¿QUÉ SIGNIFICADO TIENE HOY LA CUARESMA?

Por Julia Merodio

Aunque nos quejemos tanto de que, la gente va dejando de frecuentar la Iglesia, lo cierto es que, cuando llega la cuaresma hay muchas personas que se acercan a ella para: orar, para recibir el sacramento de la reconciliación y para sentir la cercanía de Dios.

El Miércoles de Ceniza, con un gesto de penitencia, se acercan hombres, mujeres, jóvenes y niños a recibir la ceniza. A nadie le parece un gesto irrelevante, nadie lo juzga como algo caduco dado a desaparecer, al contrario, cada año las personas se hacen más conscientes de lo que significa, de cómo quieren dejar a un lado todo lo que les estorba, lo que se ha quedado viejo en su vida para pasar a lo que no caduca, a todo lo que brinda la novedad de Dios.

 

ANTE UNA OPCIÓN PERSONAL

 

 

Esto no es fácil, esto exige una réplica, una opción, un modo de vida… y cada uno tenemos la nuestra en particular.

También Jesús da su respuesta en un momento concreto de su vida. Nada ni nadie lo detendrá. Llegará hasta el final con todas sus consecuencias. Pero, en este camino emprendido, tiene una cita ineludible:

  • Su destino: El desierto lugar de encuentro consigo mismo y con Dios.
  • Su compañía: Las fieras del entorno.
  • Su realidad: la soledad y la precariedad.

Y todo esto dando paso a la Cuaresmatiempo fuerte de encuentro, conversión y renovación.

Cada uno de nosotros, nos hacemos conscientes de esa cita, en un momento concreto de la vida. Y desde él, tenemos que tomar esa opción seria, que se nos reclama, delante del Señor. También a ti y a mí nos ha llegado la hora.

Pero la respuesta es algo personal que nadie puede dar por nosotros. Hay momentos en los que Dios y la persona se encuentran cara a cara, sin intermediarios. Hay momentos en los que están frente a frente, la misericordia de Dios y nuestra limitación humana y uno de esos momentos está en el tiempo de Cuaresma.

No lo pienses, aprovéchalo. Échate en los brazos del Padre y dile: He decidido cambiar, he decidido vivir el plan de vida que, Tú trazaste, para mí desde la eternidad. He decidido seguirte donde quiera que vayas.

LAS TENTACIONES DE CADA DÍA

“Dijo Jesús a sus discípulos: Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos;  conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Además, si Dios fuera vuestro padre me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Sabed que no he venido por mi cuenta, sino porque él me envió.”                       (Juan 8, 31 – 42)

EMPUJADO POR EL ESPÍRITU

Nos dice el evangelio que Jesús, en este momento concreto de su vida”es empujado al desierto por el Espíritu” Allí se dejó tentar por Satanás, viviendo entre alimañas; pero los ángeles le servían”.

Uno de los planteamientos de esta cuaresma debería ser este ¿Creo que puedo seguir a Jesús por caminos distintos a los suyos? Sin embargo parece una osadía hablar al mundo de hoy de soledad y tentaciones.

El hombre de hoy no quiere desierto, quiere ruido, marcha, confort, primeras marcas, ser servido, adorado…

El hombre de hoy huye de las tentaciones. No quiere ser probado, no quiere sufrir. No se da cuenta de que su primera tentación, por la que más sufre, es por querer vivir en la opulencia, por su comodidad, por su falta de exigencia, por querer dominarlo todo desde su “trono”. Quiere asegurarse la abundancia de bienes, el poder comprado a cualquier precio, un estatus que lo ponga por encima de los demás sin cuestionarse la forma para llegar a ello.

“Ese es tu problema”, oímos decir a gritos sin el menor reparo. Y se lo oímos decir a dos esposos que se han prometido fidelidad.  Lo dicen unos padres a sus hijos, a los que un día regalaron su vida, unos hijos a sus padres que lo dieron todo por ellos, unos amigos, que en un momento de su vida creyeron en la amistad. Lo dicen los miembros de un grupo de iglesia que fueron buscando la forma de seguir a Jesús…  Pero en el momento que nos ha tocado vivir, esto queda bien. Nosotros vivimos en un mundo civilizado, no en medio de un desierto entre alimañas, como Jesús, durante cuarenta días.

Nosotros hemos crecido en el progreso. Esos que encontramos caídos, ahogados, sin comida, sin hogar… esos son los que no han sabido progresar, no han sabido “buscarse la vida”, no han sabido mezclarse con la “gente bien” para triunfar. Pero…  allá ellos, nosotros bastante tenemos con lo nuestro.

¿Todavía sigues creyendo que no necesitas pasar por el desierto? ¿Todavía crees que las tentaciones son algo pasado de moda? ¿Todavía sigues pensando que esto no es para ti?

Entra en tu interior, en tu desierto, donde se callan los ruidos, los egoísmos, la prepotencia. Allí donde todo es soledad, allí donde la carencia de cosas atractivas te invita a reflexionar en serio.

Reconoce con sencillez tus fallos, tus deficiencias. Trata de cuestionarte, sal de la comodidad, y entra en la exigencia. Esa exigencia que está muy lejos de aplastar al ser humano. Esa exigencia que regenera, que construye, que ayuda a caminar.

Déjate, también, cuestionar por los demás. Ya sé que duele, que es difícil, pero todo lo que merece la pena cuesta esfuerzo. Cuando digan de ti cosas negativas, cuando te exijan lo que a veces crees que no puedes dar, humíllate,  pide fuerzas y da gracias porque eso es inmensamente rico para ti. Ten la seguridad de que ese momento es especial; el Señor te llevará en sus brazos para que no desfallezcas. Y, como,  Jesús en el desierto te mandará a sus ángeles para ayudarte a crecer y a madurar en medio de lo que a ti te parecía negativo.

“Lavaos, limpiaos, quitad de ante mis ojos la iniquidad de vuestras acciones. Dejad de hacer el mal.

Aprended a hacer el bien, buscad lo que es justo, pedid perdón a quien habéis ofendido, haced justicia al huérfano y amparad a la viuda”                 (Isaías 1, 16 -18)