Si la semana pasada tomábamos conciencia de que, nuestra obligación era evangelizar, en esta semana hemos de dar un paso más, para preguntarnos:

  • ¿Cuál es mi lugar en la evangelización?
  • ¿Cómo acceder a él?
  • ¿Cómo he de presentarme al llegar?
  • ¿Qué se espera de mí?

¿Cuál es mi lugar en la evangelización?

“Cuando tratéis de evangelizar, no hagáis el bien para ser vistos por los hombres, porque entonces el Padre celestial no os recompensará.

No hagáis lo que hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los alaben al verlos, pues os digo que ya han recibido su recompensa.

Vosotros actuad en lo secreto y vuestro Padre que ve en lo secreto os lo recompensará” 

          Al primer sitio, donde nuestra evangelización ha de llegar, es a nuestra familia, a nuestras comunidades, a nuestro entorno, a nuestro trabajo, a nuestras amistades, a nuestro tiempo libre… a todo lo cotidiano y habitual.

Dios no quiere cosas raras. Dios es el Dios de la vida, de la vida cotidiana, de lo usual, de lo pequeño, de lo que pasa desapercibido, de lo humilde…

A nosotros no se nos pide que vayamos sermoneando a la gente, ni juzgando a los demás, ni metiéndonos en la vida de nadie… A nosotros se nos pide una conducta coherente con lo que pensamos y decimos, una conducta que pregone, con la vida, nuestra condición de cristianos.

De ahí que, uno de nuestros principales valores ha de ser la honestidad.

En este momento de la historia en que, los que seguimos a Jesús no estamos demasiado bien vistos en la sociedad, nuestra honestidad es una de las primeras virtudes que se van a poner en juego.

Aunque no nos demos cuenta, más de una persona nos va a estar observando, preparada para ver nuestros fallos más que nuestras virtudes.

Pero lo más importante es, que los primeros que observarán nuestra conducta serán nuestros hijos y ellos copiarán todo lo que hagamos aunque no seamos conscientes de ello.

Por eso será importante que revisemos cómo es nuestra honestidad, nuestra compostura, nuestra acogida a los demás…

  • ¿Me gustaría que copiasen mis hijos lo que yo hago?
  • ¿Creo que los va a llevar por el camino que me gustaría que fuesen?
  • ¿Se alegrarán algún día de que haya decidido evangelizarlos desde el evangelio de Jesucristo?

Otro de nuestros modos de comportarnos ha de ser:

El de tener una actitud correcta con los demás.

“Pero a vosotros que me escucháis os digo, amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian…

Tratad a los demás como queráis que os traten a vosotros”   (Lucas 6, 27 -32)

Dios siempre nos sorprende con sus procedimientos; por eso nos dice que, sea de la índole que sea, el lugar donde nos toque evangelizar, tengamos presente que Dios no acepta el pecado, pero ama al pecador.

Esto es muy importante a la hora de pensar en evangelizar a los que, por estar cerca nos incomodan más.

Por eso tenemos que cuidar mucho de que, en nuestro corazón no se instale el orgullo; el que nos creamos mejores de los demás y que por eso evangelizamos, el que tengamos presente de que nosotros también tenemos necesidad de ser evangelizados.

Es también muy importante tener paciencia y compasión en los momentos en que aparecen los roces, en que nos sentimos relegados, en los que no nos sentimos reconocidos, ni valorada nuestra tarea…

Será duro, pero también es una manera de evangelizar el no querer sobresalir, el no querer cambiar a los demás, el aceptarlos como son, el amarlos y perdonarles el mal que nos hayan podido hacer.

De nuevo será este un buen momento para pararnos a ver nuestro comportamiento cotidiano, familiar, de comunidad, con la gente.

  • Observemos nuestro comportamiento en los distintos sitios donde se desarrolla nuestra vida cotidiana.
    • En la familia.
    • En la parroquia.
    • En los grupos.
    • En las actividades diarias.
  • Observemos ante el Señor, que muchas veces nos comportamos mejor con la gente de fuera, que con los que convivimos…

Por último vamos a fijarnos en el comportamiento de Jesús.

“Os digo que si no sois mejores que los maestros de la ley y los fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”

                                    (Mateo 5, 20-21)

Cómo era Jesús con los suyos, con los que encontraba por los caminos, con los que le presentaban…

Para desde ese comportamiento ver cuál es el nuestro –cada uno ha de ver el suyo personalmente-

  • ¿Cómo es mi carácter?
  • ¿Mis estados se ánimo?
  • ¿Cómo soy capaz de enfrentar las tribulaciones?
  • ¿Vivo quejándome de cuanto me acontece?
  • ¿Qué dirían de mí –como evangelizador- los que me conocen?
  • ¿Qué diría Jesús?

 Hemos de tomárnoslo en serio. Tenemos un mensaje claro que llevar a los demás. Será decisión libre de los demás el aceptarlo o rechazarlo, pero nosotros hemos de cumplir perfectamente nuestra misión de: ser Evangelizadores.