Después de lo que os he compartido, me parecía importante, terminar el mes de Mayo con esa invocación que hacemos a María, al rezar los misterios gloriosos y que tanto me gusta asignarle: La Coronación de María como Reina y Señora de Cielo y Tierra.

Soy consciente de que este epígrafe, cuando menos suena raro, pues si examinamos un currículum, lo primero que buscaremos serán: los títulos académicos, los masters realizados, los idiomas que se dominan… y, por supuesto, tratándose de una reina, los títulos nobiliarios que posee.

Sin embargo, sorprende observar que, la Reina a la que hoy nos referimos no ostentó ningún título, no recibió ningún Óscar, no le dieron el premio Cervantes, ni el premio Planeta… ni siquiera fue nombrada premio Nóbel de la Paz… y, sin embargo, en su vida se funden los más onerosos títulos que fueron apreciados, ni más ni menos que por el mismo Dios. Parece que, de nuevo, la realidad demuestra que, el concepto que tiene Dios de título difiere un poco del que tenemos nosotros.

¡Quién iba a pensar que, aquella muchacha de pueblo se convertiría en: “Reina y Señora de todo lo Creado”! pero, todavía es más asombroso descubrir la manera tan singular, por la que iba a llegar a serlo.

María era una muchacha alegre y bondadosa, cercana a todas las jóvenes de su edad y nada hacía presagiar en ella cosas sorprendentes. Sin embargo su interior albergaba algo singular, algo que la distinguía de todas las demás; era, su porte de gran dama; un porte que no lo da la alcurnia, ni las clases de etiqueta, ni las de protocolo…; era, esa manera de comportarse, que solamente la da el haber hecho una opción, seria, por el Señor y el haberle dejado entrar en su vida.

Y… así, desde la sencillez más absoluta, sin hacer nada extraordinario, sin tener pretensión alguna, sin esperar nada destacado… alguien aparece para entregarle: el Título más sublime, que jamás hubiera conocido ni podrá conocer la historia humana, ser: La Madre de Dios.

Pero este título no viene solo, con él trae: La Misión que María debería asumir en la historia de la salvación.

Porque esto es lo nuclear; esto es lo que nos lleva al centro del misterio. Todos los demás títulos, hasta llegar a ser Reina se derivarían de este; todos se fundamentarían en su vocación de ser: Madre del Redentor; todos emergerían de, este plan asombroso de Dios en el que: María, una criatura humana, fuese elegida para realizar el plan de salvación, centrado en ese gran misterio, de la Encarnación del Verbo.

De ahí que, desde ese crucial momento, las sorpresas se desatan. El currículum del que hablaba, se hace añicos. La mente humana se perturba y los planes de Dios aparecen con Luz propia, ante el gran desconcierto de los que van a contemplarlos.

MOMENTO DE ORACIÓN

Estamos en presencia del Señor. Vamos dejando que, el sosiego y la calma nos inunden.

Dejamos que, en este sosiego, la certeza nos haga ver -como lo vio María-  que, Dios nos renueva y nos llena de fuerza en cada instante, para dar el siguiente paso. Aunque, sepamos que para ello, nuestra fe necesite renovarse.

Por eso estamos aquí, para que calladamente, la fortaleza y la paz se vayan adueñando de nuestra alma.

Y llenos de confianza, en el que todo lo puede, comenzamos nuestra oración.

MARÍA ES PROCLAMADA REINA

Si al entrar en el mundo de Dios todo se trastoca, para que se realizara esta situación tan especial, la cosa no iba a ser menos.

Así vemos que, las cosas de Dios vuelven a alterar nuestra realidad y resulta que María llega a ser Reina por ser la madre de un Rey y no al revés. Y, lo que es más, se convierte en la madre de un Rey sin trono, absurda situación. Pero como decía Martín Descalzo, Dios entra -la mayoría de las veces- por la puerta de atrás.

Esta reina, de la que hablamos, un día descubre que no tiene un lugar digno, donde pueda traer a su hijo al mundo. Todo está ocupado. Por lo que, un establo y un pesebre serán los primeros en recibirlo. Pero según vemos, esto estaba previsto en los planes de ese Dios, en el que ella había creído, la Reina no tiene posesiones y el Rey no tiene trono.

Sin embargo, esto no quedaría ahí. Aquella situación y aquel lugar que, se plasmaba entonces, sigue estando vigente en nuestra realidad.

No tenemos nada más que echar un vistazo para observar que Dios sigue sin tener sitio en nuestra sociedad, culta y glamorosa. Tenemos todas las estancias ocupadas con la moda y el estatus social. Imposible hacer hueco en nuestra historia, a alguien que viene cargado de pobres, marginados y excluidos ¿qué dirían de nosotros si nos encontrasen con esa clase de gente?

Si, al menos, la acompañasen los Magos quizá tuviera más aceptación, pues las personas relevantes parece que nos dan otra seguridad.

Nuestra sociedad no será nunca capaz de entender que para subir tenemos que descender, porque es bajando como se sube ¿o no es eso lo que, Jesús, hizo cuando quiso acercarse a nosotros?

Posiblemente, la Madre tendrá que presentarnos de nuevo a su Hijo ¡Sabemos tan poco de Él! ¡Se nos ha olvidado tanto lo que nos enseñaron! Es ciertamente triste comprobar que, muchos de los niños pequeños y de los que vayan naciendo en la actualidad no tendrán a nadie que les hable de Jesús porque, sus padres ¡tienen tanto que hacer, tanto que trabajar y tanto que descansar, que les es imposible ocuparse de estas cosas!

  • Y, todo esto ¿qué dice a mi manera de vivir?
  • ¿Me he planteado que para subir hay que descender?

EL IMPACTO DE UNA REINA

Sin pretenderlo María pasó a ser la referencia, lo mismo que lo son las reinas para su pueblo. Pero la referencia de María, ha quedado claro, que es distinta a la cualquier otra reina.

En el ambiente donde nos movemos observamos muchos tipos de reinas. Además de la reina que ocupa, merecidamente, el lugar prioritario en un país; tenemos la reina de la fiesta, la reina del carnaval, la reina de la belleza… Los reinados surgen, según las necesidades de unos cuantos y, normalmente, para generar beneficios. ¿Cómo entender desde esta perspectiva el que María sea Reina?

Si hablásemos de ello en una tertulia normal, la gente al irse a casa buscaría en Google, para ver de dónde había salido una Reina tan singular. Pero fijaos que tipo de Reina es María que no necesita aparecer en Internet para que todos la conozcan. Ella es:

  • La Reina de los pueblos.

¿Qué pueblo no tiene por patrona a María bajo una advocación?

  • Ella es: la Reina de la familia.

Y a ella acudimos en cualquier adversidad.

  • Ella es: la Reina de la paz.
  • Es: La Reina de la Iglesia. El auxilio para todos sus hijos.
  • Pero, también es: la Reina de los Ángeles y de los Apóstoles,

es… la Reina de los Mártires y es, la Reina de todos los Santos.

Sin embargo, a pesar de toda su grandeza, lo que más le gusta a la Madre es ser, Reina de cada corazón.

  • ¿Le dejaremos reinar en el nuestro?

UNA REINA SIN CORONA

María no tenía coronas pero, coronada de bondades pasó a la vida plena. Ella no puso condiciones a los designios de Dios, puso su arcilla en manos del Señor y el amor, convirtió en milagro su barro.

Ella, lo mismo que Jesús, supo seguir amando en las horas oscuras, en las que, la luz no brilla y el sol se oscurece y, desde su gran generosidad, se encontró con la maravilla del amor resucitado:

  • Personalizó su fe y experimentó a Dios.
  • Interiorizó la Palabra y descubrió una nueva manera de vivir.
  • Acogió el sufrimiento y encontró sublimada su esperanza.
  • Descendió hasta su fondo y halló la reconciliación.
  • Encontró que el Reino de los Cielos estaba dentro de Ella y fue testigo del gozo que supone poseer a su Señor.

Por eso, un día, pudo decir sin intimidarse: (Lucas 1, 52 – 57)

“Mi alma engrandece al Señor:

porque ha derribado a los potentados de sus tronos,

para ensalzar a los humildes;

porque llena de bienes a los hambrientos

y a los ricos los despide vacíos;

porque acoge a todos con misericordia,

según lo había prometido”