Jesús, ya está entre nosotros. Él no sólo ha venido a anunciar la Buena Noticia. Él es la buena Noticia. Es… el gran evangelizador. Y lo es, porque en Él la noticia de la salvación es evidente, lo avala con su vida y eso siempre es creíble.

Pero hay algo muy santificativo. En ese mensaje de salvación que Jesús quiere hacer presente a todos los seres humanos, están incluidos los últimos, los pobres, los desfavorecidos… esos que a veces nos estorban y procuramos alejarnos de ellos. Y los hace presentes, porque quiere dejar muy claro que, el amor de Dios se manifiesta cuando alcanza a todos, de ahí la importancia de observar dónde se sitúa el que anuncia.

Hace dos semanas, dejábamos claro que Juan el Bautista era el micrófono del que había de venir. Pero ese ha venido y Él es ahora el micrófono de Dios: “…quien me ve a mi ve al Padre…” 

Que Jesús es el primer evangelizador Lo dijo Pablo VI en su encíclica “Evangelii Nuntiandi”. Encíclica del 8 de diciembre de 1975 que se presenta con este epígrafe: Al episcopado, al clero y a los fieles de toda la iglesia acerca de la evangelización del mundo contemporáneo. ¡Sugestivo enunciado!

Por eso, para saber evangelizar hay que mirar a Jesús. Hay que escuchar a Jesús, hay que empaparnos de su vida… pues, solamente así podremos acercarnos lo más posible a lo que Él vivió.

Acabamos de celebrar la Navidad y hemos visto de manera palpable la humanidad de Cristo. Pero esto no terminaba ahí, la liturgia nos lo mostraba el domingo pasado en el Jordán para ser bautizado por Juan a la vez que comenzaba a proponer la llamada a sus seguidores. Un hecho que nos hace darnos cuenta de que, hemos de volver a Galilea para encontrarnos con Él. Porque Dios, ha querido manifestarnos quién es, a través de su amado hijo Jesús.

Los evangelios sinópticos nos lo presentan como el evangelizador que nos va marcando cuál es la voluntad de Dios para con nosotros. Marcos en 1,39 lo muestra así: “y fue predicando por aquellas sinagogas, por toda Galilea, y expulsando los demonios”… (Mc.1, 39)

También Mateo nos dice:

“Jesús recorría Galilea entera, enseñando en aquellas Sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad del pueblo”… (Mateo 4, 23)

… “Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las Sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad”… (Mateo 9,35) 

Quedando claro que, el anuncio del Reino de Dios, se hace presente como salvación y la salvación se hace presente cuando nosotros vivimos como vivió Jesús: 

Pero hay algo que no podemos perder de vista. La evangelización es fruto del Espíritu.

Nos lo ha dicho Juan Bautista, mientras bautizaba en el Jordán: “Yo bautizo con agua pero el que viene detrás de mí bautizará con Espíritu Santo y fuego” Por eso, todo evangelizador que se precie, no puede negarse a estar abierto a la fuerza de ese Espíritu. Pues en ese Espíritu está, el mismo Jesús.

De ahí, que cuando la persona es capaz de abrirse a la fuerza del Espíritu Santo, para él  Evangelizar es una urgencia. El mismo S. Pablo nos lo dice de esta manera: El Amor de Dios nos urge. (2 Corintios 5, 14)

Porque evangelizar, no es un anuncio meramente verbal. La evangelización va acompañada de gestos liberadores; esta es la noticia central, este es el contenido del evangelio: El reinado de Dios y su acción liberadora en la historia, creando en ella comunión y fraternidad.

Pero, para evangelizar de esta manera se precisa –que todo evangelizador- haya hecho una experiencia profunda de encuentro con  Jesucristo.

Estamos en los primeros días del año en los que la Palabra nos muestra el encuentro de Jesús con los primeros discípulos y en esos encuentros descubrimos, que el camino de la amistad es una manera admirable para propagar la Buena Noticia.

Hemos visto que en Jesús no hay campañas publicitarias, simplemente existe el entusiasmo que es capaz de trasmitir el contagio, la proximidad y el calor del afecto.

El entusiasmo que despierta la persona de Jesús no se puede sustituir por cosas que no sacian. Nada puede suplantar la efusión de los encuentros con Él y la novedad que se trasmite en ellos.

Es lógico, por tanto, que esta manera de presentarse desestabilice el orden establecido El reino es algo totalmente gratuito, es una llamada urgente a la conversión y exige un cambio en nuestra forma de vivir, hecho realmente opuesto a lo que la sociedad nos invita.

El encuentro con Jesús es “Don” y es “Tarea” Dios no nos deja nunca fuera de su proyecto. Cuenta con nosotros. Actúa a través nuestro y nunca directamente. Él actúa por medio de personas y de cuanto ocurre a nuestro alrededor, sean signos positivos de nuestro tiempo o negativos; pues (los signos negativos son el clamor del sufrimiento que muestra el grito de Dios que nos llama en la historia) Dios se hace nuestro compañero de camino asignándonos una tarea, a la vez que nos apremia a trabajar.

 Por eso, aprovechemos este tiempo en que la liturgia nos muestra la llamada de Jesús, el encuentro con Él, la fascinación de los que le encuentran… examinemos qué implica eso en nuestra vida de evangelizadores y, sobre todo veamos si estamos dispuestos a seguirle con el desprendimiento que lo hicieron los que oyeron de sus labios “Ven y Sígueme”

Ahora os invitaría a que comenzásemos el año preguntándonos:

  • ¿Siento yo la urgencia de evangelizar?
    • Si mi respuesta es afirmativa, ¿por qué si?
    • Si es negativa ¿por qué no?
  • ¿Cuales creo que son las razones, de la escasa acción evangelizadora de los cristianos, en la Iglesia de Jesucristo?