Este año os mando la oración con las cinco llagas; pero no sólo para el Viernes Santo, sino para orarlas durante toda la semana y si fuese durante todo el año, pues mucho mejor. Puede venir bien, pues muchos ayudáis en los pueblos y quizá os podrá venir bien para sacar alguna idea. Os deseo que esta Semana Santa, sea especial de: cercanía al Señor, de silencios prolongados, de interiorización, de dejar que el Señor actúe en vuestra vida… Os deseo que sea una Semana…”Realmente Santa”. Julia Merodio
DOMINGO DE RAMOS
Comienza la semana grande del año, comienza: La Semana Santa.
El Domingo de Ramos, es el pórtico a La Semana Santa y en él, la liturgia nos presenta: La entrada triunfante de Jesús en Jerusalén, el único triunfo que Jesús se permitió en su vida; el que le ofrecieron en la entrada a Jerusalén. El camino del seguimiento había terminado, comenzaba la etapa fanal, la entrega absoluta, la muerte y Resurrección.
Todos estamos llamados a recorrer nuestro camino en la vida, es el significado de la naturaleza humana. Un camino que emprendemos el día de nuestro nacimiento y por el que necesitaremos transitar hasta el final. Un camino con sus avatares, sus encrucijadas y sus interrogantes.
Un camino que tanto significa en la Sagrada Escritura. En ella vemos el camino como lugar espiritual, en el que Dios acompaña al ser humano para liberarlo de las dificultades que en él se presentan. Es más, el camino tiene tal significado en la escritura que, Jesús, no duda al decirnos: Yo soy el Camino.
La entrada de Jesús en Jerusalén, fue un día grande en su vida. Jesús es alabado, enaltecido, glorificado… Posiblemente no fuera demasiadas las personas que lo aclamasen, pero ahí estaban los que para ellos significaba mucho en su existencia: los que había sanado, los que había resucitado, los que comieron hasta saciarse… Tampoco el número debió extrañarle mucho a Jesús, Él mismo había dicho “muchos son los llamados y pocos los escogidos…”
Posiblemente, el hecho resulte distinto para los que medimos los resultados con mente humana; para nosotros, estarían junto a Jesús en aquella subida, “los buenos” para Dios estaban, los que él había dado su gracia para poder estar.
Acabamos de recibir la primera lección necesaria: Dios elige por puro don, ayuda a responder por puro don. Todo es gracia y por lo tanto, también la Semana Santa es una gracia, un don que Dios nos regala un año más. Unos la acogerán, otros no. Y nosotros:
- ¿La acogeremos?
- ¿Cómo pensamos vivirla?
- ¿Será de verdad santa, toda la semana?
Empezamos a Caminar….
Como acabo de indicar, esta semana, vamos a orar con las llagas de Jesús, tanto las visibles como las invisibles; tanto las perceptibles como las imperceptibles.
Como os decía al comienzo, las llagas de Cristo no son para recordarlas en una determinada época, olvidándolas el resto del año; las llagas de Cristo hemos de recordarlas siempre, porque como las nuestras, no aparecen y desaparecen; ellas permanecen. Es más, puede ser que en la llaga se haya calmado el dolor; puede ser que el daño haya sido sanado; incluso han podido cerrarse y sellarse… pero la cicatriz permanecerá siempre. Y ahí están; delatando en sus cicatrices: nuestro desamor, nuestra superficialidad y nuestro egoísmo. Solamente tenemos que mirar a la Cruz, para ver las señales que dejó a Jesús, cuando se encontró clavado en él, retorciéndose de dolor y sin poder moverse… ¡Es tan grande y tan pesado el madero! Necesariamente tenía que ser así, si pretendía aguantar el peso de un joven de 33 años.
LUNES SANTO – Día de ESTAR
“Cerca de Ti, Señor, quiero morar.
Tu grande y tierno amor, quiero gozar”
Jesús está clavado en la Cruz y por más esfuerzos que haga no podrá bajar de ella. También nosotros estamos clavados a nuestras cruces: grandes, pequeñas; pesadas, triviales; visibles, invisibles; cruces que nos vienen y cruces que nos buscamos… Cruces, cruces… Acaba de aparecer el Sacramento del Estar.
En las cruces, siempre hay que estar. Nadie puede deshacerse de una cruz cuando quiere y como quiere; y más, si en ella lo han clavado con clavos de grandes dimensiones. ¡Cuánto daríamos por bajarnos de nuestras cruces! Sin embargo las personas grandes, las que tienen el corazón magnánimo ellas, no bajan, ellas están, ellas permanecen… ¿No os acordáis de, esas palabras de, nuestro querido Juan Pablo II? Dijo para que todos lo oyesen: “Si Él no bajó de la Cruz, ¡Cómo voy a bajarme yo!”
A cualquier vida humana llegan situaciones donde se nos pide estar, ayudar, socorrer, arrimar el hombro, resistir, acoger el sufrimiento… y estar, donde hay que estar, sin desfallecer. Ofrecer nuestras manos, nuestros pies y utilizarlos a favor de los demás.
Pero resulta significativo que, eso que parece tan sencillo y que hizo, Jesús, con tanta normalidad, fuese precisamente, lo que exasperó a los que eran incapaces de hacerlo.
Sin embargo hallaron una fácil solución: clavarlo en una Cruz. Y no dejaron las cosas a la improvisación, se cercioraron muy a fondo para realizarlo bien, a conciencia… no podían permitirse fallos; y buscaron los clavos más grandes y más fuertes que había en el lugar; al clavar la mano de Jesús y ver el resultado, quedaron tranquilos, esa mano ya no sería productiva.
Esto es lo que vamos a interiorizar en nuestra oración de hoy. A ella va a ir dirigida nuestra mirada. Vamos a fijarnos en:
La llaga de la Mano derecha de Cristo
El triunfo ya estaba logrado y tu mano inutilizada. Ya no podías bendecir, ni socorrer, ni curar, ni ayudar, ni acercarnos al Padre… Ahora ya hacías bastante con utilizarla para sostener el peso de tu cuerpo, aguantar el dolor y desangrarte por ese enorme agujero.
¡Qué poco te conocían! ¡Qué poco sabían de Ti! Ellos eran incapaces de pensar, que Tú seguirías descolgando tu mano para ayudar a cuantos llegasen a Ti, cansados y agobiados.
Todos tenemos experiencia de ello. ¿Quién no ha sentido alguna vez, en su vida, la mano llagada de Cristo, acariciando su alma? Esa mano que se mete en los rincones más escondidos del corazón. Allá donde hay un ser humano sufriendo, muriendo, soportando, aguantando… ¿Quién no se ha tropezado en aquel túnel oscuro y tenebroso, por el que estaba pasando, la mano de Cristo que como una ráfaga de luz le ha mostrado la salida?
Pero también hemos de saber que Jesús necesita otras manos para sustituir a la suya clavada. Necesita nuestras manos, para que hagan los trabajos que hacían las suyas.
Jesús nos pide hoy que aprendamos a ESTAR, a estar allá donde alguien reclame nuestro servicio. Y ¿Dónde necesitamos nosotros estar en este Lunes Santo?
- Quizá tengamos que estar con nuestros hijos, que por tener vacaciones se van a quedar solos en casa. Quizá tengan la suficiente edad para creer que no nos necesitan, pero nosotros sabemos que aunque no hagamos nada necesitamos ESTAR, necesitamos que sientan nuestra presencia, que nos sientan a su lado.
- Quizá tengamos que ir a ver a nuestros padres ancianos, a los que hace tiempo que no hemos visitado. Puede ser que todavía se valgan por sí solos, pero necesitamos ESTAR regalarles nuestra presencia y mostrarles nuestro amor.
- Tal vez tengamos que ESTAR en ese hospital donde nos están tratando; o visitando a ese paciente que no tiene a nadie que se ocupe de él; o conversando con ese que, lleva un fardo pesado a la espalda, sin que nadie le ayude a llevarlo.
- Quizá podamos ir a regalar nuestro tiempo a esa asociación que ayuda a los desfavorecidos y ESTAR para que se sientan tenidos en cuenta, acogidos, dignificados…
Después de haber orado con La Llaga de la Mano Derecha de Jesús, sólo nos queda caer de rodillas para decirle:
Señor: Aquí tienes mis manos. Te las ofrezco para: ayudar, para servir, para compartir, para levantar al caído… para hacer esas funciones que la tuya no puede hacer.
Quiero, Señor, que cuando llegue a tu presencia, mis manos no estén solamente limpias, sino también llenas, llenas de prestar servicios a los demás, como estaban las tuyas cuando las clavaron.
Y, así, en este silencio volvamos a mirar la mano derecha de Cristo, clavada en la Cruz. Miremos la llaga que ha quedado, miremos la misericordia que, mezclada con sangre, se derrama por ella. Luego, sin perder el clima de oración, miremos nuestra mano derecha y demos a Dios gracias por ella.
Para terminar podemos orar con la lectura que nos ofrece la liturgia del día, tomada del Profeta Isaías: 42, 1 – 7
MARTES SANTO.- Día de SER
“Mi pobre corazón, inquieto está.
Por esta vida voy, buscando paz”
Ya he dicho otras veces que, el Martes Santo, es el día en que se suele celebrar la Misa Crismal, un acontecimiento al que no se suele dar demasiada propaganda, pero de la que todo el mundo debería conocer el valor que encierra.
La eucaristía, oficiada por el Sr. Obispo, reúne a todos los sacerdotes de la diócesis, o del arciprestazgo, o de la orden religiosa… para bendecir en ella, los santos óleos que se utilizarán durante todo el año siguiente para la administración de los Sacramentos.
Los sacerdotes, asistentes a ella, llevan un recipiente donde recogen la cantidad que van a necesitar y ese óleo sellará los Sacramentos que en la parroquia se impartan en ese periodo de tiempo.
Ciertamente es una Eucaristía abierta, a cuantos quieren compartirla, y que merece la pena celebrarla y compartirla porque deja una huella significativa en el alma.
Ese santo crisma, por el que todos hemos sido ungidos, es el que nos ayuda a SER:
- Cristianos.
- Creyentes.
- Seguidores de Cristo.
- Adoradores…. (Cada uno conocerá su situación concreta)
Por eso este día, de martes Santo, va a tener para nosotros dos connotaciones importantes:
· Día de Ser: Seguidores y apóstoles ungidos por el Óleo Santo.
· Y Día de orar, fijándonos en:
La llaga de la mano izquierda de Cristo
Evidentemente, todo sabemos que Jesús tenía “mano izquierda” y que la uso con demasiada frecuencia.
Pero no la uso, precisamente para evitar que lo crucificasen, ni para salvarse de la Cruz. Jesús uso la mano izquierda para perdonar, para defender a la adúltera, para hacer bajar a Zaqueo de aquel árbol, donde se había subido, para poner en pie al mendigo del camino, para sanar al paralítico de la camilla… para salvar, a unos y otros, de tantas situaciones incómodas como se les iban presentando en la vida, logrando sacarlos de la rebeldía y la desesperación, que producen esas realidades duras que te dejan tambaleando.
Pero, a muchos de sus conciudadanos, no les gustaba demasiado la mano izquierda de Dios, por lo que deciden aferrarla al madero, lo mismo que habían hecho con la derecha. Y La Mano Izquierda de Jesús quedó sujeta sin más paliativos a ese madero que tenían preparado.
Los descomunales golpes para introducir el inmenso clavo, perforaban el alma sin poderlo evitar. En aquellos golpes estaban significados tantos desamores como se van sucediendo en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestra ambiente, en nuestra manera de vivir…
Por eso, hoy, día de martes Santo, vamos a mirar, la mano izquierda de Jesús, clavada en la Cruz. Vamos a poner en ella nuestros rencores, nuestras aversiones, nuestras hostilidades… Hagámonos despacio, viendo rostros, pronunciando nombres… Sacando de dentro lo que nos daña.
Después quedemos en silencio y vayamos comprobando como, cuando ponemos en manos del Señor todos esos desajustes que nos habitan, notamos brillar en nuestro corazón la gracia de su acogida.
Pero Jesús sabe, mejor que nadie, que también hay mucho bueno dentro de cada uno de nosotros, lo que pasa es que cuando menos lo esperamos somos capaces de estropearlo debido a nuestra fragilidad, nuestras deficiencias y nuestra inconstancia.
Por eso, así, de manera orante, en este día que hemos elegido como día de SER, vamos a observar ante el Señor, si:
- Somos capaces de afrontar nuestra realidad haciéndola fecunda. Observando si, eso que parecía negativo, nos ha ido servido para trabajar nuestra debilidad.
- Tomando conciencia de que, eso que me revuelve por dentro y me deja anclado en la negatividad, no puede adueñarse de mí. Mi ser ha de abrirse a la gracia de la acogida que me devuelve al amor redentor; ese amor que fortifica todo mi SER.
Después, mirando el dolor que produce, sentir la mano clavada de Jesús, pediré por todos aquellos que tienen clavadas sus manos y no pueden hacer nada, porque alguien les ha quitado la dignidad, los bienes, la ayuda… todo eso que les corresponde como hijos de Dios.
Sentiré dolor porque yo también tengo parte en todos esos dolores, de una forma o de otra, y pondré junto al Señor mi cobardía y mi miedo a la hora de entregarme del todo.
Pidiéndole, de manera especial, que su Mano Izquierda me devuelva la dignidad y me ayude a madurar mi SER.
Terminando nuestra oración, con la lectura que nos ofrece la liturgia del día, tomada del Salmo 70:
“A Ti, Señor, me acojo; no quede defraudado para siempre;
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo”
MIÉRCOLES SANTO.- Día de ADMIRAR
“Yo creo en Ti, Señor, yo creo en Ti.
Mis ojos ya no ven, sostén mi fe”
Jesús ya tiene inmovilizadas las manos, pero ¿Qué hacer con los pies? Con la práctica que tienen parece que esto les resulta fácil, los clavarán también.
Así: Los Pies de Cristo fueron sellados al madero.
La llaga de los pies de Cristo
Los caminos se han quedado solitarios. La presencia de Jesús en ellos ha sido retirada. Los ciegos, los cojos, los sordos, los leprosos… ya no se encontrarán con Jesús por sus sendas, ahora tendrán que llegar a la Cruz si quieren presentar a Jesús sus peticiones. Pero ¿Qué puede hacer una persona clavada de pies y manos?
No lo tenemos fácil, Jesús está cosido a la Cruz y las necesidades aumentan por momentos; ¿alguien cree que podremos dar una respuesta a ellas sin Dios?
En nuestro próspero mundo moderno encontramos: una fila interminable de parados, refugiados, gente muriendo de hambre, sedientos en busca de algo para beber, ancianos carentes de amor, familias hundidas por: la incomprensión, los desórdenes, las adicciones…; niños eliminados en el vientre de su madre, buscando comodidad, dignidad, buen nombre…
Las cosas no cuadran y Dios necesita a alguien que le ayude en esta difícil tarea. Y, como siempre Dios vuelve a arriesgar por el ser humano, ese ser que tanta veces le ha fallado. Y ¡cómo no! Ha pensado en ti y en mí, ha pensado en nosotros para que lo sustituyamos. Por eso es necesario que este miércoles Santo, lleguemos hasta el Señor para que nos muestre sus pies llagados; para que, allí mirándolos insistentemente, se nos vayan revelando esas necesidades a las que nos vamos acostumbrando:
- Quizá hoy nos muestre, ese desorden que se está incrustando en nuestra sociedad, de manera imperceptible y que esta haciendo desestabilizar: la familia, la religión, los valores, la fidelidad…
- Quizá nos muestre como nos vamos desanimando, como nos vamos paralizando, como nos vamos desinflando… metiéndonos en nosotros mismos y viviendo el individualismo del acomodamiento.
Quizá, hoy, día de miércoles Santo, en oración ante el Señor, necesitemos preguntarnos, cada uno en particular:
- ¿Soy capaz de seguir admirándome ante la vida?
- ¿Corresponden mis obras a esa admiración de sentir, que Dios actúa a través mío?
- ¿Cómo alimento esta admiración?
- ¿Qué hechos concretos aporto a los demás, para que sena capaces de quedar admirados ante el Señor?
Después de largo rato de oración, oraré diciéndole al Señor:
Señor:
- Quiero creer en los demás.
- Quiero ver en ellos tu Rostro, Señor.
- Quiero ofrecer mi credibilidad cristiana a cada persona que se cruce en mi camino.
- Quiero estar abierta para captar las necesidades que se me presentan.
Y, sobre todo, quiero pedirte fuerza para llevarlo a cabo.
Como cada día, hoy terminaremos la oración, con la lectura que nos ofrece la liturgia del día, tomada del Profeta Isaías: 50, 4 – 9
“Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos. El Señor me ayudaba, por eso ofrecí mi rostro como pedernal y sé que no quedaré defraudado”
JUEVES SANTO.- Día de AMAR
“Mi voz alabará, tu santo nombre allí,
y mi alma gozará cerca de Ti”
No se me ha olvidado que falta la llaga del costado y la del hombro, que aunque nadie hable de ella, fue una llaga muy dolorosa pues fue, la que le hizo precisamente, el peso de la cruz; pero no sé, si se puede vivir un cúmulo tal de acontecimientos, en tan escaso periodo de tiempo.
Por eso haremos un alto en el camino, para alimentarnos y coger fuerza, ya que nos queda contemplar la úlcera más sangrante.
Prefiero no pensar como estaríamos nosotros si nos encontrásemos en la situación de Jesús; pero Él, es de los que no se cansan, de los que perseveran, de los que intervienen cuando encuentra una necesidad; y ¡ha contemplado en el mundo tantas necesidades!
Sin embargo, en este momento, sus facultades se encuentran muy mermadas, Jesús tiene los pies clavados y no podrá volver a los caminos, por eso decide abrir la mesa e invitar a todos los que lo necesitan, para que se acerquen a ella.
Jesús, sabe bien que, la Mesa tiene mucho que ver con el camino.
- En la mesa se toma el “Viático” alimento para los viandantes.
- En el camino se abre la mesa a fin de coger fuerzas para seguir.
- Si la Cuaresma se presenta como camino hacía la Pascua, hay un camino que está en sintonía con este, es el camino que hace Jesús, en la última etapa de su vida: la subida a Jerusalén.
- Este camino es el camino de la fe y de la reafirmación.
o ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
o Y tú ¿Quién dices que soy?
o ¿Quién soy y qué significo en tu vida?
Posiblemente, estaría bien que este año nos hiciésemos estas preguntas el día de jueves Santo. Unas preguntas que, no son realmente un examen, sino que son preguntas existenciales. Una cuestión que nos lleva, a ponernos ante Jesús para dejarle que, sea Él mismo el que nos lo pregunte: ¿Quién soy para ti?
Quien dices, a la gente que soy yo, con tu manera de:
- Vivir.
- De amar.
- De tratar.
- De socorrer.
- De compadecerte…
- De vivir: como matrimonio, familia, congregación, comunidad, Iglesia… ¿Quién dices que soy yo?
El Dios del Amor
Para definir a Dios, necesitamos sentarnos en el Cenáculo con los discípulos, pues es precisamente allí donde mejor se comprueba que, para describir a Dios, solamente hay una palabra: AMOR.
Dios es Amor:
- Amor entregado.
- Amor fiel.
- Amor gratuito.
- Amor desinteresado.
- Amor respeto.
- Amor servicial.
- Amor eterno…
Por eso, hoy, Jueves Santo, es día de AMAR.
Día en que Jesús nos invita a contemplar, lo que es el verdadero amor, sentados en la mesa de la Cena. Un día, en el que quiere hacernos escuchar, esas palabras tan sorprendentes: “Nadie me quita la vida la doy yo, porque no hay amor más grande que dar la vida por los que se ama” En esto consiste la victoria del amor, en regalar la vida para que vivan los demás, porque la fuerza del amor siempre es creadora.
No nos equivoquemos; no se puede vencer a nadie con armas, por muy sofisticadas que sean, sólo vence el amor.
Cuando seamos capaces de vivir así, de trabajar por los demás, de esforzaos como nos demanda el Padre… comprenderemos bien lo que, Jesús, nos pide:”Que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado”
Será bueno volver a buscar ese rato de oración y silencio para preguntarnos:
- ¿Cómo ama Jesús?
- ¿Se parece en algo mi amor al suyo?
Jesús ama poniéndose a los pies de todos para servir.
No podemos pensarlo más. Nos está esperando el uniforme de servicio para ayudar a Jesús en su tarea, porque hay servicios para los que es preciso usar uniforme. Nadie sirve a los demás con traje de fiesta. Nadie puede acercarse a una chabola sin mancharse de barro. Nadie puede aproximarse al dolor sin subirse las mangas para lavar la herida. Debe de haber una relación muy directa entre amor y servicio.
Es verdad que, el mundo, nos ofrece otras clases de amor más atractivas, más sugerentes… Es verdad que nos harán dudar, que tirarán de nosotros… Pero también puedo asegurar que ninguna podrá dejarnos la paz en el alma.
Porque, el verdadero amor, consiste en disminuir yo, para que crezca el otro; perder yo la vida, para regalar la del otro; y eso cuesta, eso duele y eso no es lo que se anuncia. Pero tened la seguridad de que es lo auténtico. No necesitaremos grandes demostraciones para comprobarlo ya que, el amor verdadero:
- Engrandece.
- Madura.
- Hace crecer.
- Hace personas libres
- Auténticas.
- Abiertas.
- Alegres.
Pues el amor:
o Lo puede todo.
o Lo abarca todo.
o Lo traspasa todo.
o Lo cuida todo.
o Lo hace florecer…
o El amor auténtico, siempre es: Creador
Texto para la Oración.
“Ya que os habéis acogido a Cristo Jesús, el Señor, vivid como cristianos. Enraizados y cimentados en Él, manteneos firmes en la fe que se os ha enseñado y vivid en permanente acción de gracias.
Porque es en Cristo, hecho hombre, en quien habita la plenitud de la divinidad” (Colosenses 2, 6 – 12)
VIERNES SANTO.- Día de SUFRIR
“Llena mi pobre ser, limpia mi corazón,
hazme tu rostro ver, en la aflicción”
Es Viernes Santo. Un día grande. Un día de celebración. Un día para mirar a Jesús clavado en la Cruz.
Jesús, está ya soldado al madero; está, herido de muerte. Sus pies y manos han sido taladrados por aquellos enormes clavos que han hecho emerger la sangre a borbotones; pero parece que a Jesús le cuesta morir, ninguno de los que se hallan junto a Él, podía imaginarse que tuviese tanta resistencia.
Y, ante el asombro de todos, levantando su cuerpo con una fuerza sobrehumana, va desgranando unas palabras que no dejan a nadie indiferente.
¡Cómo íbamos a imaginarnos, que Jesús pudiese dejarnos esos mensajes, si nosotros creíamos, que a Jesús nunca le pasarían estas cosas!
Tampoco creíamos que nos pasarían a nosotros. Sin embargo, como Jesús, todos tenemos experiencia de dolor y lo queramos o no, nuestra vida esta llena de cruces y clavos, que tanto nos hacen sufrir. Por eso es necesario que, miremos de nuevo a Jesús en la Cruz. Que contemplemos sus llagas. Que traigamos, a nuestra mente, todo eso que nos perfora y nos lastima. Y, desde esas caóticas situaciones, en las que a veces nos vemos metidos, vamos a observar junto a Jesús sufriente, la fecundidad del dolor, asumido y vivido junto a Cristo.
Señor: Mi corazón está encogido. Me resulta imposible hacer un nuevo movimiento. Con mirarte sin ladear la vista ya tengo suficiente.
Lo de significarte “despojo humano” me parece nimio comparado con lo que contemplo.
La sangre que, hace escasos segundos, caía por los agujeros de los clavos empieza a secarse, y ¿qué decir? ¡Ni sangre te queda, Señor!
El resultado, no extraña a nadie. Como en cualquier situación humana, llegó lo que tenía que llegar:
Jesús acababa de morir
Estoy segura de que, todos habréis sentido estremecer vuestro cuerpo cuando ante vosotros, se han pronunciado alguna vez, estas palabras: HA MUERTO.
Los ojos de los presentes se apartaron, repentinamente del rostro de Cristo, al verle inclinar la cabeza. No es posible ver a un joven de 33 años, en aquel lamentable estado, y seguir mirando con sosiego. Todo se había cumplido. La plenitud de Dios, se adentró en Jesús, como se adentra por su Espíritu, en la existencia de cada ser humano.
Y, ahí pendiente de aquel madero, estaba Dios. Jesús había derramando la vida por todos: por ti por mí; por la comunidad a la que pertenecemos, por la Iglesia… y por aquellos que todavía no estaban muy seguros de que acabase de morir.
Pero lo importante, lo que más preocupaba a los encargados de velar por Él, era la comprobación de que estuviese muerto y bien muerto.
Para sellar la certeza no se complicaron demasiado la vida. Una lanza rubricaría su convencimiento. Y, ante los ojos atónitos de esa gente que tenía la plena certeza, de que aquella atrocidad había terminado, uno de los verdugos saca de su vaina una lanza y la hunde en su costado con gran ferocidad.
Acababa de producirse una llaga más, La llaga de la Lanzada. Pero tampoco podemos olvidarnos de la llaga del hombro, esa llaga que le hizo el peso de la cruz, llevada durante tanto tiempo.
Ellas nos servirán para la oración de este día de viernes Santo.
La lanzada: Llaga del costado de Cristo
Tu madre, se había agarrado fuertemente a la cruz para no desfallecer, los presentes seguían atónitos sin saber reaccionar; y, en medio de aquella incertidumbre ven salir, de tu costado, unas escasas gotas de sangre mezcladas con agua. Era la única sangre que quedaba ya resbalando por tu cuerpo, el resto la habías derramado toda.
Y contemplando aquellas, gotas de sangre mezcladas con agua, nos tienes a nosotros, ciudadanos del siglo XXI, que seguimos tan impactados como aquellos que te acompañaban, en el primer Viernes Santo de la historia.
Tampoco sabemos que pensar de aquello, a pesar de haber pasado tanto tiempo; pero si tenemos una seguridad de que, todo lo que hiciste fue fruto del AMOR:
- Del amor-fiel.
- Del amor-entregado.
- Del amor-gratuito.
- Del amor-permanente.
- Regalado, espontáneo, sincero y limpio.
- Del amor, salido hacia fuera para que llegue a todos.
Y en ese amor, manifestado en la sangre y el agua brotadas de tu costado, nos ofreciste: Bautismo y Eucaristía formando una unidad.
- Conversión y limpieza, obtenida en el Bautismo.
- Alimento y fuerza, adquiridos en la Eucaristía.
¿Se puede dar más?
¿Se puede amar más?
¿Se puede servir más?
Este fue el ideal evangélico que nos trasmitió Jesús. Un ideal que, aunque parezca demasiado exigente, no es inalcanzable. Con él, simplemente, quiere decirnos: Abrid vuestro ser, para que se haga en vosotros la voluntad de mi Padre, lo mismo que se hizo realidad en Mí.
- Amaos con fuerza, porque yo seguiré amando en vosotros.
- Esforzaros por ayudar a los demás, porque en vosotros seguiré poniéndome al servicio de todos.
- Poned a Cristo en vuestras cruces, porque a través de ellas estáis redimiendo conmigo a la humanidad.
Texto para la Oración.
Es importante, dedicar tiempo en este día, a orar con la lectura de la pasión que nos ofrece la liturgia. Hagamos silencio interior. Oigamos lo que el Señor quiere decirnos a cada uno personalmente, en este momento. Detengámonos ante la primera adoradora de las Llagas: María.
¡Como adoraría la Madre, las llagas aún calientes de Jesús, al recibir su cuerpo muerto en el regazo!
Pensemos en esas madres que se hallan en situaciones parecidas. Detengámonos en su dolor. Observemos las llagas de los no nacidos, de sus madres. Y pausadamente vayamos preguntándonos:
¿Qué sentimientos produce en mí esta realidad?
¿Qué huellas de inquietud hallo en mi interior, por el mundo del sufrimiento que voy descubriendo?
¿Con qué actitudes, me gustaría llegar hasta Jesús en este preciso momento?
Sigamos cada uno poniendo nuestros propios interrogantes…
Al final observaremos que, lo queramos o no, ese Jesús que nos muestra sus llagas, para enseñarnos a vivir en el amor, es: NUESTRO SEÑOR Y NUESTRO DIOS
SÁBADO SANTO.- Día de CALLAR
“Si ciegos al mirar, mis ojos no te ven,
yo creo en Ti, Señor: Sostén mi fe”
Hemos llegado al día de, Sábado Santo. Un día reservado al silencio:
- Silencio de Dios.
- Silencio de la Iglesia.
- Silencio de la persona.
Día de callar y enmudecer; día de velar, de permanecer; día de oración, junto al sepulcro; día de meditación, de contemplación, de recogimiento. Una jornada en la que, por nuestra cabeza y nuestro corazón han de recorrer la plegaria con los Salmos, como nos fue enseñando Jesús. El ellos hallaremos esa fuerza de Dios, que llega en la hora del dolor, de la decepción, de la duda… en la hora de la muerte.
Como el salmista nosotros, también meteremos prisa a Dios: “Date prisa en socorrernos” necesitamos salir de esta situación a la que no vemos salida.
¡Son ya demasiados, Sábados Santos, en nuestra vida humana! ¡Demasiados silencios, demasiadas esperas!
Y es que, cuando Dios calla, la persona se desinstala. Nuestro mundo no quiere saber estas cosas, parece que no le interesa el silencio de Dios; él vive de espaldas a Él, quiere ir lejos de su presencia y solamente tenemos que echar un vistazo a nuestro derredor para contemplarlo.
La gente se ha ido de vacaciones y hoy es un día para “vivir a tope” tiene que apurar lo último que le queda. Tiene que vivir al máximo, divertirse, comer… y guardar, esos “retazos de felicidad” para cuando vuelva mañana para continuar la vida cotidiana. ¿Para qué necesita a Dios? Sin embargo, para llegar a esto, ha tenido que tapar a Dios la boca, pues en su interior algo le interrogaba todavía.
Y han tenido que tapar a Dios la boca, porque su palabra: interpela, denuncia y compromete ¡Cuánto hubiesen dado, los que contemplaban la escena, porque Jesús se hubiera estado calladito en la Cruz! Sus palabras se meten demasiado dentro, llegan al corazón y eso el algo peligroso para los que no quieren ser interpelados, salvo por sus “propios dioses”
Creo que esta situación no es de unos pocos; todos hemos pasado por ella de alguna manera. ¿Quién no se ha sentido olvidado por los demás, traicionado, vendido…? Por eso en este silencio que regenera diremos, desde lo profundo del corazón y de manera personal:
Señor:
Ten piedad, compadécete de mí Señor, recibe mis lágrimas porque estoy abatido y mi alma se ha llenado de angustia. Nadie me toma en cuenta. Soy como algo sin valor.
Creía que tenía amigos y ahora me encuentro solo. Tan sólo me quedas Tú, Señor. Pero yo confío en Ti y te amo.
En tus manos pongo mi destino, mi vida, mi forma de conducirme porque creo en tu bondad y en tu misericordia.
Me has brindado tu perdón y al sentirme regenerado mi corazón ha saltado de gozo.
Gracias por alentar mi vida aún en las horas más amargas y duras.
Sigamos en oración. Acompañemos a la Madre en este día, de soledad fecunda ¿Qué sentiría?
Ella entendía mejor que nadie que este día de espera, no era un día de silencio vano, sino lleno de sentido, de admiración y asombro. Un silencio, contemplativo.
Sigue en oración. Acojamos nuestro propio silencio, valorémoslo y sigamos acompañando a María en su soledad, diciéndole desde lo profundo del corazón:
- Madre quiero esperar contigo el momento de la Resurrección.
- Quiero vivir a tu lado ese momento, en que despuntando el Alba, nos abra a la Vida plena.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN.- Día de GOZAR
“Día feliz veré, creyendo en Ti,
en que yo habitaré, cerca de Ti.
Mi voz alabará, tu santo nombre allí,
y mi alma gozará cerca de Ti”
Hemos llegado al momento, en que nuestra oración toma un giro sorprendente. La Pasión de Cristo, que a veces, nos repele; porque, seguimos anclados en el primer Viernes Santo y la contemplamos: como destrucción y como desmoronamiento, por medio de la Resurrección pasa a ser revelación y afirmación del amor. Porque:
Resucitar es, dejarnos encontrar por el Señor para que marque nuestra vida. Es caminar en la luz, en el encuentro, en la alegría, en el gozo.
El que Jesús haya resucitado nos invita a recorrer un camino glorioso donde el gozo se hace presente. Nos lo demuestra esa mujer que ha ido, al encuentro de Jesús.
Poco antes de su muerte, ella, lo sorprendió en una comida en casa de Simón. Irrumpió en la sala y, ante el asombro de los comensales, bañó con perfume los pies del Maestro y los secó con sus cabellos. Es María, una pecadora conocida por todos y de cuya acción han quedado sorprendidos.
Pero el encuentro con Jesús, tras la Resurrección, la ha transformado. Ha aprendido muy de cerca que Jesús comprende como nadie. Ella ha experimentado que el amor de Cristo siempre restaura, siempre salva.
Por eso no puede quedarse encerrada con los discípulos cuando descubre que ha perdido lo único que le importaba en su vida. De ahí que salga en la noche a buscar lo único que le importa. Vive sumida, en la noche del alma, esa noche profunda en la que entramos cuando vemos que ya nada tiene sentido. Pero ella es valiente, va al sepulcro, a buscar un cadáver, un cadáver que la ha sumergido en un profundo hundimiento. Sus ojos cegados por las lágrimas, no son capaces de dejarle ver la realidad. Llega, a la sepultura y se encuentra, no con un muerto, sino con una persona viva, que le dice: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Su dolor le impide tomar contacto con la realidad.
Es lo mismo que nos pasa a nosotros ¡Cuánta tiniebla nos inunda! ¡Qué falta de confianza engendra el mundo de hoy!
Estamos en un día en el que la angustia ha sido desterrada. Por eso viajemos a nuestro fondo, entremos dentro de nosotros mismos, rastreemos en nuestro corazón. Después, dejemos que sea Jesús el que nos pregunte:
- ¿Por qué lloras?
- ¿A quién buscas?
- ¿Qué te impide vivir en el gozo?
Respondamos a las preguntas durante el tiempo que sea necesario. Esperemos, hasta que sea Jesús, el que vaya respondiendo por nosotros. Luego acerquémonos a Él, y dejémosle enjugar nuestro llanto, dejémosle que nos ayude a buscar en la noche eso que tanto necesitamos y que nos hace vagar inquietos sin encontrarlo.
Pídele al Señor:
o Que te ayude a resucitar con Él.
o Que te ayude a salir de la noche
o Que te libre de pasarte la vida buscando un cadáver.
o Y que te dé fuerza para apartarte de las utopías y vivir la realidad de la Vida.