Hoy, 18 de Diciembre, en la parroquia Sta. Mª de la Esperanza, a la que tengo el honor de pertenecer- sonarán fuerte las campanas tocando a fiesta y es que, este día para la Comunidad Agustiniana, es un día de gran solemnidad, un día dedicado a la Madre: Santa María de la Esperanza
La parroquia está adornada para la ocasión y cuantos pertenecemos a ella, estamos orgullosos de tener como madre a la Virgen en esta advocación.
A mí, personalmente, me gusta de manera especial verla representada en los íconos como “La Virgen del Signo” me parece una cosa preciosa, que María nos muestre a Dios dentro de ella, albergado en su seno, como si estuviera en un precioso Sagrario.
Sin embargo, eso que resulta tan grato de contemplar, quizá nos desborda un poco cuando pensamos en que, Dios Creador, decidiese entrar en las entrañas de una mujer para nacer como uno de nosotros.
Pero no es extraño. Yo creo que a María, también le costaría acostumbrarse a contemplar la evolución del niño en sus entrañas y más aún, a verlo crecer después como un niño, un joven o un adulto más del pueblo.
Y es que la esperanza de María, no se redujo solamente al tiempo de la gestación y el nacimiento. La esperanza de María tuvo que ser renovada cada día. María tenía que recurrir a ella al ver que los acontecimientos le superaban más de lo que podía imaginar. ¿Cómo podía ser que, una criatura indefensa, necesitada del cuidado materno para alimentarse, para aprender a andar, a hablar…, fuera el Hijo del Altísimo?
Todo esto que conocemos de la vida de María, nos está enseñando a ensanchar la mirada, a no quedarnos atrapados en lo que vemos, porque el que ha hecho maravillas en ella, lo puede todo. El problema está en que solamente lo perciben los que tienen limpios los ojos del corazón, los humildes, los creyentes…
La esperanza es la virtud de los que creen sin ver y María es, la creyente que tuvo que aceptar constantemente, mirar con ojos de fe lo que le iba sucediendo de forma sorpresiva.
Pues, sin saber cómo, se había insertado en el mundo de las paradojas, había entrado en un mundo al revés. Gracias a que, el vivir junto -a la gran misericordia-, la hizo capaz de transformar su mirada hasta ser capaz de mirar con ojos misericordiosos.
Por eso, al purificarse la mirada de María, comienza a ver lo que es capaz de hacer Dios en los que realizan sus planes. Empieza a ver que las maravillas no provienen de ella, sino de lo que Dios ha sido capaz de hacer a través suyo. Y su alma explota de júbilo y de su boca sale el sublime canto del Magníficat.
María, después de verse inundada del amor de Dios, sabe mirar -con amor- los ojos suplicantes de los cansados, de los que la escuchaban recitar su bello canto, de la pobre gente que trabaja de sol a sol, de los que luchan por darles algo de comer a sus hijos… de esa gente que nunca ha gozado de abundancia, víctima de un mundo mal repartido
El canto de María no era para los autosuficientes, ni para los que creen saberlo todo, ni para los que están llenos de cosas que no usan… tampoco para los dogmáticos, ni los intransigentes, ni para los que no son capaces de recibir nada porque se creen superiores a los demás…
María cantaba porque sentía que venía un tiempo nuevo en el que la historia se leería desde abajo, desde los últimos y menospreciados de la tierra.
Ella intuía que algún día, los ciegos, los cojos, los leprosos, los deprimidos, los fracasados, los desheredados, los solitarios, los enfermos… se abrirían paso hacia la vida.
No puede estar más claro. María era una mujer de esperanza. Ella había experimentado en su carne que Dios no defrauda y quería comunicarlo por doquier. Ella sabía que la esperanza no se alimenta, ni se sostiene por un optimismo caprichoso, Que la esperanza no dependía de versen realizados todos sus deseos. Ni llegaba como fruto del esfuerzo de los proyectos bien hechos.
Ella sabía que la esperanza es una gracia, que anida en el corazón del que se sabe amado por Dios
Que la esperanza, se fundamenta en la Palabra comprometida de Dios, de enviarnos un Salvador.
Sabía… que la esperanza, se alimentaba del testimonio de quienes han confiado en Dios y no han quedado defraudados
Sabía… que la esperanza, es el resultado de quienes saben interpretar que todo sucede para bien.
María sabía… que la esperanza, sobre todo en momentos de dificultad, sabe acallar las voces de la angustia, y aguarda en silencio la acción providente del que lo puede todo.
Porque la esperanza es el fruto bendecido de quienes confían en un Dios misericordioso que es capaz de llevarnos tatuados en la palma de sus manos.
Pues la esperanza es… el distintivo de quienes creen que la realidad presente es pasajera y tienen la certeza de que lo mejor está por llegar.
Por eso nosotros, los que amamos a la Virgen de la Esperanza, los que esperamos en ella, no podemos vivir como los que no esperan nada ni a nadie.
No podemos vivir como los que no creen en que, un futuro mejor es posible… Nosotros tenemos la Palabra de Dios revelada por Jesús.
En ella se nos dice: que los que confían en el Señor, son como la casa edificada en roca, que no tiemblan aunque llegue la adversidad, porque ellos están seguros.
Nos dice, que los que esperan en el Señor, se mantendrán vigilantes como lámparas encendidas provistas de aceite.
Nos dice que los que esperan en el Señor, son como los árboles plantados al borde del camino junto a la corriente, que no temen la sequia porque ellos se mantendrán frondosos.
Nos dice, con rotundidad:
¡Espera en el Señor!
¡Sé valiente!
¡Ten ánimo!
¡Espera en el Señor!