LA FE: ¿ALGO PASADO DE MODA?

Por Julia Merodio

 

En este mundo estresado y estresante en el que nos movemos, en el que las noticias se suceden a un ritmo trepidante y nos envuelven de manera inevitable, la gente ya no tiene tiempo de volver atrás, lo pasado no le seduce y mucho menos si ese pasado puede cuestionar su vida lo más mínimo.

Desde esta perspectiva observo que, cada vez hay menos gente que se acerque a la Palabra de Dios; la Biblia ya no atrae y si encuentras ofertas relacionadas con ella, suelen ser de autores que la distorsionan a gusto del consumidor, con el fin de vender más libros.

Tampoco se encuentran profetas valientes capaces de hacer llegar su voz a cuantos están inmersos en esta equivocación, cada uno va a lo suyo tratando de quedar bien con todos, colgando la etiqueta de “tolerancia”

Y yo me pregunto, si Jesús volviera de nuevo a convivir con nosotros ¿qué nos diría?

 

Es triste observar que cuando hablamos de lo auténtico solamos hacerlo  en pasado o condicional, pocas veces en presente. No nos damos cuenta de que esto es un error, que la vida de dentro no es algo del pasado, porque entre otras cosas no pasa, permanece.

 

Jesús no tiene que volver. Jesús no es un mago que aparece y desaparece –como creen muchos- Jesús permanece está aquí. Está en cada uno indiscriminadamente,  aunque no seamos capaces de reconocerlo, para darnos vida, para ayudarnos en el camino, para fortalecernos, para alentarnos… Lo que pasa es que, con la luz de nuestro corazón apagada, nos resulta difícil verlo.

Pero, es hoy, precisamente hoy, cuando Jesús vuelve a mostrarnos sus llagas, esas llagas todavía abiertas por el dolor y la indiferencia de la humanidad. Esas llagas que delatan nuestra irresponsabilidad, nuestra equivocación, nuestra indiferencia… Más ¿acaso hay alguien a quién le guste mirar unas llagas? Los que vivimos en la actualidad no queremos ver esas cosas. Huimos de los molestos, de los que muestran dolor, de los fastidiosos…  y más, si ellos nos hacen ver nuestra forma equivocada de vivir.

Sí, sí, ya sé que esto requiere echar mano de la Fe. Sé que, ciertamente en este momento de la historia, esa Fe no vende; que la confianza se ha perdido y que muchos quieren hacernos ver que estas generosidades han pasado de moda ¿será verdad?

Si echamos un vistazo a la situación que vivimos nos damos cuenta de que, los que nos decimos cristianos, los que pretendemos vivir desde la fe, no siempre somos capaces de hacerlo responsablemente; es más, hay demasiada gente que todavía lleva puesto el traje de la primera comunión, no ha sido capaz de progresar, se ha quedado estancada, reduciendo su fe a unas simples fórmulas caducadas, que muchos aprovechan para ridiculizar un Don tan grandioso y preciado como es el Don de la Fe.

Y no es extraño, muchos piensa que la fe es algo que se puede vivir separada de la vida, como si fuese algo que acoplamos a los acontecimientos; de ahí que, a Dios lo identificamos fuera de la tierra, arriba en el cielo, lo suficientemente lejos para que no nos cuestione.

Hemos olvidado que la fe es “un acto personal: es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela” y esto no lo digo yo, lo dice el catecismo de la Iglesia católica.

La Fe es creer que: Dios está en la vida de cada ser humano, no pasivamente sino activamente. La Fe es saber que a Dios le preocupan nuestros problemas, pero no solamente los que se salen de la normalidad, sino los problemas cotidianos, los de cada día.

La dificultad radica en que la Fe no se puede estudiar, ni hace falta tener una clase concreta de religiosidad para poseerla. La Fe se alimenta de las experiencias y vivencias de otros, cuando se saben contrastar con humildad.

Por eso en todo el proceso de la Resurrección en el cual estamos inmersos, los discípulos dan fe de lo que han visto y oído; no de algo etéreo, sino de algo real.

 

Sin embargo, todo esto que podríamos hacer con facilidad, se complica al tener que realizarlo en un mundo donde nos conciencian, insistentemente de que:

  • La religión es un “comecocos”,  un terreno donde se refugian las beatas y las personas inseguras que, no encuentran un sitio en esta sociedad culta y próspera.
  • La fe es algo anticuado, que no necesitamos los que tenemos: toda la clase de seguros a todo riesgo, para cualquier imprevisto que se pueda presentar.
  • Además, la gente te dice: yo tengo mi fe, mis creencias, mi Virgen, mi Dios… ¡Ah sí! ¿Acaso conocéis distintos tipos de fe, distintas Vírgenes, distintos Dioses…? ¡Esto si que es progreso!
  • Sin contar a los más listos que nos dicen: lo tenemos claro, Dios no existe, si no ¿por qué permite el mal en el mundo?

Esto mismo preguntaron cierto día una elocuente persona a  ALBERT  EINSTEIN y esto es, lo que él contestó: El mal no existe, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia del bien… El mal es una definición que la persona se ha inventado para describir la ausencia de Dios.

Aquí lo tenemos. Ante una pregunta que nos deja sin habla, llega Jesús y nos responde, enseñándonos sus manos y sus pies llagados, diciéndonos: Mirad, aquí tenéis los males del mundo, esos que os parece imposibles de resolver y que han sido sanados con mis heridas.

Ha llegado la gran novedad de Dios, un Dios que se nos comunica y se nos da. Un Dios que nos conforta en nuestra vida, un Dios que se nos regala como Palabra y como Alimento…

No dejemos de asimilar su mensaje, no dejemos de alimentar ese proceso de crecimiento en la Fe… Hagamos todo lo posible para que, esa Fe en Dios, eche raíces profundas en nuestra vida y en nuestra historia.