La liturgia, nos presenta un año más, el miércoles de Ceniza –puerta de entrada a la Cuaresma- Con ello quiere ofrecernos un tiempo de tranquilidad y silencio, un tiempo de preparación para acoger el acontecimiento más importante de nuestra vida. Un suceso que está ubicado en el Triduo Pascual y que es: La Resurrección de Cristo.
Por eso este año quisiera que nos centrásemos en la preparación, en dedicar este tiempo privilegiado de la iglesia a mirar nuestro fondo, a descender hasta lo más oculto de nuestro ser, a descubrir ese secreto que Dios diseñó, para cada uno al crearnos y que escribió en lo oculto de nuestro corazón y… a orar largos ratos dejando que Dios nos descubra el por qué y el para qué de nuestra vida. Quisiera que fuésemos capaces de hacer una buena escala de valores y dejásemos ciertas costumbres y ciertos hábitos para penetrar en la vida de dentro, en la que de verdad cuenta. Que dejásemos tanta palabrería inútil, tanta letra hueca… para introducirnos en silencio en lo nuclear.
Sé que todo esto asusta, que echa un poco para atrás, que la gente solamente quiere oír qué acciones debería realizar esta cuaresma para vivirla a tope y sentirse justificado y, lo que es más, le gustaría que fuesen difíciles de realizar para que contasen más ante los ojos de Dios. Sin embargo se nos olvida con frecuencia que las cosas de Dios siempre son fáciles, sencillas… pero con calado; que las complicaciones están fuera de su mundo, que los que complicamos las cosas somos nosotros. Que un Dios que pone cargas no es nuestro Dios. Que nuestro Dios es un Dios que libera, que seduce, que se da… por eso es muy importante que nos dejemos hacer por Él. No importa los proyectos que tengamos entre manos, ni lo que nos gustaría realizar esta cuaresma, pues -será Él mismo– el que llevará a buen término lo que comenzó en cada uno de nosotros.
Somos un proyecto suyo y lo que realmente importa es el llegar a descubrirlo, pues no hay cosa más maravillosa en nuestra vida que la de tener experiencia de Dios. Orémoslo junto al Señor en este tiempo privilegiado, es necesario que comprobemos por nosotros mismos que lo más bello que tiene un ser humano es su interioridad, porque precisamente las cosas importantes de la vida se funden dentro de cada uno –en su fondo-.
S. Agustín que, aunque tarde llegó a descubrirlo, decía: ¡Tarde te amé! Yo te buscaba entre las cosas bellas que veía pero no te encontraba… no te hallé hasta que te busqué dentro de mí.
De ahí que os invite a quitaros agobios durante esta cuaresma, a deshacer la impaciencia, a romper muchos nudos, a no imponernos cargas que nos hagan vivir desasosegados… y, sobre todo a suavizar nuestro comportamiento.
Pues lo primero que comprobamos es, que vivimos nerviosos conjugando la semana Santa con las vacaciones, buscando sitios donde poder pasarlas, ver donde podemos disfrutar de todo… sin darnos cuenta de que ese proceder nos agobia, nos llena de compromisos, nos recarga de obligaciones… y nos impide llegar al silencio, al sosiego y a la paz que este precioso tiempo requiere.
Por eso la iglesia conocedora de todo esto, nos ofrece en la primera semana de cuaresma el evangelio donde Jesús es llevado al desierto para ser tentado. Y mientras nosotros hacemos toda la clase de esfuerzos para explicarlo, Jesús nos demuestra la serenidad con la que acepta el cumplir su misión. Y mientras nosotros desconectamos, de lo que nos están diciendo, a los dos minutos porque todos los años se nos habla de lo mismo, Jesús nos invita a que tomemos conciencia del alcance de la propuesta.
Ante las tentaciones, Jesús no decae. Ante las tentaciones Jesús presenta la fuerza que tiene la persona que vive junto a Dios, –que su vida es Dios- Y, lejos de caer en la tentación, pregona lo que realmente es importante y nos muestra que el Padre, su Padre lo lleva en sus brazos para que no decaiga.
Jesús, con su entrada en el desierto nos hace ver, que el que ha optado por el Señor, el que vive desde Dios y solamente quiere cumplir su voluntad, es un ser capaz de darse, capaz de sacrificarse para que los demás tengan vida, capaz de dejar a un lado lo superfluo para vivir lo esencial, capaz de compartir, de levantar al caído, de implicarse en las necesidades de los demás…
Jesús, dejándose tentar por el diablo, nos está diciendo que también a nuestra vida llegarán, cuando menos lo esperemos, las sorpresas más insospechadas y vendrán en forma de tentación –como apunta el evangelio- y nos encontraremos con contratiempos, con gente que nos juzgará como no nos gusta, con personas que nos ofenderán, que nos marginarán… ¡Qué importante será estar atentos a ver como respondemos! Pues esa manera de responder nos alertará de cómo está nuestro interior.
Y ante nosotros llega la demostración. La respuesta que Jesús da al tentador muestra lo que su interior esconde. Él no evita la tentación sino que sale indemne de ella.
Y con esa actitud nos está mostrando lo que se nos pide en este tiempo de cuaresma: Oración, ayuno, limosna y penitencia.
¿Seremos capaces de llevarlo a cabo?
Os comparto unas citas tomadas de la Palabra de Dios por si pudiesen ayudarnos para la oración.
• “Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 19, 13)
• “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9)
• “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4,16)
• “Creer en la caridad, suscita caridad” (Papa Francisco)
• “Jesús, después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al final sintió hambre” (Mt 4, 1-2)
o Y nosotros ¿De qué tenemos hambre?
o ¿Tenemos hambre de Dios en esta Cuaresma?