MARÍA PÓRTICO PARA EL AÑO DE LA FE

 

Por Julia Merodio

Todos sabemos que el día 11 de Octubre da comienzo el año de la Fe, proclamado por nuestro querido Papa Benedicto XVI.

Es magnífico que haya elegido para su partida la víspera del Pilar, fiesta que conmemora, ese momento tan especial en que, según la tradición, la Virgen se aparece al Apóstol Santiago a orillas del Ebro, para consolarle y animarle en su ingente tarea de evangelización. Y precisamente, eso mismo es lo que, ante nosotros acontece casi dos mil años después.

En un momento de la historia en que, como aquellos primeros tiempos del cristianismo, tampoco se acoge a Jesucristo, en un tiempo en que sus seguidores escasean: unos por hacer oídos sordos y otros porque deciden abandonar y e irse, surge ante nosotros ese toque de atención para activar nuestro compromiso a proclamar el evangelio de Jesucristo y a ampliar nuestra vocación misionera. Y lo mismo que hace tantos años de nuevo se realiza el impulso, proclamando este Año de la Fe, junto a María, primera creyente y primera evangelizadora.

¡Qué don tiene Benedicto XVI, para situar estos momentos de gracia que se nos van presentando en el camino de la vida!

Más, hay otro detalle que no puedo pasar por alto. El Año de la Fe da comienzo con nuestros Obispos en oración. Lo mismo que los apóstoles, el Papa ha querido que la Iglesia entrase en el Año de la Fe, en silencio, con sosiego… llegando al fondo donde se encuentra Dios y, delicadamente, ha decidido que los acompañase María, en ese Sínodo de los Obispos, que dará comienzo el día 7 de Octubre y se prolongará hasta el día 28 del mismo.

Y ahí está María como Madre y protectora, instruyendo a los apóstoles, animando a los mártires, fortaleciendo a los débiles, consolando a los tristes… porque no hay ni un solo hijo que no tenga un sitio especial en el corazón de la Madre.

Por eso, si María no dejó solos a los seguidores de su Hijo en los comienzos de la cristiandad, ¡cómo iba a dejarnos solos a nosotros, en estos momentos tan arduos, por los que estamos pasando!

María conoce mejor que nadie que, el desafío que su Hijo nos ha planteado, desde una valentía que nadie igualará, tiene un hondo calado y no todos serán capaces de acogerlo. Ella sabe que este momento de la historia  requiere Pilares firmes en Fe y seguros en la Esperanza y ¿quién mejor que la Madre para ayudarnos a conseguirlo?

Pero también el día 11 de octubre, fiesta de la Divina Maternidad de María, hace 50 años del nacimiento del Concilio Vaticano II y ¿puede haber algo que muestre más un testimonio de FE que el Concilio Vaticano II?

Juan XXIII, en sus apuntes espirituales que él mismo escribía y que se publicaron después de su muerte con el título “Diario del alma” escribe lo siguiente: “Compendio de grandes gracias hechas a quien tiene poco estima de sí mismo, pero que recibe las buenas inspiraciones y las aplica con humildad y confianza”

¡Qué verdad! ¿Acaso alguien, al ver proclamado Papa a Juan XXIII, debido a su edad, podría haber supuesto que realizaría el Concilio Vaticano II, que tanto bien ha hecho a la Iglesia?

Qué bien conocía Jesús nuestra naturaleza humana cuando fue capaz de decir: “Si tuvieseis Fe como un granito de mostaza, diríais a esta montaña muévete allí y esta se movería…”

Y ahí está la semilla que dejó. Juan XXIII fue para el mundo el Evangelio de los sencillos. Porque el evangelio es el Don que el Padre da a los sencillos, a los que todo lo esperan de Él.

Por eso, cada expresión de Juan XIII es un impulso para aumentar la Fe. Para decir al Señor: Señor yo creo pero aumenta mi Fe.

Hay un tercer evento que completa la terna, la publicación del Catecismo de Iglesia Católica hace 20 años y del que hablaré más adelante.

Y son, precisamente personas, como las que han hecho posibles estos eventos; personas como María, como los apóstoles, como Juan XXIII, como Juan Pablo II, como Benedicto XVI… las que hacen falta en el año de la FE. Personas que sean capaces de trasmitir la FE cristiana en la Nueva Evangelización, pretensión del Papa al proclamar este acontecimiento.

No personas que quieran ir imponiendo un nueve evangelio, sino personas que acepten que, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.

Personas capaces de dar una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los seres humanos y de los pueblos, a los nuevos contextos que nos muestra la cultura actual… por medio de los cuales podamos expresar nuestra identidad cristiana buscando el sentido de nuestra existencia.

Porque proclamar La Nueva Evangelización, como nos pide el Papa, significa promocionar una cultura mucho más asentada en el evangelio; es el mismo texto, que se habla del Sínodo de los obispos, el que lo expresa así: “Este Sínodo será como un nuevo cenáculo en el que los obispos, como los apóstoles, reunidos en oración con la Madre de Cristo, preparan los caminos pala la nueva Evangelización”

No puede estar más claro. Se nos necesita a nosotros. Se necesita a cualquier persona desde su realidad concreta. Se necesitan personas insertadas en empresas, colegios, política, trabajo social, empresarios, gente de la cultura, cantantes, actores… nadie puede quedar excluida.

Se necesitan personas normales, sencillas, con más o menos conocimiento, con pocos o muchos años, personas alegres y gozosas, más ricas o más pobres… personas que lleven el tesoro dentro del corazón.

Personas capaces de responder a la llamada. De llevar la Buena Noticia a todos los rincones de la tierra.

Personas que lo den todo y para siempre… personas entre las cuales nos encontramos tú y yo.

Por tanto hemos de ponernos en pie. Estamos en el Año de la FE. Un largo camino se abre en nuestro horizonte. Tenemos algo grande que hacer… algo que nos hará, realmente felices.