Llevo tiempo valorando, lo bueno que sería, vivir lo que queda de cuaresma hasta el domingo de resurrección, recorriendo el camino que, Jesús recorrió en el itinerario de la Pasión. De ahí que me haya decidido a ofrecer este Viacrucis.

Y lo he escogido, porque me parecía importante que fuese un testigo el que hablase, ya que los testimonios siempre calan de manera especial. Quería ponerlo en boca de alguien que lo hubiera visto y lo hubiera vivido todo en primera persona; alguien que estuviese sintiendo y regalando a la vez, sus sentimientos.

Me atrevería a pediros que, este Vía Crucis, no fuese un Vía Crucis más para llenar nuestra cuaresma, sino que fuese algo especial. Pues nosotros, que tenemos la suerte de haber conocido la Resurrección, no podemos vivir el Vía Crucis solamente como un hundimiento cruel, tenemos que contemplarlo con ojos resucitados.

Tenemos que acogerlo como una realidad, que no anula para nada la sorpresa y el desconcierto pero que, la sublima y la engrandece al llegar el momento en que, la Vida vence a la muerte.

Porque Jesús, no subió a un madero para dar compasión, sino para devolver la dignidad a cada ser humano, enalteciendo sus muertes y sus caídas. Nuestro Dios, no es un Dios de muertos sino de vivos. Un Dios cuyo signo inconfundible de entrega es: el Amor que produce vida.

Pidamos al Señor la gracia de, que este Vía Crucis nos ayude, en este difícil momento, a llegar a la Pascua abrazados a la Cruz Salvadora.

 

             VÍA CRUCIS

 

Yo soy el testigo que estaba allí aquella noche… y todavía me estremezco al recordarlo.

Pero ¿sabéis una cosa? ¡Quiero seguir recordándolo! ¡Quiero que nunca se olvide!

Bien sé, que los modernos me dirán que recordar hechos dolorosos es malo para la salud; que es importante olvidar para vivir el presente, que la gente, enferma por inmortalizar las cosas adversas de la vida.

Pero yo no me lo creo. Yo sé, que la gente enferma porque no es capaz de amar en el recuerdo.

  • ¿Acaso yo podría vivir olvidando, lo que, por amor, vi hacer a Jesús?
  • ¿Acaso podría olvidar que lo hizo por nosotros?
  • ¿Acaso podría dejar de lado sus últimos gestos de donación y entrega?

¡No, no puedo olvidar! Ni puedo ni quiero. Porque eso, precisamente eso que, a nosotros nos parece lo más nefasto de la historia de la humanidad, es lo que nos ha llevado a la plenitud y la dicha.

 

1ª Estación.-

LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO

    Te adoramos, ¡oh Cristo! y te bendecimos porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo

La Cena había terminado y todos, menos Judas que, hacía ya un rato que nos había dejado, seguimos a Jesús. Con un silencio que taladraba llegamos al Huerto de los Olivos para orar.

Todos nos mirábamos unos a otros, sin saber qué sentido darle a lo que estaba pasando. Pero Jesús, sin decirnos nada, aunque mucho más contenido que de costumbre, se introdujo unos pasos más adentro cayendo en tierra, de rodillas.

Ver a Jesús comunicarse con el Padre, era algo que sobrecogía, pero lo de ese instante era distinto, tenía una fuerza incomparable a la que conocíamos. Al contemplar su recogimiento, todos nos miramos un poco alterados.

Después de lo que habíamos presenciado en la Cena, no necesitábamos más, para estar dispuestos a darlo todo por Él, sin embargo, nuestra fragilidad humana, hizo que no tardásemos en quedarnos dormidos.

Jesús al vernos dormir nos dijo:

“¿De modo que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad para no caer en la tentación” (Mateo 26, 40)

 

HACEMOS SILENCIO

Contemplamos el mundo que nos rodea.

Vemos como está pasando su propia pasión.

Nadie puede escapar de ella. La pandemia no entiende de clases sociales, ni de edades, ni de medios económicos, ni de “buenos y malos”…

Tomamos conciencia de que, nos maneja sin pedirnos permiso. Los casos suben y bajan, sin que nosotros podamos controlarlos.

Observamos, cómo se va apoderando de nosotros el miedo, la duda, la desconfianza, la indecisión…

Como Jesús, estamos en la “soledad de nuestra vida” asustados, temerosos, indecisos…

Pero Jesús ora al Padre, para que le ayude a pasar por todo lo que, sabe que le espera de pasión y cruz; mientras nosotros sólo queremos solucionar todo por nuestros propios medios, “para volver a lo de antes”

Nos detenemos para ver qué lugar ocupa Dios en todo esto que estamos viviendo.

Nos detenemos a ver, si nuestro compromiso es, vivir todo desde el amor, como era el suyo.

A ver, si somos capaces de ir dando retazos de nuestra vida como Él la dio. Y desde el fondo de nuestro corazón le decimos:

              Señor dame la gracia de hacerte presente en mi vida”

 

MOMENTO DE ORACIÓN

Esto no ha cambiado Señor.

Bien sabes que, también nosotros seguimos dormidos ante el sufrimiento de los demás.

¿Quién no carga su pesada cruz viendo, cómo la indiferencia de los otros, les hace dormir en lugar de prestar ayuda?

Y, ya ves. Aquí estamos ante Ti, con esta pandemia que no da tregua. Aquí estamos cansados, llenos de temor, de incertidumbre… ¡Llevamos ya demasiado tiempo en esta situación!

Y nos damos cuenta de que, también nosotros dormimos ante tanto desajuste, tanto dolor, tanto sufrimiento, tanto paro, tanto desamor, tanta hambre, tanto descontento…

 Por eso, desde hoy, Jesús, queremos que seas Tú el que nos despiertes. El que presida nuestros dolores, nuestros infortunios, nuestras cruces… Pues sabemos bien que, aunque el peso no se aligere demasiado, contigo se convertirán en Redención.

             —–   Padrenuestro, Avemaría y Gloria…

“Señor, pequé. Ten misericordia de mí y de todos los pecadores.