Llegamos al quinto domingo de cuaresma y la liturgia, muy acertadamente, comienza a presentarnos la cruz, pero no se queda ahí, nos ofrece la cruz y la luz de la resurrección formando una unidad. Porque:

La Cruz y la Luz, formando una unidad.

·        En el anverso de la Cruz, aparece Cristo –Luz del mundo-

o   En el reverso, los hermanos agrupados en multitud. Entre los que se halla la iglesia sufriente.

·        En el anverso la misericordia de Dios, en el reverso la infidelidad del pueblo.

·        Y uniendo estas situaciones: Jesús, el Hijo entregado, para devolver la vida al mundo con su Resurrección.

La cruz es consubstancial a la vida., todos tenemos que llevar un trozo de la cruz de Cristo. Pero las cruces nonos gustan, nos inquietan, nos molestan, nos desinstalan. Pero lo queramos o no, el sobresalto llega en el momento que menos esperamos y eso es lo que pasó en la casa de Betania donde vivían los amigos de Jesús. Lázaro acaba de morir y las hermanas quedan desoladas ¡Si, al menos, hubiera estado aquí Jesús! Pero Jesús no estaba.

Sin embargo, Jesús, es el amigo que nunca falla. Y allí se presenta, aunque parezca que ya no hay nada que hacer, aunque parezca que todo está consumado… allí está Él.

Marta, se da cuenta de su presencia y acercándose a María le dice: El Maestro está aquí.

María se sorprende, pero la esperanza ya no tiene cobijo en sus corazones, las hermanas saben que Lázaro estaba muerto y bien muerto y, no es que no creyesen en Jesús, pero el rumbo de su caminar, como el nuestro, les hacía pensar que todo estaba perdido.

Al llegar donde estaba Jesús, María le dice: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” (v. 32).  El saludo de María para Jesús es muy similar al de Marta. Las dos hermanas le echan en cara a Jesús su ausencia: «Si hubieras estado aquí». Pero Jesús les invita a que vean más allá, a que no crean en Él como un mago. Él no es un mago, él no es el que resucita a la gente: Él es, la Resurrección. Que una cosa es dar de comer a la gente y otra muy distinta es ser el Pan Vivo.

Y ese Jesús amigo que nunca falla, ahora se convierte en el Jesús humano que, al ver a las hermanas llorando se conmueve profundamente, Jesús se emociona como nos emocionamos cualquiera de nosotros. Jesús aparece con las limitaciones propias de cualquier persona. Se nos olvida muchas veces, que Jesús eligió ser igual a sus hermanos y  pasar por uno de tantos para poder comprendernos mejor.

Lo que somos incapaces de aceptar es que, todos vamos muriendo un poco cada día. Todos vamos dejando por el camino retazos de nuestra vida; unos voluntariamente, otros arrebatados sin piedad.

Por eso, cuando ya se han vivido bastantes años, empezamos a notar que, la vida, se va volviendo rígida; nos sentimos inmóviles, fríos, calculadores… nos vemos atrapados, por multitud de ataduras terrenas y somos esclavos de sus experiencias.

·        ¡Cuántas ataduras en nuestra vida!

·        ¡Cuántas esclavitudes!

·        ¡Cuántas realidades, nos van llevando a la rigidez!

·         ¡Qué grado tan alto de frialdad va llegando a nuestro corazón!

Sería estupendo que en ese momento oyésemos las Palabras de Jesús: ¿dónde lo habéis sepultado? “Ven a verlo, Señor”  Las mismas palabras que Jesús usa para invitar a ser discípulo. “Venid y lo veréis”

¡Quitad la piedra! “Señor, huele mal porque ya hace cuatro días”  Marta protesta la orden de Jesús de quitar la piedra, porque el cuerpo de Lázaro ya habría empezado a descomponerse en estos cuatro días.  El horrible olor y el verlo de esta manera… Pero vamos a ver Marta ¿Crees o no crees?

Igual que nosotros: Bueno lo pediremos por si acaso pero…

Jesús repite: ¡Quita la losa! Por grande que sea, por mucho que pese ¡Quítala! Porque “Yo os libraré de todas vuestras infidelidades y os purificaré” Os sacaré de vuestras muertes: del miedo, la desesperanza, la tristeza, la duda, el cansancio, el conformismo, el desamor… y, os demostraré que, el que ama, no puede estar muerto.

¡Qué momento tan especial de confianza plena! ¡Si la gente, fuera consciente de que Cristo, siempre contagia vida, todos se acercarían a Él!

“¡Lázaro, sal fuera!” Fijaos. Jesús, es el Señor de la esperanza. Si Jesús hubiera creído que ya no se podía sacar nada de aquella situación, Lázaro nunca hubiera resucitado.

Sin embargo nosotros caemos, una vez y otra, en la desesperanza ¡Cuántas veces pensamos que de la historia que vivimos ya no se puede sacar nada! Sólo deseamos que todo esto termine y vamos por la vida como autómatas, sin ganas de vivir. Pero al pronunciar estas palabras, la esperanza crece.

Lázaro intenta salir de la tumba pero aparece un nuevo problema. Está vendado. Todos pensamos que Jesús no se ha dado cuenta de ese detalle. Pero Él dice ¡desatadlo! ¡Quitadle lo que le oprime!

Vuelve a nosotros el reflejo de nuestra vida. Llega hasta nosotros un nuevo problema, un nuevo golpe, un nuevo daño… y lejos de recurrir a la esperanza, lejos de tener fe y recurrir a Dios, nos ponemos una nueva venda encima de las que ya llevamos, encontrándonos más atados que antes y sin poder salir de nuestro sepulcro.

Necesitamos de nuevo oír las palabras de Jesús: “Quitadle el sudario, y dejadle caminar”  Es alucinante imaginarse aquel cuerpo vendando luchando por salir de la tumba atado y maniatado.

Pero aquí lo tenemos eso es lo que nos dice hoy, Jesús a  nosotros “¡Salid de vuestras tinieblas! Dejad atrás vuestras muertes, vuestras oscuridades, vuestros pesimismos…

¡Recibid a Cristo en vuestro corazón! No lo dejéis para otro día. Porque todo el que recibe a Cristo Resucita. Resucita: a la alegría, a la paz, a la superación, a la generosidad, al perdón, al amor… Todo el que recibe a Cristo en su vida, resucita a la verdadera: VIDA.