Evangelizadores y evangelizados
Cuando los carteles de DOMUND llegan a mis ojos, -el lema elegido- me grita en lo más hondo. = SE VALIENTE LA MISIÓN TE ESPERA =
Y, es que este año el DOMUND tiene para mí una connotación muy significativa por dos motivos:
• Primero.- Por la persecución que están sufriendo los evangelizadores en el momento actual. Algo que me lastima y me indigna.
• Y en segundo lugar, porque este año estemos entrando a fondo en el tema de la Nueva Evangelización.
De ahí que, -El DOMUND: domingo Mundial de la propagación de la Fe- me haya parecido, un momento privilegiado para solidarizarnos con cada evangelizador, para plantearnos nuestra responsabilidad de evangelizados, para ponernos de frente ante nuestra tarea de evangelizadores, ante nuestra responsabilidad de envío, de entrega, de solidaridad… Un momento que convierta nuestra rutina en una respuesta y un compromiso.
Y aquí está, un año más, este día tan señalado en el que se nos invita, no sólo a trabajar -cada uno- allá donde nos encontremos, sino a llevarles a todos la fe. Pero ¿por dónde empezar?
Bien sé que el protagonismo de esta jornada es para los misioneros y es curioso que en un mundo donde todo se cuestiona, se debate, se enjuicia… en el tema de los misioneros, estemos casi todos de acuerdo. Es, por tanto un momento precioso para felicitar a esas personas, hombres y mujeres, que dejándolo todo, se ponen en camino hacía rumbos desconocidos, sin más avales que su fe, su confianza en el Señor y sus ganas de regalar vida por doquier. Ellos dan todo a cambio de nada y, tan sólo, para que la gente conozca a Dios y sepan que los ama inmensamente.
A simple vista todo parece fácil y bonito. Pero cuando se nos llena la boca hablando de ellos, deberíamos preguntarnos: ¿a mí me importa algo el qué los misioneros no duerman mientras yo estoy en mi confortable cama? ¿Me molesta que ellos coman al día un plato de arroz mientras yo estoy en un lujoso restaurante eligiendo a la carta? ¿A mí me afecta el que tengan que andar kilómetros y kilómetros por parajes peligrosísimos, mientras yo voy en un lujoso coche con todas las prestaciones? Porque, si todo esto no nos incumbe, quizá deberíamos guardar todas esas palabras bonitas que decimos.
Pero, la mi¬sión es cosa de todos los que seguimos a Jesús, de todos los que somos creyentes. El mismo Papa Francisco lo ha dicho con estas palabras: “La Iglesia es misionera por naturaleza; porque si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo”
Por lo tanto, nosotros somos misioneros y nadie puede escapar a esta realidad. Es misionero:
• El sacerdote.
• El religioso-a.
• El padre – la madre de familia.
• Los esposos.
• Cada persona en particular…
Todos somos misioneros y, por lo tanto evangelizadores, trasmisores de la fe, portadores de la Buena Noticia del Evangelio. Y, lo queramos o no, a todos se nos pedirá cuenta de cómo hemos llevado a cabo nuestra misión. De ahí que, el Papa Francisco, nos esté invitando constantemente a ser testigos valientes, alegres y generosos del mensaje de Jesús y a llevarlo hasta los últimos confines de la tierra, sin límites ni fronteras. Él nos lo dice así en:(Evan¬gelii gaudium, 20): “Es necesario sa¬lir de la pro¬pia co¬mo¬di¬dad y atre¬ver¬se a lle¬gar a to¬das las pe¬ri¬fe¬rias que ne¬ce¬si¬tan la luz del Evan¬ge¬lio”
Pero para evangelizar tendremos que estar evangelizados y tendremos que conocer el Evangelio; porque el mundo necesita el Evangelio de Jesucristo, como algo esencial.
Sin embargo la realidad nos dice que cada vez estamos más lejos de esta situación. Se han pasado los años en los que había que evangelizar fuera de nuestra tierra, ahora hay que evangelizar también dentro y no sólo a los demás, sino que también tenemos que evangelizarnos nosotros.
Sé bien, que esto que digo con tanta reiteración -de evangelizarnos a nosotros mismos- puede causar cierta sorpresa, pero hemos de ser conscientes, de que no podemos llevar el evangelio si nosotros no lo hemos interiorizado y no lo hemos hecho vida. Me causa cierta inquietud el oír: “yo por el mero hecho de estar bautizado ya soy evangelizador” Muy bien, pero ¿qué evangelio anuncias, el tuyo o el de Jesucristo?
Porque en este momento de la historia no podemos ir con divagaciones, hemos llegado a prescindir de Dios de tal manera, que necesitamos una evangelización profunda y efectiva.
• ¿Qué piensan nuestros jóvenes sobre, lo de tener fe o no tenerla?
• ¿Qué piensan los matrimonios sobre la fidelidad?
• ¿Qué piensan los sacerdotes sobre su compromiso y perseverancia?
• ¿Qué piensan nuestros políticos sobre la responsabilidad, el servicio y la justicia?…
Sabemos que, hay cosas en la vida que nadie puede hacer por nosotros y esta de evangelizar, es una de ellas. Por tanto será bueno que nos examinemos particularmente ya que se nos pide una respuesta personal y nadie podrá responder por otro.
• ¿Cuál es mi realidad como misionero –evangelizador-?
• ¿Qué me exige esta responsabilidad?
o ¿Cómo la trabajo?
o ¿Cómo respondo a ella?
• ¿Voy al núcleo de donde parten las circunstancias?
Desde que Jesús, eligiese a los doce y los mandase a evangelizar, no ha dejado de optar por personas de todos los tiempos para confiarles, -como a ellos-, la misión de predicar la Buena Nueva del Evangelio. Sin embargo, es bueno darse cuenta de que, cuando Jesús llama a seguirle no nos pide que sepamos mucho, ni que tengamos buena presencia, ni don de gentes, ni modelos de última moda… ¡No! Jesús no hace casting. Jesús, sólo quiere oír de nuestros labios ¡Aquí estoy!
Porque lo que a Jesús le preocupa el cambio del ser humano; pues, solamente cuando la persona cambie, empezará a cambiar nuestro mundo recuperando los valores perdidos y será capaz de hacer, cada día, un hueco mayor para que vaya entrando en él el Reino de Dios. Reino de justicia, de paz, de verdad, de amor…
Pero no nos olvidemos de que, el verdadero evangelizador es Cristo. Y es Él, el que -a través de su Iglesia- continúa su misión de -Buen Samaritano-, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y -de Buen Pastor-, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta.
Tomemos conciencia de ello y pidámosle su gracia para ir cambiando nuestro corazón, renovándonos lo más posible. Pero siempre con la seguridad de que Dios nos quiere como somos. A nosotros, solamente nos toca responder a tantas gracias, con nuestro sí incondicional salido de lo más profundo de nuestro ser.
Terminemos pidiéndole a María que nos ayude a ser misioneros, a llevar la Buena Nueva de Jesús allí donde estemos –como ella lo hizo- Y ella, la Reina de los Apóstoles, nos guíe en nuestro caminar.
Pues la misión nos espera
y nosotros, queremos optar por ella
con auténtica valentía.