, resultados… mandándonos a encender la vela, o a ponernos una cinta, de un color determinado… y cuántas personas caen en ello, gastándose montones de dinero creyendo que eso es posible.

Como los discípulos de Emaús seguimos diciendo ¡nosotros esperábamos! Teníamos un falso concepto de la vida, de lo que es vivir.

Pero hay algo precioso en el pasaje. Ellos no buscaron a Jesús; fue Jesús el que salió a su encuentro. Pensaban en un Mesías triunfalista y llevaba tres días muerto. Pero, “El caminante” les dice: ¡Torpes y necios para entender!

Lo mismo que nosotros, tratan de tapar la realidad huyendo porque no pueden con tanto dolor, con tanta frustración… Pero ellos se dejan acompañar por Jesús y nosotros ¿nos dejamos acompañar por Jesús? Y ¿cómo vamos a dejarnos acompañar por él si nadie nos habla de ello?

Me diréis, pero si ahora hemos hecho de las familias auténticas iglesias domesticas, donde se reza, se celebra la eucaristía, estamos comunicados, nos ofrecemos opciones de ayuda, de dónde poder encontrar eso que nos gustaría… Y es verdad, pero ¿y esa gente que se pasa el día pegada al televisor viendo las mil variedades de ocurrencias para poder pasar el confinamiento un poco mejor, quién les habla de todo esto?

Creemos que, ante tanto dolor y desajuste lo mejor es tapar la realidad, no somos capaces de dejarnos acompañar por Jesús, a fin de que nos dé esa luz especial que nos ayude a interpretar la vida.

Por eso hoy, me gustaría invitaros a abrirnos a la presencia de Jesús Resucitado en nuestro caminar. A dejarnos ayudar por Él; a dejarle tomar la iniciativa; a dejarle que nos hable que nos interpele, que nos escuche, que nos lleve a ese destino incierto -que tanto nos preocupa- pero que Él ya tiene preparada la solución, porque nos ama demasiado como para dejarnos abandonados a nuestra suerte. Por eso no tengamos miedo, pues:

Cuando pensamos que todo está perdido,

viene Dios y  nos dice:

NO TEMÁIS, YO ESTOY CON VOSOTROS