Este domingo, 16 de junio, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha presidido una Eucaristía de acción gracias con más de una cincuentena de matrimonios que este año celebran sus bodas de oro y plata. La celebración ha tenido lugar en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, y contaba, entre los matrimonios, con Julia y Jose Antonio, miembros de la Comunidad de Nazaret. Han dado su testimonio y han sido entrevistados en diversos medios, como Alfa y Omega y Trece TV. (Los enlaces al final)
Transcripción de la entrevista por los 50 años matrimoniales a Julia Merodio y a su marido Jose Antonio, testimonio de matrimonio cristiano, en la Revista Alfa y Omega.
¿Cómo os conocisteis?
José Antonio.- Nosotros somos del mismo pueblo y yo conocí a Julita el día que la bautizaron, pero claro, una cosa es que nos conociésemos y otra que nos tratásemos, pues debido a que yo tengo siete años más que ella nuestra amistad era nula.
Años después, con bastantes años más, fui a pedirle unos libros que necesitaba y que ella tenía, motivo que el que nos acercamos un poco pero nuestro trato seguía siendo lejano.
Sin embargo los dos éramos afines en las prácticas religiosas y coincidíamos con frecuencia en la parroquia, lo que hizo que comenzásemos a tratarnos más. Dando lugar a que, poco a poco, fuésemos sintiendo algo el uno por el otro.
Julia.- Así José Antonio comenzó a frecuentar mi pandilla que la llamaban “la de los estudiantes” Pero a mí en casa me tenían muy protegida y a penas me dejaban salir por lo que tampoco podíamos vernos demasiado. Pero mis padres tenían una tienda y además estanco, lo que facilitaba a José Antonio el buscar escusas para pasarse por allí a comprar algo, a fin de ver si salía yo a despachar y podíamos vernos.
Pero cuando la cosa comenzaba a funcionar un poco nuestros padres salieron del pueblo, porque la gente se iba fuera a buscar trabajo y la distancia entre nosotros se sitúo en 320 Km. Yo me fui a vivir a Zaragoza y él a Madrid. Seis largos años de noviazgo separados ¡Ufff! Sin muchos recursos y sin móvil… ¡Difícil, difícil…¡
¿Cómo ha sido vuestra vida de hijos y nietos?
José Antonio.- Por fin hubo boda. Nos casamos en la Catedral de Sigüenza para estar a mitad de camino y facilitar la asistencia a las dos familias.
Nuestra vida era normal, estábamos juntos y eso para nosotros era lo más grande. La verdad es que no estuvimos mucho tiempo solos, pues nuestra casa se convirtió en casa de acogida siempre teníamos a alguien de la familia viviendo con nosotros.
Julia.- Luego comenzaron a venir los hijos ¡¡Qué alegría!Pero una cosa es lo que nosotros queremos y otra lo que Dios permite.
Hemos tenido cuatro hijos. Dos que están en el cielo y dos que están con nosotros y son la alegría de nuestra vida.
El primero se me murió dentro porque me di un susto en el metro, quedándome un trauma impresionante. Pero pronto volví a estar embarazada y con una alegría inmensa, tuvimos nuestro segundo hijo que murió ¡no sabemos de qué murió! pero fue cerebral, a los 19 meses y medio.
José Antonio.- Esta fue una prueba muy dura que tuvimos que pasar y fue en ese momento cuando nos refugiamos el uno en el otro –de manera especial- y juntos nos unimos en serio a Dios. De ahí que hiciésemos unos Ejercicios Espirituales y terminásemos metidos en los jesuitas –Congregación de Matrimonios Nazaret – donde cambiaron nuestros esquemas, asumiendo la realidad de que los hijos no eran nuestros, sino que eran de Dios.
Julia.- Yo me quedé destrozada. Imposible poderme quedar embarazada. Pero con un tratamiento médico tuvimos a nuestro tercer hijo, cuatro años después. Nos parecía imposible. Era precioso, Dios había premiado nuestra confianza.
Más, no queríamos quedarnos con un hijo solo, pero teníamos problemas para tener más. De nuevo consultas al médico hasta que de nuevo me quedé embaraza. Sin embargo nuestra alegría duraría poco, pues en la primera consulta me dicen que tengo que abortar porque viene mal.
José Antonio.- Otra vez metidos en el dilema ¿qué hacer? ¿Seguir? ¿Hacerles caso? De nuevo fuimos a consultar a otro médico que nos tranquilizó y nos dijo que con un buen seguimiento del embarazo podíamos tener a nuestro Bebé. Fue fácil la elección pues teníamos claro que queríamos tener a nuestro Bebé y decidimos seguir adelante.
Julia.- El embarazo fue horrible. Solamente oía en las consultas la palabra “aborto” Y como estaba sola porque entonces no dejaban venir a los padres pues salía destrozada.
Pero llegó el día feliz y tuvimos una niña preciosa y totalmente sana que pesó tres kilos y medio. Los médicos no podían creerlo y el día que me dieron el alta bajé a la consulta y les dije –con un poquito de sorna-: Aquí tienen a mi “aborto”
Para no extendernos más sólo decir que ahora tenemos, además, una nieta de dos años que nos tiene locos, es nuestro Tesoro.
¿Cuál es vuestro “secreto” para cumplir 50 años?
Julia.- Vivir a dos no es fácil. Uno solo se pone de acuerdo en dos minutos. ¡Pero dos…!
Después de tantos años, lo que nosotros creemos es, que el “secreto” para llegar a los cincuenta años y a los sesenta y a los (jajaja)… consiste en trabajar la relación. Nada se nos da hecho. No hay baritas mágicas, según se trabaja así se logra.
José Antonio.- En la relación es muy importante la ayuda mutua, y el no cansarse nunca de ceder…
Julia.- Sí, es verdad. La gente cree que ceder, que perdonar, que amar gratuitamente… es de débiles, pero no es verdad. Para devolver, a un daño que nos hacen otro aún mayor, no hace falta fortaleza, la fortaleza se necesita para no devolverlo.
José Antonio.- También hay que saber que en las cosas importantes no se entra en el primer momento, se va entrando poco a poco en lo que el otro siente, en lo que al otro le preocupa… Porque el amor es como una planta, que bien cuidada mejora con el tiempo.
Julia.- Por eso una de las cosas que más hay que cuidar es la comunicación. Hoy los jóvenes se comunican por mail, por WhatsApp… siempre con una pantalla por medio, sin ver las caras, sin oírse, sin sentirse… y eso desgasta, se necesita el calorcito del encuentro. Porque una cosa es compartir una cosa puntual y otra comunicar lo de dentro, lo que sientes, lo que necesitas… lo que valoras del otro, lo que significa en tu vida… Eso de “dedicar poco tiempo pero de calidad” a mí me parece muy cuestionable.
José Antonio.- Pero la comunicación no es fácil. Las mujeres siempre necesitan hablar más que los hombres – esto es por naturaleza- y claro pues más de una vez las aguas se enturbian, pero hay que aprender a serenarlas dejándolas reposar.
Julia.- Otra cosa muy importante es la relación con Dios. Si antes decía que la relación a dos es difícil, cuando se entra el campo de lo religiosos es todavía más, pues cada uno tiene su propia manera de llegar a Dios y eso hay que respetarlo profundamente.
José Antonio.- Nosotros en eso tuvimos suerte. Ya de solteros y sin ponernos de acuerdo pertenecíamos, cada uno desde donde estaba, a la Legión de María y luego de casados nos dedicamos a la pastoral matrimonial y prematrimonial. Estuvimos metidos de llenos en las CVX e hicimos Encuentro Matrimonial. Fue una experiencia fantástica. Y con Julita, pues siempre metidos en un montón de líos –pues como yo digo, “tiene cara de cargo” en el momento que hablaba nos asignaban un cargo.
Julia.- Bueno yo no querría terminar sin decir que, aunque las bodas de Oro y Plata se celebren como una Acción de Gracias -cosa muy plausible- me parece que debería ser imprescindible que, antes de la ceremonia se dedicase un tiempo a la puesta a punto, donde por supuesto estuviese presente el Señor. Un tiempo donde la humildad y la valentía se impusiesen y los esposos fuesen capaces de bajar a su fondo y ver cómo están esas tinajas que guardan en la bodega de su corazón, donde reside: el amor, la generosidad, la alegría, la fidelidad, la donación, la paz, el perdón… y mirar, cuanto se han vaciado con el tiempo y por qué. Y se sentasen juntos los dos, siendo capaces de hacer una revisión profunda de su trayectoria, abordando los momentos agradables de esos años, pero también las heridas que llevan en el alma, -mirando personalmente- lo que les ha dañado del otro, cómo se han sentido, a dónde les ha llevado la situación, qué impacto ha tenido en los hijos esa forma suya de vivir; qué daños ha podido producirles: su comodidad, su incoherencia, su indiferencia… y juntos preguntase:
· ¿Qué es lo que te sigue agradando de mí?
· ¿Qué significa para ti mi ayuda?
· ¿Qué es lo que sigue dándote fuerzas para vivir conmigo?
· ¿Hay en nuestra vida, una alegría capaz de llegar al corazón de nuestros hijos?
· ¿Cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas…?
Y juntos llorar si es preciso y reír si lo merece y orar desde lo más profundo y sellar el perdón que sana heridas y prometerse fidelidad y amor, el tiempo que les quede de peregrinación juntos.
Porque la celebración, nunca puede ser el momento de llegada, ha de ser el momento de partida en que los dos salgan de la ceremonia renovados, nuevos, jóvenes de alma, con un lifting recién elaborado y eso no se conseguirá si todo se hace porque se tiene que hacer… pasando inadvertido lo que significa la ceremonia. Pues entrar en la fiesta supone haberse puesto la túnica nueva, haberse calzando las sandalias en los pies y llevar en el dedo el anillo de la alianza.
Porque así, sí, ¡sí que habrá fiesta! ¡Claro que habrá fiesta! Y los hijos beberán ese vino nuevo del que habla el evangelio.
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