CITADOS EN EL MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN
Por Julia Merodio
Los grandes acontecimientos, de la vida de Jesús, suelen estar siempre situados en un monte. Y es que, el Monte, tiene un gran significada bíblico.
El Monte significa:
- Alianza.
- Revelación.
- Cercanía.
- Pertenencia…
De ahí que, la cita de hoy, se sitúe en el Monte de la Transfiguración.
Jesús, sabe mejor que nadie, que sus discípulos –lo mismo que nosotros- necesitan: ver, oír y palpar… La fe, todavía no es su fuerte y andan, un poco, desconcertados; por eso, Jesús, los cita para subir al Monte.
Lo que, en el Monte contemplan les hará cambiar su existencia. Al ver a Jesús transfigurado toman conciencia de lo que supone la misericordia de Dios y el oír la voz, del Padre, les hace sentirse personas amadas y perdonadas; por eso, en su corazón endurecido; brota, al instante, un inmenso agradecimiento.
“Este es mi Hijo, el amado, ¡Escuchadle!”
Acaban de ver con claridad y oír con nitidez… Acaban de aprender que, todo el que acoge, a Jesús, en su vida y es capaz de subir al Monte con Él, quedará transfigurado y podrá mostrar, a Cristo, a los hermanos.
San Pablo que, al encontrarse con Jesús, ha sido capaz de cambiar su vida, hasta quedar transfigurado; es capaz de gritar con fuerza: “Ya no soy yo, es Cristo, quien vive en mí”
Sería bueno que, este año, fuésemos nosotros los que acompañásemos a Jesús, al Monte de la Transfiguración. Que nos pusiésemos a su lado para escuchar las palabras del Padre. Que oyésemos, lo mismo que: Pedro, Santiago y Juan ¡Venid conmigo! Que tomásemos conciencia de que nos llama, a cada uno, personalmente.
Pero, hemos de tener claro que, acompañarlo no será fácil. Se trata de:
- Ascender. Y subir siempre cansa.
- De ir ligero de equipaje. Seleccionando lo que, de verdad, es imprescindible, y eso no siempre es sencillo.
- De estar abiertos a la novedad de Dios.
- De acoger las Palabras del Padre.
- Y, de bajar, a compartirlo con los hermanos.
Jesús, acaba de transfigurarse ante sus amigos. En el Monte han vivido una experiencia que los ha dejado sin habla. Pero tenía que ser así. Jesús, se había dado cuenta de que, el anuncio de la Pasión, había dejado desconcertados a sus seguidores y para sacarlos de su letargo, no tenía más remedio que, mostrarles su gloria.
Es verdad que, a pesar de todo, siguen sin entender –como nosotros- que la Pasión es el camino de la Resurrección.
La subida, al Monte, que Jesús les pide, anticipa la subida al Calvario y eso, sería demasiado para aquella gente ruda que le acompañaban; de ahí que tenga que fortalecer su fe antes de que lleguen, esos acontecimientos que, sin duda, les superaran.
Ellos admirados de lo que acaban de contemplar piden a Jesús quedarse allí, pero Él les dice que es preciso bajar a compartirlo con los que no han subido.
Es triste observar que, después de más de dos siglos de historia, las cosas no hayan cambiado tanto como esperábamos. Seguimos situados, en este tiempo de Cuaresma, con nuestra debilidad, nuestras tentaciones, nuestras incertidumbres… sumergidos, en un mundo, que trata de sofocar la Luz de Dios y su proyecto salvador; un mundo, en el que no tienen cabida, las actitudes que Jesús marca en el evangelio… por eso, Jesús quiere de nuevo, mostrarnos su camino, su proyecto y su nueva realidad.
Y nos signa una meta de altura. Una meta a la que no se puede acceder con “esas maletas” cargadas de seguridades y rutinas. Tradiciones y prácticas pegadas, como lapas, a nuestro interior.
Por eso es necesario, pedirle su gracia. “La gracia del Camino” Un camino en cuesta, cuya subida está llena de retos, de dificultades y de utopías.
Para escalarlo es preciso creer, en que arriba hallaremos: un mundo nuevo y una tierra nueva; donde habrá diferentes estructuras y una mejor justicia; una eminente política y una insigne Iglesia.
Un camino y un mundo donde, no haya, mapas ni rutas, marcadas de antemano, sino que todo se deje guiar por la fuerza del Espíritu.
Y, cuando ya nos hayamos dejado penetrar, de la gloria de Dios, bajar; bajar al mundo, a la vida cotidiana, para: “Tomar parte de los duros trabajos del evangelio…”
Todo desde, una historia de salvación personal, única e intransferible – la nuestra- Sabiendo que, en la manera de vivirla nos jugamos el éxito o el fracaso de nuestra vida.
Es un trabajo arduo y constante; un esfuerzo que nos va cincelando y haciendo crecer. En él, nos desgastamos y cansamos, pero nos vamos afianzando en hacer un mundo más humano y fraternal.
La gloria que, Jesús, nos ha manifestado en el monte, nos ayudará a asimilar:
- Nuestras derrotas y tropiezos.
- Nos enseñará a aceptarnos, tal como somos.
- A acoger el sentimiento de que somos efímeros y estamos de paso.
- A aceptar que nuestra realidad es provisional
Yo creo que es necesario contemplar, un poco de esta gloria de Dios, en tiempos de crisis. Aunque Jesús, no se quede en el monte gozando de la gratitud y la amistad de los “escogidos” Jesús, baja para enfrentarse a la realidad del sufrimiento, de la oposición de cuantos le rodean y la, perspectiva, de la muerte.
Jesús, como leemos en la carta a los hebreos es: humano y humanizante; semejante, en todo, a sus hermanos hasta identificarse con ellos en las situaciones más duras de la vida.
Por tanto, el grito de Jesús, hoy será para repetirnos que, también a nosotros, nos espera un mundo desestructurado e individualista. Un mundo, en el que los cristianos, estamos en crisis de evangelización; Un mundo, donde nos resulta difícil, mirar desde Dios la realidad. Donde consideramos, arduo, identificarnos por amor, con todas las víctimas que sufren; Un mundo donde, se complica demasiado el vivir el evangelio, hasta las últimas consecuencias.
Bajar del Monte, significa:
– Dar la cara en una sociedad plagada de paro, inseguridad y hambre.
– Una sociedad, que cuestiona los fundamentos de la ley natural y quiere, quitarse de encima, a Dios y a los hermanos que se lo recuerdan.
– Una sociedad que genera injusticia, apatía, desencanto…
– Una sociedad, donde las muertes injustas, salen un día y otro, a flote en cada informativo.
– Una sociedad, donde quieren hacernos creer que, el aborto ha dejado de ser un asesinato.
– Una sociedad, donde la intimidad de la persona se pasea por el plató de televisión siendo vendida por dinero.
– Una sociedad, en la que hombres y mujeres sufren la dureza del corazón humano.
Por eso necesitamos, “bajar del Monte” Bajar y ubicarnos en todas esas situaciones, a fin de darles un poco, de la Luz y el consuelo, que junto, a Jesús, hemos recibido.