LA FAMILIA Y LA CRISIS

 

Por Julia Merodio

Si hay una palabra repetida, en todos los entornos, donde nos situamos es la palabra: Crisis. Y si afecta a cualquier estamento de la sociedad, uno de los más afectados por ella, es sin duda: La Familia.

Entre las cartas que, a veces comparto con vosotros, hay una referente a la crisis, que ha llegado a mi correo y me dice así:

“Soy una fiel seguidora de sus escritos, sobre todo cuando tratas el tema de la familia, pues es una preocupación que siempre me ha acompañado, pero en este momento me desborda.

Mi marido se quedó sin trabajo hace varios meses y como estaba en una empresa familiar lo que le quedó del desempleo es poca cosa; pero hace un mes despidieron a mi hija de su trabajo y desde entonces nuestra vida es un infierno.

Todo esto que nos pasa nos afecta al carácter, a la relación, a la independencia… en mi casa ha pasado lo que nunca pasó, han aparecido las culpabilidades, los reproches y, cuando llegan los recibos a pagar, el desmoronamiento. ¡Qué fácil es hablar del paro sentados en una mesa en televisión, pero que difícil es levantarte, cada día, perteneciendo a esas “malditas” listas del paro y siendo asiduos a la fila del INEM”

La verdad es que he elegido un trozo, de esta intensa carta, no porque tenga palabras para aportar soluciones, a tan desoladora situación, sino para que vea, la persona que está detrás de esas líneas llena de sufrimiento, que su problema nos preocupa y estamos a su lado para compartir su situación y aunque no podamos hacer demasiado, sobre todo por la cantidad de kilómetros que nos separan, quiero que sepa que pondremos su realidad, cada día, ante el que todo lo puede:

El Señor. No obstante estamos en contacto por si es posible hacer algo más personalmente.

 

NUESTRO REFUGIO: LA FAMILIA

Yo creo que, algo tan destructivo como la crisis, puede servirnos para ver lo necesaria que es la familia y para enseñarnos a vivir en ella.

Es verdad que cada palabra que plasmo me hace temblar, porque sé que no es lo mismo opinar que pasar por la prueba; pero también sé que, hay situaciones en que, la persona sin familia, entraría en el absurdo.

La familia da seguridad. Todos necesitamos que, al llegar a casa, nos sintamos esperados, queridos, valorados… y, ¿quién necesita más estas deferencias, que la persona que lleva todo el día, buscando un trabajo que no ha encontrado?

Es verdad que es demasiado lo que pido, pero sobre todo las madres, no podemos rendirnos; aunque nos fallen las fuerzas, nuestros brazos tienen que seguir abiertos para acoger a los que llegan con su dolor; porque cuando no sabemos dar cariño las relaciones se empobrecen.

 

LA INVERSIÓN DE LOS TÉRMINOS

Llevábamos demasiado tiempo viendo, como todo evolucionaba mientras la familia se iba deteriorando; pero cuando el sistema ha caído han empezado a invertirse los términos.

Cuando el trabajo ha empezado a fallar, cuando el dinero disminuye, cuando el deterioro se adueña de la situación… la gente está volviendo a la familia; porque, lo queramos a no, cuando las cosas se ponen mal la familia siempre está ahí para: ayudar, para acoger, para compartir… ¡Cuántos hijos han vuelto a casa de sus padres al verse sobrepasados por la situación!

Por eso hoy, más que nunca, nos corresponde a nosotros, a los que no sólo hemos apostado por formar una familia sino que, además, hemos querido sellarla con un Sacramento, estar atentos a las luces y las sombras que nos rodean para: sanar, liberar, ayudar, socorrer, levantar, fortalecer… porque para eso hemos sido enviados; haciendo saber a cada familia, lo importante que es poner a Dios en el centro de la vida familiar, pues tienen que recordar que, la cuerda de tres cabos, es más difícil de romper.

También es importante aprender a amar a todos, porque sabemos que, en todas las familias, hay miembros más complicados que resultan difíciles de aceptar y es necesario cuidar los detalles que tenemos con ellos, para que nadie se sienta discriminado, ya que, normalmente, los más complejos son los que más necesitan ser queridos y escuchados.

Cada familia tiene que ser generadora de amor: acogiendo, atendiendo, perdonando… y teniendo mucho cuidado para no hacernos daño.

Tendremos que cuidar, esas palabras, hirientes que taladran como dardos; la indolencia, la indiferencia… sin olvidar nunca que una cosa son las diferencias y otra las discrepancias.

 

APRENDAMOS A VIVIR

Por fin os diría que tratéis de que todos los que tengan que marcharse a cumplir con su deber, “salgan de casa queridos” que no olvidemos la grandeza del afecto y lo fundamental que resulta en la vida.

Tengamos en cuenta eso que ha dicho tanta gente: “vivir es un arte” porque esto es algo que se echa de menos en nuestra “culta” sociedad, la gente sabe muchas cosas, pero ha olvidado aprender a vivir.

Por eso, los que nos une esta revista, vamos a trabajar “el arte de vivir”. Tenemos ya cerca las vacaciones de nuestros hijos. El que más y el que menos, está preparando el descanso estival; un tiempo precioso para estar juntos, para sentirnos y saborearnos, usémoslo para aprender a vivir;  empleémoslo en darnos a los nuestros, a los que nos rodean, a los que van llegando… Para que al volver, a lo cotidiano, hayamos aprendido a relacionarnos en armonía, queriéndonos más, valorándonos más y agradeciendo a Dios lo que, un día, soñó para nosotros.