¡Cristo ha Resucitado! ¡Aleluya!

¡Estad alegres! Os lo repito, estad alegres porque Jesús ha resucitado.

Estamos en Pascua, en pascua de Resurrección, pero no habrá Pascua de Resurrección en los demás, si no la hay también en nosotros.

Y no habrá Pascua en nosotros, si nuestra resurrección no es también la resurrección de los demás. Pues Cristo, no sólo resucita la mañana de Pascua, ni resucita para unos pocos… Resucita cada día al resurgir el Alba y para todos cuantos quieran resucitar con él.

Que mensaje tan importante para todos los que nos sentimos evangelizadores. No se puede ser un buen evangelizador sin haber tenido un encuentro con Cristo Resucitado, ni se puede ser un buen evangelizador, sin haber tenido una experiencia que nos haya hecho pasar de la muerte a la vida.

De ahí que os invite hoy, a hacernos una pregunta. ¿Creemos nosotros, los evangelizadores, los que compartimos la vida con los demás; los que formamos una familia, los que pertenecemos a una comunidad… que cualquier acontecimiento por arduo que sea, puede pasar de la muerte a la vida? Pues si de verdad lo creemos: ¡Alegrémonos!

Jesús resucitado, en este tiempo de Pascua, nos trae la alegría y quiere ponerla en nuestro corazón para que la contagiemos al mundo.

Pero ¿De qué alegría estamos hablando? ¿Cómo se puede llevar alegría a tanta gente sin casa, sin recursos, pasando hambre, carente hasta de lo más imprescindible…? ¿Cómo llevar alegría a tantos cómo se sienten solos, incomprendidos, marginados…? ¿Cómo se puede hablar de  alegría a tantas familias desoladas por la incomprensión, la ruptura, los malos tratos…?

Pues se puede hablar de alegría, porque la alegría no nace de, hacernos nosotros el centro para, que todos giren en torno a nuestros caprichos.

La alegría nace:

  • Cuando somos capaces de entregar nuestra vida, para que vivan mejor los demás.
  • Cuando somos capaces de compartir su gozo, sin verificar si a nosotros nos aporta algún beneficio.
  • Cuando aceptamos a cada uno con su realidad, sin temor a ser rechazado por no pensar como ellos.
  • Cuando sembramos paz y tranquilidad, aunque los acontecimientos sean adversos.
  • Cuando somos capaces de consolar a los demás, afrontando su realidad y ayudándoles a buscar soluciones.

 

Porque la alegría, no llega con palabras bonitas sino con hechos palpables. La alegría llegará cuando seamos capaces de ayudar a otros a resucitar de todo lo que les aprisiona, compartiendo nuestra vida con ellos; cuando seamos capaces de liberarlos de tantas esclavitudes como les acompañan, ayudándoles a ser personas nuevas, personas capaces de irse integrando poco a poco entre nosotros.

La alegría nos llegará y seremos capaces de compartirla, cuando seamos personas que cómo los apóstoles –después de haber visto a Cristo Resucitado- nos reunamos, nos alegremos y nos ayudemos a madurar y a crecer.

Por eso, el evangelizador, ha de tener claro que la alegría nace del misterio de la Cruz. No nace de lo que me gusta, sino de entregar la vida por los demás. Aceptando de verdad que, detrás de todas las cruces, siempre hay una resurrección.

La alegría brotará en nosotros, cuando alcancemos la capacidad de ver que Cristo resucitado Vive. Cuando oigamos que nos dice: “No temas, soy yo” Pues, aunque no podamos demostrarlo científicamente, sentiremos en lo más hondo que todo se crea y se renueva en Él.

Por eso, la alegría es el mejor regalo que un evangelizador puede hacer a los demás. Mas, de nuevo surge la dificultad, ¿cómo hablar hoy de regalo cuando todo se compra y se vende? Como hablar de regalo cuando se llega a pensar que el dinero puede comprar hasta las grandes realidades del ser humano. Pues para que veamos que todo es un regalo, que todo es un don, Jesús nos dice a cada uno en particular: no te amo por lo bueno que eres, sino porque eres tú. Pero, ¿acaso podemos repetir nosotros esas palabras con la mayor sinceridad? Pues cuando podamos repetirlas, podremos compartir la alegría de la resurrección con los otros y dejaremos de centrarnos en sí mismos para gozarnos con el gozo que nos trae el Resucitado.

Y todo esto es posible, porque Jesús ha dado la vida por nosotros. El nos lo dijo con claridad:”Si el grano de trigo cae en tierra y muere da mucho fruto” y aquí lo tenemos. Si nuestra tristeza, nuestra apatía, nuestra rutina… son tocadas por Cristo Resucitado, también se convertirán en Vida.

Por eso os invito a vivir, este tiempo tan especial, con la mirada puesta en el Señor resucitado, pues evangelizar cansa, desgasta, inquieta… De ahí que:

Cuando el cansancio nos invada, cuando parezca que ya no nos quedan recursos para seguir. Cuando a nuestro derredor sólo llegue la soledad y el desaliento y nuestros ojos no sean capaces de contemplar nada más que sepulcros vacíos, nos demos cuenta de que solamente Dios Es, que sólo Dios permanece, que sólo Dios… es la Vida, que solamente Él podrá hacernos Resucitar.

¡¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!!