Acabamos de celebrar el día de DOMUND, con un lema precioso para trabajarlo, no solamente el día del Domund, sino durante todo el año. Y ese lema dice “Cambia al mundo”

Pero, este lema no está pensado, solamente, para aquellos que han decidido abandonar su tierra y su casa para evangelizar en lugares de Misión. Está pensado para todos, pues todos somos misioneros, sea cual sea nuestra realidad y nuestra situación.

Sin embargo todos sabemos que el mundo no cambiará si no cambiamos las personas que lo habitamos. Lo que pasa es que, para cambiar hay que ser muy valientes, muy humildes y personas de oración.

Y esto es lo que hoy nos interpela a nosotros. A cada uno personalmente. Y esta es nuestra realidad personal, una realidad de la que nadie puede responder por nosotros. Por tanto:

  • ¿Qué le digo al Señor de esta exigencia que se me plantea de conversión y cambio?

Nadie cambia por lo que el otro le diga, cambiar en una actitud y solamente cambiaremos, cuando seamos capaces de ponernos en pie y decir: ¡Señor quiero cambiar! ¡Ayúdame a cambiar! Pues esa afirmación será la que marque el momento en el que el corazón comience a reentonarse.

Pero no nos equivoquemos. Cambiar no es aparcar los problemas, ni disimularlos; nadie puede esperar que lo que está pasado se diluya como un azucarillo. Hay realidades que solamente puede sanarlas el que las ha producido, porque es muy fácil decir “olvida el pasado” ¡No! No olvides el pasado soluciónalo.

El pasado ha tenido unas connotaciones en nuestra vida y en la de los demás. Y ese pasado tiene que servirnos para crecer, para aprender, para formarnos… pero también para ver que ha dejado lesiones, huellas, destrozos… que salen a flote aunque no los queramos ver y eso no se cura echándole tierra encima, eso se cura afrontándolo y pidiendo a Dios su gracia para sanarlo. ¡Cuánto ganaríamos si aprendiésemos a sanarnos!

De ahí que os invite a contemplar, todo ese deterioro que vemos en este momento, tanto en el “tercer mundo”, como en nuestro ambiente, en nuestra familia, en nuestro mundo tan civilizado… para preguntarnos ante el Señor:

  • ¿Qué tendría yo que cambiar en mi vida, para que todo esto mejorase?

Al ponernos ante esta realidad podemos decir: No podemos ser pesimistas, hay cosas que han cambiado. Hay gente entregada que va a darlo todo por los demás y ¡Es verdad! Pero también hemos podido observar que en muchos casos los cambios han sido superficiales, han sido un lavado de imagen para dejar todo como estaba o todavía peor. Que esos cambios han venido de acciones injustas y se han hecho desde la indiferencia y la apatía. Nosotros mismos hemos dicho cantidad de veces “las cosas son como son” ¿Qué puedo hacer yo ante esta realidad que me sobrepasa? ¡Qué lo arreglen los que tienen el poder! Y nos hemos quedado tan tranquilos.

Pero esto no es así. Esto nos está alertando de que, somos nosotros, los que necesitamos un cambio profundo y real, pues lo que se nos pide es que seamos una referencia para los demás, en especial para los jóvenes y eso solamente puede hacerse desde Dios.

Se nos pide que seamos un referente de compromiso y esperanza, pues esa sería la prueba palpable de que, en nuestro corazón ha entrado Dios con toda su novedad y su creatividad. Y nosotros seríamos los primeros asombrados, pues observaríamos con emoción que eso sí podría cambiar el mundo.

  • Y yo ¿quiero ser un referente de compromiso y esperanza para los demás?
  • ¿Sé, a lo que eso me compromete?

Por eso, este año os invito a estar alerta, a no darlo todo por sabido. Pues cuando, cada año, el día del DOMUND llama nuestra atención, nos conformamos con hablar de los misioneros y misioneras -a los que admiramos y ayudamos-, pero no somos capaces de aceptar que, el mensaje nos llega como si sólo necesitasen evangelización los que viven en culturas todavía subdesarrolladas; o los que no han oído hablar de Dios; nos llega como una cuestión de tenerles que ayudar económicamente para tranquilizar nuestra conciencia. Hablamos de ello como si eso no fuera con nosotros, como si la Buena Noticia del evangelio hubiese sido acogida por nuestra sociedad y hubiese calado en nuestro entorno, como si solamente hubiera que llevarla a países lejanos.

Desgraciadamente, vemos con pena, que los términos se han invertido y que, es precisamente lo más cercano a nosotros lo que más misioneros necesita para ser evangelizado.

De ahí, la importancia de preguntarnos delante del Señor:

  • ¿Qué lugares, actitudes, personas… creo yo que tendrían necesidad de evangelización en este momento?
  • ¿Me afectan a mí directamente?
  • ¿Qué medios tendría de poder ayudarles en este sentido?