Por Julia Merodio

Ya no nos cabe la menor duda, de que Jesús ha venido, a dar respuesta:
• A tantos interrogantes como nos envuelven.
• A tantas necesidades como nos acompañan.
• A tantos avatares, como nos llegan de un lado y de otro.
• Porque Jesús, ha venido, a salvar a La Persona.

EL PROCESO DE LA VIDA
El ser humano es, un ser en proceso. Nada se le da hecho, nuestro camino es una incógnita por descubrir y, en ese camino van apareciendo las necesidades fundamentales de la persona.
Aparecen: el frío, el calor, el hambre, la sed…, a y cada uno en particular, no nos queda más remedio que buscar la forma de remediarlas. De ahí que nos encontremos ante un proceso, hondo y lento, que nadie puede hacer por nosotros.

Sabemos por experiencia, que muchas veces esas necesidades tratamos de saciarlas por medio inadecuados, en sitios erróneos… y, ahí vamos tratando de saciar nuestra sed, con sorbos de cualquier fuente que se nos va ofreciendo.
En un primer momento, puede parecer que, nuestra sed de: fama, poder, grandeza, gloria… quedan satisfechas, pero enseguida necesitamos buscar otros “pozos” distintos porque nuestra sed ha vuelto a aparecer de nuevo.
Y pasamos, tiempo y tiempo sin admitir que solamente Dios, puede saciar nuestra verdadera sed. Solamente Él puede calmar todas nuestras ansias. Solamente Él puede aplacar todas nuestras aspiraciones… Nos hiciste, Señor para Ti y nuestro corazón permanecerá inquieto hasta que descanse en Ti” (San Agustín)

Por eso es tan importante dedicar tiempos a la oración, porque en ella descubrimos que nuestra sed, es una apertura a lo infinito. A lo que no caduca, a lo que no cambia, a lo que perdura en el tiempo…y eso, solamente, puede dárnoslo el Señor.
Jesús como experto en relacionarse con Dios –su Padre- no deja ambigüedad al trasmitírnoslo. La comunicación con el Padre solamente se puede dar en el Tú a tú, en lo secreto del corazón, en la intimidad más absoluta.
De ahí que, el encuentro con la Samaritana no sea nada casual, Jesús sale a buscarla. La busca como buscó a S. Pablo, a S. Agustín a santa —- Benedicta… como buscó y busca a cada uno de sus seguidores. Porque, tiene que quedar claro que, no somos nosotros los que buscamos a Dios, es Él el que nos busca a nosotros. Y nos busca para descubrirnos el manantial que puede brotar de lo más hondo de nosotros mismos.
Jesús, experto en humanidad- se muestra profundamente interesado por la interioridad de la persona con la que está dialogando y le revela que, en contraste con la antigua ley y los mandamientos externos, existe ese templo de Dios que está dentro de cada persona.
¡Con qué claridad lo ve el Papa Francisco! Todo ser humano es un don, -nos dice- la palabra es un don, la ayuda es un don, calmar la sed es un don…
De ahí la pregunta que viene después: Y yo, ¿en qué fuentes sacio mi sed? Porque esto ocurre hoy, lo mismo que ocurrió en el brocal de aquel pozo, Jesús nos dice –hoy, aquí, ahora- a cada uno personalmente:
• “Dame de tu agua y Yo te daré de la mía”
• “Dame un vaso de tu cántaro y yo te regalaré una fuente”
• Y es curioso, que esto nos lleve a encontrarnos de frente con la oración. Porque la oración es ese encuentro con Dios, cálido y abierto, en el que notamos que la relación empieza a tomar un cariz distinto. Nosotros que, habíamos llegado llenos de posesiones, nos convertimos en mendigos ¡Señor, dame de tu agua! Dame esa agua que, Tú posees.

Sin embargo es sorprendente como, la persona de hoy no necesita nada de eso. La persona de hoy, intenta manipular a Dios; cambiarlo; adaptarlo a las necesidades del momento, a nuestros gustos…
Se oye, asiduamente, la Iglesia no se moderniza, no se adecua a nuestro tiempo… Os confieso que siento una pena inmensa al oírlo. ¿Qué nos quieren decir con eso? Da la impresión de que, lo que el mundo de hoy necesita para vivir tranquilo es:
• Que se desmoralice la moral.
• Que se desvirtúe el evangelio.
• Que se cuestione la justicia.
• Y se tergiverse el amor.
Es como si nos dijesen: ¿Cómo se puede pretender que, Dios siga siendo Dios, después de tantos años de historia?
La gente de hoy no necesita a Dios, tiene toda la clase de “dioses” y “religiones”; como a la Samaritana les basta con todas sus seguridades. La gente de hoy, como ella tiene: pozo, cubo, soga y cántaro ¿Hay quién dé más?
Hay que reconocer que, Jesús, hoy, lo mismo que en el encuentro del pozo, está en desventaja, Él no tiene nada de eso.
Jesús no tiene Internet, ni móvil, ni WhatsApp, ni tablet… y lo mismo que la Samaritanas nos envanecemos, nos crecemos… y Jesús, como siempre se humilla para mendigar nuestra “agua”
Acabamos de llegar, al núcleo del encuentro con Dios. El Señor, siempre sale a nuestro encuentro mendigando amor, para ofrecernos el Amor transformado que conduce a la Vida. Y, en ese encuentro no tarda en aparecer, el diálogo: La Oración.
Es sorprendente, la manera de dialogar, que tiene Jesús: su tacto, su delicadeza, su respeto, su hondura… Él no aturde, no impone, no perturba… Él nos va dejando entrar, paso a paso, en el mundo de nuestros deseos, de nuestras aspiraciones… y, nos deja ir descubriéndolas poco a poco, deja que nos vaya viniendo la luz, la certeza… hasta que un día quedamos deslumbrados, entusiasmados y, ya entregados a Él, somos capaces de abrirnos para acoger su gracia y su mensaje.
¡Si conociésemos el Don de Dios!
¡Si conociésemos quién es el que nos da de beber!