N. de la A.: De nuevo mando la oración de esta semana. Una oración larga. Pero es larga, porque no es una oración para hacerla toda seguida, ni para leerla como una reflexión. Veis que va por puntos y como es para toda la semana, se puede orar cada día sobre unos de ellos. Y, es más, si uno solo sirviera para toda la semana sería perfecto. Espero que pueda ayudaros. Que Dios bendiga vuestro día.

Hoy he tenido que pensar poco para ver que oración podía ofrecer. Estaba claro. Es el día de Santa Teresa de Jesús y… ¿de qué se podría hablar si no es de oración?

De ahí que, todo grupo de oración que se precie, necesite acercarse a la gran maestra, para aprender de su enseñanza y de su testimonio de vida.

Por eso he decidido que nuestra oración de hoy discurra bajo sus instrucciones.

Estamos en un tiempo en el que la oración no goza de gran prestigio, sin embargo puedo asegurar que hay grandes orantes. Además nos encontramos metidos en esta gran pandemia en la que, mucha gente ha dejado de ir a la iglesia porque tiene justificación para ello y lo que es más, se está acostumbrando a vivir sin Dios, porque eso no le causa ningún problema.

También algunas iglesias, ante la prevención, han suspendido actividades e, incluso los espacios de oración que ofrecían pero… que significativo, en medio de toda esta realidad aparece Santa Teresa a darnos “un toquecito” sobre la oración.

 

Llegamos al momento de oración. Dejamos lo que estamos haciendo. Hacemos silencio, nos serenamos… dejamos a un lado todo eso que nos preocupa… respiramos profundamente… Tomamos conciencia de que estamos ante el Dios de la vida… y llenos de paz comenzamos la oración

 

JESÚS ENSÉÑANOS A ORAR

Enséñanos a orar, Señor.

A orar; a tu estilo,  a tu manera.

A orar; como Tú lo hacías:

con silencios, con palabras,

con sentimiento, con todo el corazón…

 

Enséñanos a orar…

con la vida, desde la vida…

saboreando los dones que nos das

y lo que vas grabando en nuestro fondo.

 

Enséñanos a orar, Señor.

A orar; contigo, con los hermanos,

en público y en privado.

Aunque sea tartamudeando,

aunque nos invada el miedo al compromiso,

aunque lo hagamos a escondidas… ¡no importa!

Lo importante será; seguir comunicados contigo.

 

¿QUÉ PIENSA LA GENTE SOBRE LA ORACIÓN?

Yo creo que, si hiciésemos una encuesta sobre –qué es para cada uno la oración- los resultados serían sorprendentes.

Para muchos la oración es, algo propio de curas y monjas. A otros les parece cosa de “beatas”, gente sin cultura que no tiene otra cosa que hacer. Otros, prefieren dejarla para el final de la vida, porque entonces les sobrará mucho tiempo…

De ahí que, Santa Teresa, que quiere dejar claro a sus hijas lo que es la oración, les dice: orar, es algo tan sencillo como vivir la amistad con Jesús y cultivarla en el silencio, en el encuentro personal… en el tú a tú”

Y ahora, viene la pregunta que nos hemos de hacer nosotros -personas de Iglesia, que estamos implicadas en ella-

  • ¿Qué es la oración para mí?
  • ¿Qué significa en mi vida?

 

LO QUE NOS DICE JESÚS

Después de detenernos en lo que dicen los demás y en lo que decimos nosotros; vamos a escuchar lo que nos dice Jesús sobre la oración.

“Cuando oréis… no habléis mucho; no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente.

                     Os aseguro que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores: entra en tu habitación; cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y, tu Padre, que está en lo secreto, te premiará”  (Mateo 6, 5)

 

No se necesita más. Esto es hacer oración: ponernos en su presencia, llegar a nuestro fondo, mirarle, callar, esperar… y decirle desde lo profundo del corazón: Aquí estoy Señor, toma mi barro, porque quiero que, me hagas como Tú quieres que sea.

Pues, no olvidemos, que Dios no nos salvará por nuestras obras, aunque sean realmente buenas; nos salvará cuando, de verdad, seamos… obra de Dios.

  • ¿Busco yo recompensas, cuando hago oración?
  • ¿Soy capaz de callar, escuchar y sentir, lo que Dios quiere decirme?

RECOMENDACIONES DE SANTA TERESA

Me admira ver que, la Santa, muy conocedora de la materia, no nos diga cómo tenemos que orar. Ella nos dice: “es necesario que cada uno encuentre su propio modo de orar, según sea su manera de ser, su sensibilidad, su situación. Porque lo importante –nos sigue diciendo- está en volvernos a Jesús, contemplarle y penetrar en su misterio con ayuda de su Espíritu” Pero como en toda relación, se necesitan algunas condiciones para que dure y se haga más fuerte.

Por eso, para llegar a ser orante se necesita cuidar: Las relaciones con los demás: el respecto, el amor, la solidaridad, el perdón…

Se necesita cuidar la relación con nosotros mismos.

Y, sobre todo se necesita… cuidar la relación con Jesús. Teniendo muy en cuenta que el centro de la oración, consiste en la amistad con el Señor, pues la Oración es cosa del corazón…

  • ¿Me he parado alguna vez a pensar, si mi oración me lleva, a contemplar a las personas y las cosas con los ojos de Dios?
  • ¿He descubierto en mi oración, que Él puede colmar mi sed y dar sentido a todas mis ansias de vida auténtica?

 

SEÑOR, LA ORACIÓN ERES TÚ

¡Qué difícil nos resulta creer esto! Pero nos resulta difícil de creer, porque no somos capaces de entender que, a Dios no se puede llegar desde lo superficial. A Dios hay que ir, con lo más hondo que tenemos que, ni siquiera son nuestros pensamientos, ni nuestros sentimientos… lo más hondo está, en ese lugar escondido del que Jesús habla y al que nos invita a acceder. “Cuando ores entra en lo escondido…”

Porque, en la relación con Dios, lo importante no es el ruido de nuestras palabras, ni de nuestros sentimientos, ni de nuestros pensamientos,… lo importante es escucharle a Él; porque Él, siempre tiene algo importante que decirnos. Por eso, lo substancial está: En callar y acoger el Don.

  • ¿Soy yo capaz de acoger el Don de Dios?

 

EL DON

Quizá esto del Don, no lo veamos muy claro, pero el Don del que habla el evangelio, consiste en que: cuando somos capaces de entrar en lo secreto -donde nos espera Dios- ya no tenemos que, –parecer, ni aparentar-, ni tenemos que disimular –para que los demás digan-, ni acumular méritos –para nuestra seguridad-… ahí ya no tenemos que hacer nada, ahí somos.

Es el lugar del que habla Jesús, un lugar donde: ya, no hay que ganar nada, porque allí todo se recibe; ya, no va uno a dejarse ver, sino que uno es visto… allí no hay que comprar a Dios, porque Dios se hace uno con nosotros.

  • ¿He sido capaz de caer en la cuenta, de que Jesús –con estas palabras- me está comprometiendo a entablar un diálogo con el Padre?
  • ¿He sido capaz de comprender que me está comprometiendo a la intimidad, a la interioridad, a la oración personal?

 

UNA DETERMINACIÓN MUY DETERMINADA

       Por eso la Santa, que sabe que esto no es fácil, nos dice que esto de la oración no es cosa de “puños” que es: “una determinación muy determinada de encontrar nuestro propio corazón”

Porque si no lo hacemos así, siempre encontraremos excusas para no hacer oración. Si la dejamos para luego ¿qué pasa? Que ese “luego” no llega. Si decimos: es que, a mí la oración no me dice nada. Me cansa. Yo la oración la hago en la vida…

Pues llega la Santa y nos dice:solamente si comenzamos con decisión y entusiasmo, sin importarnos las dificultades (que llegarán), con mucha constancia, podremos encontrar los frutos duraderos de esa amistad con Jesucristo”

Y es verdad que es así, pues si no llevamos la vida a la oración, difícilmente podremos llevar la oración a la vida.

  • ¿Qué añade todo esto a mi manera de orar?
  • ¿A qué me ayuda?

 

Y para terminar lo haremos, con esta oración que tantas veces rezaría Santa Teresa.

 

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

 

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévanme tus afrentas y tu muerte.

 

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

 

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