Para cerrar este ciclo de artículos sobre qué es la Nueva Evangelización, me ha parecido oportuno ofreceros esta respuesta del Papa Francisco, a una periodista que le preguntó qué tenía prioridad si evangelizar o dialogar por la paz:

Respuesta del papa Francisco a una pregunta realizada por un periodista de un medio de televisión católico francés , KTO, a bordo del avión de regreso a Roma  tras la visita a Birmania y Bangladesh

Etienne Loraillere (KTO): Santidad, hay una pregunta del grupo de periodistas de Francia. Cuando oponen el diálogo interreligioso y la evangelización, durante este viaje usted ha hablado del diálogo para construir la paz. ¿Pero cuál es la prioridad: evangelizar o dialogar por la paz? Porque evangelizar significa suscitar conversiones que provocan tensiones y a veces crean conflictos entre los creyentes. Por tanto, ¿cuál es su prioridad: evangelizar o dialogar? Gracias.

Papa Francisco: Primera distinción: evangelizar no es hacer proselitismo. La Iglesia crece no por proselitismo, sino por atracción, es decir por testimonio. Esto lo ha dicho el Papa Benedicto XVI. ¿Cómo es la evangelización? Vivir el Evangelio y testimoniar cómo se vive el Evangelio, testimoniar la santidad, testimoniar Mateo 25, testimoniar al buen samaritano, testimoniar el perdón 70 veces 7 y en este testimoniar el Espíritu Santo trabaja y se dan las conversiones, pero nosotros no somos muy entusiastas para hacer rápido las conversiones, si vienen, esperan, se habla, la tradición de ustedes…buscar (que) una conversión sea la respuesta a algo que el Espíritu Santo ha movido en mi corazón ante el testimonio de los cristianos.

En el almuerzo que tuve con los jóvenes de la JMJ de Cracovia, una decena de jóvenes de todo el mundo, uno me hizo esta pregunta: qué debo decir a un compañero de universidad, amigo, que es ateo, qué debo decirle para cambiarlo, para convertirlo. La respuesta fue esta: ‘La última cosa que debes hacer es decir algo, tú vive el Evangelio y si él te pregunta por qué haces esto, le puedes explicar por qué lo haces. Y deja que el Espíritu lo active’. Esta es la fuerza y la mansedumbre del Espíritu Santo en la conversión, que no es un convencer mentalmente, una apologética, con las razones, es el Espíritu que hace la vocación. Nosotros somos testimonios, testimonios del Evangelio, ‘testimonio’ es una palabra griega que se dice mártir, martirio de todos los días, martirio también de la sangre, cuando llega. Y su pregunta es qué es prioritario, ¿la paz o la conversión? Pero cuando se vive con el testimonio y el respeto, se hace la paz. La paz comienza a romperse en este campo cuando comienza el proselitismo y hay tantos modos de proselitismo y esto no es Evangelio. No sé si he respondido.

Si S. Juan Pablo II, nos invitaba a entrar en la Nueva  evangelización con la frase del evangelio “remad mar adentro” y el Papa Benedicto XVI nos quería hacer ver que: La nueva evangelización está para la transmisión de la fe cristiana”, ahora llega el Papa Francisco y vuelve a incidir en el mismo tema diciéndonos: “la Nueva Evangelización consiste en dar esperanza”

Por tanto, los tres están haciendo hincapié, en la necesidad de volver a evangelizar este mundo, que se va apartando cada vez más, de los valores del evangelio como son: el amor, la fraternidad, la igualdad, la solidaridad… para sustituirlos por nuevos valores como el progreso, el éxito, el consumo, la eficacia… Y, aunque nos parezca que no tiene importancia, es triste que de tanto oírlo, de tanto hacernos ver que eso es lo prioritario, estén consiguiendo oscurecer en nuestra vida los auténticos valores del evangelio que, posiblemente siguen estando en nuestra boca, pero van saliendo de nuestro corazón.

Por tanto que, La Nueva Evangelización es un reto, lo vamos viendo con claridad. No es fácil hoy evangelizar, en la sociedad del “todo vale”, donde el evangelio va tomando un segundo lugar.

De ahí que, para evangelizar tenemos que vestirnos con el uniforme de la misericordia entrañable, de la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión… como nos lo dice S. Pablo en Colosenses 3,12; pero, aunque es verdad que la compasión, la tolerancia, la acogida, el respeto… han de presidir nuestra forma de evangelizar, eso no puede llevarnos al “todo vale”

Nuestro papa Francisco, con ese corazón grande que le caracteriza, reitera una y otra vez que está es la manera de comportarnos, pero él no quita ni una sola letra del evangelio de Jesucristo.

Lo mismo que Jesús acoge al pecador desde sus entrañas, pero no pacta con la equivocación. “Tus pecados te son perdonados… -dice, Jesús, al sanar a una persona- pero añade, anda y no peques más”

En esto consiste el reto de evangelizar. Y esto es lo que nos vuelve a pedir hoy -de nuevo- el mismo Jesús:

“Poneos en camino y haced discípulos a todos los pueblos enseñándoles a poner por obra todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 19)

No se puede decir con más claridad “enseñadles a poner por obra todo lo que yo os he mandado”, no lo que a vosotros os guste, ni lo que agrade oír a la gente para quedar bien… ¡¡NO!! Enseñadles mi evangelio. El que contiene la verdad que nunca puede defraudar.

Este es el Gran Reto de la Nueva Evangelización. Ofrecer al mundo una evangelización: nueva en su energía, nueva en sus procesos, nueva en su expresión… pero con testimonios de vida creíbles, con testimonios de vida que hagan visible el evangelio de Jesucristo.

No olvidemos que la Iglesia es la enviada a despertar esa esperanza que languidece, porque las condiciones del entorno se van poniendo cada vez más difíciles, para la gran mayoría.

No pasemos de largo ante tastas injusticas, que con palabras sugerentes, avocan a las personas a vivir de formas inhumanas haciendo que la esperanza se vaya sofocando.

El mundo de hoy necesita “el soplo del Espíritu de Cristo Resucitado que vuelva a encender los corazones” –como nos dice el Papa Francisco-

Por eso, de nuevo me atrevería a proponeros que, paremos un rato para contemplar si detectamos señales en nuestra iglesia, en nuestra parroquia, en nuestros grupos, en nuestra familia, en nuestro ambiente… capaces de mostrar que somos evangelizadores.

  • ¿Se anuncia en ellas la Salvación?
  • ¿Hay alguna manifestación de curaciones –no sólo físicas, que puede haberlas- sino de curaciones de “dentro”, de conversiones?
  • ¿Se ponen en común los dones de cada uno, los carismas de los que Dios nos ha dotado?
  • ¿Qué frutos del Espíritu Santo -podríamos destacar- que se dan en ellas?

Porque si no existe nada de esto, tendremos que preguntarnos si en realidad estamos evangelizando o solamente hacemos propaganda.

Me cuestiona con fuerza el evangelio de Marcos, cuando lo dice con tanta rotundidad: “A los que crean en mi nombre, les  acompañarán estas señales: impondrán las manos a los enfermos y se sanarán, expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas y si beben veneno no les hará daño”

  • Y a nosotros ¿nos acompañan esas señales?

¡Qué lejos queda todo esto de nosotros! ¡Qué poco sabemos del poder de esa Palabra que hace oír al que no oye y ver al que no ve!

Intentaba terminar el artículo, cuando me doy cuenta de que está ubicado en el tiempo de Adviento y… esto no puede ser casual. Esto tiene que decirnos algo a todos los evangelizadores. Y ¿qué nos dice?: ¡Velad! ¡Despertad! ¡Vivid esperanzados!

Dejad la pasividad que os adormece, ha llegado el momento de reaccionar. Necesitáis estar activos, vigilantes… colaborando con lucidez y responsabilidad.

  • Presentad al mundo, el amor de Dios –padre, madre-
  • Mostrad el desamor, como la razón que nos impide experimentar el amor de Dios, pues esta es la raíz de todos nuestros males.
  • Manifestad a Jesús como nuestro único Salvador.
  • Ofreced la Fe y la Conversión como respuestas, sin las cuales no se puede experimentar la salvación y mucho menos ser testigos de ella.
  • Y proclamad a Jesús, como Señor de vuestra vida.

Sabiendo, que la esperanza habita, en aquellos que tienen el coraje de atreverse a convertir sus sueños en realidad. Pues

 La esperanza,

no es la convicción de que todo saldrá bien;

sino la certeza,

de que algo tiene sentido

independientemente de cómo resulte.   (Vaclav Havel)