En este tiempo que nos ha tocado vivir, nos encontramos rodeados de personas apartadas de Dios. Algunas de ellas se declaran ateas, otras agnósticas, la mayoría dice creer no practican… y nos quedamos perplejos al ver que, muchas de las que dicen estas cosas, vienen de familias cristianas, han estudiado en colegios religiosos y se han formado en ambientes elegidos cuidadosamente. Por lo que no nos queda más remedio que preguntarnos:

  • ¿Qué les ha pasado?
  • ¿Qué los ha llevado a prescindir de Dios?
  • ¿Qué necesitarían para comprobar su equivocación?

Quizá lo que necesiten sean personas, que muestren al verdadero Dios con su testimonio de vida.

 Al ponernos ante esta realidad nos damos cuenta de que, Posiblemente, nosotros estemos entre los no han sabido mostrar el rostro de Dios a los demás. Por eso te le suplicamos diciendo:

Ten compasión de nosotros Señor. 

¡No permitas, que se nos endurezca el corazón!

¡No permitas, que nos instalemos en la superficialidad!

Líbranos de tanta falsedad, de tanto fingimiento.

Y muéstranos tu rostro alegre, para que podamos compartir tu alegría

con los que crucen en nuestro camino.

 Pero, nada de esto puede hacernos perder la esperanza. Pues, un cristiano “de a pie”, un cristiano azotado, apaleado, encarcelado… un cristiano con una vida mucho más dura y difícil que la nuestra nos dejó escritas estas admirables palabras:

 TEXTO BÍBLICO

Entonces, ¿qué más podemos añadir?

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con Él?

¿Quién acusará a los elegidos de Dios, si Dios es el que salva?

¿Quién será el que condene? Si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros

¿Quién nos separará del amor de Cristo?

¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?  Pero Dios que nos ama hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas.

Y estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados,

ni lo presente, ni lo futuro, ni los poderes de cualquier clase,

ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura

podrá separar del amor de Dios

manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Rom. 8, 35-39)

 Es posible que, después de oír todo esto nos preguntemos ¿y qué pudo llevar a esa persona, a que de su fondo salieran estas admirables palabras?

La respuesta es clara: Ese cristiano se dejó encontrar por Cristo. Y la persona que descubre a Cristo en su vida y se deja hacer por Él su existencia cambia de manera significativa. De ahí que podamos preguntarnos en este momento:

  • Y yo ¿me he dejado encontrar por Cristo?
  • ¿Cuándo y cómo descubrí a Cristo en mi vida?

De nuevo llega la súplica:

Señor, dame un corazón limpio que te pueda ver.

Dame un corazón misericordioso que derrame misericordia.

Dame un corazón que tenga hambre y sed de justicia.

 Guíame, Señor, tú que eres bueno y santo.

Guíame hacia la luz, y haz que camine en tu luz.

Guíame y allana mi camino para que te sea fiel.

 REFLEXIÓN

El texto que acabamos de leer, no es nuevo para nosotros, es uno de los que con frecuentemente hemos orado y han sido muchas las veces que nos hemos puesto ante este interrogante: ¿qué me apartará del amor de Cristo? Sin embargo, la mayoría de las veces, hemos pasado por alto los interrogantes anteriores.

Pablo, en cinco ocasiones llama nuestra a tención recordándonos los sorprendentes privilegios de haber optado por Jesucristo y desgraciadamente, los hemos pasado por alto como si no tuviesen nada que decirnos a nosotros.

De ahí que, hoy quiera invitaros a detenernos en ellos:

1.- Si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros?

¡Qué impresionante! Dios está con nosotros. Y está ahora, en este preciso momento y nos está amando.

Y nos ama con un amor firme para protegernos de los que quieren separarnos de Él.

Y nos ama, con un amor especifico a cada uno en particular. Pero:

 2.- Y ¿cómo no nos va a conceder, también, con Él todas las cosas?

No queramos dar lecciones a Dios. Él conoce mucho mejor que nosotros como funciona el mundo, sabe nuestras necesidades y tiene un buen proyecto para nosotros. Pero parece que a  nosotros eso no nos sirve. Nosotros queremos actuaciones rápidas, tangibles… Y no nos damos cuenta de que, aunque Dios nos conceda todas las cosas, eso no va a quitarnos los problemas ni las dificultades de la vida, lo que hará es darnos fortaleza y esperanza para poder superarlas. Llevándonos a la confianza serena en el poder de Dios. Pero:

  • ¿Creemos sinceramente que nuestra vida descansa en manos de Dios?
  • ¿Quiénes somos nosotros para cuestionar si nuestro plan es mejor que el Suyo?

3.- ¿Quién acusará a los elegidos de Dios?

El mundo sufre la equivocación de creerse seguro, pero no acepta el cuidado que Dios tiene por cada uno de sus elegidos.

El mundo es incapaz de imaginar que la vida es tan sólo un punto luminoso en el gran universo de Dios.

  • Y yo ¿me siento segura o necesito ponerme en las manos de Dios para que me cuide?

4.- ¿Quién es el que condena?

Sólo Dios nos libra del orgullo para que podamos amar a los demás sin condenarlos. Por eso un mundo sin Dios es un mundo sancionador, que carga pesadas cargas y hace serviles a las personas.

  • ¿Confío –de verdad- que Jesús no vino a condenar sino a salvar?
  • ¿De verdad sigo pensando que merezco una vida feliz perdiendo el gozo de experimentar que cuanto se me ha dado es un don?

Después de haber experimentado el amor de Cristo sólo queda preguntarse: ¿Y qué podrá apartarme de este amor de Cristo?

(Todos)

  • ¿La aflicción?
  • ¿La angustia?
  • ¿La persecución?
  • ¿El hambre?
  • ¿La desnudez?
  • ¿El peligro?
  • ¿La espada?

Pues… en todo esto vencemos fácilmente, por aquel que nos ha amado.

 “Todos somos vencedores por aquel que nos amó

Dios es la esencia del amor y es, en ese amor donde está cimentada la Iglesia. Un amor –“ancho, largo y profundo”- que traspasa todo nuestro conocimiento.

Porque es verdad que creemos haber apostado por el Señor, pero nos falta la convicción de sentirnos amados por Él.

Vemos cristianos que viven en la soledad, en la tristeza, se consideran indignos de acercarse a Dios… no son capaces de ver su gran equivocación. Cuando la persona siente ese vacío, sin pretenderlo busca otros amores, otras diversiones, otras alternativas… que llenen su hueco.

Por eso hemos de gritar al mundo que Dios no nos ama porque seamos dignos sino por pura bondad. Él no pone condiciones, Él solamente quiere amarnos sin importarle lo que seamos. Si fuésemos capaces de acoger todo esto: las leyes nos sobrarían, las normas nos sobrarían, las legislaciones nos sobrarían, pues todo ello queda a un lado cuando la persona se siente llena de Dios. Por eso,

Cuando todo te falle en la vida

y solamente te quede Dios,

te darás cuenta que Él es lo único que necesitas.