Por Julia Merodio

 

Comenzar diciendo que la vida de María no deja indiferente a nadie, no posee novedad alguna ¡Cuánto se ha escrito sobre ella! ¡Cuánto sabe la religiosidad popular de su grandeza! Sin embargo, el presentar a María como esposa no es tan habitual y, aunque estoy segura de que, los que podáis acceder a este artículo, lo conoceréis muy bien, os invito a que de nuevo lo repasemos juntos.

El que haya escogido esta temática para el artículo de hoy, no es para nada casual, hay dos motivos que me llevan a ello. En primer lugar, despedir el mes de Mayo, mes dedicado a María y el segundo, aportar mi granito de arena al Congreso Mundial de las Familias que se celebrará en Madrid –España- los días 25, 26 y 27 de Mayo. (www.congresomundial.es)

“Familia, ¡cuánto vales y cuanto significas…!

 

Eres tierra sagrada, espacio para la esperanza de los hombres y del propio mundo –el mundo que vamos construyendo todas las personas de la humanidad-

 

Familia, la Iglesia reclama tu mano y tu responsabilidad. La Iglesia espera mucho de ti.

Te define esperanzadoramente: lugar privilegiado para la humanización del ser humano y del mundo.

Tú, mi Señor y mi Dios, loado seas por la familia, por todos esos hombres y mujeres, que creen y se esfuerzan por todo lo que conlleva ser: FAMILIA”

María, era una mucha de corta edad cuando Dios le pide permiso para desarrollarse en su seno y convertirla en su madre. Sería la portadora de la salvación para todo el género humano, tan sólo tendría que insertarse para tal fin, en una familia como todas las nuestras. Sin embargo, aunque María era una joven de su tiempo, capacitada para tal misión:

  • No entraba en sus planes la maternidad pero, sin embargo, es elegida para ser madre.
  • No entraba en sus planes ser famosa y va a ser nuestra referencia.
  • No entraba en su mente poder educar a un hijo y educó, nada más y nada menos que: al Hijo de Dios.

La manera, de su elección, sobrepasa toda mente humana; por eso, antes de ver a María como esposa y madre, recordaremos el comienzo de su historia de amor.

María, no tenía título, ni fama, ni dinero, ni poder; pero resultó elegida. Elegida entre todas las jóvenes de todos los continentes. Elegida por unanimidad y sin ningún voto en contra.

Todavía la tierra no sabía nada, cuando el Cielo ya gozaba de la gran noticia. Será consultada, se le pedirá permiso y una criatura humana tendrá en su mano la respuesta de la salvación.

Hasta los más indiferentes sienten vértigo, al mirar de frente semejante el reto.  La inmensidad del hecho seguro que, no deja  indiferente a nadie.

Todo se había puesto en marcha. Mientras la gente de su tiempo come, trabaja, se divierte y duerme… alguien está en vela; alguien cuyo amor es: inmenso, incomparable, inestimable…

Y el emisario no se hace esperar. María estaba haciendo las labores propias de una joven de su tiempo y nada podía prever de lo que se estaba gestando.

De pronto, algo la inunda de luz y se oye una voz que pronuncia su nombre: “No temas María”

Ella, pasa del susto al asombro y no sale de la incomprensión… “Porque has hallado gracia delante de Dios” ¿Hallar gracia ella? ¿Por qué…?  Ella, que no conocía nada más que a la gente cercana, entre las que se contaban unas cuantas vecinas que coincidían al ir a la fuente.

María solamente contaba con su gran fe, su profunda esperanza y la gracia de Dios; pero, su cuerpo era de la misma carne que el nuestro, con los mismos interrogantes, las mismas dudas y los mismos riesgos. Sin embargo, no vacila al decir: “Hágase como Tú quieras, mi Señor” Tu voluntad es mi voluntad y mis planes tus planes: “De acuerdo mi Señor”

Estoy segura que al pronunciar aquellas palabras su cuerpo tembló, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Sabía que acababa de sellar un compromiso; intuía que su misión no era fácil… pero sabía muy bien de quién se había fiado y eso le bastaba.

María queda sola y en silencio. ¡Qué madurez la suya!

Todas las jóvenes del país estaban esperando ser elegidas para tan gran misión. Si hubieran sido ellas las elegidas hubieran corrido a contarlo, hubieran ido a los círculos donde se difundían entonces las noticias. Ella, no. Ella, calla. Ante una misiva de tal magnitud queda serena, en paz, sosegada… no grita, ni llora, ni salta… Ella, acepta en silencio.

María, acababa de aceptar la misión de ser madre, sin objeciones, sin réplicas, aunque sabe bien “lo que se le viene encima” No le han dado un libro de instrucciones, ni unas cláusulas de comportamiento, pero es consciente de que, se ha metido en un buen lío difícil de solucionar.

– ¿Cómo será esto? –Preguntó-

Todo es posible para Dios –le contestaron-

Pocas palabras para darle tranquilidad.

Sin embargo ella no ha puesto condiciones, no ha pedido seguridades, ni escoltas, ni doncellas, ni coches de caballos para el transporte… Sólo, con su fe al descubierto, firma un cheque en blanco. Conoce tan sólo el depositario; pero ella sabe que puede fiarse de Él: Y se fía.

María queda embarazada. El cómo había sucedido, no será fácil de creer. Tras los primeros desconciertos de, algo tan inesperado, viene la comunicación del hecho a sus padres y, por supuesto, a José con quien estaba comprometida.

La cosa era ardua y difícil. ¡Con lo fácil qué le hubiese resultado hoy quitarse el problema de encima! Abortar y punto.

Sin embargo, esto tan familiar para nuestro mundo “civilizado” entonces ni les pasaba a las jóvenes por la cabeza.

En tiempos de María la esterilidad era sinónimo de castigo divino y las jóvenes se sentían afortunadas de poner engendrar un hijo. A diferencia de nosotros, no importaba quedarse sin vacaciones ni prescindir del “cochazo” con el que pudiesen soñar, el hijo tenía el lugar que merecía sin estar supeditado a que a la joven le “apeteciese” tenerlo o no.

Entonces las dificultades se miraban de frente. De ahí que María no dude llegar hasta sus padres para comunicarles el hecho. Aunque sus padres la conocían bien y tenían total seguridad en ella, el absurdo de lo que cuenta no se hace creíble; sin embargo ellos saben intuir que, el corazón de María rebosaba certeza, mientras el suyo se llenaba de confianza.

Lo de José fue distinto. José, era un hombre como todos los demás y esto le superaría; por eso María no quiere que se entere por terceras personas y llena de valentía, abre su alma ante él para compartirle todo lo que ha ocurrido.

La inquietud de José es evidente. El hecho le sobrepasa. Sin embargo nota la veracidad de las palabras de María. Hay cosas que, por mucho que la razón no quiera entender, son acogidas por el corazón y esta era una de ellas.

Pero ¿cómo enfrentar la realidad ante la gente del pueblo? Estaba a tiempo, no se habían casado y era libre para tomar la opción que estimase más conveniente. Huiría en silencio.

Sin embargo, el amor lo puede todo. José estaba enamorado de María y María de él y, cuando se está enamorado, todo es posible. José, amaba a María sin límite, confiaba en ella sin límite y la aceptaba sin límite. Sellarían su amor y nada ni nadie podría destruirlo.

Los primeros desconciertos y dudas de José se habían desvanecido y su interior va afianzándose en amor y confianza a María, ¡Se necesita fidelidad y amor para aceptar un hecho de tal magnitud! Y, en esa adhesión a alguien que forma contigo una unidad, cree lo que ella le acaba de contar.

Los dos unidos, se preparan para afrontar con entereza lo que más dolor va a causarles. Los comentarios de la gente.

Si en nuestro tiempo hay comentarios punzantes, imaginaos entonces: “Con lo buena que parecía y mira… para que te fíes de la gente. Y él, a saber en qué estará metido, para casarse con ella…”

Palabras que, taladraban como dardos unos corazones que, nada tenían que ocultar.

Estos comentarios no parecen nuevos. Una y otra vez  se van clavando e hiriendo a personas que, lo están pasando mal porque las circunstancias les han sido adversas y su único pecado ha consistido en acoger y aceptar.

Pero, aunque parezca que no vamos a ser capaces de salir de esa situación difícil, las cosas van poniendo todo es su lugar. Y, una vez aclaradas las cosas, María y José se desposan formando una familia ejemplar.

El amor que se profesaban les facilitó mucho las cosas.  María era portadora de Dios y en su seno se había depositado el mayor tesoro de la historia; un regalo que compartiría con José. Juntos tendrían que responder de la custodia de su Hijo. El Hijo de Dios.

“Para Dios no hay imposibles” le había dicho el Ángel. Todo consistiría en mantenerse a la escucha.

Pero nada especial se oía ni se intuía. El embarazo era normal, la vida era normal y solamente su amor, su fidelidad y su confianza les hacían seguir adelante con alegría.

Las habladurías del pueblo sobre su próxima maternidad se iban calmando. Ellos, se han instalado en su casa y, aunque no sea  gran cosa, es su hogar. La normalidad va llegando cuando, de pronto,  aparece un nuevo sobresalto: Un edicto de Roma.

Inesperado golpe para la pareja. No están en condiciones de hacer un viaje tan largo. De nuevo tendrán que repetir el Sí. Las cosas vuelven a ser difíciles. Otro, diálogo profundo, antes de tomar una decisión.

José prefiere ir solo ya que María esta muy avanzada en la gestación y tiene miedo a que puedan aparecer sorpresas en el viaje. Él sabe que en el pueblo hay mujeres que atienden el parto y correrá menos riesgos. Pero ella no quiere separarse de su marido; desea que esté con ella en ese momento tan grandioso para los dos.

Deciden arriesgarse y se ponen en camino. Un camino duro e incierto. María se siente animada; José va con ella. Él es joven y fuerte, todo irá bien. Cualquier problema que surja, juntos, podrán solucionarlo.

Que importante para nuestra vida que los esposos vayan juntos por el camino. Pero ahora eso es difícil. Trabajan los dos con horarios realmente largos. Las empresas los absorben… y solamente tienen ganas de llegar a casa para descansar.

Pero en casa les espera más trabajo del que podrían suponer. Eso los irrita; ya no son capaces de hablar; por eso, más que hablar, gritan y… cerca, muy cerca,  los niños bebiendo a sorbos toda esta desavenencia.

Es un momento en el que necesitaríamos que alguien nos abriese sus brazos para acogernos, para regalarnos su fortaleza, para decirnos: No os preocupéis. Si os queréis de verdad, juntos lograréis lo que os habéis propuesto. Vuestras fuerzas unidas serán capaces de haceros seguir adelante.

Aquí tenéis ese Alguien ¡Escuchadla! ¡No lo desoigáis! Ese Alguien es: María. María de Nazaret.

María es una mujer israelita, humilde, pobre, sencilla… pero que tuvo la grandeza de saber renovar de nuevo, el Sí incondicional del primer encuentro. Ese SÍ que, día a día, sin saberlo, tiene que volver a repetir, una y otra vez.

Así es la vida humana. La tuya y la mía. Un día, lo mismo que María, decidimos compartir la vida con otra persona. Todo era bonito, esperanzador… y  decidimos formar una familia donde vivir nuestra realidad.

Todo iba bien. Incluso nuestro principio tuvo menos sobresaltos que el de ellos. Pero aparecieron los problemas, las limitaciones del otro. Era necesario renovar  nuestro , como lo hicieron ellos; pero muchos se han quedado en el camino por miedo a pronunciarlo.

La Madre siente que el parto va a llegar de un momento a otro. José no la deja ni un instante. Pregunta a uno y a otro para encontrar un sitio donde María pueda descansar. Se siente triste ante tantas negativas. Por fin le indican una cueva a las afueras que sirve para resguardar los animales. Él sabe que ese no es sitio para María. Él había soñado algo muy distinto para recibir a su hijo, pero cae la noche y no hay tiempo para más. Mañana buscará algo que se ajuste debidamente a lo que ella merece.

Llegan al sitio indicado. Es mucho peor de lo que podía imaginar. María lo tranquiliza. José trata de adecentarlo un poco. Separa a un lado los animales y hace una lumbre para estar calientes ya que el frío de la noche empezaba a dejarse notar.

Y en estas circunstancias que se escapan a nuestro entender humano, aparece ante nosotros un Bebé en el que reposa el mismo Dios.

En este momento quiero acercarme a tantas embarazadas, en todo el mundo, que no reciben atención de nadie. Quiero tener muy presente a, esa jovencita de Méjico que me escribió pidiendo ayuda y después de querer abortar tuvo la valentía de seguir adelante con su embarazo. Lo está pasando mal, lo sé y sé que cuando me escribe se me encoge el alma.

El padre del niño la ha abandonado y sus padres, aunque la acogen con muchas reservas, no le hacen la vida demasiado fácil. Está muy cerca del momento del parto y todavía no la ha podido ver un médico porque no cuenta con recursos económicos y encima es muy difícil contactar con ella porque no le dejan que se comunique con otras personas.

Ellas son, como María, personas con un corazón grande y, estoy segura, que esos hijos serán una alegría para su corazón y para el mundo.

María es el parangón de la fuerza de una mujer. Por eso pasa por todas las situaciones de la realidad femenina: es una mujer; se enamora; vive un difícil noviazgo; se convierte en  esposa y  madre; y, siendo aún muy joven, se quedará viuda.

Toda persona, en cualquier estado de su vida puede verse reflejada en María, pues ella pasó por todas las experiencias.

Pero María es la mujer fuerte. Todavía le queda mucho que pasar. De momento un Ángel, en sueños avisa a José para que salga huyendo a Egipto ya que, el mismo rey, busca al niño para matarlo.

De nuevo la incertidumbre, la precariedad, de nuevo… rumbo a lo desconocido.

José, coge al niño y a su madre y se ponen en camino”

Esta situación inesperada los va a convertir en inmigrantes.

Llegan a un país desconocido, sin hablar el mismo idioma, sin apenas herramientas para trabajar, sin conocer a nadie ¿Cómo salir adelante?

De nuevo la incertidumbre; otra vez a empezar. Ante ellos una nueva tarea a desempeñar.

Lo mismo  que María y José, nosotros también pasamos en nuestra vida muchas situaciones que nos sobrepasan. Nos toca vivir, realidades que nos incomodan; y, para distraernos, se presentan ante nosotros ambientes, acontecimientos, anuncios, personas… que tratan de no dejarnos pensar, para llevarnos a su terreno. Que importante estar alerta y fijarnos en la actuación, de María y José,  para responder a nuestra responsabilidad y nuestro compromiso de ser nosotros mismos sin dejarnos manipular.

Hemos de sentarnos juntos y tomar conciencia de todas esas cosas que nos esclavizan y de las que nos queremos liberar, ya que ellas nos están impidiendo SER, lo que en realidad queremos ser: Una Familia.

Pensaremos también que, no todas las esclavitudes que nos martirizan son conocidas. Hay muchas que ignoramos, pero que nos atan de igual manera. Dependemos:

  • De la opinión de los demás.
  • De la buena imagen.
  • Del perfecto resultado de nuestras acciones.
  • De que las cosas siempre funcionen bien.
  • Del rendimiento, del prestigio, del éxito…

Vivimos en una sociedad donde nos programan, nos fomentan la ansiedad, el tener más que los otros, el quitarnos de encima las responsabilidades. El no tener hijos, porque eso ata; el deshacernos de los padres porque complica la vida y el dejar al otro si no cumple las expectativas que teníamos de él-ella.

Hay veces, que nos resulta imposible sacar tiempo para mirarnos a nosotros mismos, para prepararnos a ser esposos, padres de familia…, para buscar y, sobre todo, para esperar.

Por eso quiero invitaros hoy, ante este Congreso Internacional de la Familia, a que os detengáis, para saborear, tantas cosas fenomenales como ocurren a vuestro alrededor; tantas cosas como vivimos sin darnos cuenta de ello: esa sonrisa, esa amistad, ese apretón de manos…

Seamos valientes. Vivamos lo que deseamos vivir. Dejemos esas ataduras que conocemos; esas que no nos atrevemos a confesar; esas que nos aprisionan y nos impiden ser nosotros mismo; esas que intentamos camuflar diciendo que es nuestra manera de ser…

Pensemos que tenemos ante nosotros una vida plena. Tomemos conciencia de la capacidad que se nos ha dado de observar, de ver, de escuchar, de sentir, de dar…  En nuestra vida sigue teniendo cabida el asombro, la sorpresa y la esperanza.  Porque existir es Esperar. Es esperar, las pequeñas cosas de la vida diaria, o las cosas grandes que a veces no llegarán. Es tener la fuerza para afrontar las situaciones que nos dejaran desilusionados y frustrados. Pero lo importante será, que hayamos sido capaces de decirnos, desde lo profundo del corazón:

Siempre esperaré en ti, porque sé que juntos encontraremos cuanto desea nuestro corazón.