Si el Papa S. Juan Pablo II se ocupo y preocupó por la Nueva Evangelización y nos invitó a “remar mar adentro”, cuando llega Benedicto XVI al pontificado, quiere hacer de La Evangelización uno de los temas destacados del mismo; y es tal, su preocupación por transmitir la Fe, que en 2012 convoca un Sínodo de Obispos que trate precisamente sobre La Nueva Evangelización.

El tema del mismo será “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana” poniendo su principal ahínco, en proponer el evangelio a aquellos que lo conocen poco o se han alejado de la iglesia.

Aquí lo tenemos, el Papa quiere que la evangelización sea la principal tarea de la Iglesia para el siglo XXI y no duda ni un momento de convocar un Sínodo.

A él asistirían; laicos, sacerdotes, alguna consagrada, y personas vinculadas a diferentes movimientos eclesiales, familias religiosas y personas con notables responsabilidades en la iglesia. Su mensaje es claro: El concilio es de todos y la evangelización también.

Asimismo me parece justo recordar cómo está presente en el sínodo, no sólo la herencia del Concilio Vaticano II, sino también la del Papa Pablo VI y la de S. Juan pablo II.

Porque Benedicto XVI, quiere reconocer así, los pasos de sus predecesores, a la vez que advierte “proféticamente” a todos los católicos que nos estamos jugando –en este momento- el ser o no ser misioneros-evangelizadores que lleven la fe hasta los confines de la tierra. Pues dice con claridad: “quién ama la propia fe, se preocupará de trasmitirla y llevarla a otros, ya que la Fe se fortalece trasmitiéndola”. Algo que concuerda perfectamente, con lo que apuntaba la semana pasada de que: La Nueva Evangelización consiste en el coraje de atravesar y transitar por nuevos senderos para anunciar a Cristo.

 Por tanto no hay que inventar nada. El Papa Benedicto XVI lo dice con gran claridad: La nueva Evangelización consiste en llevar el evangelio, a aquellos que lo conocen poco o se han alejado de la iglesia.

Esto no es nada nuevo. Si echamos la vista atrás, nos damos cuenta de que desde el tiempo de los apóstoles “La Iglesia existe para evangelizar” y la nueva  evangelización será también la forma en la que vivirá la Iglesia del siglo XXI y la manera en que cada –verdadero discípulo de Cristo- vivirá su día a día. Pues como he apuntado ya otras veces, no se puede trasmitir lo que no se cree y no se vive, ni se puede trasmitir el evangelio sin saber lo que significa estar a solas con el Señor.

Por tanto, lo primero que necesitamos para llevar el evangelio a los demás y que quizá, necesita también la Iglesia es convertirnos y convertirse. Ya que para un evangelizador –la conversión- resulta imprescindible.

Necesitamos intensificar la vida de oración; los sacramentos; la vida: de familia, de parroquia, de comunidad… y el conocimiento auténtico del evangelio de Jesucristo. Pues el que no se alimenta espiritualmente, poco a poco va perdiendo el ímpetu evangelizador, va entrando en la monotonía, va descuidando la misión que el Señor le ha encomendado y termina por dejarlo todo.

Es verdad que una cosa es hablar y otra ponerlo en práctica, pues en todo evangelizador –como en todas las personas- por mucha ilusión que  se tenga, habrá días alegres, días en que se sueñe con metas altas… pero también habrá días tristes, días de dolor, de disgustos, de irritación, de ofensas… y de ganas de tirarlo todo por la borda.

Por eso es necesario, plantearnos una y otra vez que ha historia de toda persona se va haciendo poco a poco, en el día a día, incluso de minuto en minuto. Y que esa historia es personal. Es una página en blanco, una página por escribir y que nadie podrá escribirla por otro.

Pero hay algo importantísimo. El “libro” que será La Nueva Evangelización necesita -de todas las páginas de todas las personas- para poder formarse. En él no existirán páginas pequeñas, ni páginas sin importancia, todas serán necesarias para que el libro llegue a su término.

Es más, esas páginas pequeñas y que, quizá nos parezca que carecen de importancia, es posible que sean las que más nos enseñen a todos los demás. En ellas podremos descubrir una lección de humildad, de sencillez, de fidelidad, de asombro…

Porque la evangelización no depende de cosas sorprendentes sino de las cosas nuevas y sencillas de cada día. Depende, de esas sonrisas regaladas con amor, de esa mirada de comprensión, de esas manos bondadosas tendidas al que está caído…

Sin embargo, sé bien que a veces nos falta capacidad y tiempo para hacer posible todo esto. Por eso me atrevería a pediros que tomásemos unos minutos, -solamente unos minutos- para pensar en todo el amor que dejamos de brindar, porque vamos muy deprisa; en todos esos gestos de aprecio que no ofrecemos, porque estamos atendiendo otras cosas; de todas esas miradas profundas que no manifestamos, porque creemos estar inmersos en cosas mucho más “importantes”; en esas palabras que no pronunciamos, porque nuestro ruido es demasiado fuerte y nos da miedo que pasen desapercibidas…

Y seguro…, que después de tomarnos esos momentos de sosiego y calma seremos capaces de vislumbrar, lo que hemos dejado de hacer por vivir nuestra vida a un ritmo inadecuado y observaremos que el amor y la Luz vuelven a brillar en nuestro fondo y nos daremos cuenta de que, -entonces ¡sí!- entonces, ya podremos ser portadores de luz y esperanza para los demás.

En resumen, Si el Papa convocó un Sínodo sobre la Nueva Evangelización, es porque quería que la evangelización –con todos sus ingredientes- abarcase a la Iglesia de todo el mundo y a todos y cada uno de sus miembros, pues este estilo evangelizador tiene que incidir la vida entera. Y nosotros somos responsables –desde nuestra pequeña parcela- de que esto se haga realidad.

  • De que brote de ello, la entrega cuidadosa a los más pobres.
  • De que brote, la capacidad de comunicar esperanza en los entornos en los que vivimos.
  • Y de pronunciar esa palabra oportuna que muchos necesitan escuchar.

Porque la Iglesia de la Nueva Evangelización, tiene que ser capaz de mostrar en todos los ámbitos, que está regida por el Espíritu Santo y que sus credenciales son el amor y el servicio.