¿ASÍ QUE ERES REY? por Julia Merodio

TÚ LO HAS DICHO, YO SOY REY

Son ya demasiados los años que, siguiendo el ciclo litúrgico, hemos orado esta realidad. Pero seguiremos haciéndolo, aunque haya tantos que no la quieran ver.

Cuando, Jesús, viene a vivir entre los hombres, no se presenta como Rey, sino como el más pequeño y desvalido de los seres humanos; sin embargo no duda en hacer una declaración regia de su reinado cuando le pregunta Pilatos.

 –  Con que, ¿Tú eres Rey?

   Jesús responde:

 –  Tú lo has dicho: Soy Rey.

 

EL PAPA REPRESENTANTE DE CRISTO EN LA TIERRA

            Eso mismo ha hecho nuestro querido Papa Benedicto XVI, venir a España, como peregrino de la fe, algo que no resta ni un ápice a la altura de su cargo.

Había llegado el gran día en que nuestro querido Papa Benedicto XVI pisaría tierra española. Los augurios de los “aguafiestas” habían fallado una vez más y, sin saber cómo ni de dónde, una multitud salida, de todos los rincones de nuestra tierra, se acumulaba por cualquier sitio donde el Papa fuese a pasar.

            Las cámaras de televisión comenzaron a emitir. En el aeropuerto de Santiago la expectación era máxima, un jefe de estado, con todo lo que ello pueda implicar llegará en breves momentos, los ojos de todos estaban fijos en la puerta de aquel avión que comenzaba a abrirse.

            Pero por la escalera del avión desciende un hombre que los desconcierta. Un hombre como todos los demás hombres, con la misma humanidad que tuvo Jesús cuando vivió en la tierra. Un hombre con sentimientos, temores, alegrías, dudas… Un hombre con sed, fatiga, cansancio… Un hombre de los que dicen nuestros médicos esta en edad de riesgo y, como dicen nuestros jóvenes, es un anciano; pues ya veis, ese hombre, vestido de un blanco impoluto, es el que está descendiendo pausadamente, por la escalera del avión, su gesto alegre y humilde deja trasparentar un alma llena de paz.

De nuevo aparece la verdad de lo que representa. Jesús, al que el Papa muestra, vino a reinar, pero deja muy claro que su reino no es de este mundo. Sus leyes no están marcadas por nuestros puntos de vista raquíticos y mezquinos; su justicia no es la nuestra y su misericordia, ni se asemeja.

Me imagino que, otra de las cosas que sorprenderían fue su atuendo. ¿Qué decir de él, los asesores de imagen? ¿Cómo adivinar el modisto que lo hizo?

También Jesús, lucía una túnica blanca, tejida por una modista muy especial: su Madre. ¡Cómo distan nuestros planes de los planes de Dios!

Otra de las cosas, muy apreciadas por los entendidos, son las joyas, decir su marca da un signo de prestigio codiciado por todos.

De nuevo volvemos a la figura del Santo Padre. Su única joya, una Cruz con un Cristo visible en ella, cosa que encaja perfectamente con ese aspecto denota, que es un hombre de Dios, todo él tiene un halo especial. Su humildad, su alegría y su austeridad, son los sellos que lo identifican. Sorprende que, sin estar apabullado por grandes personalidades, todas las campanas de Santiago doblen anunciando su llegada, mientras los jóvenes echando abajo la niebla con sus voces y sus aplausos, logran emocionar el rostro del Papa.

Las leyes, que rigen nuestro mundo, están selladas por la ambición humana, por escalar los puestos de prestigio, por la arrogancia del dinero.

¡Qué lejos estamos del amor, la justicia, la paz y la verdad, principales realidades del Reino de Cristo!

De nuevo encontramos plasmada, en la conducta del Papa, las características de los seguidores de Cristo. Jesús, que se define como Rey, aclara que nació para ser testigo de la verdad; nos expone notoriamente cuáles son las exigencias de su reino, nos advierte que muy pocos escucharán su voz y nos recuerda que estar a su servicio no será tarea fácil. ¡Qué bien debe de saberlo su Vicario en la tierra!

            Pero, no sólo el Papa, nosotros también hemos elegido vivir con Él, pertenecer a su Reino.  Por eso  hoy, -como nos lo pedía el Santo Padre- es un día para reiterarle nuestra adhesión, no solo con palabras, sino con acciones que demuestren que lo hemos hecho Señor de nuestras decisiones, de nuestra historia y de nuestra vida cotidiana, con lo que conlleva de rutina y vulgaridad.

 

Momento de Oración

            Hacemos silencio para tomar conciencia de que, es el mismo Dios, el que nos espera para compartir estos omentos tan privilegiados.

 Tomamos el tiempo pertinente para entrar en nuestro interior y, en ese clima de oración, donde –cada uno con el Señor- se encuentra a solas, nos preguntaremos personalmente:

  • ¿Veo a Jesús como el Rey de mi vida?
  • ¿Qué es lo que más me gusta de su reinado?
  • ¿Sería capaz de proclamar esta afirmación en mi ambiente, si un día saliese este tema, o me callaría por miedo a hacer el ridículo?
  • ¿Me gusta que mi Rey aparezca tantas veces sirviendo?
  • ¿Por qué me gusta esta actitud?
  • ¿Puedo recordar algún pasaje donde es a Jesús a quien se le sirve?
  • ¿Cómo fueron sus reacciones?
  • ¿Hago yo lo mismo cuando alguien me ayuda?

Junto al Señor, dejando fluir mis sentimientos, todo conciencia de cómo quiero expresar a los demás el amor de Dios.

Quizá, como Jesús, como el Papa, tenga que ofrecerlo por medio de la bondad.

Le pido al Señor que me ayude a expresar bondad en cualquier situación en que me encuentre, a fin de cambiar cualquier circunstancia desagradable en atrayente.

Que, hasta el acto más sencillo, vaya rodeado de benevolencia para que todo lo que fluya, en mi entorno, este sellado por la paz.

 

“A vosotros la gracia y la paz de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los Reyes de la tierra”

                  (Apocalipsis 1, 5 – 6)

 

UN REY SIN TRONO

En la actualidad,  resulta extraño escuchar el mensaje de un rey que no exige que le rindan honores, sino que pretende que sus seguidores desempeñen su misión en los lugares más desfavorecidos, donde existe el sufrimiento y la pobreza.

            Nos resulta extraño que este rey, no nos controle si hemos cumplido las leyes, sino que intente constatar si somos humanos, si hemos aprendido a ser personas y si somos capaces de vivir como hermanos.

            Por eso, nuestro mundo, ha optado por prescindir de Él y buscar otros reyes, con otros reinos y otros cometidos, hecho que deja, personas insatisfechas y ávidas de algo, que las llene de verdad.

            Acabamos de verlo. Esta situación no es algo opinable, es demostrable. Cuando el Papa llega a España, mucha gente, busca darle a su viaje un cariz político, pero quedan desconcertados al comprobar que, el Papa lo mismo que Cristo es un Rey sin trono, sin sensacionalismos, sin privilegios… Él ha venido, de parte de Dios, a trasmitir un mensaje, de fe, de paz, de esperanza, de amor.

Él ha venido como símbolo de la concordia, de la austeridad, de la armonía… Ha venido a invitarnos a afrontar nuevos retos, a explorar nuevas rutas, a enseñarnos como acoger este mundo plural en el que nos encontramos. Sin embargo algunos no lo han entendido, más ¡cómo entrar en la mente de Dios! ¡Ciertamente, los pensamientos de Dios no coinciden con los nuestros!

Pero llega un segundo momento, las visitas que el Santo Padre realizará en nuestro país; y, ¿a quién visita? A los niños de catequesis, a un cotolengo donde se encuentras los más desfavorecidos y enfermos, todos ellos cuidados por personas que han consagrado su vida a Dios, también visita a niños con deficiencias ¡qué grandeza de corazón! Realmente no hay nadie más importante que ellos en el corazón de Dios.

De ahí, que os invite a introducirnos en estas situaciones para hacer una reflexión sensata y ver, si queremos que sea Cristo, nuestro verdadero Rey. Si queremos aceptar su mensaje, si queremos vivir la misión que, dentro del Reino, tenemos encomendada.

            Es un momento especial, para tomarnos en serio, que el Reino está lleno de personas como nosotros, que han optado por el Señor; y, ciertamente, lo que seamos para esas personas, eso seremos para Dios.

            Por eso, el aprender a buscar a Dios en los hermanos; es acentuar el señorío de Cristo sobre la humanidad.

 

Momento de Oración

Vamos a volver al silencio, vamos a buscar un clima de oración y, sin ninguna prisa tomaremos conciencia de que estamos junto al Señor.

Después, podemos pasar a preguntarnos, que hacemos para contribuir a que se derrumben las barreras que dividen a las personas en buenas y malas, ricas y pobres, oprimidas y libres.

Vamos a preguntarnos si somos capaces de superar prejuicios, injusticias y discriminaciones.

Vamos a seguir el vía del amor, del perdón, la paz, la dulzura… características del Reino de Cristo.

Vamos a proclamar a ese Rey, tan distinto a los reyes  de este mundo que, esperan de sus seguidores que en caso de conflicto, den su vida por ellos.

Vamos a seguir a Jesús, un rey que, no sólo sirve a los demás, sino que da la vida por ellos Y vamos a preguntarnos personalmente:  

  • ¿Qué puedo aprender de este Rey que muere por mí?
  • Como esposo-a, como padre, como madre, como miembro de una comunidad, como amigo, como cristiano… ¿Qué enseñanzas me muestra el reinado de Cristo?
  • ¿Qué puedo hacer para vivir los valores que muestra Jesús?
  • Haz una lista de aquellas áreas donde no has aplicado los valores del Reino de Dios: justicia, paz, servicio, donación, perdón, amor… Sitúalos, en la realidad concreta, en la que te desenvuelves.  Busca la manera de mejorarlos y dile al Señor, desde lo profundo de tu corazón:

     ¡Venga tu Reino Señor!

Y no dejes de repetir esta oración, hasta que notes como va penetrando el Reino en tu interior. Después sigue repitiendo sin desanimarte:

                  ¡Venga a nosotros tu Reino Señor!