Hoy sería fácil dedicar el artículo a hablar del día de la madre. Pero, el mal que nos asola no parece arreglarse. Llevamos ya demasiados días cerrados y hay gente, a la que le está pasando factura. De ahí que, me parezca necesario detenerme en ello.

Vamos viendo que, aunque el número de muertos, todavía es muy elevado y los contaminados -alrededor de mil al día- el gobierno ha decidido dejarnos ya dar un paseíto al aire libre. Eso sí, anunciando que solicitará una nueva prórroga del estado de alarma. Dándonos la noticia –poco a poco- para que no nos demos demasiada cuenta de su calado.

Y en ese -poco a poco- hemos llegado al mes de Mayo. Un mes que nos gusta a todos.

En mayo: el sol luce con más brillo, hace más calorcito, celebrándose además el día de la madre y ¿quién ha dado una lección mayor de amor, en este confinamiento, que las madres?  Por eso, a ellas quiero mandarles mi mayor felicitación. Sin olvidarme de las madres que hayan fallecido durante este tiempo dejando a la familia sumida en el dolor.

Pero esto, no puede llevarnos a dejar en un segundo plano, la Festividad del Buen Pastor que hoy celebramos. Un Pastor que ama a sus ovejas, las cuida, las defiende, las libera, las escucha… haciéndolo hasta ser capaz de dar la vida por ellas.

Él mismo lo ha dicho en (Jn. 10): “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” y nos lleva sobre sus hombros para que no nos dañemos y aprendamos a hacer nosotros lo mismo

Pero, hoy, es también un día para recordar que, todos estamos llamados a cuidar de los demás, desde la misión que se nos haya asignado.

Y a nosotros, ahora, la misión que se nos asigna es, rehacer –no sólo nuestra vida- sino la vida de cuantos la ven amenazada, poniendo a su disposición todo lo que somos y tenemos. ¡Ardua misión!

También los sacerdotes tienen su misión y los seminaristas y los consagrados… Pero, si todos tenemos una misión, que no espere el gobierno librarse de ella. El gobierno tiene la misión de proteger –como lo hace el Buen Pastor- a todas las personas que están bajo su dominio, sin ninguna exclusión. Sabiendo que esto no se puede hacer a base de ideologías ni imponiéndose a los demás.

Y es aquí donde nos llega el verdadero problema. Nuestra sociedad, comenzando por el gobierno, ha perdido el sentido de Dios y cuando se pierde el sentido de Dios, se pierde también el sentido de la persona, su dignidad, su vida, sus necesidades… y por muchos discursos que se hagan y por muchas palabras bonitas que se usen nunca podrán sustituir a lo esencial… No me lo estoy inventando, es algo con lo que convivimos.

La Encíclica «Evangelium Vitae» de San Juan Pablo II, ya en el año 1995,  nos dice así: «Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás»

Y, desgraciadamente, no hemos tenido que recurrir a ninguna reivindicación, para que esto se haya hecho realidad en esta pandemia.

De ahí, la importancia de realizar nuestra misión, por muy duras que sean las circunstancias. Sabiendo que, aunque la misión sea distinta, las directrices son comunes. Pues sea cual sea nuestra misión, habremos de realizarla desde la humildad, la disponibilidad y el servicio.

Mas, apuntaré otra de las características de la misión que necesitamos tener en cuenta. La misión, siempre pone a la persona en camino. Un camino incierto, lleno de sorpresas, de baches, de peligros que se presentarán cuando menos lo esperemos… pero un camino en el que no podemos pararnos, ni salirnos de él. Por lo que, no nos quedará más remedio que afrontar todo lo que nos llegue de negativo. Y para eso, necesitemos de manera especial a la Madre.

Y es a ella –a María- es a la que hoy, también quiero felicitar. Porque, ella –como Madre- es la que siempre está cerca de sus hijos más necesitados, de los hijos que sufren. Ella es para nosotros vida, dulzura y esperanza… como rezamos en la salve. ¡Qué cerca ha debido de estar de nosotros, la Madre, desde que comenzó la pandemia!

Porque, es sorprendente que, María –una joven: inculta, de pueblo…- fuera capaz de entender con tanta perfección lo que el Ángel vino a decirle. A María se le anuncia la misión de ser madre. Pero no sólo de Dios, sino de toda la humanidad. Y dice el evangelio, que se pone en camino. Y se pone en camino para servir, para ayudar, para darse…

¡Cómo vamos a necesitar nosotros fijarnos de la Madre, en este momento que estamos atravesando!

Pero, nada es estático en la vida. Todo cambia, todo se renueva. El que hoy está bien, mañana estará mal y el que está arriba, se encontrará abajo… Lo hemos comprobado. Podemos pasar de una situación a otra en un instante.

Pero nosotros somos dados a acomodarnos. Nos cuesta demasiado entrar en las novedades que se nos presentan, sobre todo, si son adversas.

Y aquí podemos comprobarlo. Llevamos demasiado tiempo viviendo esta realidad y habrá personas que ya se estén acostumbrando a ella. “Pues tampoco nos va tan mal” al fin y al cabo “tenemos lo necesario”

Pero esta no es la realidad. Tenemos que salir y salir dispuestos a trabajar -codo con codo- para que volvamos a la dignidad que necesitamos.

Y la primera que tendrá que salir, será la iglesia. Esa iglesia a la que pertenecemos y de la que formamos parte. Tenemos que salir del conformismo, hay muchas cosas que hacer. Cosas que no pueden esperar a mañana.

Es muy fácil decir: hombre, yo hago lo que puedo, Dios no me pide imposibles. Ayudo si es fácil; pido por la gente que lo pasa mal; me entristezco cuando veo imágenes de pobreza e indigencia en la televisión… ¿Qué más puedo hacer?… Pues te aseguro que puedes hacer muchísimo más.

Lo primero, ponernos en pie, arremangarnos, tener nuestras manos tendidas para ayudar… y, sobre todo, no avergonzarnos de vestirnos el uniforme de servicio. Ese uniforme del que nos habla S. Pablo en (Col,3,12) “Que vuestro uniforme sea: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada”

           Porque para arreglar lo que nos espera tendremos que hacer malabarismos, tendremos que andar por la cuerda floja… Esa cuerda en la que cada uno elegirá la manera de atravesarla. Si lo hacemos instalamos en el miedo, caeremos al vacio sin remisión, pero si lo hacemos con gallardía podremos llegar al otro lado sin dudarlo. Pero hay algo muy importante que no debemos olvidar. Para ser capaces de llegar al otro lado, necesitamos tener los ojos puestos en la meta y saber que nos espera algo grande por lo que batallar.

          Por tanto, que nadie se instale en el pesimismo. Que nadie pierda la esperanza. Que nadie viva sumida en la tristeza… porque eso nos quita el ánimo de seguir trabajando para la recuperación.

          Y, claro que después de tanto dolor habrá personas instaladas en el pesimismo.  Pero no caigamos en la trampa de pensar que el pesimismo es de otros. Cuando alguien se centra en sí mismo y solamente reconoce la palabra yo, yo, yo… va entrando en ese victimismo de: nadie me llama, nadie me comprende, nadie me apoya… Es necesario que pensemos en los demás para dejar de lado, ese centralismo que solamente nos lleva al desaliento.

          Necesitamos entrar en un mundo nuevo marcado por la experiencia. Estamos hartos de normas y obligaciones y necesitamos experiencia.

          Hay que dejar este mundo consumista que nos habíamos montado en el que íbamos a comprar una cosa y veníamos cargados de paquetes habiendo olvidado aquello que íbamos a comprar. Hay que saber que mientras nosotros lloramos porque se ha ido la luz cinco minutos, otros viven sin luz toda la vida.        

          Por eso os pido que hoy sea un día de alegría. Un día dedicado a la Virgen. Ella nos lleva en el corazón, como nosotros la llevamos en el nuestro. Alegrémonos de tener una Madre tan buena, la Madre del Buen Pastor y durante este mes, como nos pide el Papa, recemos el rosario pidiendo para que nos ayude a salir de esto que nos asola.

El que no pueda rezar el rosario, que rece un misterio; el que ni siquiera pueda rezar un misterio que rece un Ave María y tampoco se puede rezar un Ave María, pues… que coja una imagen de la Virgen y le mire un rato y le mande un beso.

 

Ella… es experta en leer corazones.