SOMOS EVANGELIO PARA EL MUNDO
Por Julia Merodio
Por mucho que nos hayamos esforzado, en estas dos semanas que llevamos de Adviento, tenemos muy claro que, la iniciativa ha siempre es de Dios y que, ha sido Él, el que ha llenando, de ternura y alivio, nuestro ser.
Se nos ha mostrado como Padre y Hacedor; moldeando nuestra arcilla y confortándonos en nuestra fragilidad. Se nos ha mostrado como consolador, para darnos fuerza y confianza. Ahora en esta tercera semana, somos enviados a proclamar, todas esas finuras que hemos vivido junto a Él y que tan Buena Noticia han sido para nuestra existencia. Por tanto tomaremos conciencia de que somos:
EVANGELIO PARA EL MUNDO
Al adentrarnos en algunas de las lecturas, tomadas del profeta Isaías para este tiempo de Adviento, nos sorprende encontrar, entre sus líneas, implícita a María.
Y sorprende, porque siempre se espera a María, como protagonista, en la cuata semana de adviento; sin embargo el profeta Isaías, a pesar de mostrar su sentimiento, con tanta antelación; parece conocer a María de forma singular y la plasma de una manera única. Parece gritar, como la historia humana acogida desde Dios, es siempre antigua y siempre nueva; siempre prodigiosa y siempre sublime.
Siendo así ¿Cómo no elegir a María como la gran portadora de la Buena Noticia? Nos basta con tomar el evangelio de Lucas para, desde su sobriedad, darnos cuenta de ello.
Lucas no duda en situarnos ante uno de los últimos rincones del mundo, para presentarnos a esa joven que ha sido “agraciada”, porque Dios ha puesto su mirada en ella.
Pero ¿es que Lucas no sabía lo que hacía? Lucas, no pretende impresionar a nadie. Lucas que, ha vivido junto a Jesús, se ha dado cuenta de que, las cosas de Dios se escapan, un poco, a nuestra mente humana; y, ahí está la realidad. Solamente los que saben leer con los ojos del alma, serán capaces de entenderlo. Por eso María, escasa de cultura, leyó las maravillas del Señor, con tan singular nitidez y las pregonó con tanta fidelidad.
María ha sido capaz de expresar su amor, porque ha vivido bajo la mirada de Dios. El amor de Dios se había encarnado en Ella y eso le hacía mostrar: al Dios de la paz, del amor, de la esperanza… a cuantos se cruzaban con en su camino.
La criatura nueva, que acababa de tomar vida en su seno, le había hecho nacer un nuevo corazón, todavía mayor del que ya poseía y la Buena Noticia brotaba de su manera de vivir y de amar.
María vivía una historia de gracia donde, el punto de partida, había sido: la revelación del amor de Dios.
María había dejado a Dios, que le susurrase su nombre y la inundase de su inmensa misericordia.
Y todo ello le hacía ser: El gran Evangelio para el Mundo.
ES HORA DE CONTEMPLAR
Esta tercera semana, querría invitaros a que nuestra oración fuese de Contemplación. Por lo que, tendremos que pedir al Señor su gracia, para entrar en ella con la sorpresa y la humildad que merece. Pues, cuando la persona ha tenido experiencia de Dios y ha reflexionado sobre Él, nota como sus actitudes, emociones, sentimientos, afectos y manera de ser cambian, al ser contemplados a la luz de su Palabra. Y ya no se puede prescindir del encuentro personal con el Señor; se necesita buscarlo, hallarlo, sentirlo… se necesita contemplarlo.
Porque es contemplando donde uno puede meterse en el mundo escondido de Dios. Un mundo donde toda regla desaparece, toda estrategia se suprime, toda metodología se simplifica… y, solamente se encuentra la gratuidad de Dios dándose a conocer. Por tanto, es precisamente, en ese momento, en el que se toma conciencia de lo que es el mundo de la gracia; donde no hay deudas sino don y gratuidad.
La Contemplación es, en sí misma, oración profunda y personal. En ella nada importa el saber, sino el sentir.
Cuando se han hecho Ejercicios Ignacianos reiteradas veces, la contemplación empieza a hacerse algo habitual en la vida.
S. Ignacio tiene una maestría especial, para instar a la persona a situarse en la escena, como si se hallase presente. Él nos pide que veamos a los personajes, escuchemos lo que hablan, nos hagamos uno con ellos y compartamos la realidad de lo que se vive; y esto, no para recibir información si no para sentir al Señor, para ir entrando en ese mundo, escondido donde el conocimiento de Dios plenifica a la persona.
Para hacer una oración de Contemplación, no se necesita tener una inteligencia privilegiada, se necesita tener sed de Dios, ansia de buscarlo, de conocerlo de amarlo.
Para contemplar, no se necesita hacer experimentos, sino ansiar un encuentro personal con el Señor, para compartir con Él hasta que se note que va ocupando el corazón.
MOMENTO DE ORACIÓN
Como cada semana nos ponemos en presencia del Señor. Nos silenciamos y buscamos ese momento de encuentro, donde cada uno no puede dejar de preguntarte:
- ¿Qué quiere Dios de mí?
- ¿Cómo puedo ser Buena Noticia para el mundo?
La respuesta del Señor no tardará en llegar. A cada uno le dirá algo personal y único, pero también habrá una respuesta común para todos. Serás Buena Noticia para el mundo:
– Siendo fiel al Evangelio.
– Siendo fiel a tu carisma personal.
– Siendo fiel a los signos de los tiempos.
Porque Dios, en cada momento nos hablará de una manera distinta y lo importante será acoger esa Palabra que nos ha llevado hasta la contemplación, bajo la luz del Espíritu Santo; teniendo la seguridad de que, cuando Dios quiere algo de nosotros, no hay duda de que es posible. Él, lo confirmará cuando quiera, lo hará como quiera, pero sin dudarlo se efectuará, pues Dios tiene poder para realizar lo imposible.
También es cierto que Dios, conoce nuestra fragilidad y nuestra debilidad, pero con su misericordia infinita, pacientemente, nos irá preparando, caldeando, enseñando… irá respetando nuestro proceso, dejando que lo rumiemos, que lo interioricemos… que vayamos purificando la Palabra, objetivándola, haciéndola vida, hasta que vea que ya estamos preparados para salir al mundo, a llevar su Salvación a los demás.
Para seguir esta oración, podemos tomar estos versículos del profeta Isaías, seleccionados para el tercer domingo de Adviento:
“Como el suelo echa sus brotes, como el jardín hace brotar la semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos, ante todos los pueblos” (Isaías 61, 10 – 11)
Los frutos son el lenguaje de nuestra vida “Por sus frutos los conoceréis” dice la Palabra de Dios:
El árbol bueno, da frutos buenos.
El árbol malo, da fritos malos.
Y nosotros ¿Qué frutos damos?
Nada permanece oculto a los ojos de Dios. Para Él la noche es clara como el día y la tiniebla el comienzo de la aurora.
Dios no nos pide acopio de bienes sino confianza. Por tanto hagamos un gran acto de fe en el Señor, eso nos llevara a acoger la voluntad de Dios con alegría y acción de gracias.
Seamos en la vida verdaderos precursores y verdaderos profetas. Posiblemente creamos, que son pocos los que lo reconocerán, pero sin saber cómo, la presencia de Cristo se irá haciendo presente en nuestro mundo.