“Te adoramos, ¡oh Cristo! y te bendecimos porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

 Judas acudió a cenar pero se le veía como fuera de sí. En la mesa se puso lejos de Jesús. Con la bolsa en la mano y a medio sentar, daba la impresión de tener algo importante que hacer. Yo creo que todos nos dimos cuenta, pero ninguno pudo albergar en su cabeza lo que pasaba en realidad.

Cuando Jesús se puso a lavar los pies, el gesto de Judas fue de fastidio, -un rato más viéndolo cara a cara- pero como otro cualquiera se dejó lavar por Jesús.

Sin embargo, cuando Jesús beso su pie, la cara se le llenó de un rojo, tan intenso, que parecía le iba a estallar; aunque haciendo un esfuerzo sobrehumano intentó que todo siguiese con naturalidad.

No imaginaba Judas que, unos momentos después Jesús, se atreviese a decirnos:

“Uno de vosotros me va a entregar. Todos preguntamos ¿Señor, acaso soy yo?

Jesús, ajeno a los comentarios, siguió diciendo ¡ay de quién entregue al Hijo del Hombre! Más le valiera no haber nacido” (Marcos 14, 17-22)

 

HACEMOS SILENCIO

Me sitúo, ante las traiciones que hoy se siguen cometiendo impunemente –con el mismo desgarro que la traición de Judas- aunque, solamente, pongamos el énfasis en la de Judas, para tapar las repercusiones de las nuestras.

Observo, el dolor que produce una traición.

Observo las traiciones por promesas incumplidas.

Las traiciones, por falta de autenticidad.

Las traiciones, por querer sobresalir.

Las traiciones, por evitar un “qué dirán”…

Pienso en esas veces que, me he visto traicionado por gente que creía quererme y solamente me utilizaba, para sacar provecho.

Pienso en gente que, como Judas, eran seguidores de Jesús, sin embargo, como él, también fueron capaces de cometer una traición.

Ahora, pienso en las veces que, he sido yo el que he traicionado.

El que he hecho sufrir.

El que, me creía seguidor de Jesús y, cuando las cosas se han puesto difíciles, no he dudado en traicionarle.

Me detengo a ver, mis justificaciones para hacerlo.

Pero daremos un paso más. Ahora, pondré cara y nombre a la persona a la que he traicionado. Y observaré… ¿puedo mirarle de frente?

¿Me he dado cuenta de que cuando traiciono a una persona estoy traicionando a Jesús, lo mismo que Judas?

 

MOMENTO DE ORACIÓN

También hoy, la gente se reúne para cenar en señal de fiesta; pero, como en aquella noche, no todos los asistentes buscan cenas fraternas.

En las mesas de hoy día, también se firman traiciones, se compra la difamación, se refrendan sentencias injustas… No importa condenar a un inocente si ello conlleva un suculento beneficio, no importa el dolor de unos padres, de unos amigos… si ello nos va a aportar un retazo de dicha.

Jesús, ¡cómo necesitamos que nos muestres nuestro vil comportamiento, nuestra dureza de corazón, nuestra equivocación y nuestra obstinación!

Danos luz para conocerlo, valor para tratar de corregirlo y fuerza para llevarlo a cabo.

 —–   Padrenuestro, Avemaría y Gloria…

 “Señor, pequé. Ten misericordia de mí y de todos los pecadores.