Dios nos pensó felices. Y… ¿quién no desea ser feliz? Sin embargo,  parece que, eso que tanto ansiamos, no llegamos a lograrlo porque tenemos la capacidad de estropearlo todo. Somos expertos en cargarnos: la creación que Dios nos ha reglado; los corazones en los que todavía anida la esperanza; los que nos parece que estorban -porque nosotros somos los únicos destinatarios de los dones de Dios-… Y, sin embargo, a pesar de ello, tratamos por todos los medios, de hacer ver que, queremos construir un mundo perfecto donde todo pueda funcionar correctamente. Pero… ya veis, desgraciadamente, nos damos cuenta de que, no somos capaces de lograrlo.

Lo primero que, encontramos en el mundo que nos recibió -cuando comenzamos a intuirlo- no era precisamente lo que nos hubiera gustado y, en el que seguimos viviendo ahora, tampoco. En él encontramos equivocaciones, errores, mentira, malentendidos, sufrimiento, disgustos, amargura, ansiedad… y, nos vamos dando cuenta de que, no todo podemos manejarlo. Pero hay algo todavía peor y que, se nos escapa de las manos; son esas circunstancias que llegan sin que nadie pueda detenerlas, de la manera más inoportuna y de la forma más inesperada, cuyo resultado dependerá de la manera con que seamos capaces de acogerlas, afrontarlas y remediarlas.

Sin embargo, hay una cosa clara. Igual que tuvimos que acoplarnos a esas situaciones que no nos gustaban, ahora hemos de acoplarnos a esta que nos supera, cuya única manera de poder hacerlo, será volviendo a Ese del que, lo hemos recibido todo: a Dios.

MOMENTO DE ORACIÓN

 Llegamos al momento de oración. Dejamos lo que estamos haciendo. Hacemos silencio, nos serenamos… dejamos a un lado todo eso que nos preocupa… respiramos profundamente… Tomamos conciencia de que estamos ante el Dios de la vida… y llenos de paz comenzamos la oración

DIOS NOS PROTEGE

Pensando que, habíamos sido creados para que fuésemos felices, me di cuenta de que, para lograrlo, teníamos que ser canales de amor e instrumentos de paz -en este mundo complejo en el que nos encontramos- y que,  por tanto, teníamos que contribuir a que, ese amor y esa paz fuesen una realidad.

Pero enseguida comprobé que, eso no era fácil que, ni siquiera las personas que podían beneficiarse de ello, estaban de acuerdo conmigo.

Entonces tome conciencia de que, la concordia era una tarea ingente y que nadie puede quedar excluido a la hora de crearla. Descubriendo que, debíamos recuperar, algo que hemos olvidado: la responsabilidad.

Por eso será bueno que, nos tomemos un tiempo para pensar que somos responsables de que, esto que nos está pasando, nos haga el menor daño posible. Y que, colaborar con las normas que se nos dan y ayudar a los más vulnerables, nos concierne a nosotros –a todos-.

Porque, cuando a nuestra vida llegan momentos que nos sobrepasan, tenemos que socorrer a los damnificados, tenemos que cuidarlos, que preocuparnos de ellos… Y cuando aparecen circunstancias que, nos hacen experimentar: temor, ansiedad, miedo, dolor… tenemos que buscar la manera de acogerlas con valentía y coraje. Pero, esto no es fácil y sabemos que, necesitamos que, alguien nos de fuerza para poder llevarlo a cabo. De ahí que, debamos preguntarnos en esos momentos de dificultad:

  • ¿En quién me refugiamos?
  • ¿A quién acudo para que me ayude?
  • ¿Recuerdo que, la mejor manera de solucionarlo, es refugiarme en el Señor?
  • ¿Pienso que, puedo hacerlo por intercesión de María?

 

PEDIR PROTECCIÓN

También necesitamos caer en la cuenta, de la importancia que cobra el pedir a Dios su protección –en estos difíciles momentos- para hacer un mundo en el que residiera la paz, la solidaridad, la acogida, el amor… a pesar de vernos tan sobrecargados de enfermedad y sufrimiento.

Necesitamos tomar conciencia, lo difícil que resulta pasar por situaciones espinosas, sin tener unos apoyos firmes donde sostenernos.

Darnos cuenta de que, la súplica de una sola oración, salida de lo más hondo del corazón de una sola persona, puede poner en marcha tan encomiable realidad. Porque –lo creamos o no- la oración hace que, el amor se expanda de persona a persona, de país a país, de continente a continente… Haciéndonos tener la seguridad de que, dónde quiera que estemos, Dios está allí para cuidarnos y protegernos. Por tanto:

  • Tomaremos conciencia de cómo nos protege Dios, en estos difíciles momentos.
  • Después, pasaremos un tiempo, mostrándole nuestro agradecimiento por su gran bondad.

 

Porque sé que, Dios me Protege 
Me protege, dondequiera que esté,

porque  Él, siempre está conmigo

para guiarme, para cuidarme, para socorrerme.

Y es verdad que, hay momentos en los que,

el temor y la ansiedad se pueden apoderar de mí,

pero, de nuevo aparecerá el Señor para defenderme.

Porque Él es mi refugio, mi heredad,

Él es… mi fuerza salvadora.

 

Él, es… el Dios que, se mezcla con mis situaciones,

compartiendo incertidumbres y miedos.

Es… el Dios que, nunca me deja solo,

el Dios… que, me cuida en los momentos duros de mi vida.