Cuando después de un tiempo de descanso hay que volver a comenzar es lógico que cueste un poco retomar la actividad.
Por eso, a los modernos que todo lo exageramos, se nos ofrecen unas pautas para que lo de volver al trabajo no afecte demasiado a nuestra susceptibilidad.
Pero, no sólo a nosotros, hay pautas también de cómo han de adaptarse los niños al colegio comenzando por pocas horas y alargando el horario progresivamente. Mas, si aún así nos sentimos muy afectados siempre queda el sicólogo para ayudarnos en tan “ingente tarea”
No voy a entrar en detalles pero me gustaría que preguntásemos a un parado de larga duración si necesitaría todos estos requisitos para volver a trabajar. O a unos padres que trabajan los dos, si les parece bien lo de las horas de adaptación de los niños.
En fin, sea como sea, la verdad es que volver a retomar la actividad siempre inquieta un poco. Saber a dónde nos llevará la tarea de este año, volver a esa “vorágine”, conjugar horarios… Lo que el cuerpo nos pide y lo que la sociedad nos dicta, es abandonar y seguir el camino fácil pues al fin y al cabo tampoco merece la pena esforzarse tanto.
Nada de esto es ajeno a nosotros, que hemos optado por ser evangelizadores. Cuando menos lo esperamos nos asaltan las dudas, nos pesan las responsabilidades y una pregunta surge insistentemente: Y nosotros ¿qué podemos hacer en medio de una tarea tan ingente? ¿Quizá esto sea solamente producto de nuestro orgullo? ¿Quizá nos hayamos equivocado de ruta? y, sin saber cómo, ahí estamos tratando de convencernos de que es mejor vivir sin complicaciones.
Pero, aunque no lo hagamos, en el fondo sabemos que, lo que realmente necesitamos es contarle todo esto al Señor; acudir a nuestro “psicólogo particular” –Cristo-, lo que pasa es que nos da miedo que nos haga ver que estamos cayendo en una trampa.
Por eso, lo primero que tenemos que hacer es tomar conciencia del Tesoro que se nos ha dado, de cómo hemos de hacerlo llegar a los demás, de que no estamos solos, que contamos con muchas personas que han hecho nuestra misma opción, que necesitamos del grupo, de la parroquia… y que como dice el Evangelio: “El grupo de creyentes viven y creen lo mismo, se alimentan de la Palabra de Dios y todo lo tienen en común”
Porque lo creamos o no, Dios confía en nosotros y nos abre un curso lleno de posibilidades. Pero ¿confiamos en Dios para hacerlas posibles o todavía estamos aferrados a nuestros criterios y a contar solamente con nuestras propias convicciones?
De momento, una cosa está clara: Dios ha contado con nosotros, se ha fiado de nosotros y ha depositado en nosotros ese valioso Tesoro: El evangelio de Jesucristo. Pero
- ¿Qué haremos con él?
- ¿Cómo lo utilizaremos?
- ¿Cómo lo haremos producir?
Sólo una cosa es segura: Contamos con su gracia y una cosa es cierta: que eso nos basta.
Por eso, no podemos dudar en ponernos en camino, en ir a encontrarnos con Jesús. Pues, aunque es verdad que tenemos conocimiento de Él, siempre necesitamos refrescar y purificar nuestra mente para poder verlo como nuestro Dios y Señor.
Vamos a desprogramarnos, vamos a abrirnos a lo nuevo, a lo original de su persona. Necesitamos saber que Él tiene siempre una palabra personal para cada uno y nos espera para tener un encuentro de tú a tú.
Es muy importante esta preparación para poder llegar a los demás. Vamos a elaborarla con el mayor esmero.
Y antes de ponernos a ello, vamos a decirle al Señor desde lo profundo del alma:
“Señor, porque yo te he visto y quiero volverte a ver, quiero creer.
Tú sabes, que están mis ojos cansados de tanto mirar sin ver;
porque la oscuridad de este mundo, me hace un ciego que ve.
Por eso, Tú, que diste vista al ciego y quieres dármela a mí también,
toca mis ojos cansados y aumenta en ellos la fe” (De la Liturgia de las Horas)