Por Julia Merodio
UN REY BASTANTE PECULIAR
En la actualidad, resulta extraño trabajar para un rey que no admite que le rindan honores, sino que pretende que sus obreros desempeñen su tarea en los lugares más desfavorecidos, donde existe el sufrimiento y la pobreza.
Nos resulta extraño, que este rey no controle si hemos cumplido las normas sino que, sólo, intenta constatar si somos humanos, si hemos aprendido a ser personas y si somos capaces de vivir como hermanos.
Por eso, nuestro mundo ha optado por prescindir de Él y buscar otros reyes, con otros reinos y otros cometidos más atractivos. Sin embargo, sorprende observar que esos reyes y esos reinos forjan personas insatisfechas y ávidas de algo… que las llene de verdad.
Por eso este año, -año sacerdotal-, deberíamos tomarnos en serio, esta oportunidad, para hacer una reflexión sensata y preguntarnos:
– ¿Queremos ser operarios de este Reino?
– ¿Queremos aceptar sus normas laborales?
– ¿Queremos vivir la misión que, dentro del Reino, tenemos encomendada?
UN REINO ALGO DISTINTO AL QUE CONOCEMOS
Cuando la persona decide trabajar para el Reino, lo primero que le sorprende son los trabajos que allí se realizan y el sueldo que se ofrece por llevarlos a cabo.
Uno de los más apreciados es: el trabajo por la vida.
Mientras que en nuestro mundo se trabaja por la imagen, en el mundo de Dios se trabaja por la vida. Una vida que no entra en competitividad.
En nuestra manera de vivir se premia a los mejores, mientras los demás son excluidos. Si uno recibe un premio, los demás se quedan sin él. En el mundo de Dios no; en el mundo de Dios todos somos premiados, porque a Dios hay que ir en racimo; no se puede ir pisando a los demás para llegar primero.
Por tanto, si nosotros queremos trabajar en este servicio, no podemos eludir la realidad de “dar vida” entregándonos al servicio de los demás.
Esto no lleva implícito hacer cosas raras, ni buscar destinos extraños… se trata de ofrecer nuestros dones a los que viven con nosotros, a los que se cruzan en nuestro camino, a los que intentan vivir a nuestro lado la fe…
Se trata de regalar:
– Nuestro tiempo.
– Nuestra sonrisa.
– Nuestra paciencia.
– Nuestra energía.
– Nuestra entereza.
– Nuestros dones.
– Nuestra honestidad…
Se trata de gastarnos por los demás compartiendo con ellos; dejándonos encontrar por los que nos necesitan; perteneciendo a todos… como signo de la universalidad de la Iglesia. Se trata de vivir en fidelidad desde una entrega diaria y silenciosa que haga crecer y dé Vida.
Otra tarea del Reino de Dios es: Trabajar desde la verdad
Celebrar la fiesta de Cristo, Rey del Universo, es reconocer a Jesús, como testigo de la verdad, como libertador, como Señor del mundo… y mostrar, con nuestra vida, que eso es una realidad. Pero todos sabemos, que requiere demasiado compromiso; por lo que preferimos ser de los “del montón”
Cuando oímos, por primera vez pronunciar con fuerza “La verdad os hará libres”, a nuestro querido Papa Juan Pablo II, no podíamos imaginar que iba a tener tanta repercusión entre nosotros. Ignorábamos que no era una frase bonita, ni una muletilla de peregrinación; no sabíamos: que era un pilar que fortalece nuestra vida, la engrandece y la define.
En esta época de “esclavitud subliminal” en la que nos manejan con hilos invisibles, necesitamos más que nunca un corazón sincero; porque la verdad no es algo etéreo, es la grandeza de haber encontrado a Dios, haber optado por Él y haber decidido vivir a su lado.
Jesús es el único que puede hablar de la verdad porque Él vive en la verdad; Él, es la Verdad.
Por tanto, dejemos que esta tarde nos mire el Señor; dejemos que su mirada nos muestre la verdad de nuestra vida.
Y después veamos qué puesto ocupa la verdad en nuestra existencia:
- ¿Qué clase de verdad vivo?
- ¿Qué tipo de verdad comparto?
- ¿Son verdades a medias? ¿Verdades camufladas?
- ¿Verdades que violentan? ¿Verdades que dañan?
- ¿O, son verdades que salvan?
- ¿Verdades que ayudan?
- ¿Verdades que dan confianza?
- ¿Verdades que alientan la Vida?…
En este silencio vamos a reconocer a Jesucristo, como única verdad y pidámosle la gracia de vivirla a su lado.
En el Reino de Dios se trabaja por la justicia
Pilatos está para hacer justicia; pero aparece ante él un caso demasiado difícil; pone en juego su imagen y quiere ganar “puntos” con este caso tan especial.
Intenta ser amable con Jesús. Le hace preguntas sugerentes… pero, ante su perplejidad, Jesús calla. Pilatos no puede soportar ese silencio que lo denuncia y en presencia de todos, cobardemente, se lava las manos.
¡Cuántas veces, nos hemos lavado nosotros las manos, en situaciones comprometidas!
Pedimos justicia, pero fallamos en caridad. Pedimos justicia, pero no creemos en la justicia de los demás. Pedimos justicia, pero nos cuesta liberarnos de nuestras rígidas estructuras…
Jesús, al contrario que nosotros, no mide las consecuencias. Él no tiene miedo a nada y responde con rotundidad cuando Pilatos le pregunta ¿Tú eres rey? Jesús mirándolo fijamente y sin alterarse lo más mínimo contesta: “Tú lo has dicho, Yo soy Rey”
Pero un rey que no juzga y, menos injustamente, como lo están haciendo con Él. Jesús es un Rey distinto.
- Un Rey que no impone por la fuerza.
- Un Rey testigo de la verdad.
- Un Rey que pone como leyes de su gobierno: la justicia, la sencillez, la mansedumbre, la acogida, la tolerancia, la donación, el perdón…
- Y nos ofrece un Reino donde la Vida es posible, el amor se siente y la verdad se revela; un Reino donde la paz y la armonía son las normas de convivencia.
- ¿Tiene todo esto algo que ver con el sentido que nosotros tenemos de justicia?
LECTURA DEL EVANGELIO.- Juan 18, 33 – 37
“Preguntó Pilatos a Jesús: ¿Eres Tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilatos respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó: Mi reino no es de este mundo. Si fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de este mundo.
Pilatos le dijo: ¿Con que tú eres rey?
Jesús le contestó: Tú lo dices: Soy rey. Para eso he venido al mundo, para ser testigo de la verdad.
Pilatos le dice: Y ¿qué es la verdad?
- PETICIONES
FE: Señor, Tú que eres Rey-Servidor, fortalece nuestra fe para que seamos capaces de poner en práctica tus enseñanzas sin avergonzarnos de ellas ante quienes las critican y ridiculizan.
Te lo pedimos Señor,
ESPERANZA: Señor, Tú que eres Rey-Servidor, mantén viva la esperanza en nuestros corazones; ayúdanos a perseverar en aquello que, aunque sabemos difícil, junto a Ti es posible.
Te lo pedimos, Señor.
CARIDAD: Señor, Tú que eres Rey-Servidor, danos unas manos caritativas que busquen servir en cada momento sin esperar nada a cambio.
Te lo pedimos, Señor.
COMPRENSIÓN: Señor, Tú que eres Rey-Servidor, haz que nuestros ojos miren con comprensión y cariño a los que nos rodean, alejando de nosotros la tentación de exigir al prójimo aquello que no nos exigimos a nosotros mismos.
Te lo pedimos, Señor.
AMOR: Señor, Tú que eres Rey-Servidor de todos los hombres, Tú que a cada instante nos regalas tu confianza, haznos semillas para que sembremos el mundo de tu amor.
Te lo pedimos, Señor.
- Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros TU REINO.
Porque:
– Optar por el Reino, es forjar un camino compartido; es aceptar que multitud de manos se unen, para hacer nuestra existencia más humana.
– Optar por el Reino, es abrazar las miradas que se buscan para hallar, unidas, la Mirada: de Aquel que por nosotros dio la vida. Es compartir con los otros y reunir, bajo las mismas esperanzas, las diferencias que sabemos nos separan.
– Decir Reino, es hablar de proyecto común, de ilusión, de aceptación, de tolerancia… Es pensar en el otro y acogerlo como es; para pensar, juntos, en los demás, en lugar de seguir pensando en nosotros mismos.
– Decir Reino, es unir la fuerza de todos, alentando a los otros en el trabajo difícil, con una palmada al hombro,
y corregirse… sin miedo a los enfados, con el ánimo de ir creciendo juntos, poco a poco.
– Decir Reino, es hablar de apertura y entrega, de servicio a los demás, de darse sin medir los resultados.
– Decir Reino, es compartir la vida de Dios, fuente de: de verdad, de justicia, de esperanza, de amor, de paz… para decir juntos:
Aquí estamos Señor, unidos y en camino para hacer crecer tu Reino, allá donde nos pidas.
Porque queremos, que se haga tu voluntad aquí, en la Tierra como en el Cielo.
Enviado por Julia Merodio, Noviembre 2009