Jesús ha salido de las aguas fangosas del Jordán, donde se metió para bautizarse y donde, ante la sorpresa de todos, el Padre habló “Este es mi Hijo, el amado, ¡escuchadle!” Pero Jesús salió del agua callado, y solamente los más cercanos se dieron cuenta de que aquellas palabras iban dirigidas a Él, el resto no se enteraron de nada. Sin embargo, la sorpresa no tardaría en llegar –a todos- y con ella -La hora de Jesús-.

Suceso que tendría lugar, poco tiempo después cuando Jesús es invitado a una boda, a la que asistirá con sus discípulos –pues ellos ya forman parte de su familia- y junto a ellos su madre. María.

SE CELEBRABA UNA BODA EN CANÁ

De nuevo me sitúo ante unos versículos del evangelio sobre los que hemos oído predicar montones de veces. Y… ¡cuántas enseñanzas guardamos en el corazón de todo lo escuchado! Sin embargo, lo que el evangelista presenta en esta escena, no tiene fondo. La enseñanza rezuma novedad por todos los poros y eso lo demuestra el que, en el siglo XXI, sigamos tratando el tema como un descubrimiento.
El motivo por el que he tomado la decisión de adentrarme en uno de esos siete signos que, el evangelista Juan presenta en su evangelio, se debe a que quiero tratar de ahondar más en el significado que en el signo, ya que el signo es lo que realmente mostramos.
No obstante, tengo que confesar que no me resulta fácil ofreceros estas líneas. Sé bien que muchos de los que lo vais a leer, sois especialistas en esta materia y me podéis dar lecciones de todo esto, pero perdonarme que comparta lo que, en esta ocasión me dice a mí la Palabra de Dios.

LA HORA DE JESÚS

Jesús sabía que lo más importante de su vida era La Hora. “La hora en la que el Hijo del Hombre sería glorificado” por tanto, realmente su Hora no había llegado. De ahí lo sorprendente del suceso.
Jesús, acude a la boda que le han invitado, para acompañar a los nuevos esposos y, aunque en ella se va a realizar el signo de convertir el agua en vino –ante la sorpresa de todos-, lo esencial está en que por ese hecho se le va a asignar a Jesús su Identidad de Mesías. Este es el gran significado del signo, que Jesús entra en la boda como el hijo de María y sale como El Mesías esperado. Por eso Jesús ha tomado la decisión de llevar a sus discípulos con él, porque allí precisamente será, donde sus seguidores comenzarán a creer en Él.

Pero hay en todo ello algo digno de ser destacado y es: la sensibilidad de María y su libertad para proponer y esperar.
Es realmente alentador saber que hay alguien que quiere transformar lo que hay en nuestras “tinajas” si le dejamos actuar. Una transformación, que se realiza en este momento presente, cuando somos capaces de acoger confiados la Palabra que Jesús pronuncia sobre el agua rutinaria de nuestras vidas. Y aquí está nuestra agua transformada en vino, en el mejor vino; un vino que tenemos que ofrecer a los demás y ofrecer el mejor vino a los demás significa, no guardarnos lo buen que tenemos sino ponerlo a circular generosamente.
Hacernos presentes en las realidades de los otros y reconocer su deseo de ser comprendidos y alentados.
Por eso Caná, es el lugar perfecto para aprender todo esto de María, porque ella nos muestra allí, esa mirada transformadora que es capaz de descubrir el potencial que esconde cada persona, a la vez que nos dice: “haced lo que Él os diga” porque ella sabe –mejor que nadie- que Jesús siempre da más de lo que se le pide.

Pero esto no ha terminado, el evangelista nos dice que lo mejor todavía está por acontecer.
En aquel momento de la historia donde las bodas tenían una duración tan larga, era normal que se acabase el vino; sin embargo, eso era un fracaso para los novios pues el vino –que era la bebida oficial- era el signo del amor y formaba parte del ritual, por eso lo preparaban con mucha antelación y se calculaba con mucha precisión la cantidad que se necesitaría para esos días.
Además se elegía a un maestresala para que fuese el responsable del vino, pero a veces se descuidaba y sucedía este imprevisto, un imprevisto que se vivía como una auténtica tragedia, porque esto quería decir que se acababa la fiesta, se acababa la boda. Además era el novio el que tenía que dar la noticia, por lo que con vergüenza y dolor hacía callar a todos para decirles: podéis iros, la boda ha terminado.

De ahí que el vino fuese algo realmente especial en las bodas. Los invitados sabían que la palabra vino en la Palabra de Dios significaba amor y que en la biblia significaba: alegría, fidelidad, comunión, paz, perdón. Y todo eso se había acabado en aquella boda, un descuido del maestresala lo había permitido.
Pero allí estaba María. Y María se enteró. Pero ¿cómo se enteró? Pues porque no estaba sentada a la mesa con Jesús y sus discípulos; María estaba de pie, sirviendo atenta y supervisando las mesas para que todo saliera bien… iba y venía… y es la primera en entrar en la bodega, en el subterráneo, por eso se da cuenta de que las ánforas están vacías. Por eso, incluso antes que el maestresala se enterase, ella ve el problema y acude al único que tiene poder para subsanarlo.
Y esa María –nuestra madre- es la que está de pie en nuestra vida; la que supervisa nuestro interior para ayudarnos a que todo esté en su punto; la que entra en nuestras bodegas, en nuestro subterráneo y se encuentra con nuestro problema y lo lleva al único que puede repararlo: a Jesús.

Pero Jesús le responde con unas palabras que a simple vista podrían parecer duras. “Mujer no entres en mi vida, mi hora no ha llegado” (Aquí tenemos otra palabra ante la que podríamos detenernos largamente, pues ninguno de nosotros solemos decir a nuestra madre: mujer. Pero este no es el momento de detenernos en ello, sin embargo si Jesús la llama mujer en los dos momentos más significativos de su vida algo grande tendrá que encerrar esa palabra) Y María no sintiéndose ofendida por las palabras de su hijo sino alagada y alabada dice a los que estaban sirviendo el vino: ¡haced lo que Él os diga!

María entiende que ha llegado el momento y María es, la que marca la Hora. “Mujer, mi hora no ha llegado, pero porque tú me lo pides estoy dispuesto a adelantarla”
Jesús le está diciendo que ella es la mujer perfecta, porque por su Fiat el Verbo se ha hecho carne.
Y aquí tenemos a María marcando el comienzo, de dar a luz a la nueva humanidad.
Por su sensibilidad y su ruego, Jesús pasa de ser la persona a la que acompañan sus discípulos, a ser la persona en la que hay que creer. Por eso, donde está María comienza el discípulo su camino de fe y aprende a descubrir quién es Jesús.

No nos cansemos de poner todas nuestras necesidades
en manos de María, para que ella las lleve a Jesús.
Pues ella es: la Medianera de todas las gracias.

(Ya veis que el artículo queda incompleto, pero no quiero abusar de vuestra amabilidad. Quizá en otro momento vuelva a retomarlo)