CON MÚSICA EN EL CORAZÓN
Si la música es deleite,
que enciende nuestro interior
con su música, María,
brindo, al mundo, el Salvador.
MARÍA MELODÍA DE DIOS
Estamos en la cuarta semana de Adviento. En esta semana la Iglesia nos llama a la alegría, al júbilo, al canto…
Esa Virgen, que está encinta, toma el protagonismo para presentarse a punto de dar a luz. De ella nacerá el Hijo de Dios, al esperado de las naciones, nuestro Salvador.
Lo que María ignoraba era las experiencias que tendría que pasar, tanto en el alumbramiento como después de él. Ella tan sólo disponía de esa gran fe que inundaba su corazón.
Nosotros, sin embargo, conocemos bien lo que el evangelista Lucas cuenta al comienzo de su evangelio. Y lo cierto es que nos gustaría saber mucho más; los evangelistas son parcos al presentar la realidad, pero lo que sabemos nos seduce. Dios toma nuestra naturaleza humana y lo hace de una manera desconcertante para los que tenemos todo tan preparado. Dios accede a este mundo “por la puerta de atrás”, “por la escalera de servicio.
¿Quién puede enterarse de su nacimiento? ¡Nadie! Imposible oír el llanto del niño en aquel pequeño pueblo, alejado de la cueva del alumbramiento.
Al portal solamente se acercaron los despreciados de la gente, ya que por no “ser nadie”, no les quedaba más remedio que pastorear el rebaño de algún acaudalado y, naturalmente, no tenían otra cosa que hacer.
Pero sirvieron para alegrar el acontecimiento. Parece que María y José los acogieron con entusiasmo…
¡Los padres sabemos bien como se valoran los detalles que la gente tiene con sus hijos!
Más, los pastores llegan porque han sido informados del hecho. Cuenta el relato que el Ángel del Señor les avisó, mientras un coro de Ángeles cantaba: “Gloria a Dios en el cielo…”
Qué bonito nos parece saber que una de las primeras experiencias que ese Niño tuvo al nacer fue la de escuchar el canto. Qué significativo que fuesen los Ángeles de Dios los encargados de ofrecérselo. Sin embargo, lo que quizá no nos hayamos parado a pensar, es que Jesús antes de oír cantar a los Ángeles, hubiese oído cantar a su madre.
SER MÚSICA NO ES FÁCIL
A los que nos gusta la música, procuramos valorar a cualquier persona que nos la ofrece, sea en la forma que sea.
Sin embargo, es posible que no nos hayamos parado a pensar que hacer música no es fácil y mucho menos serlo.
Para hacer música se necesita:
- Preparar la partitura.
- Afinar los instrumentos.
- Impostar la voz.
- Armonizarlo todo.
- …. Para poder ofrecerla a los demás.
Por eso, después de tantos advientos y tantos temas tratados, he pensado que quizá sea bueno dedicar, este año, un tiempo a profundizar en ello; ya que si hay algo que enfatice con la alegría, es la música; tanto que, cuando preparamos una fiesta, en lo primero que pensamos es en la música y el canto.
PREPARANDO LA PARTITURA
Cualquier joven que se encontrase en la situación de María, lo último que habría hecho sería cantar. ¿Cómo pensar en hacer música con la que le había caído? ¿Cómo pensar en el canto con lo que tenía por delante? Cualquiera de nosotros nos hubiéramos hundido en el llanto o hubiéramos entrado en una depresión.
Pero María tiene la fuerza y la finura que caracteriza a los que, en serio, han apostado por el Señor. Por eso su corazón salta de gozo, en cualquier situación que se le presenta, ya que tiene el alma inundada de Dios.
TRABAJANDO EL PENTAGRAMA
Procuraremos trabajar el pentagrama en toda su extensión: líneas, espacios, notas, silencios, clave… Así empezaremos por:
Las Líneas.
Es fantástico descubrir lo definidas que está las líneas del pentagrama de María.
- Empezaremos enmarcándolo con la Anunciación
- Seguimos con el Nacimiento.
- La inesperada huida a Egipto.
- Las bodas de Caná. Impensado comienzo de la Vida pública de su Hijo.
- Para terminar en el Calvario, al pie de la Cruz, siendo corredentora de la humanidad.
A María no le quedó nada por pasar. ¡Tanto como nos quejamos nosotros de nuestras circunstancias! María pasó por todo, Dios lo dispuso así, para que la Madre pudiese comprender cada situación de sus hijos por desconcertante que fuese.
Momento de Oración
Tomamos conciencia de que estamos junto al Señor. Nos damos cuenta de que vivimos en esperanza, la Salvación llega y nosotros queremos prepararnos para recibirla.
En este silencio, nos vamos damos cuenta de los hechos que han ido definiendo, esas líneas donde María escribía su historia de salvación.
Después, junto a ella, nos detendremos a ver esos acontecimientos inusuales que nos han surgido últimamente. Han podido ser personales, familiares, de trabajo…
- ¿Qué líneas he encontrado en mi vida, que hayan ido definiendo mi historia de salvación?
- ¿Las he asimilado como recibidas de Dios?
- ¿Me han servido para crecer como persona y como creyente?
- ¿Han estado presididas por la confianza en el Señor?
Sigo en este clima de oración, sin prisa, dejando al Señor que sea Él mismo el que me diga si estaban presididas por la confianza, la esperanza y el amor.
Los Espacios.
Más, si las líneas las encontramos definidas, lo único que sabemos de los espacios es que ocupan un lugar entre línea y línea, sin poder precisar de ellos mucho más. Sin embargo, la importancia que los espacios tienen en la vida de María, lo mismo que en la nuestra, es máxima.
Los espacios encarnan esos periodos de tiempo comprendidos entre vivencia y vivencia; los espacios comprenden esas experiencias que van marcando la vida con su monotonía, sus situaciones ininteligibles, sus contextos cotidianos…
Son esos momentos que Dios usa para trabajar nuestro barro, para hacernos madurar, para irnos preparando a fin de que no desfallezcamos cuando las cosas empiecen a fallar.
Momento de Oración
Volvemos a silenciarnos, tomamos conciencia de que es Dios el que ora en nosotros y con nosotros.
Tomamos conciencia del momento presente. El único que en realidad nos pertenece.
Traemos a la mente todas esas cosas que necesitan ser realizadas por nosotros, esas que nadie puede hacer en nuestro lugar, como: orar, perdonar, acoger, resistir, esforzarse… Voy dejando la tendencia de posponer lo que, realmente, tengo que hacer.
Me detengo a observar, las veces que he echado a otros mi responsabilidad, fallando mi paciencia y mi determinación.
Después lentamente voy viendo:
- Esas respuestas de mi entorno, ante cualquier situación, que nada tienen que ver con la manera de responder de María.
- Observo como las voy acogiendo.
- Me detengo en esos sucesos que he ido viendo en televisión, leído en la prensa, escuchado en mi ambiente… esos que me han golpeado, me han sorprendido, me han alegrado, me han alarmado…
- ¿He reaccionado como lo hizo María?
- ¿Los he acogido con serenidad y fe, o por el contrario he “explotado” ante la sorpresa de los demás?
- ¿He sabido leer el mensaje que nos brindaban, para fortificar mi camino?
De nuevo silencio e interiorización. Dejemos que todo lo orado vaya tomando poso en nuestro corazón.
Las Notas.
Todos conocemos la importancia que tienen las notas en el pentagrama. ¿Cómo leeríamos un pentagrama si ellas faltasen?
Pero resulta significativo que, para que la música suene, para que haya melodía y armonía, no pueda faltar ninguna. No importa que sean blancas o negras, que tengan mayor o menor valor; lo importante es que todas son necesarias para que la música no desafine.
Siendo revelador que cada uno tenga su sitio, su tiempo, su ritmo, su definición…
Momento de Oración
Después de volver al silencio, observo como se van colocando las notas en ese gran pentagrama de la vida y me doy cuenta que la partitura comienza a tener belleza.
Hemos oído muchas veces que la belleza depende de cómo es percibida por nuestros ojos. De ahí que este sea un momento privilegiado para tomarnos tiempo, a fin de apreciar toda la belleza que nos rodea.
En cualquier momento que busque la belleza la encontraré. Dios hizo toda la creación llena de belleza.
María es capaz de ver en todo esa belleza. Sus ojos están abiertos a la hermosura de Dios.
- ¿Encontrarán los demás belleza en mi manera de obrar?
- Y yo ¿soy capaz de encontrar belleza en la suya?
Como María, intentaré buscar en este silencio toda la belleza que me circunda y que, por el ajetreo de la vida no he sido capaz de ver.
Los Silencios.
Los evangelios no nos dan demasiada información sobre las palabras que pronunció María. Parece que si buscamos lo más elocuente de su vida fueran sus silencios.
Silencio en Nazaret, silencio en Belén, silencio en el país extranjero, silencio en el Calvario, silencio al pie de la Cruz… ¿Qué hubiera sido del pentagrama de María sin sus silencios?
Sin embargo, a nosotros el silencio nos asusta, habla demasiado claro, decreta lo que no queremos escuchar, cuestiona más de lo que deseamos… No nos queda más remedio que huir de él si queremos tranquilidad; sin danos cuenta de que nuestro pentagrama queda distorsionado, produciendo una música tan desafinada que a nadie le gusta escucharla.
Momento de Oración
El silencio vuelve a presidir nuestro momento de oración. La quietud se apodera de nuestro interior. Siento una serenidad indecible. Veo como todo esto va profundizando en mi fondo…
Mis pensamientos se sosiegan y traigo hasta mi mente todo lo vivido. Me doy cuenta de que el mundo va demasiado rápido. Todo se sucede con celeridad, mientras la inquietud llega a las personas, por eso en este momento noto como mi ser quiere volver a la paz y la serenidad, llevando todo mi ser a la quietud que sabe a Dios.
En el silencio percibo la unidad con el Señor, siento su infinito amor y me doy cuenta de lo importante que era, el silencio para la vida de María y lo importante que es para la mía.
Me doy cuenta de que todo lo necesario para mi superación lo encontraré en mi cercanía al Señor y vuelvo a comenzar y recomenzar mis actividades con la seguridad de que el Señor salva mi vida.
La Clave.
De nada hubiera servido trabajar tanto la partitura si en el pentagrama faltase la clave.
María tenía claro cual quería que fuese la clave de su pentagrama. María vivía todos los acontecimientos en clave de Dios y ¡cómo cambia la vida cuando somos capaces de vivir en clave de Dios! ¡Cómo progresa cuando dejamos que Dios sea nuestra pauta, nuestro indicador, nuestro faro, nuestro hacedor…!
En el pentagrama de María la clave estaba signada en tamaño bien grande, para que se viera desde lejos y con mucho relieve para que sobresaliera bien.
María tenía muy claro que Dios era lo primero, lo único, lo grandioso, lo excelso…
Momento de Oración
Vuelvo a tomar conciencia de que Dios está conmigo y esa vida perfecta, que supone el que Dios viva en mí, se renueva cada día.
Ya no importa lo que pueda sucederme, no importa lo que pueda acontecer, Dios renueva mi existencia cada día. Junto a Él, puede resurgir la vida aún de la ceniza o de la escoria, porque Él renueva la vida sin importar la apariencia donde se esconda.
Al observar que Dios rige mi vida, se despejan mis temores, se calman mis pensamientos y se sosiega mi interior.
Dios no sólo cuida de nuestra vida física, sino que hace fluir en nosotros una vida sin límite ni condición.
Dios es la vida de verdad. Una vida donde la eternidad, la gracia y la Luz caminan de la mano.