El día 9 de Mayo, se celebró la fiesta de Nuestra Señora de los Desamparados a la que se añade y de los inocentes y mártires… ¡Me encanta! Por eso, me ha parecido que no podía pasar por alto tanta grandeza, ya que si hay alguien que pueda decirnos algo valioso sobre nuestra manera de vivir, en la sociedad, en la familia, en nuestra comunidad de creyentes… es la Madre. Y pensaba, que si ella se acercase a nosotros, en este momento de la historia –en el que nos ha tocado vivir-, lo primero que nos hablaría sería de misericordia, de bondad, de acogida, de ternura…
Pues hoy día, parece que da un aire de prestigio el rodearse de gente “importante y privilegiada” aunque para ello haya que incumplir los compromisos, ponerse por encima de los demás y devolver un daño multiplicado… pero no nos basta con eso, además, nos quieren hacer ver que ese comportamiento es signo de coraje y valentía.
Sin embargo yo creo que, lo que hoy le gustaría decirnos a la Madre, sería: Dichosos los que son fieles a su realidad de vida, los que son fieles a su promesa, los que son fieles a Dios, porque ellos serán capaces de atender la miseria del mundo, acogiendo a los que nadie quiere aproximarse.

MAGNIFICAT
Si María fue capaz de proclamar el Magníficat, se debió a que entendió como nadie lo que había en el corazón de Dios. Entendió como nadie, lo que Dios tenía de acogida, de entrega, de ayuda, de auxilio al despreciado… De ahí que:

El Magníficat sea la lección más elocuente, que un alma puede recibir, sobre el modo de corresponder al amor de Dios.
Pues el Magníficat nos lleva a oír en el interior esa voz que nos dice: “Deléitate, profundamente, en tu Señor, porque solamente Él es capaz de dar cuanto desea tu corazón”

María sabe mucho de esto. No tenemos nada más que ver las palabras salidas de su fondo: “Porque ha mirado la humillación de su esclava” Solamente alguien que sabe ofrecerse puede hacer esta categórica afirmación, sólo los que se sienten poca cosa, los “anawin”, los pobres de Yahvé pueden dirigirse así a su Señor y ella pertenecía a esa familia.
Ella conoce que la donación concierne al canto del Siervo, en el que se sugiere una actitud de entrega, de no violencia, de valentía… para aceptar el ser tratado injustamente.
Ella sabe mejor que nadie, que entregarse a Dios, quiere decir que la vida hay que asumirla con ánimo de fortaleza, uno de los dones del Espíritu Santo que vamos olvidando porque, en nuestro entorno, ya no se habla de esas cosas.
Y para demostrarlo, aquí está ella, la Madre, porque ¿hay alguien que supiera soportar tanto y con tanta dignidad?
Por eso ya no nos queda la menor duda de que ella es la Madre de los desamparados, de los inocentes, de los mártires… y de los que tienen el corazón abierto para recibir a cuantos vienen magullados del camino y a cuantos, ya no les queda ni un motivo para esperar.
Y por eso puede seguir diciendo:

PORQUE EL PODEROSO HA HECHO OBRAS GRANDES EN MÍ…
María, cuando pronunció el Sí más fértil de la historia de la humanidad, ya había aprendido de todas las mujeres de la Biblia, que su maternidad era una vocación al servicio de la Vida. “Aquí está la esclava del Señor” son las palabras salidas de su boca. Aquí estoy dispuesta a recibir la Buena Noticia, porque mi corazón desborda de gozo al saberme elegida por mi Dios.
Estoy disponible, como tierra fértil para dar lo mejor de mi cosecha. No escuchemos, todo esto, de pasada. Detengámonos en ello. Dejemos que nos interpele hoy a nosotros. Que nos empujase a dar una respuesta, a adquirir un compromiso de vida. El compromiso de dejar tanto deterioro, como nos invade, para lanzarnos a la novedad de Dios, que nos dice:
Renueva el amor a los tuyos, a los que se cruzan en tu camino, a esos que te incomodan, a aquellos que te parece imposible amar.
Pídele que te haga dócil a su voluntad; esa voluntad que se manifiesta a través de su palabra.
Y junto a la Madre, abandónate en las manos de Dios.