Por Julia Merodio

No podía faltar en nuestra página Web, un tema dedicado a Manos Unidas ya que, su presidenta Myriam García Abrisqueta, pertenece a nuestra Comunidad.

Lo que guardé no me sirve,

lo mío, ya lo perdí,

sólo tengo: lo que di.

A nadie le resulta complicado entender que, la vida se compone de DAR y RECIBIR: lo que quizá nos parezca más novedoso es realizarlo tomando conciencia de lo que hacemos.

Por eso, hoy, quiero que nos paremos a pensar sobre esta realidad. Sin embargo antes de empezar a profundizar el tema, quiero que nos situemos en este momento especial que nos brinda la Iglesia, me refiero a la Campaña contra el Hambre, porque es el mejor ejemplo donde podemos plasmar lo que suponer  -dar y recibir-

Sé bien que, somos muchos los que estamos sensibilizados con esta realidad, que somos generosos, que ayudamos con nuestro donativo y que deseamos un mundo más justo y fraterno. Pero ¿a este simple hecho vamos a reducir lo que debe de ser para nosotros dar y recibir?

Lo primero que hemos de tener claro es, que para compartir se necesitan, al menos dos personas: la que da y la que recibe.

–       ¿En qué lugar nos encontramos nosotros?

–       ¿Somos más dados a dar o a recibir?

DAR

Cuando se requiere de nosotros alguna ayuda, la mayoría de la gente trata de implicarse, siempre que no le lleve un gran esfuerzo, pero cuando la ayuda se precisa en el ámbito eclesial la cosa cambia radicalmente.

Unos más y otros menos, todos oímos con frecuencia esta expresión: “Ya están pidiendo, los curas no saben hacer otra cosa” ¿No será que esta  manera de defendernos implica el quitarnos de encima la responsabilidad?

DAR, es algo más, hondo, más, largo, más ancho y más profundo de lo que queremos reflejar.

Por eso sería bueno empezar examinándonos:

  • ¿Soy persona generosa?
  • ¿Por qué doy?
  • ¿Qué doy?
  • ¿A quien doy?
  • ¿Para que doy?

Si somos sinceros con nosotros mismos nos damos cuenta de que, no siempre damos con generosidad, no siempre damos a los más necesitados, no siempre damos de manera gratuita… normalmente cuando damos esperamos que nos lo agradezcan; que nos recompensen; que, al menos, se note que hemos obrado bien y, si no lo hacen, nos sentimos decepcionados ¡Para esto me he molestado! ¡Vaya desagradecidos!

Pero ¿qué damos? Quizá, lo que más fácil resulta, es dar algo de dinero y quitarnos de encima el problema, pero el dar solamente será para mí una realidad cuando tenga en cuenta a los destinatarios.

Haz silencio y observa cuánta gente, quizá muy cercana a ti se habrá preguntado alguna vez:

–       ¿Dónde estabas cuando yo sufría?

–       ¿Dónde estabas cuando pasaba hambre? No sólo hambre de pan, sino hambre de cercanía, de escucha, de acogida, de amor…

–       ¿Dónde estabas cuando te hablé y me negaste la palabra?

–       ¿Dónde estabas…?

No se trata, por tanto, de saciar solamente el hambre física y cubrir el cuerpo con una ropa, se trata de dar alimento, cultura, valores… se trata de dar lo esencial, lo de dentro, lo que no puede cambiar…

Pero todavía hemos de dar un paso más. Y este paso consiste en el acercamiento a la  persona.

¿Por qué huimos de los que no nos gustan, de los que no son como nosotros, de los que nos resultan incómodos, de los que tienen otra forma de pensar…? ¿Por qué nos atrevemos a hablar, ligeramente, de ellos, a juzgarlos si, ni si quiera los hemos escuchado?

Cuando ahondemos en esta situación  caeremos en la cuenta de que, no sólo se trata de dar cosas, sino de danos nosotros. Podemos ayudar, con generosidad a Cáritas, a una ONG, a los mismos pobres y eso es perfecto, pero no se nos ha ocurrido pensar que, quizá se estén muriendo de inanición los que viven a nuestro lado porque carecen de: cariño, de atenciones, de escucha, de ser tenidos en cuenta…

Por tanto será momento de pensar: qué doy ¿Lo que me sobra? Es cierto que, por poco que sea, a alguien le vendrá bien pero recordemos que, la misma Palabra de Dios, nos lo muestra: “El que siembra tacañamente, tacañamente recogerá” ¿Tanto nos cuesta ofrecer: una mirada, un abrazo, un rato de conversación, una simple llamada de teléfono…?

Sin embargo hemos comprobado que: Cuánto más damos más satisfechos nos sentimos. Y es que cuando se da algo, pronto o tarde, repercutirá en bien nuestro.  ¡Qué fácil sería todo si lo entendiéramos así!

Por tanto, si damos respeto y cuidado a todo lo que hemos recibido de Dios, todo nos responderá gratamente. Mas, si por el contrario creamos situaciones incómodas, cada vez serán más insostenibles.

Pues vivir ofreciendo lo que tenemos es:

  • Crear.
  • Potenciar.
  • Alegrar.
  • Es hacer un mundo más justo, más humano…
  • Es afirmar que, todos somos hijos de un mismo Padre: DIOS.

RECIBIR.-  Todo te ha sido dado ¿De qué te glorías?

Todos sabemos que recibir no siempre resulta fácil. Tenemos muy metido en la mente que cuando te dan algo, es para pedirte otra cosa mayor. Incluso encontramos mucha gente que no permite coger nada de lo que se le ofrece porque se sienten inferiores. Aunque les llegue un mal momento no son capaces de pedir, de acoger una oferta y, lo están pasando fatal pero quieren sentirse suficientes y no son capaces de dejarse ayudar.

Es que, para recibir hay que abrirse para acoger, se corren riesgos, llega el miedo a que te desinstalen, te incomoden. Llega el miedo a que quieran cambiar tu manera de vivir. Porque sabemos bien, que para recibir hay que abandonarse en manos de otro, hay que dejarse amar… y eso, no es fácil.

Todos estamos abiertos a recibir una buena noticia, una herencia, un premio… algo que cambie nuestra vida de forma substancial; pero ponernos la ropa de otro, comernos un bocadillo de alguien que no conocemos… eso ya es otra cosa.

Tampoco nos importa recibir un halago, un regalo, un elogio… pero un reproche, una corrección, una limosna en céntimos y, a veces tirada a distancia, consideramos que, eso, degrada bastante.

Es la realidad del mundo de hoy. Cuando vemos a alguien que pide medimos si debemos de darle o no, pero no medimos la humildad que requiere el recibir.

Y es que no nos lo ponen fácil. Llama alguien a tu puerta regalándote cualquier cosa y cierras enseguida. Seguro que viene a venderme algo –es lo mejor que piensas- así cuando el que llama a tu puerta es Dios también cierras por lo que pueda pasar.

Dios nos ofrece, cada momento, sus dones pero no nos atrevemos a cogerlos porque creemos que Dios, al igual que nosotros, los da a cambio de… y Dios no espera nada a cambio. Dios da y basta.

Creo que este sería un momento precioso para pararnos a pensar que Dios es gratuidad, regalo, don, gracia…: que Dios es amor ofrecido, donación total.

VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE

¡Cuántos pasajes encontramos en el evangelio en los que Jesús nos habla de recompensa!

Pero yo creo que seríamos injustos si solamente diésemos esperando ser recompensados. Creo que lo importante es responder, como es debido a tantos dones recibidos.

Para ello, haremos silencio y observaremos, todo lo que el Señor nos ha dado en cada momento y la manera que hemos tenido de recibido. Porque el dar y el recibir fluyen de manera cíclica.

Cuando damos a los demás, sin darnos cuenta, nos estamos dando grandeza a nosotros mismos y cuando recibimos de ellos, les estamos regalando nuestra acogida, nuestro desinterés y nuestra apertura.

Además hay cosas que, al darlas, no disminuyen si no que aumentan. Son las generosidades de la persona: al amor, la amistad, la bondad, la luz… y, además, engrandecen al recibirlas.

No esperes a que los demás te den para luego dar tú, no esperes a ver como acogen lo recibido, para hacer tú lo mismo. Normalmente, todos esperamos a que nos amen antes de amar nosotros; pero ¿Acaso empiezas a bailar antes de que suene la canción?

QUIERO RECORDAR

No puedo terminar el tema sin detenerme a  significar que el día 11 de Febrero es la Virgen de Lourdes y el Día del Enfermo. Porque todo ello nos grita lo bien que enlazan las cosas de Dios.

¿Quién más dado a dar y recibir que un enfermo? Un enfermo es un ser desvalido que depende de los demás. La enfermedad es la mayor pobreza. Hemos de tener una simple gripe y estamos a expensas de los médicos, del tratamiento, de la evolución de la enfermedad. Perdemos todas las seguridades a las que estábamos tan atados. Ya no tenemos reparo en abrir la boca para pedir, ni extender la mano para recibir, vivimos con el corazón expectante.

Pero el enfermo también da. El enfermo da mucho. Da una perspectiva nueva de vida.

  • Da agradecimiento.
  • Da acogida.
  • Da esperanza.
  • Da humildad…

¡Puede dar tanto un enfermo!

Por eso han elegido, como día del enfermo, el día de la Virgen de Lourdes, porque sólo la Madre es capaz de acoger, sin cansarse, a un hijo necesitado.

Ahora sí, ahora creo que, después de haber orado esta realidad, me esforzaré por vivir: con las puertas abiertas, las manos tendidas y el corazón disponible; recordando en todo momento las palabras de Mateo, 5:

 “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti algo prestado, no se lo niegues”