ERES LUZ PARA MI SENDERO

 

Por Julia Merodio

 

Cuando una persona decide emprender un largo camino, lo primero que prepara es una buena lámpara, que le deje ver con claridad los baches, las curvas, los imprevistos… En un camino puede haber piedras, hoyos, animales que atacan… Pero lo que siempre se presenta, en un camino largo, es: la duda, la desorientación y el cansancio.

 

RECIBIR LA LUZ DE CRISTO

Desear encontrarse con Jesús en el camino de nuestra vida, es aprender a decir Sí a Dios. Es dejar que su voluntad se cumpla en nosotros.

 

Los jóvenes no tardarán ya de ponerse en camino. Es más, ya lo están proyectando, con el alma llena de expectación.

Cada uno se situará ante el momento actual en el que vive:

–       Habrá jóvenes con recursos suficientes para no tener que inquietarse.

–       Los habrá con recursos escasos e incertidumbres a la hora de tomar la decisión

–       Otros estarán fuertes y saludables, sin importarles cuánto tengan que esforzarse para estar en el encuentro.

–       Sin embargo puede ser que otros estén pasando un momento delicado de salud y tengan que ir viendo como se desarrollan las cosas…

–       Unos y otros no se encuentran con el problema de no poder mirar, pero si pueden encontrarse con el problema de “no querer ver”

Por eso es importante, tomar conciencia de que este, es un momento especial para dejarse iluminar por el Señor, para plantearnos en serio lo que significa, dejarle a Él tomar la iniciativa.

¡Cuántos de nuestros jóvenes al recibir la Luz de Cristo saldrán de la noche en la que están viviendo y se sentirán queridos por el Señor!

¡Cuántos descubrirán los rostros, de aquellos que caminaban a su lado, sin a penas haberse dado cuenta de ello!

Y quedaremos sorprendidos al comprobar que, muchos, a pesar de llevar marcadas las vicisitudes del camino: cansancio, duda, calor, oscuridad, dolos… reflejarán una amplia sonrisa en su rostro.

 

EL MUNDO DE LA ENERGÍA

Vivimos en el mundo de las energías renovables, de las nuevas tecnologías, del espectáculo de la luz. Todo en nuestro entorno se mueve por la luz y sin embargo observamos con tristeza que, muchas veces esa luz que procesamos sólo sirve para distorsionar.

Según se proyecten los cambios de luz podemos ver una cosa u otra. Según el color que le pongamos veremos un día soleado u oscuro, brindaremos la mañana o la noche; según la intensidad podrá serenar o deslumbrar… y así seguirían poniendo efectos los entendidos en la materia.

Pero todavía hay algo más importante. En el momento actual todo lo mueve la electricidad, sin ella nuestra vida sería un caos total. Necesitamos la electricidad para subir y bajar de casa, para refrigerar los alimentos, para poder cocinar, para que funcione la calefacción, para encender la multitud de electrodomésticos que poseemos en casa… Sin entrar ya, en el caos que puede provocar la falta de luz, en un quirófano,  en los semáforos, en las vías de la ciudad…

Realmente, en este momento de la historia, la vida sin luz sería inconcebible.

 

JESÚS LA LUZ DEL MUNDO

Frente a esta luz que acabo de presentar y que se necesita tener dinero para poder hacer uso de ella, nosotros conocemos otra Luz; una Luz que se regala, que nos acompaña, que se nos da… y que, sin embargo, prescindimos de ella sin darle el menos valor.

Esta Luz es la luz de Cristo, la que nuestros jóvenes vendrán a buscar en la JMJ; una luz que nos hace vivir despiertos, nos ilumina el camino, nos refresca, nos limpia… Es la luz que encontró, el ciego del camino, cuando tuvo la valentía de gritar a Jesús: ¡Señor que vea!

Sin embargo, que tristeza produce ver, que en la era de la luz,  tantos se apartan de la verdadera Luz. Quieren taparla, les incomoda su brillo, les disgusta su claridad…

Cuánto les ayudaría saber que, la fe puede iluminar los caminos de la humanidad, que Cristo manda su luz a todos indistintamente, y que su Luz se ofrece como Don y no a cambio de pago alguno.

Pero hay una segunda parte. Jesús también nos ha dicho “vosotros sois la luz del mundo” por lo que cabría preguntarse ¿qué luz ofrecemos, los que nos decimos seguidores de Cristo, para que sigan existiendo tantos lugares oscuros y zonas en penumbra, en nuestra sociedad? ¿Acaso nos dedicamos, como los discípulos, a mandar callar a los que gritan en el camino?

Nadie da lo que no tiene y nosotros no tenemos luz propia. La Luz proviene del que es la Luz del mundo y tenemos que acercarnos a Él para “cargas nuestra batería” Por tanto alumbraremos en tanto en cuanto, hayamos aprendido de Él a llevar luz a los demás; a servir como Él sirvió, a perdonar como Él perdonó, a consolar como Él consoló… pero no por imposición sino por amor. Pues sabemos bien que si lo que damos a los demás lo hacemos por imposición lejos a alumbrar deslumbraremos.

Es el mismo evangelista Mateo el que nos lo dice así en el capítulo 5:

“alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestra buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”

 

Momento de Oración

Como cada semana tomamos conciencia de que estamos delante de Dios. Nos silenciamos. Nos vamos vaciando por dentro…

Después podemos leer lentamente el texto de Mateo 5, 13 -16.

Acojamos, en nuestro interior, el mandato del Señor de que seamos luz para el mundo. Y ¿cómo podemos ser Luz? Nos lo deja aclarado el mismo texto: “Haciendo que los demás vean nuestras buenas obras”

En el silencio repaso mis obras, mi comportamiento, mi carácter, mi manera de ser…

–       ¿Trato a los demás con bondad?

–       ¿Puedo mostrar mi esperanza?

–       ¿Dedico tiempo a mi familia?

–       ¿Me sacio de la Palabra de Dios?

–       ¿Cómo es mi vida de cristiano?

–       ¿Ayudo a ponerse en pie a los que caminan ciegos por el camino?

He comprobado por tanto de que se trata de iluminar, pero Jesús, que era la Luz, vino a este mundo y el mundo no lo recibió. ¿Recibo yo a Jesús en mi alma? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Hay una segunda parte. Hemos de saber que nosotros no seremos Luz porque sobresalgamos de los demás, como lo hacen las estrellas de cien o los artistas, o los modelos… ¡No! Tampoco seremos luz porque tengamos mucho poder, ni una cuenta corriente abultada, o mucho ingenio… Nosotros seremos Luz cuando hayamos aprendido de Cristo a servir, a darnos, a levantar a los caídos del camino… Así nos lo dijo Él: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir…”

Somos Luz porque Jesús nos ha mandado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad…

Nosotros serenos luz cuando sepamos partir el pan con el hambriento, cuando seamos hospitalarios, cuando vistamos al desnudo… Y fijaos, después de todo eso Jesús dice: “Entonces romperá vuestra luz como la aurora… “

Para terminar la oración os dejaré unas palabras que Juan Pablo II pronunció al comentario de un salmo con esta misma temática:

“El orante que, se derrama en alabanza de la Ley de Dios, toma a Jesús como lámpara para el camino. Ese camino, a menudo, oscuro de la vida…”